martes, 12 de abril de 2016

DON QUIJOTE DESDE LA SABIDURÍA DE TOMÁS MORENO FERNÁNDEZ



Para la sección, Extractos críticos, del blog Ancile, nos complace traer el artículo publicado en el Diario Ideal de Granada (el jueves, 7 de abril de 2016, en las páginas de Opinión de dicho diario), con motivo de la publicación del libro, Don Quijote: de la utopía al mito, del profesor y filósofo Tomás Moreno Fernández, por el crítico y estudioso José Ignacio Fernández Dougnac, a la sazón miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada. Reseña de gran interés porque, pese a su lógica y necesaria brevedad para este medio de difusión, compendia magníficamente los parámetros de pensamiento y escritura de la obra, así como la talla humana de su autor, y todo ello conjuntamente de manera ejemplar.



Don Quijote desde la sabiduría de Tomás Moreno Fernández, Ancile




DON QUIJOTE DESDE LA SABIDURÍA 

DE TOMÁS MORENO FERNÁNDEZ



Don Quijote desde la sabiduría de Tomás Moreno Fernández, Ancile



Un libro es un objeto tan familiar, como extraño. Su valor no se mide por el formato ni por su número de páginas, sino por los perfiles que traza en el pensamiento del lector. Esto es algo tan obvio que hasta me ruboriza decla­rarlo. Pero en el caso de ‘Don Quijote: de la utopía al mito’, de Tomás Moreno Fernán­dez (Jizo Ediciones, 2015), se hace tan evi­dente que redobla tal afirmación. Catedrático jubilado de Filosofía en el Instituto ‘Pa­dre Manjón’, al autor le sucede lo mismo que a este magnífico libro. Su grandeza, más que en el andamiaje de un rico currículum, de­dicado a la enseñanza secundaria y univer­sitaria, está en sus adentros, en esa dimen­sión humana, valiosa y humilde, que sólo poseen los genuinos maestros, cuando, ade­más de conocimientos, imparten sin propo­nérselo dignidad.

Estructurado en seis capítulos, el texto va desentrañando con impecable coherencia el proceso utópico que emana del hidalgo y su milagrosa decantación hacia el mito. Desta­co un momento jugosísimo en el que el au­tor, basándose en el ardid cervantino de los papeles encontrados y con un inexcusable guiño borgiano, ofrece rendido homenaje a sus alumnos, sin los cuales él no hubiera sido lo que es. Pero este libro va más allá de ser un excelente ensayo literario, ya que nos hace reflexionar sobre asuntos tan palpitantes como la justicia social, la acción individual y colec­tiva, la noción de paraíso perdido como con­trapunto modificador de una realidad de hie­rro, o la lengua de Cervantes como vehículo de integración y cultura en Sudamérica.

El enorme atractivo de don Quijote reside en el hecho de estar instalado siempre den­tro del misterio. Es decir, situado en un espa­cio, irreal e impreciso, entre dos extremos: la locura y la sabiduría. Y digo bien, «sabiduría» en vez de «cordura», porque solo así se en­tienden, por ejemplo, los hermosos consejos que el caballero andante, con «voz reposada», da a Sancho, antes de que éste emprenda el gobierno de la ínsula Barataria (II, 62). Cual­quier persona, como acto cívico, debería le­erlos en domingo, antes de emprender la se­mana. Hace siglos que don Quijote no esti­mula la sonrisa sino una trémula emoción que nos conmueve hasta el momento de su muerte. La novela finaliza cuando acaba la locura del personaje y del mundo. La amar­ga ironía de Cervantes, su crítica del «retablo de las maravillas» que era la España de en­tonces no excluyen un profundo amor por sus criaturas narrativas, que es lo que, en gran medida, las sobredimensiona y las hace salir de las páginas impresas. Si el alcalaíno hu­biera escrito impulsado por el rencor, tan sólo habría dejado un universo acartonado y romo, hundido en su tiempo. Sólo así, como escri­bió Nabokov, «la parodia se ha hecho paran­gón», universalidad, mito.

Todo esto, y mucho más, es abordado con minuciosidad y clarividencia, con sosegada erudición por Tomás Moreno. Nunca cae en la plana divinización del objeto de estudio, lo que le lleva a desentrañar las dos lecturas, la reaccionaria y la progresista, del ideal qui­jotesco, para finalmente quedarse con la es­peranza «que alimenta una cierta lucecita de confianza en el hombre», con esa fuerza que nos hace perseguir la «utopía mil veces anhe­lada de la aspiración a la libertad, a la justicia, a la paz y al amor». Aquí se funda parte de la inmortal fascinación por el Quijote.

Tomás Moreno ha realizado, en suma, un acto de acción de gracias. En primer lugar, al «libro de los libros», que desde su infancia ha sido permanente compañero de viaje, y tam­bién a su maestro Nicolás Marín. Pero de ma­nera muy entrañable, a su padre, el escritor jienense y periodista Tomás Moreno Bravo, hombre de bien que hacía siempre agradable y reconfortante el aire de su alrededor. No acaba aquí la cosa, el año pasado Tomás Mo­reno Fernández nos brindó otra excelente publicación en la que recorre, con su especial sabiduría cervantina, los diversos arquetipos fatales de la mujer (Ediciones Dauro, 2015). Sin embargo, como diría un personaje de Billy Wilder, «esto es otra historia», otra mara­villosa historia.






José Ignacio Fernández Dougnac,

de la Academia de Buenas Letras de Granada






Don Quijote desde la sabiduría de Tomás Moreno Fernández, Ancile


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