miércoles, 9 de enero de 2013

BELLEZA: LA QUINTA NOBLE VERDAD

Le ofrecemos un fragmento del que será el libro titulado genéricamente Elogio de la decepción, que verá la luz en unas semanas en flamante publicación editorial, recogiendo una serie de trabajos centrados en la cuestión del dolor y la belleza explicados a través de la vivencia poética y existencial de quien les habla. Un fragmento con el mismo título se público hace ya tiempo en este blog Ancile (véase: Elogio de la decepción), que tuvo además una muy buena aceptación. En este caso vertemos una parte del capítulo final de dicha obra para su consideración, intitulado La quinta noble verdad en la belleza.


La quinta noble verdad en la belleza, Francisco Acuyo





LA QUINTA NOBLE VERDAD EN LA BELLEZ




                Mas, ¿qué sucede con aquella quinta noble verdad implícita que apenas he apuntado al inicio de estas nociones tan elementales y que,  a la luz de mis modestísimas entendederas parece innegable? Al igual que la realidad del sufrimiento no aparece de manera obvia, acaso también esta verdad primordial de la vida consciente no sea del todo tan evidente. Y será así en virtud similar la del dolor, que atañe a los condicionamientos que también impiden ver la sustancialidad del sufrimiento, y que decíamos empañan lo que la realidad es. Nos referimos en este caso a la belleza. El concepto no es algo tan trivial como parece y, sin embargo, es inherente a la conciencia de quien lo aspira o percibe. Es la propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas[1]. Definición correcta pero en modo alguno suficiente. La noción abstracta de belleza no es propiedad inherente y de manera exclusiva a las artes y a la literatura, es perceptible en la ciencia (noción fundamental en matemáticas) y en el pensamiento.

La quinta noble verdad en la belleza, Francisco Acuyo
                La etimología de bellus (hermoso), conlleva también la noción de bondad (bueno), cuya terminación -eza nos lleva a la cualidad de lo bello como sustantivo abstracto. Lo hermoso (formosus) es la noción, pues, requerida para lo que tiene forma (bella), forma (disposición, canon, configuración…). Pero no debemos olvidar el origen no del todo claro de la etimología latina –deudora inevitable nuestra amada lengua de ella- en la que puede referirse a herir, sacudir ¿asombrar? De ferio, is, ire, pudiendo encontrar nexo común con la raíz indoeuropea dher, que nos llevaría a firmus (firme, fuerte) y fretus (confiado, fiado de). Esta referencia etimológica es de prudente exposición en tanto que las nociones que barajaremos en este punto sobre la belleza pueden moverse en un ámbito no sólo complejo (aunque también), como expuesto de manera quizá no excesivamente convencional. De todas formas, recurriremos también a principios y rudimentos propios de la estética para mejor entendimiento de nuestros presupuestos expositivos. Partiremos, no obstante, del previsible reconocimiento crítico –a veces de rechazo- de la estética como categoría filosófica y, por supuesto, científica, sobre todo porque aquí consideramos el concepto de belleza no estrictamente desde la óptica del objeto de arte y, añadiremos, que no obvia el aspecto ideológico que conlleva o puede conllevar cualquier concepto de belleza, y si no tenemos en cuenta la confusión entre la realidad del signo (lingüístico, icónico, simbólico, trópico, geométrico…) y la natural.[2] En cualquier caso insistimos en lo anteriormente expuesto de que el tropo es una herramienta cada vez más tenida en previsión para explicar las consecuencias de lo complejamente descrito por las matemáticas y la física en relación a lo que la realidad  última (cuántica) de las cosas sea. De cualquier modo, no pretendemos desarrollar  aquí una suerte de lingüística de la literalidad,[3] aplicable a todo aquello que sea susceptible de ser considerado bello.

                Si se entiende que la percepción de lo bello implica el reconocimiento de un constructo modélico destinado a perdurar (modelo matemático, lingüístico, geométrico, icónico…), surge en primera instancia la duda de cómo plantear el estremecimiento (y consecuente reconocimiento) de lo bello en la contemplación de lo natural (paisaje, dinámica de lo natural, de las estructuras…)  ¿Partimos ya de unos presupuestos o premisas ideales para su aceptación como bello? Cuestión esta nada fácil de resolver a la luz estricta de los dominios que abarcan las doctrinas estéticas que se centran de manera unívoca en la belleza atendiendo solo a la explicación de la obra de arte.

                Es importante partir de esta dicotomía: constructo o modelo susceptible de consideración estética y percepción directa de lo bello, extensible no sólo al artificio artístico, matemático, científico… también a todo lo que pueda considerarse hermoso en la percepción directa de lo que nos rodea o nos invade interiormente. Creo que es hora de romper con la dinámica irreflexiva de considerar como cosa marginal, accesoria, sucedánea e incluso inútil esta inclinación del ser humano hacia la percepción, fruición, degustación (y trascendencia a través) de la belleza. La clara decadencia en la que se encuentran disciplinas que tratan de indagar en este dominio fundamental de la vida y del conocimiento, como es el caso de la estética (¿y de la poética?) que insisten en la separación de la vida y el hecho de la sensibilidad hacia lo bello (sea o no obra de arte, de ciencia o de técnica), parece clara. Es cierto que la retórica puede hacernos entender en algún grado la conexión (a través del estilo) el vínculo singular con lo bello, precisamente a través  de lo trágico[4] (del sufrimiento –advertía, como primera verdad budista-), en cuya experimentación se hace posible el advenimiento y beneficio de la belleza que mantiene lazos irreductibles con lo sublime. Será mediante ese ejercicio retórico de estilo mediante el que la verdad se ve liberada así como en virtud de la contemplación, observación y entendimiento de lo bello.

                Así la aesthetica como vía de conocimiento sensible en general y de su forma específica: el gusto,[5] se nos antoja insuficiente para explicar esta inclinación hacia lo bello. No pretendo en modo alguno obviar el nexo arte-belleza, más bien, en su inevitable reconocimiento, establecer claves de interpretación para ir más allá en esa aspiración de la belleza hacia la verdad.

La quinta noble verdad en la belleza, Francisco Acuyo
Si la belleza, por ejemplo, es la primera señal de que en el mundo no hay lugar permanente para las matemáticas feas,[6] y que estas, en su aplicación práctica  u observación directa en la fenomenología de la naturaleza, casan perfectamente con la explicación y estructura de su funcionamiento, nos hace reflexionar, desde luego más allá de su utilidad, en el significado que porta (además del teorema que fuere desarrollado) esa belleza que tan singularmente la significa.

                Sin entrar en las controvertidas reflexiones sobre el arte de Platón y en la condena de este por ofrecer una imagen irreal y deformada de lo real,[7] nos centraremos, no obstante, en la ponderación que hace de la poesía, si incluye esta el orden de todas las cosas y si se orienta hacia el bien, cuestión que en realidad no hace sino ofrecernos la realidad de dos formas de saber: el filosófico (centrado en un único saber de la realidad reducido a un invariable fundamento) que muestra el orden armónico de la belleza; por otro lado, el saber poético (creativo, trágico según Nietzsche) característico por su naturaleza paradójica y de irreductible ambigüedad,[8] que viene a su vez a presentar lo bello siempre con una idiosincrasia recóndita y enigmática. Encontramos aquí rasgos que pueden ya ser utilizados para entender la impresión de lo bello fuera del arte: la armonía, el orden, la organización singular, la euritmia, la elegancia, la paz, la unidad, el ser, la verdad…. y que se reconocen en todo aquello susceptible de impresión estética, en su sentido más profundo y significativo. Es por eso que la verdad de la poesía (del arte como creación) se nos hace comprensible a través de las técnicas retóricas y estilísticas magistralmente utilizadas por el ingenio.[9]

La quinta noble verdad en la belleza, Francisco Acuyo
                Si toda ley física verdadera debe tener belleza matemática,[10] también la ha de mostrar el arte: el poema (estructura gramatical y métrica), la pintura (composición, proporción, perspectiva…), la escultura en términos análogos, qué decir de la música, y cualesquiera otra forma de expresión artística; también esta proporcionalidad universal que nos da el número es perfectamente deducible en la manifestación de la belleza en la naturaleza. He aquí que la verdad matemática ampara también la verdad universal de lo bello. Mas también será aquel principio de lo terrible que advertía Rilke o Pascal ante la bella inmensidad del universo (que puede infringir angustia, pánico), en cualquier caso, hemos de reconocer que el estremecimiento hacia lo bello no puede reducirse únicamente a lo perceptible por los sentidos: la armonía, el ser, la verdad, son también interiormente reconocibles (por ejemplo en determinados modelos matemáticos, estructuras poéticas, pictóricas, musicales… que en principio son consideradas como no perceptibles,[11] por lo que en muchos casos es necesaria una maduración para su reconocimiento. Será preciso entender la relación entre razón y belleza, emoción y belleza, crecimiento espiritual y belleza… cuando conforman esa extravagante jerarquía de singular coherencia que nos llama al asombro, a la turbación, al deslumbramiento. Mas, ¿significa esto que aquella verdad de la belleza (poética) deriva de un abstracto anterior a ella?[12] ¿O, por el contrario, la belleza (y el arte) nada tienen que ver con la verdad, pues en realidad la belleza sólo es apariencia, o lo que es lo mismo, juego, en tanto que no guarda relación con los objetos, sino que es propio de nuestra subjetividad manifiesta por el libre juego de las facultades?[13] De todas formas, Kant, reconoce la belleza en lo natural en tanto que será la naturaleza la que da la regla de arte y los productos artísticos serán la prolongación de la naturaleza, de donde se colige que la naturaleza parece darse a sí misma su propia ley que encuentra fundamento en la libertad. Sin embargo, hace un importante distingo entre lo bello y lo sublime: cuando se ofrecen en la naturaleza grandezas armónicas o fuerzas incomprensibles e incontenibles (sublime matemático y dinámico, respectivamente), la libertad no aparece de manera inmediata. ¿Pero, no será lo sublime deducible de lo bello, en definitiva? Cuestiones nada fáciles de debatir sólo desde una óptica estrictamente esteticista.


                                                                                                                      Francisco Acuyo



[1] Definición del Diccionario de la Real Academia, Espasa Calpe, 20 edición, Madrid, 2009.
[2] Véase para este asunto con más detenimiento: Paul de Man, La ideología estética, Cátedra, 1998.
[3] Ibidem.
[4] Nietzche (retórica, ver bibliografía general)
[5] Baumgarten, Reflexiones acerca del texto poético,
[6] Hardy, G.H. Apología de un matemático, Episteme, Madrid, 1999, pp, 85
[7] Cuestión ampliamente debatida en Acuyo, F.: Fisiología de un espejismo, Artecittá, Granada, 2010
[8] Givone, S.: Historia de la estética, Tecnos, Madrid, 1990, pp. 19.
[9] Gracián B.: Agudeza de Arte e Ingenio, Cástalia, Madrid, 1980.
[10] Reflexión análoga a la del físico y matemático Paul Dirac.
[11] Acuyo, F.: Cuestión debatible también, véase para ello Fisiología de un espejismo, Artecitta, Granada, 2010.
[12] Planteamiento fundamental de Giambattista Vico en su Ciencia nueva segunda. Principios de ciencia nueva, 2º tomo, editorial folio, Barcelona, 2002.
[13] Kant, E.: Crítica de la razón pura, Alfagüara, Madrid, 1988. 




La quinta noble verdad en la belleza, Francisco Acuyo

3 comentarios:

  1. He disfrutado tanto este notable abordaje que haces acerca de la belleza: la quinta noble verdad y espero que muchos puedan profundizar en este tema apasionante.
    Muchas gracias, Francisco.
    Saludos cordiales desde Miami.

    Jeniffer Moore
    Miami, FL USA

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Acabo de conocer su blog por casualidad. Me parece muy interesante.
    Saludos desde Málaga.

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