sábado, 1 de julio de 2017

LA POESÍA Y EL INFINITO: ¿AL PRINCIPIO DEL FIN, O, AL FIN DEL PRINCIPIO?

Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos el post intitulado: La poesía y el infinito, ¿Al principio del fin, o, al fin del principio?


La poesía y el infinito, ¿Al principio del fin, o, al fin del principio?, Francisco Acuyo


LA POESÍA Y EL INFINITO: 

¿AL PRINCIPIO DEL FIN, O, AL FIN DEL PRINCIPIO?



La poesía y el infinito, ¿Al principio del fin, o, al fin del principio?, Francisco Acuyo





La imaginación del infinito cabe decir que no se reduce a un mero juego imaginativo (matemático o lógico). La lemniscata[1] (de lemniscus, cinta colgante) que describe las matemáticas del infinito, puede decirse que ha obsesionado por igual a filósofos, teólogos, artistas, escritores…  Las relaciones con el caos y lo indeterminado (el apeiron o lo ilimitado e indefinido como principio u origen, el –arché-  presocrático –de Anaximandro-), mantiene en muchos momentos inquietantes relaciones con aspectos reconocibles de nuestra realidad cotidiana: Aristóteles hablaba de la infinitud en las divisiones de las magnitudes, del tiempo… y, en matemáticas, es una idea importantísima que se contempla en relación a diversas parcelas de su importante disciplina,  los números enteros, por ejemplo. El infinito aristotélico[2] implica lo incompleto, lo fragmentario, enfrentado a la nada, en tanto que fuera de lo infinito es preciso que haya algo. Lo ilimitado es incompleto, y se muestra evidente en que solo es completo lo que tiene fin.
La poesía y el infinito, ¿Al principio del fin, o, al fin del principio?, Francisco Acuyo                A raíz de estas reflexiones indagaba yo pensando (en fin, con la limitaciones disciplinares y de conocimiento de poeta) en la extraordinaria fuerza expresiva –y poética- del romance –también susceptible de encontrase en el cancionero- tradicional(es), y todo ello en la característica fragmentariedad de tantos y singulares y sugerentes casos recogidos en nuestro rico acervo romancístico[3]. Fragmentariedad que implica un fin abierto, e incluso un incierto principio. A partir de aquí interrogaba lo siguiente: ¿El poema puede ser un fenómeno o un artefacto literario no reconocible dentro de los parámetros genéricos de nuestros estudios literarios, sobre todo a tenor de esa ruptura, por otra parte, seguida fielmente hasta nuestros días por grandes poetas (y aun con la supuesta la superación teórica de todos conocida en muchos aspectos argumentales), con la poética aristotélica y su noción de fábula y unidad de acción, que exige que su discurso sea entero, completo, con su principio, medio y fin [4] y por tanto sujeto al límite de dichos presupuestos. Mas ¿es ocasional ese carácter fragmentario en la poesía y reducible a unos casos muy concretos, como es el de los romances –reconocible también en nuestro cancionero tradicional-?

                Al margen de los estudios sobre géneros (abundantes y muy completos en algunos casos) señalando o clasificando a la poesía como un género especial, diríase que la infinitud  está no solo en la presunta fragmentariedad o final abierto o sin final, a veces incluso sin un  principio claro de referencia, tan importante para muchos poetas y estudiosos del fenómeno poético, puede parecer igualmente incompleto por no hallarse referencias claramente objetivadas y, por tanto, ajeno a alusiones  de origen o principio. Mas si seguimos indagando en otros aspectos también nos hace intuir que la poesía es una forma de expresión artístico lingüística harto especial, incluyendo el manejo desviado del lenguaje al uso común[5] y que también tiene su función expresiva -e impresiva, disculpen el extravagante apelativo, de la que hablaremos más adelante- y de la que dimos cuenta en algunos aspectos en otras ocasiones[6], al lector se le deja un margen de interpretación tan amplio que muy bien puede tener tantas interpretaciones como potenciales lectores.
                La poesía más genuina (según los más exigentes lectores e intérpretes, eximios poetas muchos de ellos, véase a Juan Ramón Jiménez), viene a tener su fuente más extraordinaria en la visión unitiva de los poetas místicos. Cuando San Juan de la Cruz decía: Su origen no lo sé, pues no lo tiene[7] […] acaso estaba ya planteando una singular y poética definición de infinito, si es que el infinito es posible atrás y delante de lo que es completo y limitado.
                Cuando Juan Ramón Jiménez distinguía la literatura[8] (como algo concluido, cerrado, perfecto) de la poesía, lo venía a hacer distinguiendo a esta última como expresión de lo inefable (es decir, inacabado, indeterminado, abierto siempre), lo cual nos está proyectando a la idea del infinito, cuya característica esencial, decíamos, es la de no realizarse definitivamente nunca. Rasgo este de capital importancia en cualquier caso para contrastar la naturaleza de la poesía en diferencia con otras artes de escritura, si es que en verdad la poesía es: la profundidad insondable, el sentimiento verdadero de lo que no tiene fondo[9]. Abundaremos sobre esta noción poética de infinito y su potencial parentesco con la idea filosófica y matemática de infinito, eso será en nuevas entradas de este blog Ancile.


Francisco Acuyo





[1] Símbolo introducido por  John Wallis y descrita por el matemático Jakob Bernoulli.
[2] Aristóteles: Física, Gredos, 2008.
[3] Menéndez Pidal, Ramón: Flor nueva de Romances viejos, Espasa Calpe, Madrid, 1985.
[4] Aristóteles:  Poética, Gredos, Madrid, 2010
[5] Jakobson, R.: Lingüística y Poética, Cátedra, Madrid 1981.
[6] Acuyo, F.: en Ancile; Roman Jakobson: Sobre lingüística y poética,: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2010/10/roman-jakobson-sobre-linguistica-y.html
[7] San Juan de la Cruz, Poesía,: Cantar del alma,  Monte Carmelo, Burgos, 1951.
[8] Jiménez, Juan Ramón  El trabajo gustoso, Aguilar, 1961, p. 39.
[9] Ibidem, p. 40.




La poesía y el infinito, ¿Al principio del fin, o, al fin del principio?, Francisco Acuyo

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