sábado, 1 de octubre de 2011

PASTOR JOSÉ AGUIAR, O LA FIRME RESOLUCIÓN DE VIVIR

Pastor Aguiar, o la firme resolución de vivir, Ancile


Aprovechamos esta entrada nueva para ofrecer una semblanza del polifacético escritor y poeta cubano, Pastor Jose Aguiar (Matanzas, Cuba, 1950), para lo cual,en esta primera entrada mostraremos uno de sus magníficos cuentos costumbristas titulado La trilladora. Podrán constatar en él la facilidad para contar, mas con la  precisión narradora no exenta de un manejo del lenguaje excepcionalmente ajustado a los ritmos de sucesión de los hechos que, con tanta gracilidad como amena exposición y disposición  nos deleita y  relata. 
Como nota biográfica y de aproximación humana[1] a nuestro autor podemos decir que su poética está permeada por la literatura costumbrista cubana, la vida en el campo, en los internados ("becas") de la universidad, como atleta olímpico (fue campeón de Levantamiento de Pesas en Olimpíadas Nacionales),  las experiencias como médico en Tanzania, África , en un campo de refugiados de Naciones Unidas y, posteriormente, como médico forense de Medicina Legal en la Habana. A fines de esa década,  logra emigrar a Estados Unidos a través de peligrosas travesías por el mar Caribe y el estrecho de la Florida, infestado de tiburones, en una pequeña y precaria balsa casera,  junto a varios compatriotas que arriesgaron su vida por alcanzar la libertad del régimen castrista. 
Después de dos intentos fallidos en que fue devuelto a Cuba, el tercer viaje fue realizado con éxito y pisó las costas norteamericanas donde inició una lenta  reconstrucción de su vida diezmada por la influencia del comunismo. Nunca volvió a su tierra, donde quedaron su madre y sus hermanos, hasta hoy. 
La literatura ha sido desde niño, su escudo y el medio más terapéutico para canalizar una experiencia de vida compleja y dolorosa, pero gracias a su férrea fortaleza interior, transformó y capitalizó en una sabia y mansa actitud de entendimiento universal y perdón a tanto abuso de los derechos humanos que debió padecer en su tierra natal. 
Ha publicado cuentos y poesías en varias Antologías en España y Estados Unidos, en castellano y en Inglés. Próximamente Editorial Pelícano publicará sus Cuentos costumbristas y se encuentra en proceso una novela autobiográfica con relatos de sus viajes por el mar. Participa activamente de las redes sociales y se desempeña en el campo de la Salud.




LA TRILLADORA


Pastor Aguiar, o la firme resolución de vivir, Ancile


Como en lo de Quico tenían refrigerador, abuelo me dio un peso para traer una jarra de refresco. Iba comiendo un boniato crudo encontrado mientras cortaba las últimas espigas. Ahora el arrozal yacía en pilas reverberantes y su gris moribundo nos apretaba, como si de un momento a otro fuera a incendiarse. Tirados y apoyando la espalda contra una de las pilas cercanas a la guardarraya, por donde iba a llegar la máquina, tres hombres me esperaban. Desde más allá vino el Moro bailando y azotándose las canillas. Los demás se corrieron al extremo de la pila aplastando primero los tallos para no hincarse el fondillo. Eran las hormigas bravas. Nada peor a esa hora. Juano, muchacho de unos quince años y más espigado que yo, llegó volando para arrebatarme la jarra y de no ser por abuelo, se la hubiera tomado.
_No seas hartón, muchacho_ Le gritó, dándole primero al Moro. Yo miraba con odio a Juano unas veces; otras con miedo, porque con sus brazos largos era temible; además de atrevido. Por ello me gustaba andar cerca de abuelo. El Moro trataba de matar a un ratón semejante a una mangosta; pero lo dejó al oír el ruido asmático de la trilladora, que enfilaba la guardarraya por su nacimiento en el Crucero Hondo. A veinte cordeles era una máquina infernal, halando la nube de polvo rojiza. Así, arrastrándose hizo retemblar a las pilas de arroz y calló a los grillos del mediodía. Las garzas que moteaban el campo segado se alzaron como una gran tela. Después se arrollaron hacia la máquina, confundiéndola con un tractor y su estela de gusanos, lanzándose en picada, en la que algunas se desnucaban. Ahora reculó hasta la pila, justo sobre el hormiguero.
_ El ayudante se me enfermó, uno de ustedes tiene que llenar los sacos_ Nos dijo, sin apagar el motor, el mismo Tino de todos los años.
_ Pues va a estar dura la cosa, porque si uno llena los sacos, quedamos tres, para alcanzarte los puñados y para cargar desde la pila acá. Nos vamos a reventar_ Le replicó abuelo.
Ya estaban poniendo las correas para arrancar el mecanismo de la trilla. Juano se fue a llenar los sacos, un poco a la izquierda de donde el Moro y yo le alcanzábamos brazadas de espigas a abuelo.
Cuando la trilladora comienza su faena, no se puede detener, los brazos tienen que ser continuos , y si no hay gente de repuesto, pues ni tiempo para tomar agua o matarse las hormigas , ni menos para sacudirse ese polvillo reseco y picante. Todo ello a las doce de un Agosto.
No se oyó palabra, cada cual se tragaba sus ofensas y le mentaba la madre a la máquina, al enfermo, al calor, y sobre todo a las hormigas cuando encontraban los testículos.
Pastor Aguiar, o la firme resolución de vivir, Ancile
El rezongar del aparato, estremeciéndose como si fuera a derrumbarse sobre nosotros, cerraba la hora espectral. Entonces, en una de las brazadas, Juano me lanzó un puñado de arroz y por la boca desparramada por el jadeo, entró una buena parte. Medio ahogado, seguí cargando con toda la rapidez y la fuerza que me invadieron. A veces llegué a doblar al Moro con los viajes a la pila. Lo vi reírse con las fauces llenas de paja, mientras retiraba un saco, y sacar otro puñado. Lo hizo lentamente y de nuevo contra mi cara, pero esta vez apreté los labios y cerré los ojos. El siguió riendo, lo supe aún de espaldas. Sentí deseos de que la máquina le cayera encima. Pero lo peor era el miedo de pegarle.
La trilladora iba a dirigirse a la próxima pila y nos quedamos cogiendo un respiro, sin ánimos de despegar los pies. El Moro se tumbó a la larga, boca arriba y abuelo rascándose sin mucha prisa. Juano me llenó el pelo ahora, y después por la oreja derecha. Eran como municiones seguidas de un estampido de carcajadas. Yo miré a los demás. La trilladora reculaba de nuevo dos cordeles más allá y el dueño nos hizo señas. Esta vez abuelo se quedó midiéndome de pies a cabeza con una severidad acusadora, antes del siguiente puñado en el cuello. El Moro también se detuvo, andados unos pasos hacia la otra pila. Yo tuve más miedo cuando su risa se acercaba al decirme:
_Te gusta que te lo haga, eh?
Sentí las piernas flojas, dudé de las fuerzas de mis brazos y pensé que debía estar muy pálido, casi verde. Fue repulsión contra mí. Pero abuelo continuaba como queriendo hacerme crecer y ofendiéndome a la vez. El Moro, de un momento a otro iba a reírse y todo igualmente. Hasta la máquina se detuvo. El dolor me aguó los ojos. Entre los cristales de las lágrimas vi a Juano parado en frente, tirándome su aliento a la cara, apretando un puñado de arroz en cada mano y reventando en una carcajada silenciosa, repiqueteándole en los dientes y en un hilillo de baba. Nada se oyó en cien cordeles a la redonda. Ya no pude mirar a abuelo ni al Moro, solamente una masa grande babeándose de risa. Supe que al momento iban a estrellarse contra mí los dos puñados y nada podía pasar después de ello. Entonces le golpeé el rostro con fuerzas ignoradas. Lo golpeaba y enseguida lo abracé por el pecho cayéndole encima para seguir golpeándole aquella cara enorme hasta sentir sus dientes hincándome. Sus huesos me inflamaban los puños. Después lo dejé así, tan sorprendido y asustado,  más asustado que yo, sin valor para levantarse. El de la máquina ya se retiraba gritando como si también  fuera a golpear a  alguien.
_ Arriba, a trabajar, o que se piensan?

Pastor Aguiar



[1] El mismo nos entrega esta breve  nota personal de su biografía  que dice: Nací en una finca de Matanzas, Cuba, hacen sesenta y un años. Desde mi primera juventud comencé a escribir poesías y cuentos, que no mostré hasta los tiempos de la Universidad. Recibí varios premios en encuentros de talleres literarios en Cuba, así como en concursos de narrativa. Emigré hacia los Estados Unidos durante la década de los noventa, y en Miami he participado en foros literarios y Tertulias y publicado algunos cuentos y poemas en antologías españolas como Azahares y Calíope, además de poemas en inglés en la Antología The international Who’s Who in Poetry.Estudié Medicina en La Habana y continúo trabajando en el campo de la Salud.


Pastor Aguiar, o la firme resolución de vivir, Ancile



7 comentarios:

  1. Gracias Francisco por esta entrega donde el arte de Pastor Aguiar y la historia de su vida vida con sus circunstancias, hablan más fuerte que cualquier comentario que pudiéramos dejarte. Esperamos por más. Muchas gracias por la excelencia de tu espacio literario.
    Un abrazo.
    Jeniffer Moore

    ResponderEliminar
  2. He admirado los escritos de Pastor, desde que tengo el honor de que me aceptara entre sus "conocidos" de Facebook...ahora al leer este exquisito relato y su biografía, además de emocionarme, reitero una vez más mi admiración y cariño... Gracias Francisco por esta posibilidad, un gusto pasear por tu blog y si me lo permites le haré un enlace en los míos

    ResponderEliminar
  3. Tu nombre me trajo hasta aquí, Pastor Aguiar. Leerte, en cualquier sitio, es un lujo entrañable que nos damos algunos lectores. Cada vez más, espero, porque tú te mereces llegar a todos los ojos.

    Gracias a Francisco por traerte con este excelente relato.

    Morgana de Palacios
    www.ultraversal.com
    Foro Poético Literario

    ResponderEliminar
  4. Gracias, amigo, y a todos los que han comentado en tu página. No ceso de agradecerte la gentileza. Me siento muy honrado. Un gran abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias, querido amigo, por la gentileza de traer de nuevo esta historia vivencial donde ficción y realidad se dan la mano. Me has hecho refrescar aquellos tiempos. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  7. Gracias por esta entrega pletórica de cubanidad, con olor a Matanzas. Es tan real, que uno se siente que revive cada instante.
    Con los escritos de Pepito se rememoran tantas cosas:
    Animales introducidos en Cuba que se han convertido en una plaga dañina: La mangosta mal llamada por nosotros hurón. Vivían en la planta llamada Piña de ratón y se paseaban por los cañaverales. A nuestro paso cruzaban de un lado al otro de los terraplenes.
    La emigración a Cuba. Nuestros bateyes, en esta zona de Matanzas, estaban conformados por familias emigradas de Islas Canarias. La nuestra los Aguiares y Acosta; Granados y Perera, pero además había una familia que no hablaba bien el castellano y que tenían una bodega. Esta era la familia del Moro. A Pepito toca aclararnos de dónde realmente eran. Creo que de Siria. Este es el personaje que cita.
    Los juegos exagerados de los campesinos, sobre todo con los chiquillos. Claro que él rápido resolvía, ja ja ja.
    La fertilidad de aquellas tierras donde la agricultura era muy prolífera. Allí crecimos comiendo marañón, mango, guayaba, ciruela, malanga, yuca y la dulce caña de azúcar, entre otros.

    Y al final, como siempre que se lee a este autor, uno quiere más y más.

    ResponderEliminar