viernes, 5 de noviembre de 2010

FEDERICO GARCÍA LORCA: ENTRE POETA EN NUEVA YORK Y EL PÚBLICO

Ofrecemos las palabras preliminares y el primer capítulo del trabajo de próxima aparición sobre Poeta en Nueva York y sus relaciones con la obra teatral El público, titulado Paráfrasis sobre la verdad y el amor poéticos (entre El público y Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca). El singular concepto del amor de estas obras es puesto en no menos singular debate, entre estas dos obras extraordinarias del genial poeta granadino. 



PALABRAS LIMINARES


Federico García Lorca: entre poeta en Nueva York y El público, Francisco Acuyo




SI A LUZ DEL NUEVO PARADIGMA SE nos ofrece, cual eje singular (de excelente vertebración), la lógica de una óptica, así mismo, tan nueva que a toda razón nos parece que precisa, para mejor entendimiento del fenómeno de la modernidad que representan, del amparo y dinámica de unos acertados juicios con los que inferir criterios adecuados para un propicio análisis de las obras de nuestro genio intemporal Federico García Lorca; en concreto sobre dos de sus obras: «El público» y «Poeta en Nueva York».

Federico García Lorca: entre poeta en Nueva York y El público, Francisco AcuyoQueremos, así mismo, mostrar nuestro total adhesión y entusiasmo en el estudio de ambas creaciones y añadir también que, si se observa alguna singularidad o dudoso mérito en esta exigüa exposición nuestra se debe sin duda a nuestra innegable inclinación hacia la inmortal figura de su autor, y por la belleza y sensibilidad de descripción inabarcable de cada una de sus obras. Esperamos al menos que hayan quedado impresas estas torpes y apresuradas líneas con las que suscribimos nuestras modestísimas opiniones con algo de la excelsitud de las obras tan primorosamente leídas y exhaustivamente consideradas y que, en absoluto al albur del profundo afecto hacia la figura de su autor, pretenden justificar las seguras limitaciones de su reflexión modesta, si no, por el contrario, reconocerlas y admitirnos en ellas para recoger no reconocimiento, sí benevolencia por su presurosa y embelesada exposición, eso sí, toda ella de admiración y reconocimiento llena hacia la poesía y el genio más excelso manifiesto en estas páginas que recogemos e interpretamos, objeto de humilde estudio para regocijo de nuestro absorto y entregado corazón al poso de su inmarcesible belleza.



PARÁFRASIS SOBRE
LA VERDAD Y EL AMOR
POÉTICOS

(ENTRE «EL PÚBLICO «Y
«POETA EN NUEVA YORK»
DE FEDERICO GARCÍA LORCA)



«En estas perspectivas ciudadales»
J.R.J.
I


VERDAD Y AMOR




LA DELIMITACIÓN Y DILIGENCIA DEL SABER Y LA CIENCIA humanos todavía no se ofrecen, aun conjuradas, como solución definitiva las interrogantes e incoherencias (o inquietudes y enigmas) que se vierten en perpetua y agobiante servidumbre sobre aquellas «realidades» tantas veces inexplicables que afectan como suplicio y extravío de los hombres, realidades existenciales, digo, y que intervienen vitalmente como el amor, la muerte, la vida y su potencial sentido.... La potencia «natural» de los conceptos se muestra esperanza derribada a los ojos nuestros, pues ya criaturas ahítas del constructo etéreo de lo siempre presupuesto, nos confirman una y otra vez que «la verdad» de su producto se prodiga de manera exclusiva para hacer perdurar el ideal interesado sobre su único anhelo: solidificar(1) conceptos cuya aspiración se viertan como obsesiva ideación capaz de sublimar el alma o el espíritu humanos, para ser en la entidad universal del «apriori»(2) que describe el «sentido» y estructura «razonable» del mundo y la dinámica que lo anima.

No debe resultarnos extraña, entonces, la reacción brutal (radical) intrahistórica que no invita sino a una percepción del todo peculiar y que hará visible un ámbito textual que no será, desde luego, la representación de esa entidad genuina y esencial sobre la que pretenden construir un universo que no es sino la kantiana negación de la existencia de las esencias materiales.

Lo que es, en realidad, se manifiesta cual singular objeto que contiene el «eidos»(3) esencial donde se inscribe lo universal: será, así, inevitable que el concepto de amor (y de verdad) beban en lo moderno de las aguas esencialistas que, una y otra vez, impregnaron con ciega fe (inconsciente) la vida intelectual de nuestras mentes más preclaras, aún en nuestro tiempo más reciente: la idea agustiniana del amor(4) reinvocada por Max Scheller(5) parece revivir su jerarquía de valores opuestos(6) esenciales que invocan «al amor genuino», el cual ha de quedar sujeto a ese «plus» insondable que embarga, al fin, como último valor moral que indica (y certifica) el verdadero amor.

Federico García Lorca: entre poeta en Nueva York y El público, Francisco Acuyo
Mas no pudieron (unos pocos acaso en un principio) dejar al margen una «realidad» de lo concreto, de lo que dispone ante nuestra «conciencia» algo más que una idea amparada en lo esencial apriorístico: el «ser» acaso es quien clama por algo más que actos de intención para así reconocer la realidad escindida que ofrecen entre el «ser en sí» y lo fenoménico.

Será, además, la objetividad ideal del espíritu la que hiciera fácil presa en aquella inquietud (y angustia) del hombre de los siglos diecinueve y veinte, cuya realidad, a todas luces inmanentista, ofrece las formas de la naturaleza y del alma creadas por el espíritu. El vuelo de la intuición que eleva la dialéctica croceana(7) a distinguir la realidad estética y la lógica, como las caras de una misma e idéntica moneda, la cual, a su vez, pretende dar la cuenta real de lo que acontece en la síntesis apriorística del espíritu(8) o del juicio que precede a cualesquiera actividad de la que sea capaz el espíritu humano: y nos enfrenta a la «forma» y su manifestación (de exterioridad o interioridad).(9)

Sean categorías o sean formas(10) la estructuración estética (y literaria) depende del sujeto (activo) que será capaz de darnos «intuitivamente»(11) un conocimiento esencial de la realidad que puede trascender el conocimiento, incluso el científico.

Así pues, que las nociones de contenido y forma nos remitan, inevitablemente, a la visión del texto literario siempre dentro del ámbito del sujeto mismo, no debe mostrarse a todas luces como algo extraño: no existe en absoluto panorámica de objetividad para el texto constituyéndose el sujeto-autor en lo trascendental y empírico.

Que la analogía del arte(12) para Kant, precisamente, vierta el modelo del lenguaje como el ideal para la expresión de ideas e intuiciones, y que la poesía ocupe la más alta jerarquía artística, está dentro de su lógica: será el genio poético quien mejor se libere de preceptos y modelos y, desde su perspectiva, sea donde se pueda observar con mejor visión y panorama la autonomía del sujeto respecto del dominio de la naturaleza.

Si el hombre es constituido, al fin, sujeto de la historia, será precisa la búsqueda de soluciones a la dicotomía entre la naturaleza (humana) y las condiciones de vida del hombre, aun disociadas, para lo cual, la «esencia» pretende encontrar vías de encuentro (o reencuentro) a través de la «existencia». Lo trascendental y lo empírico iban, pues, camino de la unidad del espíritu.(13)

La realidad y el espíritu, el ser y el conocer, serían desde entonces inseparables: la conciencia que aspira a través del conocimiento al absoluto se realiza porque es en realidad conocimiento de sí mismo,(14) o lo que es igual: a la identidad del sujeto y el objeto.

La historia del espíritu será no más que la historia de la conciencia humana, pues las actividades humanas (materiales o no) no serán otra cosa que actividades del espíritu que son para la historia espiritual de lo Absoluto.

El arte se ofrece para constituirse en expresión de la historia, como la «esencia»(15) de una realidad así mismo histórica, es decir: reflejo y despliegue del espíritu. Ser y conciencia construyen su unidad monológica definitiva, donde sólo es relevante la unidad de significación, desterrando las contradicciones como lo inesencial e irrelevante.

He aquí, a muy grandes rasgos, el constructo filosófico (estético e ideológico) que hará presa de forma irremediable en la conciencia del crítico, del estudioso, del artista; sobre él se fundamentan los principios que harán posible la representación del hombre como esencia explicativa y sujeto de la historia.(16) Sobre sus impresionantes basamentos racionales se construye toda una mole no menos impresionante de ingeniosas (cuando no geniales) representaciones para justificar, unas veces un modo de vida (sociedad liberal burguesa), otras para sustentar un modelo de pensamiento que, aun siendo muy válido en la conquista de libertades y de igualdad (revolución francesa), no acaba de contentar la insatisfacción del hombre contemporáneo ni de manifestar otras realidades que sólo tienen «el silencio» como muestra de su existencia.

No obstante, cabría hacer la siguiente reflexión, si todo parece inclinar la balanza de nuestra insatisfacciones hacia una «concepción histórica de la materia»:(17) ¿es la praxis, es decir, «modificar históricamente la naturaleza»(18) únicamente lo que compete al hombre desengañado de nuestro tiempo? Nosotros creemos que esto no es sino otra forma más de esencialismo idealista que
Federico García Lorca: entre poeta en Nueva York y El público, Francisco Acuyo
no afronta que, antes que aquella praxis, hemos de entender la existencia anterior de un pensamiento (primero) bajo la materialidad de la «forma de una estructura objetivada del psiquismo (y del cerebro). (19) Quizá el error del esencialismo provenga del hecho de mostrarse ignorante ante una realidad que no es tanto histórica como profundamente materialista: el espíritu es algo dado(20) y constituido desde el principio, pero en absoluto de manera esencial; es una realidad material (objeto físico químico) que en sí se muestra insensible a la acción de la historia; su susceptibilidad será, sin embargo, clara al mundo de los signos (del lenguaje). Y es que el materialismo histórico acabará, en fin, convirtiéndose en «un alma en pena en busca de su cuerpo, de su fundamento».(21)

Son el amor y la verdad, en obras como las que en esta exposición estamos por considerar, algo muy diferente: serán como el «tiempo» esencial, una metáfora, un discurrir tan falaz e ilusorio como la impertérrita y esencial «verdad» que del «amor» la modernidad tantas veces nos concita.(22)

Será primordial, pues, que el hombre, al fin, se deshaga del embarazo de la historia y de la absoluta dependencia y «tiranía» de la autoridad, para hacer frente con un grado de dignidad suficiente para contemplar la «nanidad» de su individualidad sin angustia.

Federico García Lorca: entre poeta en Nueva York y El público, Francisco AcuyoEl problema del origen histórico del lenguaje (23) el cual quería derivar su significado, se vería resuelto al fin, cuando se entiende aquél (el significado) de una palabra como una función del sistema, tesis capital para demostrar que dicho significado de una palabra depende del sistema del lenguaje de una manera ahistórica,(24) pues el sistema del lenguaje (en habla o escritura) es «sincrónico», y por lo tanto no depende del tiempo ni está sujeto a evolución histórica, aunque la palabra en su uso sea diacrónica (evoluciona en el tiempo). Será pues, gracias a Ferdinand Saussure que la cultura pueda verse como sistema de signos: veremos bajo su influencia la antropología cultural del marxismo de Althuser(27), todos bajo la marca del estructuralismo.

No debemos pasar por alto que los precedentes para el cambio de mentalidad y perspectiva que pone en evidencia este esencialismo desfigurador u ocultador de la otra realidad silenciada vendría estimulada por Niezstche,(28) que condena las nociones tradicionales de sujeto, representación, causalidad, valor, verdad, sistema; y donde el lenguaje tiene un carácter metafórico(29); igualmente detesta el racionalismo y expone la necesidad del reconocimiento de los bajos instintos. Así también será preciso reconocer la figura de Heidegger(30) que critica el sujeto moderno y expone el olvido del ser. Así también Wittgenstein(31), Williams James(32) o John Dewey.(33)

El pensamiento postmoderno(34) haría importante mella en las concepciones idealistas modernas y sus esencialismos, estableciendo un despegue y una visión realmente nuevas del arte y de su reflexión crítica, y todo gracias a figuras como Lyotard(35), Deleuze y Guattari(36), Foucault(37) o Derrida(38), con el rechazo al modelo ilustrado del proceso histórico y un profundo excepticismo frente a todos los metarrelatos.(39)

Acaso una muestra bastante oportuna de esta concepción nueva y necesaria podamos verla, por ejemplo, en la ruptura sobre el entendimiento de lo que la locura sea, marchando por caminos que observan que la psicología (como ciencia) descansa aún en graves prejuicios metafísicos y morales que sin duda deben ser rechazados;(40) es preciso proponer un estudio de la locura que nos hable más allá de la razón de sus «silencios».

Es, en fin, a estas alturas de nuestra visión crítica, preciso (y filosófica) no sólo observar las carencias de la estructuración del mundo moderno, cuyo su sustento conceptual y epistemológico parece sustentarse tanto en un mundo de esencias construidas, como en un mundo de representaciones hechas a conveniencia, también es necesario mostrar aquellos «silencios» que denotan las carencias importantísimas del sistema que la modernidad ha pretendido (y aún pretende) establecer como totalmente dado por «natural». Es el amor y la verdad dos de aquellas representaciones de la realidad que en esta exposición nuestra queremos poner en duda, mas será por boca de uno de los más grandes talentos de nuestra poesía y dramaturgia del siglo XX recién finalizado: Federico García Lorca(41).


                                                                                                                         Francisco Acuyo
Notas.-

(1) Antonio Sánchez Trigueros: Algunas consideraciones sobre la consolidación crítica del concepto idealista de literatura, Academia de Buenas Letras de Granada, Granada, 2002.
(2) Kant, I.: Crítica de la razón pura, Alfaguara, Madrid, 1983, Crítica de la razón práctica, Espasa Calpe, Madrid, 1984.
(3) I. M. Bochenski. La filosofía de la esencia: La filosofía actual, Fondo de Cultura Económica, México, 1981.
(4) S. Agustín: Confesiones: Obras completas, BAC, Madrid, 1975.
(5) Scheller, M.: El puesto del hombre en el cosmos, Losada, Buenos Aires, 1943.
(6) Valores del sentir sensible, del sentir vital, espirituales y de lo sagrado y lo sacrílego.
(7) Croce, B.: Breviario de estética, Espasa Calpe, Buenos Aires, 1943.
(8) El mundo es el espíritu, en el que se aúnan sujeto y objeto, lo individual y lo universal, la teoría y la práctica.
(9) Brunschvicg, L.: Las edades de la inteligencia, Buenos Aires. Librería Hachette. Edic. (1947)
(10) Kant, E.: Ver nota 3.
(11) Sánchez Trigueros, A.: Trilcedumbre. Aproximación a la génesis histórica de la noción de sujeto literario,Universidad de León, 1999.
(12) Ibidem.
(13) Hegel, G.W.: Lecciones sobre la filosofía de occidente, Revista de Occidente, Madrid, 1953.
(14) Hegel, G.W.: Fenomenología del espíritu, Revista de Occidente, Madrid 1935,
(15) HEGEL, G. W: Lecciones sobre la estética, Akal, 1989.
(16) Sánchez Trigueros, A.:  Ver nota 1.
(17) Marx, Karl y Engels: Cuestiones de arte y literatura, Ed. Península, Madrid, 1975
(18) Ibidem.
(19) Levi-Strauss, C.: El pensamiento Salvaje, Fondo de Cultura Económica, México, 1987.
(20) Paz, O.: Claude Levi-Strauss o el nuevo festín de Esopo: Joaquín Mortiz, México, 1969.
(21) Ibidem.
(22) Acuyo, F.: Mal de Lujo, Ediciones Caroal, Madrid, 1998.
(23) Quevedo, F.: De Foucault a Derrida, Ediciones universidad de Navarra, Pamplona, 2001.
(24) Saussure, F.: Curso de Lingüística general.
(25) Levi-Strauss, C.:  Ver nota 19.
(26) Lacan, J.: Las Formaciones del Inconsciente, seguido de El Deseo y su interpretación, Nueva Visión, Buenos Aires, 1979.
(27) Althusser L.: La filosofía como arma de la revolución, Filosofía Ed. Pasado y Presente, Córdoba, 1971.
(28) Niezstche, F.: Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Tecnos, Madrid, 1996.
(29) Niezstche, F.: Escritos sobre retórica, Edt. Trotta, Madrid, 2000.
(30) Martin H.: Arte y Poesía, Fondo de Cultura Económica, México, 1985.
(31) Wittgenstein, L.W: Tratatus logico-philophicus, Alianza, 1973.
(32) Williams J.: Pragmatismo, Alianza, Edt. Madrid, 2000.
(33) Dewey, J.: Libertad y Cultura, U.T.E.H.A, México, 1965.
(34) Quevedo, A.:Ver nota 23.
(35) Lyotard, J.l.: La Condition Post-Moderne, Rapport sur le Savoir, Paris, 1979.
(36) Deleuze, G. y GUATTARI, F.: Rizoma, Pre-Textos nº3, Ensayo, Valencia,1997.
(37) Foucault, M.: Orden del discurso,  Tusquets, Barcelona, 1970.
(38) Derrida, J.: La escritura y la diferencia, Antrophos, Barcelona, 1989.
(39) verdades universales, últimas o absolutas, empleados para legitimar proyectos políticos o científicos.
(40)Foucault, M.: Historia de la locura, Fondo de Cultura Económica, México, 1978.
(41) García Lorca, F.: «El público» y Poeta en Nueva York»




Federico García Lorca: entre poeta en Nueva York y El público, Francisco Acuyo

2 comentarios:

  1. Profundo análisis, amigo, del que salgo aprendiendo mucho. Gracias de nuevo. Un abrazo.

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  2. Una introducción de altos kilates, amigo. Diría que merece estudio y a la vez regala conocimiento en esta esfera del entender humano. Un abrazo agradecido.

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