miércoles, 2 de mayo de 2012

POESÍA EN EL PRIMER NÚMERO DE JIZO EDICIONES


Debido a la demanda de no pocos amigos e interesados en los contenidos de los primeros números de la Revista Jizo de Humanidades, y también como consecuencia de que el formato de la Revista subido a la red no era del todo óptimo para su disfrute, hemos decidido subir lo más selecto de cada número para su mejor lectura y contemplación. Seguiremos un orden cronológico en la subida de cada texto comenzando por el número primero de la revista. En el caso que nos ocupa en esta entrada ofreceremos la poesía publicada en dicho número, en el que encontrarán poemas, inéditos entonces, de Elena Martín Vivaldi, Mª Victoria Atencia, Antonio Carvajal, Manuel Mantero, Rafael Guillén, Jesús Munárriz, Antonio Piedra, Francisco Castaño, Rafael Juárez, José Antonio Ramírez Milena, Francisco Acuyo, José Luis López Bretones, Manuel García, Virgilio Cara Valero, Rodolfo Häsler, Antonio Díaz Lafuente y Daniel Rodríguez Moya. Poemas memorables algunos de ellos como no menos digno de recuerdo alguno de los poetas escogidos en estas páginas y que ya no se encuentran entre nosotros, como es el caso del amigo, escritor, novelista y poeta Antonio Díaz Lafuente, sea pues esta entrada homenaje a su figura inolvidable. Se incluyen algunas de las reproducciones de la excelente obra artística de Mª Jesús Alonso.
Añadimos al final el enlace con el blog de la revista Jizo de Humanidades.


Poesía en el primer número de Jizo Ediciones, Ancile



 POESÍA EN EL PRIMER NÚMERO 
DE JIZO EDICIONES


Poesía en el primer número de Jizo Ediciones, Ancile
Mª Jesús Alonso


LA  LUNA CONFIADA






Y la luna me mira.
Y, mira
que sonriendo, ella, está,
la luna, sí, esta noche.
Algo alegre le corre por su sangre,
desangrada de amor,
blanca,
le corre una ilusión. no sé.
Su luz es risa,
la sonrisa, y lenta
va cruzando, rebasa ya el tejado,
va a otro cielo.
Y mira desenvuelta, alegre, irónica,
humorista la luna, sí, esta noche.
Mejor es no decir la verdad.
Dejar que no adivine
lo falso de ella misma en mi reflejo.




(1973) inédito Elena Martín Vivaldi



LAS FAUCES





¿Daré con una mano o poder suficiente?
me sube, como dicen,
un veneno o cicuta o frío, piernas
arriba, vientre arriba hasta el arca del cuerpo,
deteniendo el sabido latido de la sangre.

Se me subleva todo hasta hacerse constancia
de ti, presencia tuya, mi invasor despiadado,
mi memoria,
por la que iré a dar en las fauces del pez luna.




                          María Victoria Atencia



ÚLTIMA BLASFEMIA




Porque es la juventud siempre atrevida
y porque el vino y el rumor del mar
obligan a pensar en cosas graves,
sobre Ariadna y Dionisos fue el diálogo.
Sentados en las rocas de la playa
hablamos mucho, sin llegar a un fin.

Unos –tensos– decían: «¿quién recuerda
haber visto jamás a tales dioses?
¿Quién se extasió en su majestad?
Burlémonos de simulacros y alucinaciones».

Otros –seguros–: «Volverán. están ausentes,
sólo se trata de una ausencia larga,
un poco larga acaso. Volverán».
Otros –sutiles–: «De consuelo sirva
que tenemos sus sombras para hallarlos,
pues la sombra de un dios es su silencio».

Aburrido de argüir con mis amigos,
«a suerte echemos –dije– la existencia
de Dionisos y Ariadna, cuyos sacros
Misterios provocaron nuestra cita.
Más: la existencia de los dioses todos
a suerte echemos,
y sea la sentencia inapelable».

Pedí que una moneda me dejaran.
Después, un breve corte de mi uña
mi piel marcó, y con sangre la moneda
pinté: en un lado la palabra ,
no en el otro. Arrojé
al aire la moneda.
Sobre la arena de la orilla
cayó
de
canto.





Manuel Mantero




 [HAY CIUDADES SIGNADAS...]





Hay ciudades signadas en la frente.
sobre el bravo oleaje
de sus tejados un lejano
canto atrae e inmoviliza. Por sus calles
se pasea embozado
el misterio.
Son ciudades que estaban
ya allí, aún antes
de su primera piedra; donde
la historia vino a acomodarse
luego, cuando ya ellas
tenían su historia; donde,
desde antes del tiempo, confluyeron
oscuras trayectorias, pasos,
energías ocultas.
Son ciudades donde se muere mucho antes,
mucho después a veces,
de estar muerto.





              Rafael Guillén





DE LO PERMANETE Y DEL RECEBO





Con la revolución sucede que
sólo es revolución si es permanente
y eso cansa muchísimo a la gente,
que acaba sin estímulo y sin fe,

pues para que alguien se rebele y dé
con sus huesos en trampa tan potente
y se entregue a la causa plenamente,
al menos necesita, yo qué sé,

cierta seguridad, cierta firmeza
bajo los pies en mundo tan flotante,
saber que ser prosélito es bastante
para que no te vuele la cabeza,

pero nunca es así: los pioneros
caen decapitados los primeros

 y los que se escabullen
de la quema, cogen la puerta y huyen

y vuelve el leviatán a ganar kilos
y a controlar las vidas y sus hilos.





           Jesús Munárriz



EL BALCÓN DEL PARQUE





a N. Sotto


Atardeceres de la vida…
¡qué tentadores en los libros
con esa beatitud cansada
invitándome, casi jubilosos,
al cese de la hora gris!
los he vivido tan cercanos,
y asidos a una belleza tan brutal,
que no puedo desunir sus coyundas
ahora que tú atardeces
y dejas mis enigmas
 impresos en una vital premura.

Hoy los siento cuajados
en melodía resuelta
cuando abres el balcón del parque
y escandalizas a los vencejos
con un revuelo de voz en huida
y con revoque adolescente
que cuelgas con alivio
en los nidos sonorizados
 por aldabillas locas.

Y más los siento aún
cuando vuelto al estudio
encajas esa fruslería
del ordenador infalible
y los tomos de economía
con ojos arrasados.

Entonces un repique piadoso,
como de anillo sacro,
 cae en las afueras
que tú recoges y procesas
en linotipias de plata.

No sé… cuando el álamo negro
sea una corza,
qué embajador tendrán tus labios
ni qué navaja me arrojará el mar
para que yo siga las naves
y el linaje de esta hora blanca.

Aventadores del vuelco
y de la memoria,
atardeceres de la vida,
multiplicadme hasta el logro
el daño y la tristeza de este trago.




              Antonio Piedra



HERENCIA DEL PAISAJE




a mis amigos pintores
Francisco Fernández Barba
y Francisco Fernández Ramírez



Lo que llamaba mío ya no existe,
pero aquello en que fui, que me envolvía,
todavía es un halo que fulge y reconozco
en las mieses unánimes y en las serenas brisas.

Aún me queda los montes y los humos
que se elevan, difusos, de los sotos,
remotos como un sueño que en la luz imprimiera,
antes de disolverse, las huellas de algún gozo.

Sólo ama el paisaje quien lo vive,
quien lo vivió y el que vivirlo espera,
pasajera la ausencia, para encontrarse dentro
de lo que fue su espíritu y, recobrado, alienta.

Lo que llamaba mío ya es memoria
que otros conservan para mí en colores,
en alcores rosados que ilumina el ocaso,
ese destello nuncio del olvido y la noche.


Mi corazón lo lleva como perla
que no es rocío de una nueva aurora.
Una hora, y no más, le queda a la mirada:
Dejadme que la extienda donde el amor me consta.





                    Antonio Carvajal




VEILLE SANS LENDEMAIN






Aún estamos a tiempo de que nada
suceda. De que nunca dé comienzo
una historia en común. –en blanco el lienzo
y la luz de los ojos apagada.

El agua, que es espejo y transparencia
–como el amor, tan eco y tan narciso–,
sabe bien cuánto dura un paraíso
desde antes de la heráclita sentencia.

No es sólo lo que niegas o concedes
–cabeza y corazón no son contrarios–
 sino quizá los hábitos diarios,
la forma de hacer nuestras las paredes.

El tiempo, ese tahúr, no nos acucia
todavía –yo así lo siento al menos–
y aún podemos hacer pasar por buenos
modos amenos de burlar su astucia.

Sigamos de lectores mutuos sin
otro quehacer que una amistosa entrega.
No siempre quien no afirma es porque niega.
Si nada empieza nada tendrá fin.





                    Francisco Castaño



FOTOGRAFÍAS




A Francisco Fernández



I

Las picardías,
los juramentos
de amor urgente.
El aguardiente
de San Matías
templa tormentos.
Alguien se atreve
con unos tientos


II

Las sacristías,
los sacramentos
de un penitente,
cera gastada
y avemarías.
En la mirada
las losas frías,
pero en la frente…


III

Japonerías,
la vida breve,
sacrificada,
los movimientos
de las jaurías,
las cacerías.

IV

Cafeterías.
la dama siente
que entre otra gente
todo era nada,
remordimientos
y rebeldías.
Copiosamente


V

monotonías
de la jornada.
la lucha leve
con las grafías;
las librerías.
los sentimientos
son como espías
junto a una fuente
que está nevada.




     Rafael Juárez




CATARSIS




¿Qué frontera nos impuso esta apariencia
y esa diligencia insomne y sin medida,
esta pertinaz estancia e insolvencia de destino,
esta incongruencia de materias
y sus derivados pigmentos,
este currículum de acentos químicos,
ese acaecer sin mañana.

¿Qué:
qué frontera nos impuso este rictus y sus
quimeras?


José Antonio Ramírez Milena






UMA ROSA DEPOIS  DA  NEVE




Para Eugénio de andrade




Rosa rotunda sobre la nevada,
fulgor ofrecido a los ojos
con el absurdo estupor de una herida
 cuya extraña certeza aún nos excede.

¿Qué busca en el blanco silencio
este pequeño rasguño de vida
 donde la luz helada encalla y se recrea?

¿Qué hacer con esta rosa,
este profundo copo distinto
caído o brotado –no lo sabemos–
 sobre la piel de la nieve desnuda?

la veías brillar
como una breve brasa en medio del invierno.





       José Luis López Bretones





MUDANZAS  SOBRE  LUGARES 
DE VERSOS Y ORACIONES DEL CAMINANTE 
DE  LEÓN  FELIPE




I

Pasar por todo una vez,
una vez solo y ligero



He llegado al jardín en que, alejado,
mi corazón soñaba y le dolía,
y, ligera, la nave ya es baldía
y, audaz, el corazón yace varado.


He dejado detrás ya malgastado
tanto de ardor, de mar, de lozanía,
y hoy es perla, mas perla falsa y fría,
lo que noble metal mientras soñado.

Cuando hayas de partir, cuida tu huella
 no se contente con igual camino
ni apetezca tu boca un mismo beso


ni brille sola para ti una estrella:
sino añora, y no alcances, tu destino;
sueña, pero no vuelvas, el regreso.




     Manuel García



LA REALIDAD Y  EL DESEO



mount holyoke College
South Hadley, Mass.
noviembre 18, 1949



Nada puedo escribir después de lo que he visto,
nada que no escribiera mi voz sobre un espejo
 roto. Cómo escribir en un norte sin límites
que el pecado confunde con el cuerpo.
Ya ves que mi silencio no era olvido, sino
miedo, miedo a callar el frío de esta tierra
cómplice de la falsa locura y del amor
falso, donde el deseo es apetito
y todo se perdona. No hay verdad que se escriba
si no hay incertidumbre, si el dolor no somete
de una vez, para siempre, a quienes no respetan
la paz de los amantes. Nada puedo decir
que inútilmente ya no hubiera dicho.





Virgilio Cara Valero





EL ÁNGEL  GALANTE  Y  EL COLOR BLANCO




Todo acaece en su debida lógica,
lo que no sucede así es que no será.
la sorpresa deja paso al juego,
la dicha, la luz del rostro quema,
la escritura me sostiene y el color blanco es ausencia
de servidumbre, aún incendio en la mente de ambos.
entre mi casa y la nada, entre el alma y su transparencia,
asistimos al esfuerzo de lo que ya no sirve,
la danza ritual de la bailarina hombre,
de la bailarina mujer,

y si atiendo a lo que el gesto significa
seré el enviado de la deidad,
el portador de la felicidad desde su andrógino paraíso
hasta mi cuerpo que degustas,
oro que en alquimista te convierte,
amago de desnudez, en las estrellas, en la espuma,
el náufrago salvado de las aguas de la desmemoria
que incide en la vida de los vivos.
no renuncies al afecto que te vuelve visible,
tu mente enamorada mojada en el índigo éter,
para contar historias de eros y de nosotros,
sus discípulos.




    Rodolfo Häsler




CICATRICES





En principio era Dios, la ola baldía,
la importancia de la inutilidad
y aquel lento y cansino andar del día
 haciendo, en su camino, eternidad.

Mas anublando el sol y la armonía,
surgiendo altivo de la tempestad,
el tirano arrasó la fantasía,
la palabra, la luz, la libertad.

Segó la brisa que estremece al prado,
la sonrisa del niño luminosa,
la lágrima felice, temblorosa...

y cuando manso el mar, calmó el tornado,
sólo era barro ya la etérea diosa
y un despojo de pétalos la rosa.





                        Antonio Díaz Lafuente




HABITACIÓN  SIN VISILLOS
 (REPLETA DE RECUERDOS)





Encima de un retrato amarillento
colgado en la pared (recién casados)
hay una señora que vigila
desde las grietas de un cristal quebrado
con ojos de amenaza.
Sobre las estanterías
conviven con el polvo algunas fotos,
entonces la ciudad era en blanco y negro.

la vida es un objeto de museo
en esa habitación de olor extraño
que no tiene visillos,
y en la que todas las puertas están bien cerradas.




Daniel Rodríguez Moya




EL  ÁNGEL DE  LA AURORA



En el desierto glacial
la nieve esplende su llama.
Desde la cumbre el silencio
abismo suena dorada.
Dorada luz de la aurora
desde la tiniebla clama
con luminosa cadencia
su sombra en rayos alada.
Despliega entonces el ángel
sobre la noche sus alas
rutilante manto de
vida que apenas mostrara
con el oro de sus manos,
el pincel de la mañana,
el color que suena intenso
amarillo en la ventana
y esboza, con luz aérea,
la perspectiva de un alma
que observa sobre la tierra
el cielo de su mirada.




        Francisco Acuyo




Poesía en el primer número de Jizo Ediciones, Ancile
Mª Jesús Alonso



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