domingo, 25 de noviembre de 2012

TEORÍA DEL TIEMPO POÉTICO. APUNTES SOBRE LA METÁFORA DE LAS HUELLAS, DE ANTONIO CARVAJAL, SEGUNDA PARTE

Ofrecemos la segunda parte de Teoría del tiempo poético. Apuntes sobre Metáfora de las huellas, estudios de métrica del poeta y profesor de métrica y retórica de la Universidad de Granada, Antonio Carvajal. Cerramos con este post en un estudio hecho para la ocasión de la edición del libro Metáfora de la huellas, aparecido en la Revista Jizo de Humanidades en el número 3-4.


Teoría del tiempo poético, Apuntes sobre Metáfora de las Huellas de Antonio Carvajal, 2 Francisco Acuyo




TEORÍA DEL TIEMPO POÉTICO. APUNTES SOBRE LA 
METÁFORA DE LAS HUELLAS, DE ANTONIO CARVAJAL, SEGUNDA PARTE



Teoría del tiempo poético, Apuntes sobre Metáfora de las Huellas de Antonio Carvajal, 2 Francisco Acuyo


No satisfecho del todo continúa:

«Se puede calificar de magnífica la aproximación, análisis y conclusión aportada, por ejemplo, en su contemplación y estudio del soneto “Sombra final”39 de donde pueden deducirse que los conceptos “antirrítmico” o “anticadente” de los endecasílabos del poema acentuados en 1-3-6-9-10 sílabas, puede ser y son perfectamente discutibles, pues aquí habría que tener en cuenta el “cambio expresivo del compás”. Por eso la extraordinaria calidad estética de este poema no depende tanto del cumplimiento de la regla de una u otra preceptiva uniformada o simétrica, por el contrario, su impulso extremado y unificador proviene de la propia “convulsión” que producen los versos supuestamente antirrítmicos que, con su “colisión casi permanente de acentos”, pone de relieve, cuando ella desaparece, y tras la reaparición canónica de acentos, la serenidad después de la sensación de “la derrota y la renuncia” del amor con el que se infringe el poliritmo heterodoxo de aquellos endecasílabos atípicos».

Quizá aventure en exceso el pudor literario y crítico exigible nuestro cronista, pero al margen de las potenciales excrecencias interpretativas, sobre todo da evidentes muestras de su entusiasmo por la poesía cuando prosigue aseverando, tal vez con desordenada exhibición de juicios que extreman imprudencia en demasía, con neófitos consejos y enjuiciamientos críticos no sé si del todo necesarios, diciendo:

Teoría del tiempo poético, Apuntes sobre Metáfora de las Huellas de Antonio Carvajal, 2 Francisco Acuyo
«No quisiera dejar a meced de quien no estime o considere la poesía en lo que métricamente conviniese, pues me consta que no son pocos los que, si no desprecian este campo de estudio, no le brindan interés suficiente, por lo que me afecta ser en mis juicios muy prudente, y preferir pecar de breve en lo bueno que de prolijo en lo que no sean más que inútiles excrecencias, más inclinadas al vituperio razonable que a la consideración recomendable y comedida.

»Por todo esto –continúa ardorosamente– huiré en la medida de mis fuerzas de cualquier afectación que entienda como excesivamente erudita, prefiriendo acaso encontrarme al arbitrio de una muy serena incertidumbre que pueda, la más de las veces, iluminar en sus dudas, que muchas certezas compartidas con la inatención y la desidia, incluso de una curiosa estupidez adulterada por el estudio».

Con este ánimo seguía el apunte intitulado: «Sobre la asonancia en caída»,40 a guisa de capítulo siguiente, sobre este libro sin duda tan recomendable; así también los juicios de este comentarista singular que, aun con las indecisiones manifiestas en la redacción de su discurso, así como lo relativo a su inseguro arbitraje crítico, deja traslucir, no obstante, junto a una intuición de dudosas y discutibles dotes de perspicacia, un indiscreto entusiasmo que contagia, a su vez, un intenso y no muy justificado optimismo. Ved si no, cuando decía respecto a este ensayo:

«En este trance nuestro autor se acerca hasta la rima que, en asonancia, “se produce por separación, en una de las palabras rimadas de la primera vocal constitutiva”,41 ilustrando con abundantes casos ejemplos de poetas varios,42 como el de Valle Inclán,43 cuando decía:

«por la oración de un conjuro
se deshojarán tus lirios.
De tus sueños seré íncubo».
       
»Establece –prosigue con decidido tono– posteriormente las conclusiones por las que se distinguen este tipo de rima, diciendo entre otras particularidades: “la palabra afecta tiene que ser esdrújula”, matizando que dicha condición depende de que haya o no sido sometida a cambios de pronunciación o de normativa ortográfica, por ejemplo: “heróico-heroico”. También supone el salto de la norma ortográfica, pues esta supone un impedimento para su consecución; añadiendo, finalmente, que la rima en caída responde a un juego de extremar “las galas” de la versificación».

Muestra nuestro comentarista el mismo talante y desparpajo que, desde luego, no ceja en la siguiente disertación impresa en nuestro libro motivo de apresurada reseña, y que se titula: «Rosa Chacel o las perplejidades de la rima», sobre la cual apuntaba:
Teoría del tiempo poético, Apuntes sobre Metáfora de las Huellas de Antonio Carvajal, 2 Francisco Acuyo
«En el ensayo siguiente, y después de la anterior exposición también sobre la rima, el autor parece despojarse, o al menos así me lo parece, de toda piel que vista de inquietudes con medida suficiente para envolver a un sabio; así de dificultoso nos parece cualquier avance serio sobre el análisis poético».

De este ánimo quisimos coger un poco, e inquirir en la espesura de la poesía, zambuyéndonos en las nuevas páginas de esta «Metáfora de las huellas», mas siempre de la mano de nuestro intérprete habitual, que añadía:

«Juan Ramón Jiménez44 sostiene que la rima es la marca que nos permite establecer un claro límite del verso; no será menor la importancia que para Rosa Chacel45 tiene este elemento según cabe colegirse de la lectura de estas páginas. Así, de las consonancias inversas y otras rimas “impertinentes”, nos ofrece un amplio muestrario de contravenciones rimarias, con las que acentuar, a mi juicio, uno de los aspectos más interesantes de su función. Apoya sus tesis en el autorizado criterio de José Domínguez Caparrós,46 quien establece dicha función esencial en “colocar la palabra en el tiempo vital”, y con esto entender que la rima no es la mera repetición de sonidos, pues gracias a ella “estamos dentro y fuera de nosotros mismos”, ya que “el encuentro de un sonido y el recuerdo de otro” nos remonta desde el mundo de la sensación al del recuerdo.»

No quisiéramos, en este momento del análisis, divagar excesivamente, pero creo que este concepto de temporalidad comienza ya a resultarnos estrechamente familiar. Cabe deducirse así de los fragmentos analizados de nuestro peculiar exégeta, aunque dicho concepto de tiempo no puede explicar, sino muy groseramente, aquella ilusión de que el tiempo verdaderamente transcurre. Pero pueden servirnos para, al menos, hacernos una idea de que el pasado, presente y futuro, y su distancia temporal son «el quicio de la estructura gramatical del lenguaje».47
Para seguir la ilación de lo aclarado y lo ya dicho por el artífice de nuestras interpretaciones, seguiremos las ocasionales e impertinentes premisas con las que continúa el hilo de su discurso:

«La sensación y la memoria son las que en realidad “crean la emoción imprescindible de todo poema”, y acaso no sólo del poema, quizá de lo que nos parece transcurrir del tiempo en el mundo».

En verdad no deja de ser, cuando menos curioso que, de la lectura e interpretación de tan extraordinario compendio de elaborados estudios, puedan deducirse tan peregrinas afirmaciones. Pero lo que de verdad interesa en este caso, es ofrecer, aunque sea en una interpretación apresurada e incluso errática, la solidez de argumentos suficiente para estimar el libro, a veces tan arbitrariamente analizado, como una unidad expositiva capaz de ofrecernos soluciones magníficamente expuestas, las cuales, además, vierten soluciones a problemas no resueltos en la temática a veces tan compleja que le ocupa.
Prosigue, no obstante, en su comentario añadiendo lo que sigue del siguiente capítulo titulado: «Apuntes sobre la semantización de la rima ausente»:48

«Si colocamos la rima entre el ritmo y la eufonía, consideraremos aquella no como elemento métrico en sí mismo, pero sí imprescindible “en la combinatoria de ellos”, y podremos constatar que las rimas serían harto más eficaces si son colocadas en las sílabas tónicas dominantes. Se verá, según nuestro autor, que el cambio de usos lingüísticos también va a reflejarse en unas “determinados tipos de rima”; pero quizá lo más destacable de este apunte sea, la vindicación de un hecho en verdad importante: la ausencia de rima se puede constituir en un axioma “cuando se prescinde totalmente de ella”, caso de las estrofas que contengan asonancia o consonancia, convirtiéndolos, finalmente, en versos blancos.
Parece que la desconsideración del poema, susceptible de estos efectos, no debiera, tan apresuradamente darse por justificada, pues en muchos casos esta “ausencia de rima se carga de contenido semántico”. Ruega atención de los siguientes versos:

“Deshace la sonora
soledad su celeste santuario,
si de silencio su mensaje ahora
sueña cántico acorde
de un alma constelada solitario”49

»De donde «la ausencia de rima puede ser metáfora de otra ausencia dicha en el poema». Parece hacerse sentencia constatable aquella interrogante de Rosa Chacel que decía: “¿Una palabra puede ser un hecho?” Así parece ser, si tenemos en cuenta que “la ausencia de rima vale tanto como un silencio”. De nuevo la sensación y la memoria en su quieto movimiento que acaso confunden de nuevo con su presumible transcurso».

Teoría del tiempo poético, Apuntes sobre Metáfora de las Huellas de Antonio Carvajal, 2 Francisco Acuyo
Antes de entrar en la siguiente pieza crítica de esta excepcional síntesis de singularidades y principios métricos, y me refiero al que su autor, Antonio Carvajal, titula: «José Hierro: La desmesura de lo medido»,50 añadiría que, en lo que sigue, nuestro crítico, mantiene la línea principal de su análisis, con divagaciones sobre una temática paralela, pero a mi juicio, confusamente contrastable con la marca argumental del libro que se comenta, así insiste:

«Quisieramos matizar algo sobre el mencionado concepto temporal, pues creo que enlaza también con el criterio de el gran Antonio Machado de “Estos días azules y ese sol de la infancia”51 compartiendo parentesco con el pensamiento del propio de Henri Bergson52 que nos trae a la memoria aquello de «somos tiempo», pues cuando habla de este, establecía aquellas idealizaciones con un marcado carácter cenestésico, así mismo sometido a una sujección mental a lo sensorial cinético o de movimiento que, a la postrer, es la huella que primordialmente nos engaña en el supuesto del transcurso, marea y velocidad del tiempo»

Con todas las recomendaciones que exige la prudencia en estos casos, nuevamente insistiremos en la reiterada incidencia del concepto de tiempo, de forma poco elegante por cierto, de nuestro benévolo censor en el oficio de su análisis, mas esta vez atento al oxímoron con que se anuncia la disertación siguiente: «José Hierro: La desmesura de lo medido»53; y comenta:

«Prosige nuestro caro autor en su exposición en la siguiente conferencia, recordando el oprobio que significaba para cualquier poeta que se preciase en este momento histórico54 escribir sonetos: pretendían proscribir su uso los más encarnizados heterodoxos. En este mismo ímpetu iconoclasta era extensible hacia cualquier otra composición medida o rimada. Todo esto, curiosamente, como resalta nuestro eximio ensayista, durante los años donde mayor proliferación de textos y estudios habían de surgir sobre el estudio de la métrica,55 no pudiendo sino hacer nuestra su perplejidad ante el hecho de que buena parte de nuestros estudiosos de la poesía contemporánea, venga a insistir de manera prácticamente exclusiva, sobre las “configuraciones de la cosmovisión del poeta elegida su explicación y comentario desde influencias de otras prácticas literarias y de textos filosóficos, y no se alude casi nunca a los libros teóricos y técnicos”,56 lo que denota ilustrativamente el menosprecio hacia todo lo que, de una u otra forma, tuviera que ver con aspectos técnicos o formales.
Teoría del tiempo poético, Apuntes sobre Metáfora de las Huellas de Antonio Carvajal, 2 Francisco Acuyo
»En el caso del excelso y entrañable José Hierro (recientemente desaparecido) va a presentar una imagen en nuestra poesía que, por momentos, plantea dudas, si pretendemos emparentarlo con sus contemporáneos. Su manejo del eneasílabo lo propone como poeta de singular estilo, y su uso habitual lo caracteriza de esta manera, a pesar de ser este un verso excéntrico dentro de nuestro canon literario. Sin embargo, y como demuestra magistralmente Carvajal, se ofrece como un verso que no es en absoluto incompatible con el buen quehacer poético, en tanto que este personalísimo oficio debe mucho al “tono” con el cual se manifiesta, como particular piedra de toque en el poeta verdadero. No obstante, debemos tener muy en cuenta que dicho “tono”, al margen de ser algo enigmático e intransferible, se hace expreso mediante materiales concretos y perceptibles (silencios, sonidos), y que sobre estos se pueden incidir con un buen magisterio; cosa bien distinta será hablar de enseñar un “tono” determinado.
»De José Hierro, advierte nuestro autor ciertos elementos intrínsecos y característicos de su obra, tales como los valores “de deslizamiento interestrófico entre el adjetivo y sus complementos” y la ruptura del sirrema establecido canónicamente. Vemos que junto a la intención poética manifiesta en autores de genio para “unir palabras que jamás lo habían estado”, debe señalarse la opción contraria, al desunir lo que siempre había estado unido».

También se percata nuestro comentarista, aunque se hace breve en exceso en sus aproximaciones, que trascender la tan cacareada deshumanización del arte gassetiana ha llevado consigo más que trascendencia, reacción, esto lo veremos por la manifestación de intenciones tales como la sustitución de las «ideas sublimes» por los «sentimientos inmediatos», para acabar en la irrisoria degradación de la maledicencia reflejada en el chisme, la murmuración y la comidilla; tal ha sido la «rehumanización del arte», pues se ha vertido como sinónimo de solemne indigencia expresiva. Cabe preguntarse con el autor de nuestro libro si la segunda versión del poema «Caballero de otoño» de Hierro57 no adolece de aquella sintoma-tología descrita. Incluso nuestro irregular intérprete cae en la cuenta de esto cuando advierte de la lectura y análisis de Antonio Carvajal:

«La pérdida de timbre, rimas, asonancia; la ausencia de deslizamientos, metáforas, sinéstesias audaces, marcarán la diferencia de una primera y posterior versión del poema, salvando, desde luego, las distancias del poeta auténtico, y claro está, Hierro lo es: si bien el poeta adolescente era “un mago”, con los años ha pasado a ser “un cronista”, relación de diferencia que, como digo, avala la autenticidad del poeta».58

Ahora que ya finaliza el libro a comentar y el propio comentario del intérprete escogido, podemos observar que todo el transcurrir de su disertación explicativa sigue la impostura de un discurso poco ortodoxo, el cual espero del buen gusto, paciencia y sereno talante del lector, encuentre comprensión, pues merece, no obstante la atención, aunque sea sólo en un aspecto: el de concebir su parlamento casi como un solitario retiro, pues no parece turbar la lectura que interpreta, e intenta conjurar cualquier asomo de afectación dogmática (con desigual resultado). Muchas veces parece no perseguir nada en su reseña si no gozar de la suavidad de un espíritu aéreo que lo sustrae abiertamente de contexto, de donde cabe colegir que no sea el arte de la exégesis su genuino oficio. Esto puede observarse también en el comentario y cierre del último ensayo: «María Victoria Atencia, o la armonía», cuando dice:

«Veremos las excelencias del alejandrino en un poema de María Victoria Atencia, titulado “Laguna de Fuentepiedra”59, y donde Antonio Carvajal nos invita gratamente a distinguir entre “modelo de verso” y “ejemplo de ejecución”, para poder disfrutar del “dezir” del verso, término recuperado por Carvajal por adecuarse mejor a su concepto».

Teoría del tiempo poético, Apuntes sobre Metáfora de las Huellas de Antonio Carvajal, 2 Francisco Acuyo
Se diría de este y otros comentarios (con lo que muestra su torpeza) que más de las veces que prodiga las alabanzas y los laudes al magnífico libro, se diría que no es sino forma indirecta de darse mérito a sí mismo. De cualquier forma, podía decirse que del hecho de saber escoger y disfrutar de una buena lectura, por ser siempre cosa muy recomendable, radique la única bizarría de sus comentarios. Pero no quisiera que pensase el lector atento que nos hemos despojado de toda modestia, de todo pudor, de toda sombra de delicadeza, mas al contrario, siempre huimos (y por eso criticamos esta interpretación) de toda eminencia audaz por impertinente en el severo ejercicio que encierra la interpretación del discurso ajeno. Los que toman en jactancia la naturaleza de sus opiniones, pueden asegurarse su incapacidad y mostrar nada aceptable este género de crítico parlamento.
Finalmente, añadir respecto a la labor de nuestro inopinado comentarista que, no obstante de las limitaciones obvias que presenta lo expuesto en su trabajo, se infiere un extremo de sensatez al menos en lo que concierne a cualquier enjuiciamiento de la poesía cuando dice:

«Siempre tuvimos extremadamente claro que suscitar opiniones, litigios y controversias sobre poesía será, sobre todo, escarnecer torpemente nuestra propia insuficiencia. En la poesía verdadera parece haber desplegado la naturaleza en igual proporción toda suerte de perfecciones y de enigmas, y acaso también deja con bastante rigor y de manera muy patente que las cosas no maduran hasta su estación. Es pues, altamente sugestivo entrever al menos qué es lo que puede aprehenderse en poesía, y este lugar, a mi modesto entender, resulta maravillosamente a propósito para nuestro ensayo».

Estas líneas inseguras (aunque sinceras) nos sirven de escena; ese entusiasmo manifiesto, como bastidores: accionando su discurso como si estuviera en presencia de un público vívido y expectante. En su descargo, diremos también que cuando un poeta (porque nos parece a todas luces que lo es) hace las veces de crítico no es que éste abjure de las subidas excelencias de la poesía, y se convierta en un hereje execrable de su origen excelso, ni que renuncie a la llama misteriosa que enciende la radiante belleza en su sublime divinidad, pensando que son espíritus de otra alcurnia. En este sentido añade un interés grande, cuando lleno de admiración y respecto a la lectura de la «Metáfora de las huellas» dice:

«Estamos inermes ante la franca gentileza del lector, además creemos estar exentos de toda censura en tanto que nuestra entrega a la lectura de estos ensayos ha sido total y sincera, y así, creemos también que la métrica tiene la propiedad nada despreciable de disipar una de las falacias que afecta a la sustancia misma de la poesía: evapora aquella ilusión, tantas veces inicua que, algunas veces al poeta, otras al lector, fascina a la vista, cuando debiera atender más al oído y restituir el equilibrio a los sentidos que atienden y afectan verdaderamente la poesía.»

Y de nuevo vuelve a insistir en esa enigmática relación temporal de la poesía y el mundo, y dice, concluyendo:

Teoría del tiempo poético, Apuntes sobre Metáfora de las Huellas de Antonio Carvajal, 2 Francisco Acuyo
«De igual modo se diría que el tiempo ofrecido en el ritmo de los versos, o el latir de nuestros corazones, o el palpitar del mundo en nuestros ojos sea origen de una ilusión pertinaz: la del transcurso del tiempo ¿Con respecto a que se mueve? Sería francamente absurdo relacionarlo consigo mismo.»

Diremos nosotros, finalmente, siguiendo la misteriosa línea de su discurso, que hablar de la naturaleza de la poesía, es hablar de las leyes y las excepciones que la conforman, y porque no queremos tan solo hablar, sino hablar con propiedad, y no buscamos excusas en este trance, diremos pues que el tiempo que sí conocemos es el empleado en la lectura de «Metáfora de las huellas», el cual os restituirá con resarcimiento, pues será en muchos momentos como escuchar de nuevo aquel vívido recuerdo del poema y de la poesía que tanto gozo nos procura y en ella tanto admiramos, pues nos incumbe mantener el eco de su gracia en corazón y espíritu como en una sola remembranza, por eso instigar a su lectura es el verdadero principio de nuestro fin, fundamentalmente para obsequio de vuestro deleite



                                                                                                                    Francisco Acuyo      




39 Vicente Aleixandre: Obras Completas: Ver nota 35.
40 Antonio Carvajal:«Metáfora de las huellas»: Pag .113.
41 Antonio Carvajal:«Metáfora de las huellas»: Pag. 114.
42 Junto a Valle Inclán, recoge ejemplos de Jorge Guillén, Federico García Lorca, Luis Cernuda, del mismo Antonio Carvajal, Milena Jáved, Miguel García, Francisco Pino, Antonio Piedra, Miguel de Cervantes y Francisco Acuyo.
43 Valle Inclán: «Nigromancia» :Obras Completas: Espasa Calpe. Madrid 2002.
44 Juan Ramón Jiménez: Obras Completas. Aguilar. Madrid 1969.
45 Rosa Chacel: «Canalillo»: Obras Completas: Diputación de Valladolid 1989.
46 José Domínguez Caparrós: Métrica Española: Ver nota 27.
47 Paul Davies: «La flecha del tiempo»: Ivestigación y Ciencia (Scientific American). Noviembre 2002.
48 Antonio Carvajal:«Metáfora de las huellas»: Pag.135.
49 Francisco Acuyo: «El Hemisferio Infinito». (En prensa).
50 Antonio Carvajal:«Metáfora de las huellas»: Pag.145.
51 Antonio Machado: Poesías de la guerra: Coplas, CCXLI. (1923­-1936): Obras Completas. Espasa Calpe. Clásicos Castellanos. Madrid 1988.
52 Henri Bergson: essai sur la relation du corps a l’esprit . Alcan, 1939.
53 Antonio Carvajal:«Metáfora de las huellas»: Pag 145.
54 Década de los años cincuenta.
55 Tomás Navarro Tomás, Gili Gaya, Balbín de Lucas, Carballo Picazo, Díez Echarri, Martín de Riquer, López Estrada entre otros.
56 Antonio Carvajal:«Metáfora de las huellas»: Pag. 147.
57 José Hierro: Caballero de Otoño: Antología. Sel. e introd. de Aurora de Albornoz. Visor , Madrid 1998.
58 Antonio Carvajal:«Metáfora de las huellas»: Pag.160.
59 María Victoria Atencia: «Laguna de Fuentepiedra»: Antología poética. Madrid, 1990.



Teoría del tiempo poético, Apuntes sobre Metáfora de las Huellas de Antonio Carvajal, 2 Francisco Acuyo


1 comentario:

  1. Un trabajo encomiable, que imagino debió ocuparte por largo tiempo y a la vez, proporcionarte disfrute. Ha sido una ocasión única de aprendizaje para mí, amigo. Muchas gracias y abrazos.

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