viernes, 29 de abril de 2016

LA NOCHE DE LOS CANGREJOS, DE PASTOR AGUIAR

Para la sección, Extractos críticos, del blog Ancile, traemos una reseña sobre el libro del escritor Pastor Aguiar, La Noche de los cangrejos.



La noche de los cangrejos, de Pastor Aguiar, Ancile


LA NOCHE DE LOS CANGREJOS, 

DE PASTOR AGUIAR


La noche de los cangrejos, de Pastor Aguiar, Ancile


La noche de los cangrejos, de Pastor Aguiar, Entorno Gráfico Ediciones, colección El Torno Gráfico, Granada, 2015.


Pastor José Aguiar[1], nos regala una nueva  y extraordinaria primicia en forma de libro de cuentos intitulada, La noche de los cangrejos, en edición tan pulcra y elegantemente editada como acostumbra el sello editorial  Entorno Gráfico Ediciones, que en corta andadura comienza a situarse como uno de los referentes en publicaciones de más impecable factura editorial, cuidando minuciosamente cada detalle, desde el diseño de cada colección, a la impresión, papel, encuadernación… y esta vez en su espléndida colección El torno gráfico. El escritor cubano estadounidense, con la fina, ágil, cristalina e ilustradísima dicción que le caracteriza, en una selección ejemplar de relatos, ofrece un raro y sorprendente conjunto narrativo  con una resuelta y singular propuesta literaria que, a mi juicio, lo sitúa en lo más alto, granado y genuino de tan particular y difícil género y que, como todos sabemos, ha significado en los más eximio narradores de cualquier época, y de manera muy especial en la segunda mitad del siglo XX (Véase a Borges o Cortázar, por nombrar solo a dos de los más insignes) y que en los albores del XXI sigue con grande vitalidad, pujanza y frecuencia marcando a figuras de relieve en la actualidad. En el caso de esta Noche de los cangrejos, cada cuento está maravillosamente resuelto, y en la sintética brevedad que le caracteriza a esta variedad narrativa, con una agilidad que en modo alguno sería exagerado de calificar en muchos de estos relatos  de prodigiosa.
De todos es sabido que, si el tratamiento del objeto verbal —en la literatura de alta calidad—, idóneamente trasladado, es pieza fundamental y propósito vertebrador para la correcta configuración semántica y adecuada expresividad artística, en el relato breve (cuento, microrrelato, semblanza narrativa…) requiere de unas condiciones harto singulares, si en realidad queremos obtener los dones de elocuencia y ágil comunicación que le son propios, sobre todo si lo pretendemos dueño del linaje eminente y señor de la insigne estofa significativa que precisa, pues, requiere sin duda de un acervo de  exigencias lingüísticas y de recursos literarios muy particulares[2], así lo refería en el prólogo a la edición, una vez leídos y releídos todos y cada uno de los cuentos de este corpus singular,  resaltando de la peculiaridad exigida en este modo de narración literaria en relación a este libro, que todos aquellos rasgos sobresalientes referidos genéricamente, se cumplen sobradamente y a la vez con una sutileza y  espectacularidad narrativa que, en la aparente fluida sencillez de algunos de los cuentos que lo configuran, le mantienen en una excelsa calidad literaria fuera de toda duda. El discurso narrativo, lleno de expresividad, agilidad y gracia, vean, por ejemplo, el cuento intitulado,  Aquellos ojos, hará las delicias no sólo a los aficionados al género, sino a todo aquel que, con la mínima entrega, se acerque a la lectura de estos cuentos.
Muy al margen del carácter costumbrista[3] que ofrecen algunos de estos estupendos relatos[4]  (es de muy digna mención la incorporación de localismos y giros autóctonos propios de su entorno lingüístico y vital, primordialmente de cuba y, después, de la Florida americana), se observarán en ellos la fuente verdaderamente privilegiada, en la que contemplar la evolución del uso común o estándar de la lengua para mayor gloria del desvío lingüístico o literario de la misma, para convertirla en objeto de arte literario y vehículo excepcional de expresión artística. En este sentido el apartamiento de la lengua común —desviada— es tan cristalino y de tal sutileza en estos relatos  y  tal  la maestría y exquisitez del tratamiento de los recursos estilísticos, que estos parecen diluirse hasta su aparente inexistencia. La total naturalidad en su conferencia narrativa, aprestado el discurso al uso habitual de la lengua hablada de común en el territorio en el que nuestro autor sitúa a los personajes y su acción narrativa, acaba dando el resultado excepcional de no pocos de estos relatos de La noche de los Cangrejos.


Francisco Acuyo
               




[1] Pastor Aguiar, escritor y poeta, cubano de nacimiento (y estadounidense, como el mismo dice, por elección), es además médico forense, y está afincado en la Florida, concretamente en Miami donde ejerce hasta el momento su profesión. Estamos ante un escritor singular, original, profundamente vitalista que dice hacer una literatura de carácter costumbrista y de ecos de aquella vena creativa literaria impregnada por lo real y maravilloso. Hijo de campesinos cubanos emigrantes de las islas Canarias y asentados en la mayor de las Antillas durante el siglo pasado, nos muestra un ámbito literario de un dinamismo y una vitalidad nada comunes. Ha publicado, en la Editorial El Pelícano, de Miami, Cuentos, y Tierrita de la discordia, en la editorial Entrelíneas, también de Miami, participando en diferentes antologías literarias internacionales en español y en inglés, obteniendo diversos premios y reconocimientos, tanto en Cuba como en Estados Unidos. Prácticamente la mayor parte de su obra (que es abundante), permanece inédita. En sus blogs Viajero, Mi Arboleda y Poesía Libre, podemos encontrar muestra de esta fecunda labor creativa de nuestro autor.
[2] Acuyo, F.: La noche de los cangrejos, Entorno Gráfico Ediciones,  colección El torno gráfico, Granada, 2015, Prólogo, Pastor Aguiar o el prodigio de la síntesis y la expresividad en el relato. A propósito de un puñado de cuentos intitulados La noche de los cangrejos, p. 7.
[3] Recuerdo que, Pastor Aguiar, como hijo de campesinos canarios emigrados a Cuba, se maneja muy a su gusto en el ámbito del costumbrismo de la época, haciendo gala de ello en el manejo extraordinario de determinados localismos y locuciones propias del lugar y momento de referencia narrativa.
[4] El mismo reconoce en su estilo singular, original, también unos rasgos profundamente vitalistas mediante los que dice hacer una literatura de carácter costumbrista y de ecos de aquella vena creativa literaria impregnada por lo real y maravilloso.



La noche de los cangrejos, de Pastor Aguiar, Ancile

lunes, 25 de abril de 2016

EL AMOR DEL VIAJERO

Par la sección,  Poema semanal, del blog Ancile, traemos el poema titulado, El amor del viajero, del libro Los principios del tigre, 1997, 2012 en 2ª edición aumentada.


El amor del viajero, Francisco Acuyo, Ancile


EL AMOR DEL VIAJERO


Borh-Heisenberg


PUDIMOS encontrarnos ya perdidos
en el tiempo, en el páramo un instante
de la muerte, y beber en la fragante
extensión donde fueron confundidos

jacintos pensativos y los sabios
alhelíes a fuer de entendimiento.
El amor –sin razón al pensamiento–
solo cambia de tierras y de labios.

El corazón apura cada beso
si la mente reparte con la aurora
los dones a este pecho. A tu regreso,

si alguna vez te fuiste, aquella herencia
del olvido en tus ojos delatora,
renuncia al mundo para ser conciencia.



Francisco Acuyo, de Los principios del tigre, 1997, 2012 en 2ª edición aumentada.




El amor del viajero, Francisco Acuyo, Ancile

lunes, 18 de abril de 2016

ESCRUTINIO HUMILDE Y APREMIADO DEL GÉNERO (Y DEL NÚMERO INNUMERABLE) DE DISPARATES INTERPRETATIVOS DE SU TÉRMINO, JURISDICCIÓN Y MUNICIPIO.

Para la sección del blog Ancile intitulada, De juicios, paradojas y apotegmas, este Humilde escrutinio del género ( y del número innumerable) de disparates interpretativos de su término, jurisdicción y municipio.


De juicios, paradojas y apotegmas, este Humilde escrutinio del género ( y del número innumerable) de disparates interpretativos de su término, jurisdicción y municipio. Francisco Acuyo



ESCRUTINIO HUMILDE Y APREMIADO DEL GÉNERO
(Y DEL NÚMERO INNUMERABLE) DE DISPARATES INTERPRETATIVOS DE SU
 TÉRMINO, JURISDICCIÓN Y MUNICIPIO


De juicios, paradojas y apotegmas, este Humilde escrutinio del género ( y del número innumerable) de disparates interpretativos de su término, jurisdicción y municipio. Francisco Acuyo



Al abundar sobre la estirpe, laya, género, linaje, nacimiento, clase o tipo natural de algo, digamos, del disparate, hemos de reconocer que casi siempre va juntamente aglutinado con la iletrada ignorancia (seguramente también emparentada al tendencioso deudo de esta o aquella ideología) –terminología eufemísticamente referida a la ayuna conciencia de los más elementales rudimentos de alfabetización, que debieran ser propios e indiscutibles para quien pretende hacerse entender con propiedad y buena lógica-, oscurantismo que comparte toda suerte de personajes en nuestros días, sobre todo políticos, periodistas, agitadores literarios o artísticos, comunicadores rosas e incluso amarillos, dícese también de escritores de inefable genio, ingenio, naturaleza e idiosincrasia nunca suficientemente ponderados….
                Se me viene a la cabeza en este instante aquella genealogía de los modorros, en su festiva y muy celebrada glosa del gran don Francisco de Quevedo,[1] y a la sazón, de igual modo me parece muy apropósito hacer una suerte de declaración de linaje de algún vocablo tan maltratado por aquellas mencionadas cofradías del disparate, y en este caso me referiré al término sujeto a continuo ultraje y vilipendio como es el de  género, y en este agravio poniendo en duda la gran riqueza de nuestro idioma singular y su gloriosa, prolija y muy rica parentela etimológica, para recurrir a la locución extraña, insensata muchas veces, asumiéndola como nuestra, ignaros de la tan rica genealogía que lingüísticamente nos alumbra, y todo para resaltar  cuán ineptos son los necios (modorros, mazacotes, majaderos a los que aludía en particular jerarquía el insigne Quevedo) que tan iletradamente acuden al dislate para nombrar de una manera forastera lo que de forma tan conocida como riquísima ofrece nuestra lengua.
                Así pues, si el necio, majadero, modorro, mazacote tiene en común el saber poco, y sin hacer los distingos que el rigor exige, mando al interesado a las distinciones que hacía el poeta de Villanueva de los Infantes en la mentada obra, que yo me centraré en señalar la ignorancia de aquellos que insiste en el disparate continuado al que hacíamos referencia al inicio de este
De juicios, paradojas y apotegmas, este Humilde escrutinio del género ( y del número innumerable) de disparates interpretativos de su término, jurisdicción y municipio. Francisco Acuyo
modestísimo opúsculo.
                Dícese del género (latín: genus -eris) (griego: genos, gennao) que está referido al linaje, nacimiento, estirpe, clase…, y que grande variedad de palabras derivan –secundariamente-  del origen latino de la misma palabra, véase así descendientes del genus latino: congénere, congénito, primogénito… sin obviar las emparentadas con el verbo nacer (gnasci), que comparte la misma raíz indoeuropea gen (parir, engendrar…), y cuya acepción inicial no parece plantear ningún problema. La –iletrada- controversia se plantea cuando se confunde la noción gramatical de género con la de sexo, empeñados algunos -¿modorros?- en plantear significados imposibles a definiciones inexistentes en nuestra lengua. Véase la constante referencia a la violencia de ¿género?, por la agresión machista, doméstica o sencillamente la violencia contra las mujeres, y se acaba convirtiendo la injusta agresión a la mujer, en disparate lingüístico, por lo visto este cruel ensañamiento acaso es propio de los sustantivos, adjetivos…  que deben de andar a la gresca, si es que fuere verdad y concebible la violencia en las palabras o en los objetos designados por aquellas. Si bien no todas las lenguas conciben, conforman o configuran sus géneros entorno a una idea sexual, en español, el masculino y el femenino son los géneros de consuno aceptados por la gramática, al margen del neutro propio de ciertos adjetivos sustantivados. Es pues, este accidente gramatical en el que los nombres, adjetivos, artículos y pronombres pueden ser masculinos o femeninos,[2] el que acaba por desembocar más que un accidente en una catastrófica muestra de necedad muy apropiada al disparate, anejo a aquel tiempo bastardo y perdido[3] del modorro quevediano, empecinado en su terca arrogancia concordante con el saber poco en el que se funda el mayorazgo y blasón de este género  -epiceno- de merluzo, siendo a la sazón igualmente  reseñable en este punto tanto el merluzo como la merluzo.
De juicios, paradojas y apotegmas, este Humilde escrutinio del género ( y del número innumerable) de disparates interpretativos de su término, jurisdicción y municipio. Francisco Acuyo                Hasta tal grado la necedad suele ser contagiosa que puede llevar a asombrosas y nunca vistas consecuencias. Es el caso que las acepciones aceptadas por la RAE llevan a inauditas interpretaciones en su eminente compendio de nuestra lengua, diccionario ínclito que en ocasiones deja mucho que desear en tanto que parece más sujeto al reconocimiento de los usos y genealogía ideológica y políticamente -correcta- recomendadas que a la realidad lingüística de sus acepciones, así la tercera acepción: grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico. ¿Sería rigor exigible más rigor?, No obstante, este modesto exégeta no hace sino exponer una queja, creo que justificada, aunque serán los tribunos de la Real[4] -más atentos a los usos y abusos de grupos de presión ideológica y política que a lo que al origen y realidad lingüística de nuestro noble excepcional idioma- los que deben proponer con juicio las razones de sus académicas resoluciones en los diversos cometidos que presentársele hubieren. En cualquier caso, no es que estemos aceptando un neologismo (si es que no existiese otro término con el que expresar la idea o el concepto, que sin duda no es el caso), sino que aceptamos una intrusión analfabeta de un anglicismo que no casa en género en cuestión y torpemente aceptado proviene del inglés gender, cuya terminología –técnica- propia de las ciencias sociales alude al conjunto de características diferenciadas que cada sociedad asigna a hombres y mujeres. Este constructo foráneo y técnico –social- acaba incorporándose artificialmente al uso común de nuestra lengua para definir lo indefinible y confundir por modorra analogía o sinonimia semántica el género y el sexo.
            Líbreme la misma Vanidad que fue casada con su tío Descuídeme[5], para dar a luz a los vástagos, Aunque no queráis y a Galas,[6] de hacer una exposición tan limitada como esta que os propongo, para poner en duda ni por asomo los juicios que tuvieron a bien algunos Magistrados de la lengua en este punto, ni con mucho compararlos con aquel matrimonio aludido en el aquellas mujeres - casadas con su tío Descuídeme-  y tratando de gobernar a su maridos, son incapaces de gobernarse a sí mesmas. Amén, etceterá.



Francisco Acuyo






[1] Quevedo, F.: Genealogía de los modorros, Obras satíricas y festivas, editorial Libra, Madrid 1977, p.209.
[2] Moliner, M.: Diccionario del uso del español, Madrid, 1987, p. 1387.
[3] Quevedo, F.: p. 210.
[4] Por mucho que a partir de la 23 edición del Diccionario de la lengua lo acepte (en su sentido técnico, pues no hace más que confundir el uso estándar de sexo y el gramatical de género) y el mismísimo Diccionario Panhispánico de dudas.
[5] Quevedo, F.: p. 213.
[6] Ibidem.



De juicios, paradojas y apotegmas, este Humilde escrutinio del género ( y del número innumerable) de disparates interpretativos de su término, jurisdicción y municipio. Francisco Acuyo

viernes, 15 de abril de 2016

AMOR: UN GESTO QUE CAE

Amor: un gesto que cae, versos para la sección, Poema semanal, del blog Ancile, del libro Los principios del Tigre, 1997, 2012, 2ª edición aumentada.

Amor: un gesto que cae, Francisco Acuyo, Ancile

AMOR: UN GESTO QUE CAE


Einstein-Eddington



LUZ que cae del cielo a la memoria
sobre un lienzo de aromas sucedido,
color que los racimos del olvido
ofrecen como fruta promisoria.

En la estación del ser el astro ofrenda
la ceniza que esboza la distancia
con leve trazo si febril constancia,
e inscribe para el viento su leyenda.

Un bosquejo celeste sobre el lienzo
apenas del amor: ¡Cuánto ha subido
por escuchar la luz en el silencio,

y esta estrella que esplende disuasoria,
en cuántos sueños trazará el olvido
si se mira en la luz de su memoria!




Francisco Acuyo, Los principios del tigre, 1997, 2012, 2ª edición aumentada.




Amor: un gesto que cae, Francisco Acuyo, Ancile

martes, 12 de abril de 2016

DON QUIJOTE DESDE LA SABIDURÍA DE TOMÁS MORENO FERNÁNDEZ



Para la sección, Extractos críticos, del blog Ancile, nos complace traer el artículo publicado en el Diario Ideal de Granada (el jueves, 7 de abril de 2016, en las páginas de Opinión de dicho diario), con motivo de la publicación del libro, Don Quijote: de la utopía al mito, del profesor y filósofo Tomás Moreno Fernández, por el crítico y estudioso José Ignacio Fernández Dougnac, a la sazón miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada. Reseña de gran interés porque, pese a su lógica y necesaria brevedad para este medio de difusión, compendia magníficamente los parámetros de pensamiento y escritura de la obra, así como la talla humana de su autor, y todo ello conjuntamente de manera ejemplar.



Don Quijote desde la sabiduría de Tomás Moreno Fernández, Ancile




DON QUIJOTE DESDE LA SABIDURÍA 

DE TOMÁS MORENO FERNÁNDEZ



Don Quijote desde la sabiduría de Tomás Moreno Fernández, Ancile



Un libro es un objeto tan familiar, como extraño. Su valor no se mide por el formato ni por su número de páginas, sino por los perfiles que traza en el pensamiento del lector. Esto es algo tan obvio que hasta me ruboriza decla­rarlo. Pero en el caso de ‘Don Quijote: de la utopía al mito’, de Tomás Moreno Fernán­dez (Jizo Ediciones, 2015), se hace tan evi­dente que redobla tal afirmación. Catedrático jubilado de Filosofía en el Instituto ‘Pa­dre Manjón’, al autor le sucede lo mismo que a este magnífico libro. Su grandeza, más que en el andamiaje de un rico currículum, de­dicado a la enseñanza secundaria y univer­sitaria, está en sus adentros, en esa dimen­sión humana, valiosa y humilde, que sólo poseen los genuinos maestros, cuando, ade­más de conocimientos, imparten sin propo­nérselo dignidad.

Estructurado en seis capítulos, el texto va desentrañando con impecable coherencia el proceso utópico que emana del hidalgo y su milagrosa decantación hacia el mito. Desta­co un momento jugosísimo en el que el au­tor, basándose en el ardid cervantino de los papeles encontrados y con un inexcusable guiño borgiano, ofrece rendido homenaje a sus alumnos, sin los cuales él no hubiera sido lo que es. Pero este libro va más allá de ser un excelente ensayo literario, ya que nos hace reflexionar sobre asuntos tan palpitantes como la justicia social, la acción individual y colec­tiva, la noción de paraíso perdido como con­trapunto modificador de una realidad de hie­rro, o la lengua de Cervantes como vehículo de integración y cultura en Sudamérica.

El enorme atractivo de don Quijote reside en el hecho de estar instalado siempre den­tro del misterio. Es decir, situado en un espa­cio, irreal e impreciso, entre dos extremos: la locura y la sabiduría. Y digo bien, «sabiduría» en vez de «cordura», porque solo así se en­tienden, por ejemplo, los hermosos consejos que el caballero andante, con «voz reposada», da a Sancho, antes de que éste emprenda el gobierno de la ínsula Barataria (II, 62). Cual­quier persona, como acto cívico, debería le­erlos en domingo, antes de emprender la se­mana. Hace siglos que don Quijote no esti­mula la sonrisa sino una trémula emoción que nos conmueve hasta el momento de su muerte. La novela finaliza cuando acaba la locura del personaje y del mundo. La amar­ga ironía de Cervantes, su crítica del «retablo de las maravillas» que era la España de en­tonces no excluyen un profundo amor por sus criaturas narrativas, que es lo que, en gran medida, las sobredimensiona y las hace salir de las páginas impresas. Si el alcalaíno hu­biera escrito impulsado por el rencor, tan sólo habría dejado un universo acartonado y romo, hundido en su tiempo. Sólo así, como escri­bió Nabokov, «la parodia se ha hecho paran­gón», universalidad, mito.

Todo esto, y mucho más, es abordado con minuciosidad y clarividencia, con sosegada erudición por Tomás Moreno. Nunca cae en la plana divinización del objeto de estudio, lo que le lleva a desentrañar las dos lecturas, la reaccionaria y la progresista, del ideal qui­jotesco, para finalmente quedarse con la es­peranza «que alimenta una cierta lucecita de confianza en el hombre», con esa fuerza que nos hace perseguir la «utopía mil veces anhe­lada de la aspiración a la libertad, a la justicia, a la paz y al amor». Aquí se funda parte de la inmortal fascinación por el Quijote.

Tomás Moreno ha realizado, en suma, un acto de acción de gracias. En primer lugar, al «libro de los libros», que desde su infancia ha sido permanente compañero de viaje, y tam­bién a su maestro Nicolás Marín. Pero de ma­nera muy entrañable, a su padre, el escritor jienense y periodista Tomás Moreno Bravo, hombre de bien que hacía siempre agradable y reconfortante el aire de su alrededor. No acaba aquí la cosa, el año pasado Tomás Mo­reno Fernández nos brindó otra excelente publicación en la que recorre, con su especial sabiduría cervantina, los diversos arquetipos fatales de la mujer (Ediciones Dauro, 2015). Sin embargo, como diría un personaje de Billy Wilder, «esto es otra historia», otra mara­villosa historia.






José Ignacio Fernández Dougnac,

de la Academia de Buenas Letras de Granada






Don Quijote desde la sabiduría de Tomás Moreno Fernández, Ancile


viernes, 8 de abril de 2016

ANTE EL ESPEJO

Para la sección, Poema semanal del blog Ancile, traemos los versos titulados, Ante el espejo, del libro, Los principios del tigre, 1997, 2012 en 2ª edición aumentada.


Ante el espejo, Francisco Acuyo, Ancile



ANTE EL ESPEJO



Whitehead



SOBRE la lengua vibra aquel esbozo
de ternura, de abeja que desliza
en los labios la miel de la sonrisa,
de corola que alienta en su reposo

extenuada, de trémulo sollozo
que templa sobre el seno la camisa
henchido el torso al vuelo de la brisa,
y su aroma, si me habla licencioso.

La lluvia del sendero se apresura
a besar del jardín esclarecidos
pétalos que trascienden la espesura.

Algo celeste nos enfrenta acaso,
a un espejo de cálices unidos
en el ramo común de su rechazo.



Francisco Acuyo, Los principios del tigre, 1997, 2012 en 2ª edición aumentada.



Ante el espejo, Francisco Acuyo, Ancile


miércoles, 6 de abril de 2016

LA REALIDAD POÉTICA Y LOS LÍMITES DE LA RAZÓN Y DE LA MISMA CIENCIA

La realidad poética y los límites de la razón y de la misma ciencia, es una aproximación al lenguaje poético y su idiosincrática forma de percibir la realidad, para la sección, De juicios, paradojas y apotegmas, del blog Ancile.

La realidad poética y los límites de la razón y de la misma ciencia, Francisco Acuyo
De Michael Cheval



LA REALIDAD POÉTICA Y LOS LÍMITES 

DE LA RAZÓN Y DE LA MISMA CIENCIA






Los límites poéticos son los límites del tiempo, de la razón y de la misma ciencia. Ya lo anunciaba en otras muchas ocasiones, los límites de la ciencia son también los del lenguaje. Cuestión que ha de ponerse en evidencia porque los límites impuestos a la propia libertad de la palabra sobrevienen de lo que el ser, más allá de un realismo contractual, sea, si es que, como todo parece indicar, hay algo en vez de nada. El universo descrito balbucientemente por los científicos (y aún por los filósofos) necesita apropiarse de otra terminología liberadora mediante la que adecuar la complejidad del mundo y distinguir el ente del ser mismo[1]: la metáfora y las descripciones se hace camino al andar, y eso es la realidad ontológica de la poesía, su entidad incuestionable se basa en este presupuesto limitador de nuestros sentidos y de nuestra razón y que debe liberarse mediante la [2] más elemental, la poesía, y es que el ser es todo de lo que se puede decir de algo y que nos trae la interrogante leibziana del por qué hay algo en vez de nada. El signo poético en verdad tendrá mucho que decir al respecto, aunque no sea este el lugar  en el que nos explayaremos al respecto, aunque advertiremos con Eco que el lenguaje (y el poético particularmente) debe plantearse y estudiarse desde una óptica filogenética, pero también resulta imposible ignorarlo desde una visión ontológica.[3] Por eso la poesía se mueve en el primer límite u horizonte cognoscible mediante el que pretendemos entender el Algo que el ser es. El lenguaje verdaderamente poético es el que en su ejercicio expresivo nos hace caer en la cuenta de que el ser es aún antes de que hablemos de él, y este reconocimiento es que le hace emparentar con una suerte de entendimiento religioso que le hace analógicas son cada vez más frecuentes y necesarias para explicar la naturaleza y dinámica de la realidad. Por eso estos límites son, en virtud del discurso poético, la senda, el camino (recuérdese su acepción y etimología vista anteriormente) de reconocimiento de los caminos por explorar gracias a la razón –o sinrazón- poética. El camino machadiano toma aquí total sentido:trascender el conocimiento científico y filosófico, ya que su capacidad de aprehensión sobreviene no por una vía de reflexión o razonamiento, sino por una cuestión de asentimiento vital, no por un cuestionamiento lógico racional, en tanto que su naturaleza vive del ser y no establece dictamen al respecto, como el ave no constituye juicios sobre su ser aéreo que en vuelo la sostiene.

La realidad poética y los límites de la razón y de la misma ciencia, Francisco Acuyo
En no pocos poemas veremos cómo la poesía acaba siendo el ser que se muestra como un efecto del lenguaje[4] y que, no obstante, se distingue, con obviedad, de los onomata –designaciones fraudulentas o falsarias- parmenidianos, pues trata -mediante su lenguaje especial- de redimirse de la perturbación o enfermedad del discurso estandarizado, no en vano es la vía idónea para salir del bucle de la aporía aristotélica en la que el ser proporciona soporte a cualquier discurso, excepto a aquél que pretendiéramos mantener sobre el ser mismo. Y es que la analogía poética en realidad es una analogía del ser y no del lenguaje. El fenómeno poético es el puente entre el ente conocido  heideggeriano y el ser que habla y se revela nombrando mediante la oscuridad luminosa de la metáfora, de la metonimia, de la analogía, del oxímoron…y que nada tiene que ver con aquella platónica gnoseología inferior platónica.
En el ámbito poético podremos constatar especialmente cómo el ser pone los límites -de igual modo que los pondría a cualquiera humano que intentase volar por medios propios (no artificiales)-, mas, lo hará mediante los instrumentos que le son propios, como la metáfora, y provendrá de su condición de libertad exigida, que es siempre absoluta; mediante el reconocimiento de esos límites será además por los que reconozcamos que hay cosas indecibles y que la polisemia poética no hace sino (entre la angustia inevitable de estar arrojado a esta libertad) advertirnos que si no hay sentido obligatorio en el ser, sí que hay (cosas indecibles) sentidos prohibidos.[5]

Los límites del tiempo se vierten como el horion griego que, no obstante, pone cierto orden más acá de la poesía (o lo que es lo mismo, en el caos de las sensaciones). Las acepciones griegas cercanas horama, horais, horizo (vista, visión, horizonte) en poesía no son los horizontes geográficos o geométricos de la ciencia: el vasto dominio de la poesía ofrece la legítima y singular y genuina manera de conocimiento y acción donde los límites reales (perceptivo-cognitivos) son franqueables mediante la imaginación reveladora que acaba poniendo sobre la mesa del saber que los límites de nuestra prisión lógico-perceptiva nos revelan lo limitado de su conocimiento y, sobre todo, su capacidad de indagar, expresar y comunicar lo que hubiere más allá de sus límites. Este es el territorio de la poesía o, lo que es lo mismo, el de la creación pura, pero con la singularidad de que en modo alguno descarta el entrelazamiento del mundo sensorial anejo a lo físico y la estructura compleja de la realidad, porque, sin embargo, se encuentran íntimamente relacionados. En verdad ese ejercicio creativo imaginativo de la poiesis no hace sino mostrarnos su estrecho vínculo con lo que sea y es la Realidad. Acaso las nocivas doctrinas positivo instrumentalistas y relativistas[6] tuvieron mucho que ver en la negación de esta realidad última[7] hacia la que el conocimiento creativo avanza sin conocer límites, porque en verdad es ahí donde comienza el infinito.



Francisco Acuyo




[1] El Seiende y el Sein heidegeriano, la distinción entre el ente y el ser mismo.
[2] Primitivo en el sentido que su fenómeno puede considerarse protosemiótico en tanto que como acto lingüístico creativo da la salida (Peirce) para convertirse en signo.
[3] Eco, U.: Kant y el ornitorrinco, De bolsillo, Barcelona, 2013, p.27.
[4] Eco, U.: , p. 38
[5] Eco, U.: p. 75.
[6] Recordemos que nada tiene sentido –según el positivismo lógico- si no puede confirmarse empíricamente, o si, las predicciones funcionan, no tiene importancia el por qué nos han llevado a ellas –instrumentalismo-, y lo que es peor, no hay afirmaciones ciertas o falsas, su legitimación pasa por el momento cultural en el que se identifican, y de la que se deduce la negación de lo físico –del ser, frente a la nada- y del conocimiento deducible de aquel.
[7] Del ser que es, en lugar de la nada hacia la que, según estas visiones pacatas del mundo, inevitablemente somos transportados.



La realidad poética y los límites de la razón y de la misma ciencia, Francisco Acuyo

martes, 5 de abril de 2016

DE LA POESÍA Y LOS LÍMITES DEL SIGNIFICADO Y DEL SENTIDO

Para la sección, De juicios paradojas y apotegmas, del blog Ancile, De la poesía y los límites del significado y del sentido.



De la poesía y los límites del significado y del sentido, Francisco Acuyo


DE LA POESÍA Y LOS LÍMITES 

DEL SIGNIFICADO Y DEL SENTIDO 





Uno de los límites aducibles y deducibles de la poesía (género incluido de forma mayoritaria por los estudios literarios –que no certeramente- como de ficción) nos remonta a una problemática que sucede en la ciencias naturales, es el caso de las relaciones entre la física y las matemáticas, en tanto que la descripción –representación- de la realidad por parte de las matemáticas (como sucede con la poesía) puede conllevar serias dudas en su relación directa –física- con la realidad[1]. Este no es sólo un límite perceptivo, también es racional y va afectar inevitablemente a nuestra comprensión sobre nuestro concepto de la realidad.

Acaso sea la poesía (en su ejercicio creativo, de lectura y de comprensión) la que nos pone desde hace más tiempo en la tesitura de que no todo puede resolverse –y entenderse- de forma racional, y que aquellos aspectos irracionales que aparecen en su constructo no tienen por qué carecer de sentido,[2] de hecho, este factor irracional poético funciona como un supuesto liberador de la conciencia, no sólo para comprender la realidad profunda del mundo, sobre todo para entendernos a nosotros mismos hasta sus últimas consecuencias. La estructura de la realidad ofrece límites indiscutibles a nuestro entendimiento, la poesía vierte mecanismos (analógicos, metafóricos, sinestésicos…) para adentrarnos en la realidad última, física y metafísica, humana y de conciencia. No en vano el tiempo tiene tanta importancia en la poesía  esta dimensión es en realidad el límite, no es casualidad que incluso en matemáticas sea la única dimensión que se ofrece en forma de número entero, ya que con esta característica es como las leyes de la física conservan su consistencia interna.

El impulso de trasgredir los límites convencionales de la razón por el entendimiento poético tienen mucho que ver con cierta inclinación mágica o religiosa de comprensión del mundo, entendida esta no como sujeta a una confesión determinada, sino como una manera uniabarcadora de discernimiento del mundo. No en vano será desde este vasto domino desde donde las relaciones metafóricas, analógicas son más ricas y frecuentes, y la creatividad diríase más vívida y eficiente desde esta óptica integradora de la conciencia y el mundo.

Los límites del significado y del sentido son los límites del tiempo, de la razón y de la misma ciencia. Ya lo anunciaba en otras muchas ocasiones, los límites de la ciencia son también los del lenguaje. Cuestión que ha de ponerse en evidencia porque los límites impuestos a la propia libertad de la palabra sobrevienen de lo que el ser, más allá de un realismo contractual, sea, si es que, como todo parece indicar, hay algo en vez de nada. El universo descrito balbucientemente por los científicos (y aún por los filósofos) necesita apropiarse de otra terminología liberadora mediante la que adecuar la complejidad del mundo y distinguir el ente del ser mismo[3]: la metáfora y las descripciones analógicas son cada vez más frecuentes y necesarias para explicar la naturaleza y dinámica de la realidad. Por eso estos límites son, en virtud del discurso poético, la senda, el camino (recuérdese su acepción y etimología vista anteriormente) de reconocimiento de los caminos por explorar gracias a la razón –o sinrazón- poética. El camino machadiano toma aquí total sentido: se hace camino al andar, y eso es la realidad ontológica de la poesía, su entidad incuestionable se basa en este presupuesto limitador de nuestros sentidos y de nuestra razón y que debe liberarse mediante la lógica y el razonamiento poético que se basa y se nutre -desde una óptica semántica- del primitivo[4] más elemental, la poesía, y es que el ser es todo de lo que se puede decir de algo y que nos trae la interrogante leibziana del por qué hay algo en vez de nada. El signo poético en verdad tendrá mucho que decir al respecto, aunque no sea este el lugar  en el que nos explayaremos al respecto, aunque advertiremos con Eco que el lenguaje (y el poético particularmente) debe plantearse y estudiarse desde una óptica filogenética, pero también resulta imposible ignorarlo desde una visión ontológica.[5] Por eso la poesía se mueve en el primer límite u horizonte cognoscible mediante el que pretendemos entender el Algo que el ser es. El lenguaje verdaderamente poético es el que en su ejercicio expresivo nos hace caer en la cuenta de que el ser es aún antes de que hablemos de él, y este reconocimiento es que le hace emparentar con una suerte de entendimiento religioso que le hace trascender el conocimiento científico y filosófico, ya que su capacidad de aprehensión sobreviene no por una vía de reflexión o razonamiento, sino por una cuestión de asentimiento vital, no por un cuestionamiento lógico racional, en tanto que su naturaleza vive del ser y no establece dictamen al respecto, como el ave no constituye juicios sobre su ser aéreo que en vuelo la sostiene.




Francisco Acuyo




[1] Recuérdese como proverbial ejemplo la función de onda de la materia en la famosa ecuación de Schrödinguer, cuya versión modernizada reproducimos:
[2] De hecho, el supuestamente universo perfectamente racional de las matemáticas ofrecen paradojas que darán lugar a otras nuevas paradojas (Teorema de la incompletitud de Gödel).
[3] El Seiende y el Sein heidegeriano, la distinción entre el ente y el ser mismo.
[4] Primitivo en el sentido que su fenómeno puede considerarse protosemiótico en tanto que como acto lingüístico creativo da la salida (Peirce) para convertirse en signo.
[5] Eco, U.: Kant y el ornitorrinco, De bolsillo, Barcelona, 2013, p.27.




De la poesía y los límites del significado y del sentido, Francisco Acuyo

domingo, 3 de abril de 2016

GRANADA VISTAS DESDE SUS AZOTEAS, DE JUAN FRANCISCO NAVARRO

Para la sección, Fotografía, del blog Ancile, traemos como primicia el post titulado, Granada vista desde sus azoteas, extraído del libro de fotografías del artista Juan Francisco Navarro. Aprovechamos la ocasión para invitaros, a los que podáis y queráis asistir  a su presentación el día 4 de abril, a las 20:00 horas en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Granada.

Granada vista desde sus azoteas, Juan Francisco Navarro, Ancile



GRANADA VISTAS DESDE SUS AZOTEAS, 

DE JUAN FRANCISCO NAVARRO



Granada vista desde sus azoteas, Juan Francisco Navarro, Ancile




Visión singular desde las torres más altas y estratégicas de la ciudad, ofrecen estas instantáneas un panorama tan hermoso como estremecedor y sorprendente de Granada. El autor de un hito tan considerable es nuestro amigo y artista Juan Francisco Navarro, y el sitio donde aparecen estas admirables imágenes es este libro intitulado, Granada vista desde sus azoteas, bellísimamente editado por Entorno Gráfico Ediciones, al cuidado de las manos maestras de José Antonio Rodríguez, editor, impresor y tipógrafo excepcional que nos muestra en el esmero diligente mediante el que obtiene el resultado excepcional de esta publicación, hermosura real de una edición única resuelta en una impresión impecable.


Podrán encontrar reflejado -redactado- en sus páginas iniciales para la ocasión, el asombro de un arquitecto, la profesora catedrática de la Universidad de Granada en la Escuela Superior de Arquitectura, Elisa Valero; la fascinación de un maestro insigne y reconocido pintor como es, Diego Canca, y el pasmo no menos maravillado de quien les habla, Francisco Acuyo, humilde poeta, que vio en estas semblanzas fotográficas lo más granado de la imagen poética que nunca creo puedan ponderarse suficientemente para mayor gloria de nuestra ciudad de Granada.

Reproduzco para la ocasión unos párrafos de la introducción del libro para que se sitúen en la espectacular publicación que anunciamos; también el poema inspirado en alguna de sus extraordinarias fotografías.



Granada vista desde sus azoteas, Juan Francisco Navarro, Ancile




IMAGEN Y SEMBLANZA DE LA PALABRA POÉTICA,
A TENOR DE UNA INÉDITA GALERÍA DE ESTAMPAS FOTOGRÁFICAS.[1]

FRAGMENTO





[1] Miscelánea fotográfica intitulada, Granada desde las azoteas, de Juan Francisco Navarro.


[…] resulta inevitable dejar volar mi -ya veleidosa e inconstante- imaginación sobre lo que hubieran considerado los poetas y escritores (cada uno en su época), de haber gozado de la extraordinaria prerrogativa de esta visión y contemplación inaudita de la ciudad a ras de cielo, de rincones famosos -y de otros que pudieran no serlo tanto - desde esta rara pero excelsa perspectiva. Así, los nativos Ibn Al-Jatib, Diego Hurtado de Mendoza, Pedro Soto de Rojas, Ángel Ganivet, Federico García Lorca, Francisco Ayala, Elena Martín Vivaldi…, o los innumerables foráneos enamorados de la capital del Genil y del Darro, como el ya citado Luis de Góngora, Garcilaso de la Vega y Juan Boscán,  Pedro Espinosa, San Juan de la Cruz, Juan Ramón Jiménez… los cuales hubiesen quedado sin duda fascinados por esta insólita visión de la ciudad.
            Porque sería fácil andar mendigando sentencias de ilustres y relevantes nombres, innumerables y maravillosos versos, sustanciosas y cautivadoras fábulas de poetas muy diversos, reflexiones y tratados descriptivos e históricos altamente significativos, introspecciones y advertencias eruditas (a las cuales, de manera docta y avisada, acogerme para ponderar los lugares y las mismas extraordinarias imágenes que los recogen y, así, ponderar con criterio, si no experto, sí documentado, las excelencias de la ciudad y de las fotografías que ilustran el volumen que comentamos), no haré tal cosa. No lo haré aduciendo, entre otras razones más que justificables, el espíritu inquieto y la limitada aunque siempre entusiasta ciencia de quien suscribe estas líneas, impulsados ambos por la traviesa imaginación que caracteriza al dueño y señor de sus pocas virtudes y bastantes defectos, que no es otro que quien insiste en ponderar estas páginas, sobre todo, a fuer de que poco o nada acrecentaría al arte y ciencia de la fotografía (no digamos añadir nada a los ríos de tinta que han llenado mares de páginas sobre el carácter, historia y monumentalidad de nuestra noble e insigne ciudad). Pero sí quiero resaltar lo que a mi llano entender me parece algo del todo inédito, y se refiere a la condición, índole y originalidad de este selecto conjunto de imágenes que invisten tan genuinamente este título que presentamos: aquel visionar, otear y plasmar a ras de cielo, decíamos, el entorno y el paisaje únicos de la ciudad de la Alhambra. […]




Granada vista desde sus azoteas, Juan Francisco Navarro, Ancile




CATEDRAL: SEMBLANZA DE LA LUZ[1]



CATEDRAL



   LA luz esboza y la sombra
sobre el tiempo un retablo
que traza la eternidad
del infinito en su espacio.

   Allí, lapislázuli, éter,
aguamarina o cobalto;
índigo, neón, lavanda,
llenan  de azules el ámbito

   que un cielo en el horizonte
de la mole pétrea ingrávido,
los arcos triunfales alza
entre los ocres y blancos

   de las piedras y los mármoles,
cuyas luces en el plano
de los fuertes retranqueos
en estribos de los arcos

   sostienen y el hemisferio
de la luz, robusto, intacto;
allí donde de azucenas
la sombra hizo simulacro

   para beber de la luna
el elixir cinerario.
De entre la luz se escuchaba
y la sombra tenue un diálogo:


   […] las ménsulas, los triglifos,
las cartelas, los bucráneos;
las metopas, las cabezas
de león de los cimacios,

    entonces, su proporción
reflejan espejo y, abajo,
lo que arriba está, estructura
con mesura mayestático.[…]

    Desde las puertas del templo
se oye: Vivo y, sin embargo,
no vivo. Dios vive en mí.
E inmutable, en el espacio,

   el ángel de la distancia
vertical traza al pináculo
un arbotante de luz
en desenlace del arco.



                        Francisco Acuyo





[1] Poema inspirado en la fotografía de la Catedral.



Granada vista desde sus azoteas, Juan Francisco Navarro, Ancile










Vídeo promocional del libro.