viernes, 14 de junio de 2013

POESÍA, O ESE VASTO DOMINIO EN LO DESCONOCIDO

Unos apuntes apresurados sobre la poesía para la sección De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile, para hacer una brevísima reflexión sobre el concepto, realidad y distinción de lo que pueda o no ser la poesía, y todo en virtud de lo que hoy acontece en ámbitos que se dicen, consignan y distinguen como poéticos, y aun consagrados a la más elevada concepción de literatura que pensarse hubiere, con toda la suerte de confusión que en nuestros trasegados tiempos nos arrebatan, azoran y confunden.

Poesía, o ese vasto dominio, Francisco Acuyo, Ancile





POESÍA, O ESE VASTO DOMINO
 EN LO DESCONOCIDO






Permitidme que lleve a cabo una introducción al concepto de poesía cuando menos bastante peculiar (si es que este es posible, y aunque parezca que no viene ahora al caso), y entre bromas y veras sirva para hacer una reflexión que, acaso en los tiempos –de incierta postmodernidad- literarios y artísticos y también científicos que nos ha tocado vivir, sea de interés para aproximarnos a ella al menos con una remota garantía de certeza.

Que la poesía sea una manifestación artístico-literaria investida de una naturaleza singular, claramente ostensible en su manera de usar, reconocer, construir, reconstruir y,  al fin, crear y recrear el lenguaje, es algo reconocido desde ámbitos de estudio diferentes (la lingüística, los estudios literarios, la métrica, la retórica…), pero también por sus no menos peculiares vías de atención, entendimiento, expresión e integración con el mundo (quiero decir como forma muy especial de comunicación), sin contar con su manera no menos inaudita de aprehensión, interpretación y reconocimiento del poder creativo de la conciencia (humana, es decir, como vía de conocimiento y trascendencia), siendo por todo ello cosa resueltamente insólita, enigmática y rara, y que  hace de su lectura cosa poco inteligible y recomendable para el lector ocasional, no digamos del que se acerca al libro por el forro de sus entretelas. En cualquier caso todo esto no será en modo alguno óbice para que una precipitada tropa de almas torturadas, irredentas, tristes, desconsoladas, solitarias y perpetuamente incomprendidas, fueren inopinadamente a acosar, perseguir, hostigar, pretender y asediar a la siempre inmarcesible y generosa musa de la poesía. Es así que, ora unos por afligidos espíritus del desamor, la traición y la más ingrata felonía, encuentran en el verso el paño enjugador de las lágrimas en la lluvia de su desconsuelo; ora otros dueños de su genial ingenio, atento
Poesía, o ese vasto dominio, Francisco Acuyo, Ancile
s al inconmensurable canto que mueve el cisne de su incondicional talento, descubren los límites del universo mundo en sus aforismos, reflexiones y apotegmas versados con puntual o largo y reflexivo aliento; ora, por el contrario, está el que espoleado por la divina gracia de la fama y la oriflama de lo insustancial aspira lo más alto y banal del empíreo mundo, y todo en pos de poder templar las cuerdas que el vulgo vil reclama; ora verán, incluso, la vena mística que también llama a las puertas de la inconsolable musa en loor de santidad; pero, ora también podrán encontrar al que, en su particular paso por el desierto de la injusticia, clama por la ecuanimidad, probidad y rectitud de este mundo, reclamando igualdad y compromiso social en verso, que en verdad es cosa muy grata para los sandíos que se enardecen con los discursos vacuos y mítines poéticos. Y esto podrán encontrarlo todo en su individual e íntegra entrega, o, también, en singular heterogenia, que puede combinarse la necedad muy a la sazón del que guste paladear toda suerte de incongruente majadería. Pero, en verdad ¿qué ha hecho la musa de la poesía para  merecer tan injusto, impropio, cruel y mendaz trato?

                El estupor de las Piérides y toda su poética parentela será sin duda más que justificado. Bien es cierto que la vena épica, elocuente y bella de Calíope nunca mereció tal indignidad y descortesía; ni que decir tiene que la atribulada Erato en su lírico estro tampoco fuese acreedora de tan vil procedimiento e indecoroso compromiso; mas, qué decir de la bucólica inspiración de Talía, o del sacro numen de Polimnia, o la coral sublime de Terpsícore o la didáctica consigna de la celestial Urania.

                En cualquier caso hemos de decir en favor de los embelesados profanadores de la inaudita consigna que significa de manera tan extravagante y rara la musa de la poesía, que es del todo entendible, al menos para quien con toda modestia diserta en este exiguo opúsculo. La sugestiva, evocadora, estimulante e incluso hipnótica energía que envuelve el ámbito donde nace, se desarrolla, se consuma y significa es, indubitablemente, una fuerza fascinante, perturbadora e incentiva. En realidad estamos ante la impronta genuina del impulso que hace posible nada menos que el acto creativo y la manifestación del equilibrio vital consciente que sólo es posible atento a la potencia que se manifiesta en aquello que entendemos como  belleza. ¿Significa esto que la poesía es un dominio común accesible para todo aquel que  quiera  entender, aprehender, vivenciar la singular energía, insisto vital, que la encarna tan irresistiblemente? Desde luego que sí. Cuestión harto diferente es que todo aquello que se ensaya, se lee, se reproduce e incluso se interpreta y critica sea significativamente poesía.

 Este desenfadado, breve, fugaz e inopinado apunte sólo quiere ser un toque de atención para la reflexión de los que aceptan como canónico cualquier producto escrito, y que en muchos casos no llega al rango siquiera de pseudoliterario, y mucho menos poético. Cuestión digna de más serio debate será la probidad necesaria para establecer elementos de  juicio con los que establecer unos parámetros objetivos para su reconocimiento, no digamos para su creación, si se pretende  en verdad contactar con el insólito vigor que anima la poesía.

                Así las cosas me parece este un buen preámbulo para ofrecerles elementos de contraste con los que ustedes mismos puedan distinguir y contrastar. Nada mejor para ello que lo más alejado de cualquier aparato teórico, es decir, el espejo de la poesía misma. Tengan muy en cuenta que hablo de poesía. Por eso les ofreceré un poema muy digno de consideración atenta e instrumento muy apropósito y elocuente y reflexivo.




                                                                                                                     Francisco Acuyo



Poesía, o ese vasto dominio, Francisco Acuyo, Ancile




EL POETA




Para ti, que conoces cómo la piedra canta,
y cuya delicada pupila sabe ya del peso de una montaña sobre un ojo dulce,
y cómo el resonante clamor de los bosques se aduerme suave un día en
                                                                                        [nuestras venas;
para ti, poeta, que sentiste en tu aliento
la embestida brutal de las aves celestes,
y en cuyas palabras tan pronto vuelan las poderosas alas de las águilas
como se ve brillar el lomo de los calientes peces sin sonido:
oye este libro que a tus manos envío
con ademán de selva,
pero donde de repente una gota fresquísima de rocío brilla sobre una rosa,
o se ve batir el deseo del mundo,
la tristeza que como párpado doloroso
cierra el poniente y oculta el sol como una lágrima oscurecida,
mientras la inmensa frente fatigada
siente un beso sin luz, un beso largo,
una palabras mudas que habla el mundo finando.

Sí, poeta: el amor y el dolor son tu reino.
Carne mortal la tuya, que, arrebatada por el espíritu,
arde en la noche o se eleva en el mediodía poderoso,
inmensa lengua profética que lamiendo los cielos
ilumina palabras que dan muerte a los hombres.

La juventud de tu corazón no es una playa
donde la mar embiste con sus espumas rotas,
dientes de amor que mordiendo los bordes de la tierra,
braman dulce a los seres.

No es ese rayo velador que súbitamente te amenaza,
iluminando un instante tu frente desnuda,
para hundirse en tus ojos e incendiarte, abrasando
los espacios con tu vida que de amor se consume.
No. Esa luz que en el mundo
no es ceniza última,
luz que nunca se abate como polvo en los labios,
eres tú, poeta, cuya mano y no luna
yo vi en los cielos una noche brillando.
Un pecho robusto que reposa atravesado por el mar
respira como la inmensa marea celeste,
y abre sus brazos yacentes y toca, acaricia
los extremos límites de la tierra.

¿Entonces?
Sí, poeta; arroja este libro que pretende encerrar en sus páginas un
[destello del sol,
y mira a la luz cara a cara, apoyada la cabeza en la roca,
mientras tus pies remotísimos sienten el beso postrero del poniente
y tus manos alzadas tocan dulce la luna,
y tu cabellera colgante deja estela en los astros.



Vicente Aleixandre (Sombra del paraíso, 1944)


Poesía, o ese vasto dominio, Francisco Acuyo, Ancile


2 comentarios:

  1. Gracias, Francisco por esta nutriente reflexión sobre lo que es en realidad Poesía. Me anima a seguir buscando, por si algún día pueda al menos tocar el borde de sus vestiduras.

    Me ha parecido excelente el abordaje del tema y me gustaría mucho que siguieras trayéndonos más sobre este concepto. El poema es bellísimo. ¡Muchas gracias!

    Un cordial saludo.

    Jeniffer Moore

    ResponderEliminar
  2. De acuerdo totalmente, amigo, con esta enjundiosa reflexión. Pobre poesía, paño de lágrimas y hasta de manos sucias de groserías, porque ahora, más que nunca antes, todos se creen poetas, y los más ignorantes de los elementos básicos, son los que se anuncian mesías inspirados. Poco que hacer con al sordera. Y menos mal que hay gente como tú, que mantiene la bandera en alto. Abunda tanto la prosa fragmentada en versos sin el menor aliento musical, sin ese necesario poder de sugerencia, ese tesoro implícito, insinuado, ese recrear la realidad haciéndola parecer soñada...en fin, que el poema que traes en un gran ejemplo, y me ha hecho recordar otros, como esta estrofa de "Arte Poética", de Borges:

    A veces en las tardes una cara
    Nos mira desde el fondo de un espejo;
    El arte debe ser como ese espejo
    Que nos revela nuestra propia cara.

    Ó ésto de Huidobro:

    Que el verso sea como una llave
    Que abra mil puertas.
    Una hoja cae; algo pasa volando;
    Cuanto miren los ojos creado sea,
    Y el alma del oyente quede temblando.

    Un abrazo, amigo.

    ResponderEliminar