lunes, 28 de julio de 2014

EL GRILLO, RELATO DE PASTOR AGUIAR

Nos complace traer a nuestra sección de Narrativa del blog Ancile otro (inédito) de los espléndidos relatos a los que nos tiene acostumbrados el escritor y poeta  (y amigo verdadero) Pastor Aguiar, esta vez bajo el título de El grillo, sugerente y simpática narración costumbrista que hará, de seguro, las delicias de nuestros habituales lectores.



El grillo, relato de Pastor Aguiar, Ancile




EL GRILLO




El grillo, relato de Pastor Aguiar, Ancile





(A mi amada esposa, quien me sugirió escribir esta anécdota tomada de la realidad)





Andaría yo rozando los quince, sí, recuerdo que la finca estaba bajo amenaza de desaparición. Otras más extensas ya habían sido robadas por el gobierno. Ahora me parece humor negro, imagina, la autoridad tomando posesión de la propiedad ajena; pero no iba a hablar de eso. En realidad se trata del grillo. No vayas a imaginar una persona llamada así, o apodada como tal.
Era lo que en realidad conocemos por un grillo de seis patas. De seguro habrá muchas variedades, aunque a éste no llegué a verlo. Digamos que era un grillo negruzco, lo que los campesinos llamábamos “sangandongo”, por sus dimensiones; de pecho poderosísimo, casi barril. Un grillo a punto de caballo al que tuercen los testículos, coño, porque nunca olvidaré aquella voz tremenda. Ya dije voz y no quiero tachar lo escrito; sin embargo, para ser fiel a la memoria, suma de todos los grillos del mundo: échales pimienta en el trasero y mezcla tal retumbe de ametralladoras con relinchos, mugidos. Así me pareció cuando debían ser las dos de la madrugada.
Como estaba desarrollando la hombría a todo tren, y mi madre adquirido esposo, me habían dispuesto una cama personal en un cuarto que no era otra cosa que la mitad del portal forrado con tablas de palma real. En una esquina, a los pies del camastro, se amontonaban diversos cachivaches, desde varios sacos de maní con cáscara, latas, la montura de la yegua, hasta el fogón de keroseno que pronto iba a sustituir la cocina de leña.
Aquella noche me había acostado un poco más tarde, por lo de la caza de cocuyos con mis primos Bernardito y Raúl. Al otro día mi padrastro iba a llamarme a las cinco para guataquear arroz en la finca de los Calderines, así que necesitaba dormirme pronto. No había mirado el reloj, pero serían alrededor de las once.
Parece que la excitación de las carreras tras los cocuyos no se me apaciguaba. Me traté de relajar sobre el hombro derecho. La oscuridad era una masa sofocante, propicia para los fantasmas, como aquella poeta que solía caerle desde el techo a tío Martín y abofetearlo hasta que éste le cantara las décimas que ella le iba dictando.
Como me consideraba hombre, por los nuevos atributos que en los últimos meses me iba descubriendo, sacudí tales bobadas de apariciones y me empeciné en la laguna de Asiento Viejo, el agua mansita lamiéndome los pies como un bálsamo, el yerberío donde las truchas saltaban tras las ranas en pelotas, con aquellos muslotes que se me antojaban de Magalys, ya mujercita.
Boca arriba no, así tendría pesadillas, precisamente los cabrones fantasmas. Mejor del lado izquierdo, para que la pared me diera apoyo a la espalda; pero entonces el grillo.
Sí, cuando al fin el sueño me cubría de telarañas, el primer timbre. No era el típico cric crac; era un timbrazo alargado y filoso, entre serrucho devorando maderas y ese chirrido que lanza el cristal de los vasos cuando se frotan.
_ Ah carajo, lo que me faltaba.
Si hubiera sido un grillo normal, nada mejor para calzar el sueño, pero esta cosa que al minuto imaginaba como dije al principio, me machacaba los sesos.
Calculé que se escondía entre dos tablas, a la altura de mi región lumbar. Así que encogí la pierna derecha y con el calcañal golpeé dos o tres veces la zona.
_ Menos mal, creo que se fue_ Pensé ante el breve silencio.
Y fue breve en verdad la tregua, tiempo mínimo para el segundo aire que lo potenció al máximo, porque entonces tronó un repertorio de elefantes en estampida, toros durante la capazón. Algo así, de seguro, era la causa de que la gente enloqueciera. Atanasio había perdido la cordura con este grillo que debía tener medio siglo de edad y pesar cerca de una arroba.
Para colmo, por aquella época yo ni soñaba con los libros de yoga, las largas sesiones de meditación que mucho más tarde me ayudarían tanto a nadar a través de las calamidades.
De haber tenido tales recursos de autocontrol, no dudo que me hubiera relajado, respirado profundamente y con toda la fuerza de mis sentidos hechos puños, sacado al grillo hijo de mala madre hasta la luna misma.
Lo de tener que madrugar dejó de preocuparme; ni siquiera dormir quedó en mis planes inmediatos. Ahora
El grillo, relato de Pastor Aguiar, Ancile
me enfocaba, desesperadamente, en asesinar al grillo.
Cerca de mi cabeza había una lámpara de petróleo, los fósforos al pie. La encendí y una luz haragana y pestilente apenas destejió cuatro a cinco varas de sombra alrededor.
Como tal penumbra no me hería los ojos, pensé que de asustarse el animal, podría conciliar el sueño.
Todo lo contrario, creo que el indecente bicho de los mil demonios se sintió en la Escala de Milán, y terremótico, desguazó cuanta nota usted sea capaz de imaginar. La tablazón vibró, los clavos lloraron a punto de ser escupidos. Fueron patadas entonces, manotazos míos en cada juntura. Él tomaba un brevísimo reposo y contraatacaba con burla creciente.
Cuando ya había decidido salir con la colchoneta para el extremo sin paredes del portal y tirarme junto al seto de yerba buena, se me ocurrió la venganza perfecta.
Agarré un caldero bien hondo y lo repleté con agua. Acto seguido, con la mecha de la lámpara, encendí el fogón y puse el recipiente a hervir.
Fue cuestión de veinte minutos en que soporté la tortura gracias a la sorpresa mortífera que muy pronto iba a dar a la desmadrada bestia.
La yema del índice me gritó que el agua comenzaba a hervir. Apagué la hornilla y llené un jarro de medio litro.
_ Ahora vas a hacer gárgaras, hijo de la putísima, vas a ver quién puede más, coño.
Lancé la primera roseada detrás de la cama, justo donde debía estar. Parte del líquido rebotó y fue empapando el colchón y anegando el piso.
Otra andanada debió mojar los sacos de maní, ah, bonito lío me iba a buscar; pero ahora lo que me importaba era freír al monstruo.
Cuando supuse que era cadáver, que al amanecer lo iba a encontrar sobre la yerba cercana a la pared, más grande que el cerdo Candito, sonó molto vivace en la unión de dos paredes, detrás del fogón. Furibundo, así el caldero por las asas y lo vacié allí mismo, de sopetón, y después lancé el recipiente vacío con todas mis fuerzas. El metal retumbó por toda la casa armonizando con la gritería de la lámpara desguazándose.
Desde el cuarto al otro lado de la sala, me llegó la voz de mi madre.
_ ¡Pepito, qué te pasa!
_ ¡Nada, un grillo que no me dejaba dormir; pero acabo de matarlo. Quédate tranquila!




Pastor Aguiar
Julio 8-13








El grillo, relato de Pastor Aguiar, Ancile

martes, 22 de julio de 2014

MAL DE LUJO, LIBRO DE ACUYO, SONETO DEDICADO.

Para la sección Amistad y Poesía del blog Ancile, me complace ofrecerles este impecable y precioso soneto que ha tenido a bien dedicarme el escritor, poeta y muy querido amigo Pastor Aguiar, basándose en mi humilde libro de poemas Mal de lujo, así lo intitula su autor como Mal de lujo, libro de Acuyo.  Sea pues este post una muestra más de la entrañable y excelsa comunión que puede hacer posible sólo el sagrado vínculo de la amistad y la poesía. Desde aquí hago expreso públicamente mi profundo agradecimiento al amigo que me honra con sus versos y me regala con muestra tan inusitada de amistad.



Mal de Lujo, Libro de Acuyo, Soneto, Pastor Aguiar, Ancile





MAL DE LUJO (LIBRO DE ACUYO)




Mal de Lujo, Libro de Acuyo, Soneto, Pastor Aguiar, Ancile


   
Un bien de lujo se padece, amigo,
al ser inoculado por las aves
de tu verbo que salva cual si llaves
abrieran a la luz cada postigo.

Metáfora que alumbra dando abrigo,
soplo de infinitud en tantas naves
rumbo al puerto del Alma como claves
para darse a la mística contigo.

No soy hombre de letras, pero intuyo
que la Musa en tu honor se llama Acuyo
en este día eterno mientras dure

hambre del más allá, vino celeste,
la llama en el poema y por el este
salga un sol que incendiándome me cure.



Pastor Aguiar
Julio 21-14







Mal de Lujo, Libro de Acuyo, Soneto, Pastor Aguiar, Ancile



sábado, 19 de julio de 2014

POESÍA SOBRE LA ALHAMBRA (EN GRANADA HOY)

Adjuntamos a la sección de Noticias del blog Ancile el enlace al artículo del Diario Granada Hoy donde se exponen las singularidades de la edición NFC, en este caso sobre el libro Haikus de la Alhambra.




Poesía sobre La Alhambra, Granada hoy, Ancile.






Poesías sobre la Alhambra para 'smartphones'

jueves, 17 de julio de 2014

UNA POÉTICA SEMIOLÓGICA

Seguimos esbozando las relaciones singulares y de enorme interés entre el mundo de la semiótica y la poesía en este trabajo, consecución de otros anteriores dedicados a esta temática bajo el título de Signo y poesía, y que, en este caso, lleva por título Una poética semiológica, todo en la sección de Pensamiento del blog Ancile.

Una poética semiológica, Francisco Acuyo, Ancile




UNA POÉTICA SEMIOLÓGICA






NO SERÁN POCOS QUIENES sólo infieren del ejercicio poético algo que es aventicio, hermoso y elegante; como la actividad (artística) proclive al entretenimiento y al adorno de la palabra, sin recabar en modo alguno si es posible detectar alguna forma de trascendencia, no sólo lingüística, también estética (por tanto filosófica) y desde luego gnoseológica. Creemos que la visión semiológica, si llevada a cabo con un mínimo de atención totalizadora, aun en los estrictos pero peculiares límites de su ámbito, pueda acaso ampliar las perspectivas de su observación, siempre especial y pueda, por tanto, optar a ser un instrumento de utilidad para el estudio del que se comporta tantas veces como inusitado fenómeno que se sitúa, a nuestro humilde entender, en múltiples ocasiones, más allá del ámbito netamente lingüístico: nos referimos, claro está, a la poesía.

Si el objeto de estudio científico literario se define como la literatura artística,4 habría que hacer una concienzuda reflexión sobre si la poesía se remite de forma exclusiva a aquella suma determinada de textos artísticos que contrastan respecto a aquellos que no los son, o no son considerados como tales. No entraremos en la problemática de si, a tenor de las clasificaciones y divisiones convencionales, la idea de literatura precede a la literatura y de si, por aproximación, la idea de poesía precede a la poesía misma; no obstante, será bueno, en principio, tener esta concepción en mente para la mejor comprensión de algunas reflexiones llevadas a cabo en la redacción apresurada de las apreciaciones reflejas en estas páginas.

La distinción entre la literatura artística de la que no lo es cabe ofrecerse en virtud de criterios funcionales, en principio; de aquí que la función estética del poema como producto artístico literario sea detectable de manera natural y, así las cosas, decir que la carga semántica del texto poético trasciende en significación el discurso habitual no es decir en absoluto nada (nuevo) extraordinario; así también, señalar la
Una poética semiológica, Francisco Acuyo, Ancile
compleja estructura de significados de dichos textos se convierte, por tanto, en una nota esencial de definición de un texto poético como obra de arte literaria, cosa que tampoco supone novedad alguna. Proponemos nosotros ahora la siguiente interrogante: ¿cabe sólo este distingo de lo que es poesía respecto de la obra de arte literariamente considerada? Hemos de ver que los códigos al uso en el poema son cifrados de manera especial y determinada que, a su vez, exigirá del receptor una manera bien distinta de abordar dicho texto artístico. Sin embargo, será muy conveniente tener en cuenta que las señales explícitas señalables y su organización semántica singular garantizan un aspecto muy importante de su singularidad (incluso respecto de otras manifestaciones artístico-literarias): así, por ejemplo, la estructuración rítmica de las palabras (métrica), la organización interna de las mismas (elementos especiales sintácticos) y su significación extensiva (tropos)...

Consideramos detalle de extremo interés para comprender la idea de que la poesía trasciende el ámbito lingüístico, que dicho fenómeno no sólo forma parte del texto poético: si el texto artístico, en su dinámica y desarrollo se estructura y fundamenta materialmente en todos aquellos elementos ya aludidos, también es preciso reconocer la necesidad de la ineludible contemplación de la poesía en una esfera no semiótica del hombre,5 mas, nosotros, consideramos que esta observación será esencial para una comprensión totalizadora del fenómeno de la expresión poética. Se verá, además, que el texto (poético), en su materialidad, se comporta de manera muy diferente a otras modalidades de textos (artísticos y no artísticos). 

Puede constatarse de manera meridianamente clara que la organización (y mecanismos) de la poesía hace que se constituya gracias a su peculiar isomorfismo. Nos parece que estas propiedades particulares vienen a definir y a describir cualquiera objeto (artístico) de estudio con un grado de idoneidad realmente fiable. Así cabe entenderse respecto de la forma (isomorfismo) de la poesía, pues gracias a ella podemos establecer una realidad objetiva perfectamente constatable y contrastable. De la forma puede deducirse la estructura del objeto a estudiar, y de su composición y dinámica, colegiremos a su vez, la interacción de sus partes que en poesía, se ofrece como una totalidad singular que viene a referirnos que el todo que la compone no es la suma de sus partes; todo lo cual viene a deducir que el fenómeno reconocido como poético tiene  naturaleza y carácter orgánico. Además, se manifiesta como la frontera que separa un exterior detectable (lingüístico especial) y un interior que, a nuestro entender, trasciende el aspecto netamente lingüístico al que más arriba nos referíamos, y que viene a emparentarlo no sólo a una fenomenología cultural, mas también antropológica y gnoseológica mediante la cual integrarse en el mundo como ser en la belleza.6

Una poética semiológica, Francisco Acuyo, Ancile El isomorfismo poético es una prueba palpable (viviente) de que el mundo que acontece no funciona al albur de una dinámica equiprobable 7 en cuya realidad se manifiesta un conjunto vacío de leyes, las cuales vienen a verterse como restricciones que llaman la atención para decir que no todo vale para acceder a la realidad de su naturaleza. Pero no deben entenderse aquellas prohibiciones como simples normas deterministas que pueden anticipar o predecir la realidad especial del fenómeno poético. La necesaria incertidumbre que cabe observarse, por ejemplo, en la transgresión de la norma métrica (desvío), en momentos peculiares del poema (intensidad emocional, lírica), nos avisa de un grado de inexcusable incertidumbre, mas no significando la conculcación general de aquellas leyes que garantizan la conservación de aquellas magnitudes que dan cuenta de la globalidad (u organicidad) del fenómeno poético.

Puede afirmarse que en poesía se observa no pocas veces con vehemente signo la confirmación heidegeriana 8 de que el ser no puede existir sin la pulsión abisal (interna) del no ser, mas será en la forma poética donde encuentre aquella huella que muestra la pérdida, la fractura en el potencial del no ser, 9  que ha cerrado la panoplia de todo lo que pudo haber sido.

De aspectos formales tan específicos como los métricos podemos inferir el camino intermedio desde el cual se contemplen las leyes fundamentales de la naturaleza, pues se sitúan en el punto de equilibrio entre la norma o el precepto determinista y la observancia de lo aleatorio, partícipe del azar que tantas veces parece manifestarse como un derecho intrínseco de la naturaleza10 que nos habla de una realidad que se constituye compleja 11 y de la que la poesía, en su dinámica extraordinaria, se manifiesta como dimensión múltiple, donde cada nivel de dedicación observacional tiene una inteligibilidad propia: es aquí donde puede constatarse de manera cierta que el significado de la palabra es todo; gracias a este caer en la cuenta del ámbito significacional de la palabra es que podemos deducir las diversas y complejas bifurcaciones de la poesía que ante la realidad observa, pues se siente no sólo capaz de comprender la incertidumbre manifiesta, sino que, gracias a su propia capacidad creativa 12 puede anticiparse a aquella. 

Será por todo esto que decimos que los aspectos formales, como los métricos, pueden entenderse tal que auténticas cartografías de donde inferir todo aquello que está o no presente en las restricciones que anteriormente señalábamos, y de donde las normas (también los desvíos) son una clara muestra de una selección que al encontrarse con la realidad (sonora, rítmica...) observan su capacidad de permanecer en ella y, por tanto, de ser compatible con las restricciones que la realidad (física del sonido y del ritmo) impone y que, en su vocación de permanecer, garantiza una estabilidad para seguir perteneciendo (adaptado) a la organicidad de la poesía.




Francisco Acuyo


Notas.-


4 Lotman, I. M.: Estructura del texto artístico, Istmo, Madrid.,1978.
5 Ibidem
6 Acuyo, F.: ob. cit. notas 1 y 2.
7 Wagnsberg, Jorge: La rebelión de las formas, Tusquets, Barcelona, 2004.
8 Heidegger, M.: El ser y la nada, Fondo de Cultura Económica, México, 1978.
9 Steiner, G.: Gramáticas de la Creación, Siruela, Madrid, 1990.
10 Wagnsberg, J.:  ob. cit. nota 7.
11  Una realidad  muestra diferencias cualitativas y conceptuales cuando aquellas se vierten como aparentemente insuperables, porque los comportamientos a su vez se muestran también del todo irreconciliables.
12 Entendemos que esta capacidad creativa mostrada en el ámbito poético es el ser mismo de la poesía.






Una poética semiológica, Francisco Acuyo, Ancile

miércoles, 16 de julio de 2014

EL ÁNGEL O EL ESPEJO: REVELACIÓN DE NARCISO

Dentro de la sección Poema semanal del blog Ancile, traemos la última sección de poemas de Cuadernos del ángelus (1992), titulada El ángel o el espejo: Revelación de narciso.



Enlace al blog Ancile







El ángel o el espejo, Francisco Acuyo, Ancile.





EL ÁNGEL O EL ESPEJO

REVELACIÓN DE NARCISO


El ángel o el espejo, Francisco Acuyo, Ancile.



ALLÍ que el cielo soslayar parece,
o detenerse si entre
aquella misma o cualquiera estrella
tú reparas, allí entre lirios vanos.

TUVO el ángel tentado entonces sobre
las indecisas márgenes sus manos,
mas quedan como flor
estiva, de la mar recién nacida
que está a fluir azul también movida.



Francisco Acuyo











El ángel o el espejo, Francisco Acuyo, Ancile.

lunes, 14 de julio de 2014

HAIKUS DE LA ALHAMBRA EN SU SEGUNDA EDICIÓN CON TECNOLOGÍA NFC Y EDICIÓN DE VIDEO

Para la sección de noticias de nuestro blog Ancile, traemos la segunda edición de Haikus de La Alhambra, publicado por la editorial Entorno Gráfico, con poemas de Francisco Acuyo y fotografías de Francisco Fernández, que tiene como novedad, además de la oferta de poemas y fotografías nuevos, su edición en tecnología NFC (La tecnología avanza a pasos agigantados y el sector editorial español se ha aliado con ella y una editorial granadina tiene un nuevo e innovador producto, la inclusión de chips NFC que pueden interactuar con los actuales smartphones y que además están logrando que los libros tradicionales puedan llegar a un público que hasta ahora no podía disfrutar de ellos, las personas ciegas.) Presentamos el trailler de dicha edición audiovisual llevada a cabo por el grupo 3&acción y Entorno gráfico ediciones.







Haikus de la Alhambra en su segunda edición, Francisco Acuyo, Ancile






NOTA A LA SEGUNDA EDICIÓN AUMENTADA
DE HAIKUS DE LA ALHAMBRA


                                 




Haikus de la Alhambra en su segunda edición, Francisco Acuyo, Ancile





En esta segunda edición de los Haikus de la Alhambra, agotada ya la primera en muy poco tiempo, ofrecemos, como atractiva novedad a su primorosa publicación inicial, unas pocas composiciones nuevas del poeta Francisco Acuyo, adjuntas como primicia singular, a algunas fotografías no incorporadas en la primera y muy celebrada selección del profesor y fotógrafo Francisco Fernández que, en su momento, integrara la primera edición; conjunto de poemas y fotografías que en modo alguno desmerecerá el cuidado, vigilancia y delicada y dedicada entrega de nuestra editorial para la consecución de esta nueva versión impresa de los Haikus de la Alhambra. Para tal fin, encontramos el beneplácito y generosa dedicación tanto por parte del poeta como del fotógrafo, así como de todos los que son responsables del diseño, maquetación, impresión y encuadernación de nuestra editorial. Esperamos que tenga  tan buena acogida por parte de crítica y público lector en esta ocasión como lo fuera en la anterior divulgación impresa. En cualquier caso nos queda la satisfacción de obsequiar a quien sepa apreciar una labor tan excelsa en lo creativo como muy elaborada en el resultado material llevado a término en la consecución de este librito, que tú, imprescindible lector, ahora tienes para tu juicio, reflexión y deleite, entre tus curiosas o avisadas manos.










Haikus de la Alhambra en su segunda edición, Francisco Acuyo, Ancile

sábado, 12 de julio de 2014

REVISTA ESPACIO ÓRBITAS

Revista espacio órbitas, Ancile



REVISTA ESPACIO ÓRBITAS


Revista espacio órbitas, Ancile


Para la sección de Noticias del blog Ancile ofrecemos una muy interesante novedad, la aparición de una nueva revista digital que se autodenomina como Cultural, de Opinión y de Servicios, se trata de la Revista Espacio Órbitas, dirigida por el escritor y periodista Juan Vellido. Están también en la administración y gestión de la revista Raquel Paiz (subdirectora); Leticia Rivillas, Pilar J. Baena y Jordi Palazón (como redactores jefes); Clara Barroso (como jefa de fotografía); Raquel Martín (Directora técnica) y Jose María Medina (como director de Arte). 
Tiene secciones varias como Artes, Cine, Literatura, Turismo cultural, Cultura de igualdad, Liderazgos, Opinión y Fotopalabras, de momento, no descartándose incorporar alguna nueva sección. 
Comienza muy recientemente su andadura y quiere oficialmente ser presentada una vez que hayan pasado las fechas estivales. Desde nuestro blog hemos querido dar noticia de esta novedad tan interesante, habida cuenta del respaldo de las personas que están haciendo posible la realidad de esta primicia editorial, a mi juicio de grande interés para las personas interesadas en la cultura y todas sus manifestaciones en la red de redes.
Me complace estar entre las personas que escriben en tan señaladas páginas. Además, podrán disfrutar de firmas de la talla de Antonio Enrique, Beatriz Berlanga, Ángel Esteban, el propio Juan Vellido, Raquel Paiz, Laura Verdiel, Leticia Rivillas entre otros, más los que se irán incorporando. 
Adjunto el enlace provisional de la revista así como algunos más sobre las publicaciones ya incorporadas. También en adjuntaré su dirección entre aquellas de más interés que aparecen en este mismo blog Ancile.









Revista espacio órbitas, Ancile


viernes, 11 de julio de 2014

EL MITO DE EVA, SEGUNDA ENTREGA, POR EL PROFESOR TOMÁS MORENO

Ofrecemos la segunda e interesantísima entrega intitulada El mito de Eva, del profesor y Filósofo Tomás Moreno, para la sección de Microensayos, del blog Ancile.


El mito de Eva, 2 Tomás Moreno, Ancile



EL MITO DE EVA, SEGUNDA ENTREGA, 
POR EL PROFESOR TOMÁS MORENO



El mito de Eva, 2 Tomás Moreno, Ancile


El MITO DE EVA (y II)

2. El Relato patriarcal de la caída
Todo comenzó, pues, con el relato de un Edén paradisíaco donde Yahvéh Dios colocó al hombre que había formado (Génesis 2,8) y más tarde a la mujer,  y en el que había hecho brotar dos árboles -"[…] y en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal" (Génesis, 2,9)- prohibiendo, seguidamente, a la pareja humana comer la fruta del "árbol de la ciencia del bien y del mal" (2,17)[1].
El mito de Eva, 2 Tomás Moreno, AncileY todo se malogró con la desobediencia, inducida por la serpiente, de Adán y de Eva: "Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr  sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se le abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores" (Génesis, 3, 6-7)[2]. En el acto de la pareja humana de probar la fruta prohibida del árbol de la ciencia, estaba implícito que ellos aspiraban también a adquirir el misterio del árbol de la vida, el conocimiento de la inmortalidad, que estaba reservado a Dios.
            Tal implicación, señala Gerda Lerner, se evidencia tanto en la orden antes citada que prohíbe comer de su fruto, como en el castigo que Dios prescribe: "porque eres polvo y al polvo tornarás" (Génesis, 3, 19). Aspirar al conocimiento que sólo Dios posee es el supremo acto de insolencia; el castigo por ello es la mortalidad. Pero Dios es misericordioso y redime. Y por tanto, el castigo sobre Eva va a tener también una connotación redentora. De una vez y para siempre se separa el poder de creación (y con ello el secreto de la inmortalidad) del de procreación. La facultad de crear está reservada a Dios; la procreación de seres humanos es el destino redentor de las mujeres. En efecto: en el primer acto después de la caída, en la siguiente línea, Adán da a su esposa el nombre de Eva (o, más bien, reinterpreta de esta manera el significado de su nombre) "por ser ella la madre de todos los vivientes" (Génesis 3, 20). Es el reconocimiento profundo de que en ella reside la única inmortalidad a la que pueden aspirar los humanos: la inmortalidad de la descendencia.
Por tanto, la sexualidad femenina está destinada exclusivamente, como servicio, a su papel de madre[3] y sólo será beneficiosa y redentora limitada a dos condiciones, ambas impuestas por Dios, que definen y delimitan sus opciones como mujer: "se le separa de la serpiente" (3,15) y se le prescribe que "con trabajo parirá sus hijos  y su marido la dominará" (3,16). La consecuencia del "conocimiento sexual" -la otra vertiente de la "ciencia", como queda patente en la frase que describe una de las consecuencias de la caída: "y se dieron cuenta de que estaban desnudos" (Génesis, 3,7)-,  es separar la sexualidad femenina de la procreación. Dios pone así enemistad entre la serpiente y la mujer (Génesis, 3,15). En el contexto histórico de la época en la que se redactó el Génesis, la serpiente estaba claramente asociada a la diosa de la fertilidad y a la sexualidad femenina y era su representación simbólica.
El mito de Eva, 2 Tomás Moreno, Ancile
Tablilla del poema de Gilgamesh
De esta manera, por mandato divino, la sexualidad libre y abierta de la diosa de la fertilidad le iba a ser prohibida a la mujer caída. La maternidad sería la forma única en que encontraría expresión su sexualidad. Si entendemos que la serpiente era el símbolo de la antigua diosa de la fertilidad, esta condición resulta fundamental en el establecimiento del monoteísmo. Se repetirá y reafirmará en la alianza: sólo habrá un único Dios y la diosa de la fertilidad será desechada como algo malo y se convertirá en el símbolo del pecado. No tenemos que forzar la interpretación para verlo –concluye Gerda Lerner- como la condena de Yahvéh a la sexualidad femenina, practicada de modo libre y autónomo.
La segunda condición[4] es que Eva, la mujer, una vez caída en desgracia por el pecado: parirá sus hijos con dolor y tendrá que estar subordinada al marido, deberá estar gobernada por él: "A la mujer le dijo: tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con trabajo parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará" (Génesis, 3,16)[5]. Es "la ley del patriarcado", perfectamente definida aquí  y a la que se otorga la aprobación divina[6]. Se reafirma así el poder de los hombres sobre las mujeres. Eva -es decir "la mujer en su alianza con la serpiente, símbolo de la libre sexualidad femenina"- fue la responsable de "traer el mal y la muerte al mundo". De acuerdo con esta manera de pensar, es claro que se deba excluir a
El mito de Eva, 2 Tomás Moreno, Ancile
las mujeres de la participación activa en la comunidad de la alianza, y que el símbolo de esa comunidad y de ese pacto con Dios deberá ser un símbolo masculino. La maldición que cayó sobre Eva convierte su existencia en un destino doloroso y de subordinación[7].
En el siguiente versículo, dirigiéndose al hombre, Yahvéh le dice cuál será su condena, el oneroso trabajo y anunciándole la pérdida de la inmortalidad, la muerte como su destino último: "Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol que Yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida" (3,17). "[…] Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás" (3,19).
Yahvéh decreta así la división sexual del trabajo, a modo de castigo para ambos, pues la condena afecta a los culpables en sus actividades esenciales, a la mujer como madre, al hombre como trabajador: no sólo "el hombre trabajará con el sudor de su rostro" sino que hombres y mujeres mortales dependerán de la función redentora, dadora de vida, de la madre, para la única inmortalidad que podrán experimentar. Adán "trabajará con fatiga" y Eva, caída en desgracia, "parirá con dolor" y educará a los hijos, habiendo de asumir con coraje su nuevo papel redentor de madre. Vale la pena señalar que el castigo impuesto por Dios convierte el trabajo del hombre en una carga onerosa, pero condena al dolor y al sufrimiento no sólo el trabajo de las mujeres sino su cuerpo con el que dan vida, haciendo de ellos una consecuencia natural de la sexualidad femenina[8].
Gerda Lerner sostiene, finalmente, que el desarrollo del monoteísmo en el Libro del Génesis, supuso un paso enorme de los seres humanos hacia el pensamiento abstracto y la definición de símbolos con carácter universal. Es un trágico accidente de la historia, el que este avance se produjera en una sociedad y
El mito de Eva, 2 Tomás Moreno, Ancile
bajo unas circunstancias que reforzaron y reafirmaron el patriarcado[9]. Así es que el proceso de creación de símbolos ocurrió de tal modo que marginó a las mujeres. Las consecuencias de la trasgresión de Adán y Eva caerán, pues, con distinto peso sobre la mujer y sobre el hombre. El simplismo del relato del Génesis sugiere una dicotomía entre Adán, creado del polvo, y Eva,  creada de una parte del cuerpo del varón, ambos imbuidos con una sustancia divina gracias a la intervención de Yahvéh.
Para ella y para sus descendientes (las mujeres), sostiene asimismo Gerda Lerner, el Libro del Génesis representó su definición como criaturas diferentes en esencia a los hombres; una redefinición de su sexualidad como beneficiosa y redentora sólo dentro de los límites fijados por el dominio patriarcal; y, por último, el reconocimiento de estar excluidas "de representar de forma directa el principio divino". El peso de la narración bíblica parece decretar que por deseo de Dios las mujeres estarán incluidas en la alianza de Él, sólo gracias a la mediación de los hombres. Este es el momento histórico en que muere la diosa madre y se la sustituye por el Dios padre[10].

Hasta aquí el mito de Eva, la tentadora, que desde su elaboración patriarcal ha recorrido los siglos sin solución de continuidad y ha presidido, como arquetipo primigenio, la representación y conceptualización occidental de la mujer. Sería tarea inacabable llevar a cabo un seguimiento de la presencia de su figura, de sus innumerables representaciones icónicas[11] y de sus distintas interpretaciones y significados a lo largo de los siglos posteriores, tanto en el plano de la teología y de la espiritualidad cristianas como en el marco del arte, la literatura profana y el pensamiento secular: desde los escolásticos medievales o los teólogos de la Reforma –Lutero (1483-1546) y Calvino (1509-1564)- hasta El Paraíso perdido, de J. Milton (1608-1674), desde la Ilustración hasta el Romanticismo[12].
El mito de Eva, 2 Tomás Moreno, Ancile            Representada y percibida, tanto en la imaginería religiosa y pictórica, como en el inconsciente colectivo occidental, como madre del género humano caído, como primera responsable del pecado original, rebelde instigadora de la desobediencia de Adán, causa de la expulsión del Paraíso (y por lo tanto de la introducción del mal, el trabajo, el dolor y la muerte en el mundo), sobre ella (esto es: sobre la mujer) ha gravitado la pesada carga del pecado y de la condenación, de la mancha y de la culpa , que no se ha matizado ni suavizado tras más de dos milenios de teología androcéntrica y patriarcal. Y ello, a pesar de San Pablo que en la Epístola a los Romanos (5, 12-21) identificaba y responsabilizaba a Adán como agente del primer pecado (entendiéndolo como representante de la humanidad, de toda: varón y mujer incluidos en ella). O de que el Concilio de Trento (1546-1563), en su decreto sobre el pecado original, hablara asimismo del pecado de Adán, sin mencionar a Eva (Ds. 1510 y ss.).
            Las cosas, no obstante, van cambiando: actualmente -recuerda García Estébanez- se cita el texto sacerdotal del Génesis, que habla de la creación del hombre, como hombre y mujer, como sujeto único, siendo, por tanto, el sujeto culpable del pecado original esa unidad formada por él y por ella a la que se llama 'hombre'. El Vaticano II (1962-1965), refiriéndose al pecado original del primer hombre, entenderá por hombre a la unidad formada por Adán y Eva, si aludir a ellos por separado (Gaudium et Spes, 13). Igualmente, Juan Pablo II, en la Mulieris dignitatem (1988)[13], atribuirá el pecado original a ambos como unidad o sujeto único, distinguiendo sólo los papeles distintos jugado por una y otro. Como escribe Emilio García Estébanez:
El mito de Eva, 2 Tomás Moreno, AncileEsto es una novedad teológica, que obligaría a ver en el nuevo Adán que es Jesús la contrapartida del 'hombre' que cometió el pecado, es decir, de la unidad formada por Adán y Eva. Esto haría del todo impropio contraponer a Eva y María, que sería confrontar a Jesús y María, pues Jesús no está por Adán sólo, sino por el 'primer hombre', que incluye a Eva. Decir que Eva es la desobediencia mientras María es la obediencia, Eva, la soberbia, María, la humildad, etc., no tiene sentido, porque al decir Eva hay que entender también a Adán. Obligaría, sobre todo, a no contraponer a Eva y a Adán en la comisión del pecado, pues no existe dualidad; el pecado es obra de un único agente, el integrado por los dos sexos sin distinción[14].
            Pasará, sin embargo, mucho tiempo antes de que el estigma milenario que cayó sobre Eva, la mujer, se extinga o desaparezca, tan profundo ha sido y es su arraigo en el inconsciente colectivo y en el imaginario social de la cultura occidental. Precisa y significativamente recuerda R. Gubern cómo los dos vectores éticos que configurarían esencialmente a Eva, la mujer primigenia del relato sagrado, - el ser, por una parte, la gran tentadora del hombre y, por la otra, la culpable de la caída o de la pérdida de la felicidad- han conservado intacta su vigencia incluso en la sociedad secular del siglo XXI, en la actual cultura de masas de nuestra mass-mediática e informatizada sociedad occidental [15].

                                                                                             Tomás Moreno





[1] El mito hebraico de los orígenes, el mítico jardín del edén, es derivado de los jardines de Oriente: en él resplandecen todos los fragmentos de un mosaico antiquísimo, oriental: la luna, la tierra, la vegetación, el fruto del árbol, la serpiente, típicos de una cultura agraria. La serpiente, que cambia de piel, es la (difundidísima) portadora mítica y fálica de la inmortalidad adquirida o perdida, y el mito hebraico de los orígenes es un mito de la inmortalidad perdida, de la institución de la muerte. El motivo lunar es el más oculto: la costilla, con la que es creada Eva. En otros mitos semejantes, la costilla o la clavícula simbolizan la luna en cuarto creciente o menguante; y también en otros mitos la relación entre la mujer y la luna en cuarto creciente o menguante es alusiva al menstruo.
[2] Según Leonardo Boff este mito "quiere etiológicamente mostrar que el mal está del lado de la humanidad y no del lado de Dios, pero articula esa idea de tal forma que traiciona el antifeminismo de la cultura vigente en aquel tiempo. En el fondo se comprende a la mujer como sexo débil, por eso ella cayó y sedujo al hombre. De ahí la razón de su sometimiento histórico, ahora justificado ideológicamente" (Masculino y Femenino, op. cit., p. 73).
[3] Gerda Lerner, op. cit., pp. 290 y ss.
[4] Ibíd, p. 291.
[5] En el mito hebraico se revela la tragedia del destino humano que consuma una maldición de Dios: para el hombre, los afanosos frutos de la tierra que producirá para él "espinas y abrojos"; para la mujer, los dolores del parto y del embarazo "muy aumentados". También forma parte de la maldición de Eva su relación de dependencia del hombre: sus deseos dependerán de tu esposo, y él dominará sobre ella. El estatuto metafísico de la mujer "crea" lo que el clan arcaico y patriarcal de los pastores nómadas ya había institucionalizado: la dependencia del padre, del hermano, del esposo, a semejanza de lo que ocurría entre los antiguos pastores nómadas del Próximo Oriente.
[6] Hemos visto, constata G. Lerner, un desarrollo anterior, que conduce a una definición parecida, en el código de Hammurabi y en el artículo 40 de las leyes mesoarias. Ahora la vemos bajo la apariencia de decreto divino totalmente integrada en una poderosa visión religiosa del mundo.
[7] La trama central de este mosaico, que recuerda una antiquísima magia del árbol (relacionada con el principio de la domesticación de las plantas), representa el árbol cuyos frutos, al comerlos, otorgan el conocimiento del bien y del mal y hacen que sea semejante a los dioses. Un predecesor de este árbol había florecido en Babilonia: una planta espinosa sobre el fondo del mar, la que tiene por nombre "el hombre viejo se convierte en joven", la que rejuvenece y confiere la inmortalidad. Así Gilgamesh, en busca de la inmortalidad, arranca  la planta de las rocas del fondo, sale a la superficie y se encuentra con la serpiente, que le arrebata la planta… Y Gilgamesh se desespera inútilmente: "¿Por quién se ha exterminado la sangre de mi corazón?". La muerte ha entrado en el mundo.
[8] La Creación del Patriarcado, op. cit.,  p. 274.
[9] Existe, como sostiene Leonardo Boff, una lectura todavía más radical del Relato Patriarcal, también en consonancia con la lucha de los géneros: la representada por dos conocidas teólogas feministas, Riane Eisler (Sacred Pleasure, Sex, Myth and the Politicics of the Body: New Paths to Power and Love, Harper, San Francisco, 1995) y Françoise Gange (Les dieux menteurs, Editions Indigo-Coté Femmes, París, 1997). Según ambas autoras, el relato actual del pecado original es la relectura patriarcal del relato original matriarcal. Sería una especie de proceso de culpabilización de las mujeres en su esfuerzo por arrebatarles el poder y consolidar el dominio patriarcal. Los ritos y símbolos del matriarcado habrían sido diabolizados y retroproyectados a sus orígenes bajo la forma de un relato primordial con la intención de borrar totalmente los trazos del relato femenino anterior (véase: Leonardo Boff y Rose M. Muraro, Femenino y Masculino, op. cit. pp. 73-75).
[10] Ibíd., p. 291. Desde el punto de vista psicoanalítico, es obvio lo que eso significa: la envidia del hombre hacia el “poder” materno femenino. Pero, en cambio, desde el punto de vista histórico, da a entender una subversión de culturas que debió sacudir el Oriente antiguo: el vuelco de culturas matrilineales inspiradas en la religión de la Madre a culturas patriarcales gobernadas por dioses y antepasados masculinos. Fue durante ese vuelco de estructuras y valores cuando la gran imagen uterina de la Madre –que asociaba aún en sí los animales sagrados de la prehistoria, como la serpiente, los árboles de los primeros cultivos neolíticos (entre los cuales estaban la Planta de la Inmortalidad y el Árbol de la ciencia del bien y del mal)- saltó en pedazos, cuando se insertó la última brizna en el nuevo mosaico masculino y, dando la vuelta al significado, asoció el Mal a la mujer. La Diosa Madre había engendrado realmente no sólo la vida. A la imagen mítica de la feminidad, Pandora, Eva, se le adhirieron, en trágica exclusiva, Muerte y Mal. La cosmogonía masculina de las nuevas estructuras patriarcales utilizó de este modo briznas del mundo precedente –la Diosa Madre, el Árbol, la Serpiente, y su fuerza mortal- para insertarlas, mutiladas y saturadas de censura, en un contexto cultural nuevo y distinto, y sobre Eva o Pandora cayó la peor luz posible. Esa constelación mítica de feminidad fatal fue posteriormente adaptada a las particularidades locales de las estructuras patriarcales en Oriente. Y eso sucedió también en Palestina.
[11]  En un  abreviado repertorio de obras pictóricas que han tratado de la figura de Eva, el Pecado original o la expulsión del Paraíso habría que incluir los  nombres de grandes pintores de todos los tiempos como Bertram de Minden,  Ghiberti, Ucello, Van Eyck, Masolino, Masaccio, Van der Goes, Gossaërt, Durero, El Bosco, Baldung Grien, Lucas Cranach, Cousin, Tiziano, Miguel Ángel, Tintoretto, Rafael,  Bassano, C. Cornelisz van Haarlem, Jean Cousin,  Van der Stockt, Lévy-Dhurmer, Max Klinger, Edgard Munch, Félicien Rops, O. Mueller, Gustav Klimt, Franz Von Stuck, T. de Lempicka, M. Millares etc., etc.
[12] Para la significación histórica de Eva y las distintas interpretaciones históricas de su figura, véanse: Pamela Norris, Eve: A Biography, New York University Press, 1998 y John A. Phillips, Eve. The History of an idea, Nueva York, 1984. Para la contraposición entre los dos grandes arquetipos cristiano-occidentales de la mujer (Eva y María) véanse: H. Kraus, Eve and Mary. Conflicting Images of Medieval Woman, op. cit., y Eva Schirner, Eva-Maria: Rollenbilder von Männern für Frauen, Laetare Verlag, Offenbach, 1988 (que es un análisis crítico de esa antítesis propia de la Mariología masculina). Sobre la dimensión materno-femenina de Dios, véase: Andrew Greeley, The Mary Myth: On the Feminity of God, Seabury, New York, 1977; y Leonardo Boff, El rostro materno de Dios, San Pablo, Madrid, 1979.
[13]Aunque no signifique todavía un explícito y definitivo cambio de paradigma en la conceptualización cristiana de la mujer en opinión de las teólogas feministas más críticas, la Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II, Mulieris Dignitatem (del 15-VIII-88), significa un verdadero hito en la doctrina respecto a la dignidad de la mujer y a la esencial igualdad entre los sexos. Se aparta abismalmente de toda esa tradición patriarcal y androcéntrica que hemos ido hasta aquí relatando. En el apartado Eva-María llega el Papa polaco a liberar a Eva de la responsabilidad única del pecado original, ya que “el primer pecado es un pecado del hombre, creado por Dios varón y hembra. Se trata, en definitiva del primer ajuste de cuentas expreso de la Iglesia con respecto a una tradición teológíco-moral y antropológíca absolutamente misógina e injustificada desde el mensaje de igualdad entre mujeres y hombres de Jesús y desde el espíritu de su doctrina radicalmente antimisógina y antipatriarcal y de los textos evangélicos. Algunas feministas, como Maria Antonietta Macciocchi, acogieron con gran simpatía la Carta  del Papa Wojtyla (cf., M. A. Macciocchi, El misterio de la mujer, El País, lunes 3 de octubre de 1988; véase al respecto: Yves Semen, La sexualidad según Juan Pablo II, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2005). Cfr. Hans Küng, La mujer en el cristianismo, Minima Trotta, Madrid, 2011.
[14] Contra Eva, Melusina, pp. 75-77, 2008,
[15] Pues, como escribe Gubern, "la Gran Tentadora resurge esplendorosamente en la publicidad comercial, en la seductora incitación al consumismo del hombre (sujeto del poder económico) y en el mundo del espectáculo, sobre todo en géneros como la comedia, la revista musical, el cabaret, etc. Y la Culpable sigue vigente a través de las expiaciones y de los castigos a la mujer por el melodrama, el folletín, los seriales y todos los géneros narrativos lacrimosos, y también a través de los roles laborales y sociales subalternos, inferiores o degradantes que suelen serle asignados punitivamente en la división sexual del trabajo" (R. Gubern, Estereotipos femeninos en la cultura de la imagen contemporánea, op. cit. p. 34).




El mito de Eva, 2 Tomás Moreno, Ancile