viernes, 4 de febrero de 2011

JUAN CARLOS FRIEBE: TRAS EL HEMISFERIO INFINiTO

Juan Carlos Friebe, Poesía invitada, Ancile
Fotografía de Arabesco


Tras algunos días en suspenso, recuperamos nuestro Hemisferio infinito con el poeta (y buen amigo) Juan Carlos Friebe. Compañero de fatigas de algunas actividades literarias y poéticas viene a formar parte de este singular catálogo de poetas de esta sección especial de Ancile. Quédense con este nombre y su poesía, y disfruten de la selección que el mismo autor propone, y sirva esta iniciativa para que aborden con mayor tranquilidad el resto de su magnífica producción poética.

Juan Carlos Friebe, Poesía invitada, Ancile
Juan Carlos Friebe con el poeta finés Erkki Vepsäläinen , Foto de M. Mateo

BIO-BIBLIOGRAFÍA


Juan Carlos Friebe (Granada, 1968) es autor de “Anecdotario” (VI Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros, 1992), “Poemas Perplejos” (accésit del III Certamen Internacional de Poesía Gabriel Celaya, 1995). “Aria contra coral” (1992), “Las briznas: Poemas para consuelo de Hugo van der Goes” (Premio Nacional de Poesía Paloma Navarro, 2007), y “Hojas de morera” (2008), colección particular de poemas en la que intervinieron numerosos escritores y artistas. Una parte sustancial de su obra se desarrolla en paralelo junto a creadores de diversas disciplinas. Fruto de estas colaboraciones publica “Geometría del Desconcierto: Las Bacantes” (2009), libreto del poema escénico basado en la tragedia de Eurípides, compuesto para el músico croata Frano Kakarigi bajo la dirección de Jaime García y, con el mismo artista, “Tres estancias de un apartamento burgués” (2007) o “El Sueño de isabel” (2010).  Entre otras cooperaciones destacan las colecciones de poemas escritos para María José de Córdoba (“Mundos paralelos”, 2002), Valentín Albardíaz (“Un kilim para Rimbaud”, 2009) o los poemas dedicados a la obra de Agustín Ruíz de Almodóvar Sel (“Concordancia, Concordancias”, 2007 y “Escultura”, 2009). En 2011 publica “Las canciones de la vereda”, recopilación de coplas escritas para ser cantadas por distintos palos flamencos.

Juan Carlos Friebe, Poesía invitada, Ancile
Leyendo un poema dedicado a Miguel D´Ors (al fondo), Foto de M.  Mateo.

POÉTICA


Ha querido el poeta hablar de su poesía mediante el verso mismo con el poema que sigue. Respetamos sus deseos y ofrecemos sus intenciones líricas a través de su palabra poética.



POÉTICA

A Elena Martín Vivaldi

Escribir y vivir no son lo mismo,
mas cuando se hacen uno honda es la herida
si en cada acento el alma dolorida
ansias posa de amor con triste sismo.

Escribir y vivir son un abismo
que precipita el daño de la vida
sometiendo el latido a recia brida
ciega voz, sordo pulso a mudo trismo.

A amargas mieles dulces hieles mecen,
y en lágrimas de ayer tejen los versos
los besos de mañana con pasión.

Escribir y vivir no se parecen,
y cómo se entretejen siendo adversos
cuando, corazas, se hacen corazón.



MUERTE DE BOUTS


Reconozco tu gesto. Como el mío,
es difícil saber cuándo es preciso,
cuándo dibujo, cuándo apunte, cuándo
un esbozo sencillo de un complejo dolor.
Juan Carlos Friebe, Poesía invitada, Ancile
El color no es la forma, sí un desliz de la forma
y una manera de cincel callado,
que talla la figura y la deshace.

Reconozco tu mano semejante.
Como la tuya tensa ante el pincel
así la mía tensa entre detalle y
veladura; entre tímido matiz
y pensativa mancha inmaculada,
rosa jazmín velada entre azucenas,
vaga palabra parva en verso blanco.

Reconozco la sombra en tu mirada limpia,
el candor con que observas la minucia,
la paciencia amable con que otorgas
al instante más breve eternidad
y al pudor de la herida, el rubor de tu tacto,
recato de penumbras, decoro de la luz
vencida con un trazo que derrama piedad.
Reconozco tu luz aguamarina.
Conozco el ademán, tan similar al mío,
capaz de dibujar un paisaje sin fondo
para un dulce retrato sin patenas,
en el que todo cuanto atrás sucede
si no es perfil, es máscara,
si no melancolía, sólo pena.


 PRESAGIO DE MUDANZA


Se olvidará de mí la vida un día,
se olvidará la luz de despertarme,
y el tornasol del Sol vendrá a velarme
con Luna de mortaja compañía.

Estoy ahí, ahí, la voz vacía,
Juan Carlos Friebe, Poesía invitada, Ancile
rogando ay y aliento para alzarme,
en la garganta un garfio al que aferrarme,
y el grito preso en la mordaza estría.

Heme ahí sola carne desahuciada.
Un cuerpo inerme, lívido e ingrato,
recién ceniza lo que fuera llama.

Heme aquí: esto. El alma descarnada.
Como aguardando de otra voz mandato
que le ordene: Levántate, y ama.





MATUTINAE LAUDES


Vagas, luz, de un confín a otro del mundo,
para posar tu mano cálida, de repente,
sobre mi frente turbia. Vas y vienes
como si el viento te llevara en brazos
o la brisa en volandas, a su antojo,
para luego dejarte junto a mí,
aquí, como vertida o derramada,
revestida de un halo de pureza
que las aves matizan con su arrullo,
que las hojas mitigan si murmuran,
casi haciéndote humana, no milagro.

Vagas, luz, noche y día, revelando
Juan Carlos Friebe, Poesía invitada, Ancile
ese esplendor de hierba de los prados
que la Luna rumía con su lengua afilada,
ese fugaz destello de incólume rocío
en las hojas primeras de las flores silvestres,
ese fulgor callado de vida que despierta,
que sucede y nos consta y que nos salva,
para luego quedarte junto a mí
varada en un rincón yermo del alma
-así, quédate así, acurrucada-
tan delgada y pueril brizna de dicha.
Vagas, luz… no soñase jamás si no vagaras,
si iluminases siempre las tinieblas,
las tenebrosas sombras del corazón oscuro,
de tan limpia verdad, procurando sosiego.
Así, quédate así, caricia y beso,
abrazo y beso, amor y beso: labio
que recorres mi cuerpo sorbo a sorbo
que humedeces mi piel hasta alcanzar la pulpa,
dorando mi corteza sin dañarla.
Nada fuera sin ti, si no es contigo.

Vagas, luz, y te vas yendo sin ruido,
como borrando tras de ti las huellas;
se retiran los trinos a sus nidos de mimbre,
los pétalos se ocultan en sus cálices silos;
corona de arreboles en las cimas lejanas,
las hojas de los álamos se nimban en el bosque
mientras se ensancha el cielo y difumina
el calor de la tarde, que declina,
el color de la noche, que amanece.
Nada fuera sin ti, si no es contigo,
y aun cuando faltes tú:
 mirad: estrellas.

CANTO (Inédito)


Comienzo desde el núcleo de lo humano.

Comienzo, así, desde una misma lágrima: y empiezo a comenzar sin alegría
 porque jamás podré con esperanza.
Comienzo y, pues comienzo en el sollozo, comienzo desde el llanto soterrado que el 
mundo llora sin consuelo alguno

pues el mundo,
                             oídlo llorar,
                                                       llora:
nosotros no lloramos ya por nada.
Lloran los bosques frágiles, poderosos antaño, desde el liquen hasta el musgo, desde la 
última hoja a la raíz primera, de principio a fin de flor. Lloran sus copas vírgenes en la
 altísima bóveda esmeralda, inalcanzable aún, mas ya rozada
su todavía tierna muchedumbre de ensimismados cantos, su poco aún de paraíso intacto.
Está llorando el mundo, está llorando el bosque, está llorando adentro, en sus anillos,
 los años niños que temen la tala: lloran de adentro a dentro en su corteza y la arboleda
 triste se despuebla de los trinos que huyen de los claros.

Las lágrimas del bosque son sencillas: no todo pertenece al ser humano.

Bien está que se sirva de los dones que la tierra prodiga para todos. Bien que bendiga el 
pan y escancie el vino, bien su fútil solaz, bien su descanso, mas no que su capricho 
consentido quiera que el mundo sea a su medida,
devastado vergel,
                                una llanura,
ni a su apetito corresponde el manjar que, sin gusto, menoscaba con desprecio del 
hambre de los otros que hozando van,
al paso,
                             las migajas.
No todo pertenece al ser humano: el pan del Sol se parte para todos, la clandestina luz 
de la alborada, el frondoso sosiego en la arboleda, el abatido mirlo del silencio que roba
al nido con furtivas postas
no son suyos,
                          son nuestros
                                                     son nosotros.
No sé si para siempre.
                                       No sé si para algo.
                                                                           No sé si para nada.


Juan Carlos Friebe, Poesía invitada, Ancile
Fotografía de M. Mateo












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