viernes, 26 de septiembre de 2014

EL MUNDO IMAGINADO Y LA VERDAD DE LOS HECHOS

Proseguimos con la temática de la semiosis en la poesía, esta vez bajo el título de El mundo imaginado y la verdad de los hechos, del conjunto reconocido como Arqueología de un instante, para la sección de Pensamiento del blog Ancile.





El mundo imaginado y la verdad de los hechos, Francisco Acuyo, Ancile





EL MUNDO IMAGINADO

 Y LA VERDAD DE LOS HECHOS













EL MUNDO IMAGINADO4 exige una relación efectiva, factual con lo que es y acontece en la realidad; su conexión con la verdad de los hechos es vital para su distinción del ámbito de la pura fantasía donde los vínculos con aquel ser y acontecer real puedan brillar por su total ausencia, pues ciertamente se sustituye con potenciales realidades virtuales que abdican generalmente de mantener relación alguna con la realidad o la verdad de los hechos.

El poeta verdaderamente no tiene por qué albergar la pretensión de separarse de la realidad, por el contrario, pretende actuar sobre o desde ella, recreándola (e incluso creándola) particularmente para conectarla con el impulso vital que hace posible aquello que es y acontece. Esto es indubitablemente importante porque, entre otras razones, distingue lo que es literario de lo poético, no porque el discurso literario sea necesariamente fantástico, sino porque conecta a través de lo imaginado con el carácter ontológico de la poesía como vía excepcional de aprehensión ética y estética de la realidad.

No obstante, creo que es de interés fundamental tener en cuenta que, desde el momento que el yo poético aparece como imagen instrumental que tiende a construirse como sistema de signos, será precisamente cuando se implique y manifieste como fenómeno abiertamente literario, mas con todas sus eximias peculiaridades. La poesía ya se manifiesta como mensaje para el otro, donde refleja inevitablemente sus anhelos y proposiciones. Es, por cierto, esta manifestación literaria de la poesía, vicaria de la totalidad implícita u ontológica a la que es inmanente.

Podemos también deducir que el contenido de un poema no es y no será
 únicamente la expresión de emociones y experiencias individuales,5  pues no es concebible como obra de arte sino a través de lo general, precisamente porque es aquello genérico lo que lo hace específico. Por tanto, es indudable que aquella generalidad tiene un carácter social: sólo entiende el poema aquel que percibe en la soledad del mismo la voz de la humanidad.6

Cabe reflexionar ahora sobre el contenido social de la poesía, pues no sería de recibo contentarse con el vago sentimiento individualizado, vertido como algo indeterminado y genérico, y así mismo plantearse cuáles serían las fronteras en las que la sociedad incide en la poesía, y dónde y cuándo rebasa aquellos límites sociales.

Si realmente no posees lo que no entiendes,7  respecto a la poesía tendríamos que barajar dos
El mundo imaginado y la verdad de los hechos, Francisco Acuyo, Ancile
posibilidades para su comprensión: una indiscutida, que tendría que ver con la propia praxis y su relación estética como obra de arte, mas también con la teoría que fundamenta los principios estéticos deducidos de la observación de su práctica; debemos entender de esta manera que nada que no tenga que ver con el mismo poema, y por tanto con la poesía misma, legitima una decisión sobre lo que, poetizado, viene a representar socialmente.8  

En este extremo parece muy interesante el concepto de ideología9 de Adorno y su incidencia en el ámbito de lo estrictamente poético, y la necesaria contradicción con la naturaleza especial de la poesía, y todo porque las obras de arte auténticas acaso hablan de todo lo que tanta veces oculta la ideología.10  

Si la idea de poesía se vierte como ejercicio de libertad, exige por tanto que deba aparecer exenta de la coercitividad de la práctica dominante, de la utilidad y la autoconservación. Pero a nosotros, con Adorno, nos parece que la palabra virginal expuesta en la expresión poética es en sí misma una exigencia social, pues ella, en sí misma, implica la más enérgica protesta a la convención que al individuo se le presenta con carácter represivo y en claro contraste, además, con el espíritu poético que incide violentamente sobre la cosificación y alienación del mundo y de los hombres.

El yo lírico, si bien se plantea como contrapuesto al colectivo, ha de entenderse que sólo mediante la humanización se podrá devolver a la propia naturaleza el derecho que el dominio humano hubiera de arrebatarle. Por todo lo cual, no nos parece nada disparatado inferir como social precisamente lo más espontáneo de la lírica, y que no tiene por qué deducirse de relaciones preexistentes, sin olvidar que el medio de esa motivación social será el lenguaje, a su vez, instrumento capital de la poesía.






Francisco Acuyo




Notas .-


5 Adorno, T.: Notas de Literatura, Ariel, Barcelona, 1970.
6  Ibidem.
7  Goethe, J. W.: Maximen und Reflexionen, Obras Completas, Aguilar, Madrid, 1987.
 8 Adorno, T.: ob. cit. nota 5
 9 Ibidem.
10 Ibidem.





El mundo imaginado y la verdad de los hechos, Francisco Acuyo, Ancile

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