jueves, 2 de abril de 2015

ARKADI AVÉRCHENKO: LAS ESQUINAS TORCIDAS Y OTROS CUENTOS

Traemos para la sección de Narrativa del blog Ancile el cuento Los secretos ocultos de oriente, recogido en el libro de Arkadi Timoféeivich Avérchenko (Sebastopol, 18 de marzo 1881 – 12 de marzo, en el exilio, en Praga, 1925), Las esquinas torcidas y otros cuentos, de inminente aparición en la Editorial Jizo (Está previsto que para la Feria del libro de Granada, muy cercana ya, aparezca como primicia editorial, con la inestimable colaboración de El Instituto de la Traducción -Institut Perevoda de Moscú-, de apoyo a las traducciones de la literatura rusa, vea la luz esta edición del autor ruso, que ha sido traducida por vez primera al español por el profesor y catedrático Rafael Guzmán Tirado, para la colección de dicha editorial que se inaugura como, Colección de Lenguas Eslavas, y que tiene previsto continuar su andadura con autores cuyas lenguas de creación literarias sean precisamente las del riquísimo repertorio creativo de las lenguas eslavas. 
El libro del que hablamos en esta nota de divulgación editorial, es una colección de cuentos extraordinariamente singulares que ofrecen, no solo la excepcional vertiente satírica y humorística del escritor de Sebastopol, también  la delicada e inteligente ternura en el tratamiento de los temas y personajes de sus preciosos y muy divertidos relatos. Sólo reseñar muy brevemente que Avérchenko, aunque se puede afirmar con P. Górelov, que es un humorista pura sangre, podrá verse en estas páginas extraordinarias sus dotes de excelso notario de su tiempo, donde se verán discurrir en desigual pero fidedigno desfile las facetas más tristes y a la vez delicadas y ocurrentes de su tiempo y aun de su biografía personal, pues en no pocas de sus páginas veremos circular casi cinematográficamente imágenes de su vida propia, como es en el caso del cuento Mi padre, entre otros. Por eso y por muchas más circunstancias literarias y extraliterarias (históricas) merece traer a la lengua de Cervantes este escritor inaudito, contemporáneo de pintores y escritores que, gracias a su revista Satirikón, estuvieron unidos al suyo propio, pintores como Re-mi (N. Rémizov), Yákovlev, A. Radakov, A. Yúnger, N. Al’tman, A. Benuá, D. Mitrojin, L. Bakst, M. Dobuzhinski, I. Bilibin; humoristas como: Teffi (N. Buchinskaya) y O. Dýmov; o poetas tales como: Sasha Chíornyj, S. Gorodetski, O. Mandel’shtam,V. Mayakovski; y prosistas de la talla de: L. Andréyev, A. Kuprín, A. Tolstóy, A. Grin...; mas, sobre todo con Mayakovsky, a quien le unió una especial predilección literaria y personal. Como ven hay razones sobradas para interesarse por Avérchenko y la obra que tan apresuradamente reseñamos, por lo que les invitamos a su adquisición y lectura para esta muy cercana Feria del Libro de Granada donde verán la luz estas Esquinas torcidas y otros cuentos, que serán fruición de lectura asegurada.




Arkadi Avérchenko: Las esquinas torcidas y otros cuentos, Ancile



ARKADI AVÉRCHENKO: 
LAS ESQUINAS TORCIDAS Y OTROS CUENTOS




Arkadi Avérchenko: Las esquinas torcidas y otros cuentos, Ancile





                            LOS SECRETOS OCULTOS DE ORIENTE




Arkadi Avérchenko: Las esquinas torcidas y otros cuentos, Ancile




La hermosa dama se había agarrado al botón de mi chaqueta y melódicamente gorjeaba:
— ¡Vaya al quiromántico!
— ¿Qué—é—é?
— ¡Le estoy diciendo que vaya al quiromántico! Ese ocultismo es una maravilla. ¡Tiene que ir al quiromántico! ¡En Constantinopla los hay extraordinarios!
— Ni hablar — dije con fuerza —. Mi pie nunca estará en consulta del quiromántico, o mejor dicho mi mano nunca va a estar ahí.
— Bueno, ¿y si le doy un beso, irá?
Cuando un asunto pasa al terreno serio, oficial, me empiezo a interesar por él.
— Una sólida propuesta—dije pensativo —. ¿Y cuándo voy?
— Hoy mismo. Ahora.
— ¿Habrá anticipo?
La empresa era sólida, no se escatimaban gastos.
Y me fui.



* * *



Los patricios romanos que se cansaban de vivir antes de tomarse el veneno, se lo daban a probar a sus esclavos.
Si el esclavo moría rápidamente y sin dolor, el patricio tranquilamente seguía su ejemplo.
Yo decidí seguir este principio ya probado: ver primero como le leen el futuro a otro, y luego ir yo mismo detrás del misterioso telón del futuro.
Cerca de la Embajada de Rusia siempre se reunía una gran cantidad de audiencia ociosa.
Me acerqué a la puerta de la Embajada, elegí a un joven con un capote militar sin charreteras, y me puse en seguida manos a la obra.
— ¿Ha estado alguna vez en un quiromántico? Le pregunté.
— Nunca. ¿Y qué?
—¿A qué se dedica en este momento?
— Literalmente a nada. Hace ya tres meses que busco trabajo.
  Así que vámonos al quiromántico. Costará dos liras
 —¿Qué dice, querido? ¡Dos liras! ¿De dónde saco yo dos liras? ¡No tengo ni siquiera quince piastras!
— ¡Qué hombre más extraño es usted! Usted no tendrá que pagar nada, yo le pagaré por las molestias dos liras. La única condición de que yo esté presente en la sesión de adivinación.
El joven se ruborizó, por alguna razón desconocida dudó, se miró las manos, suspiró y dijo:
— Bueno, pues... Vamos.
El quiromántico nos recibió muy amablemente.
— La quiromancia — afablemente dijo — es una ciencia muy precisa. No es como las habas o los
Arkadi Avérchenko: Las esquinas torcidas y otros cuentos, Ancile
posos de café. Siéntense.
Sobre la mesa había un cráneo humano.
Me acerqué, sin motivo alguno le metí el dedo en la cuenca ocular vacía y pregunté distraídamente:
— ¿Es suyo el cráneo?
—Pues claro ¿Y de quién iba ser.
— Una cara muy simpática. Una sonrisa encantadora. Dígame, por favor, le sirve para practicar o simplemente es un elegante adorno?
— ¡Dios mío! Este es el cráneo de un mago caldeo de Memphis.
—¿Y usted dice que es suyo? Pero, bueno, no vamos a hablar de eso. Adivínele el futuro a este joven.
Mi nuevo conocido tendió tímidamente la mano derecha al quiromántico, pero este la apartó a un lado y dijo:
— La izquierda.
—¿Es que no da igual la derecha que la izquierda?
— De ningún modo. Solo la mano izquierda vale. Y bien, aquí tiene su mano izquierda...Vamos a ver qué puedo decirle. Usted tiene cincuenta y dos años.
— Qué dice —protestó suavemente mi “esclavo patricio” —. Por ahora, solo tengo veinticuatro.
— Usted se equivoca. Está línea de aquí indica que tiene un poco más de cincuenta. Y después vivirá... a ...Dios, ¿qué es esto?
— ¿El qué? –me interesé.
— Nunca había visto una mano más increíble, y ni con destino más estupendo. ¿Sabe cuánto tiempo va a vivir, según esta línea totalmente indiscutible?
— ¿Cuánto?
—¡Hasta los doscientos cuarenta años!
—¡No está mal! –con envidia le dije yo.
— ¿No se habrá equivocado? –con voz melosa intervino el propietario de la maravillosa mano.
—¡Me apuesto la cabeza!
Se inclinó un poco más sobre la mano.
— ¡No, estas líneas lo dicen! ¡Es algo fuera de lo normal! Mire aquí y aquí. En un pasado muy reciente, usted ocupó de forma sucesiva dos tronos reales: uno cerca de treinta años y otro, unos cuarenta años.
— Me permite —objetó tímidamente el personaje real —, cuarenta y treinta son ya setenta años, y usted me dijo que me echaba cincuenta y dos años.
— ¡No sé, no entiendo nada! — con desesperación gritaba el quiromántico, echándose las manos a la cabeza —. ¡Es la primera vez en mis quince años de ejercicio! ¡Su maldita mano me está volviendo loco!
Se desplomó en el sillón, y su cabeza sin fuerza cayó sobre la mesa al lado del cráneo caldeo.
— ¿Qué ha pasado? —le pregunté con simpatía.
— ¡Lo que ha pasado es —con un gemido gritó el quiromántico—, que cuando este señor estaba en el primer trono, fue asesinado por unos conspiradores! ¡Esto no lo entiende ni el mismo diablo! ¡Está muerto pero sin embargo está sentado en el trono y habla! ¡Vaya cliente que me ha traído, increíble!
— ¿Fue asesinado usted en el primer trono? — le pregunté con severidad.
— ¡Por dios, no! ¿Sabe? Serví como capitán en el regimiento de Márkov[1], y en lo que concierne al trono...
 —¡Pero esta línea, aquí puede verse! — gritó el quiromántico furioso, golpeando con un lápiz en la pacífica palma del capitán —. Aquí hay un trono, aquí está el otro! ¡Y está claro fue asesinado por manos ajenas!
— Pero no se preocupe — dije yo con un tono conciliador. Usted mismo ha dicho que su Majestad va a vivir doscientos cuarenta años. ¿Por qué preocuparse por tonterías? Mejor mire, cuándo, y de qué morirá de verdad, por así decirlo, del todo.
           —  ¿Qué de qué morirá... Déjeme ver su mano...
El quiromántico echó una mirada de halcón hacia la palma la mano del capitán, y de nuevo el pánico se reflejó en su rostro.
— Bueno, ¿Pero qué pasa ahora? —Le pregunté con impaciencia.
— Ya sabía yo que iba a haber alguna cosa asquerosa —gimió el quiromántico con desesperación.
—Pero ¿qué es concretamente?
— ¿Sabe de qué morirá? En el parto.
Nos quedamos petrificados por un momento.
— ¿No se habrá equivocado? Si tenemos en cuenta su sexo y su edad avanzada que...
— “Ningún que” ¡nada de que! No soy un niño al que se pueda engañar, ni usted es un niño, al que yo le pueda mentir. Sinceramente digo sólo lo que veo, y veo una cosa por la que tanto a este joven como a mí nos van a tener que enviar al manicomio. ¡El mismo diablo escribió en su palma éstas palabras diabólicas del Anticristo!
— No fue el diablo el que escribió eso, murmuró confusamente el joven. Fue una empresa muy respetable considerada como una de las empresas de mayor prestigio: Knaus y Genkelman, Berlín, Friedrichstrasse, número 345.
Ambos abrieron los ojos desmesuradamente.
— Señores, no se enfaden conmigo... Pues, le di primero la mano derecha, y usted no la quiso. Y
Arkadi Avérchenko: Las esquinas torcidas y otros cuentos, Ancile
la izquierda, por supuesto...yo mismo no sé lo que han inscrito en ella...
             —  ¿Quién? — El quiromántico rugió.
— Una vez más Knaus y Genkelman, Berlín, Fridrihshtrasse, 345. Ve usted, cuando estaba en una batalla cerca de Pervozvanovka perdí la mano izquierda, mi tío, que vivía en Berlín, Alemania, en calidad de presentante de la fábrica de extremidades artificiales…
El cráneo del sabio caldeo pasó cerca de mi hombro, y haciendo ruido con sus dientes, la mandíbula se enganchó en el capote del capitán. Tras el cráneo volaron dos velas de cera y un libro antiguo, cubierto de piel de cerdo.
— Larguémonos rápidamente — me susurró el capitán —, está tan furioso que puede matarnos.
Salimos corriendo agarrados de la mano por un sucio callejón estrecho. Y recuperamos el aliento.
— De buena nos hemos librado — me reí con aprobación —. Pero, por favor, dígame ¿por qué diablos no le dijo que su mano izquierda era de goma como las galoshas[2] “Provodnik”?
— En realidad tenía miedo de perder las dos liras. Ya sabes, cuando cinco días seguidos comes solo bubliki[3]... Y ahora, por supuesto, entiendo que mis dos lirillas se han evaporado.
— Bueno, no — dije yo generosamente —, su majestad va a vivir todavía doscientos quince años, por lo que necesita dinero, tenga.
                                                                     
     


* * *



Me encontré a la misma señora
—¡Bueno, qué! ¿Estuvo en casa del quiromántico?
— Por supuesto que sí. Me gané el adelanto con honestidad.
— Bueno, ¿y qué? — con febril curiosidad preguntó —. ¿Y qué le dijo?
— ¿Y usted cree todo lo que ellos predicen? — Le pregunté con picardía.
— Sí, por supuesto.
—Dijo que usted tendría que darme un montón de besos.
Hasta tal punto estas mujeres son supersticiosas e ingenuas.








[1]N.T.: El 25 de febrero 1918 en el pueblo cosaco de Olginskaya se formó un regimiento bajo el mando del general Márkov. Tras su muerte, el regimiento participó en todas las grandes batallas y operaciones de las Fuerzas Armadas del Sur de Rusia.
[2]N.T.: Tipo de calzado de goma para el barro.
[3]N.T.: Especie de rosquilla grande.







Arkadi Avérchenko: Las esquinas torcidas y otros cuentos, Ancile

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