lunes, 4 de junio de 2018

DE LA SAGRADA VENERACIÓN DE LA MUJER A SU ESTIGMATIZACIÓN MORAL: PROUDHON Y SCHOPENHAUER



Para la sección, Microensayos, traemos el post que lleva por título: De la sagrada veneración de la mujer a su estigmatización moral: proudhon y Schopenhauer, del profesor y filósofo Tomás Moreno.

De la sagrada veneración de la mujer a su estigmatización moral: proudhon y Schopenhauer, Tomás Moreno




DE LA SAGRADA VENERACIÓN DE LA MUJER

 A SU ESTIGMATIZACIÓN MORAL:

 PROUDHON Y SCHOPENHAUER




De la sagrada veneración de la mujer a su estigmatización moral: proudhon y Schopenhauer, Tomás Moreno


 
Por su parte Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), uno de los primeros ideólogos del socialismo libertario, para quien lo que distingue al hombre del animal es precisamente la moral, se mostrará radicalmente antifeminista, al sostener que la mujer carece absolutamente de criterios éticos: “lo que ella concibe como bien y mal, no es exactamente lo mismo que el hombre concibe como bien y mal, de suerte que, respecto a nosotros, la mujer puede calificarse como un ser inmoral”[1].
            La mujer es maliciosa, hipócrita, nos viene a decir el pensador francés; es una bestia feroz que, aunque domesticada, se deja llevar de repente por su instinto. Entonces estalla “el genio egoísta, personal, imperioso, el carácter áspero, el corazón brutal, en una palabra, la ferocidad de la mujer. Ya lo hemos dicho: es una gata”[2]. La deshumanización y animalización de la mujer le lleva a sostener algo tan discriminatorio como estas palabras: “La mujer no es la mitad del género humano; esta
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expresión no puede ser más falsa. De donde se sigue que el derecho de la mujer en sus relaciones con el hombre no se rige por el principio de igualdad”[3].
            A los pensadores ya aludidos - idealistas alemanes, positivistas e ideólogos en general- se unirán pocos decenios después los literatos y filósofos misóginos epígonos del romanticismo que pretendían demostrar la inferioridad moral de las mujeres, asimilándolas a la idea del mal, como argumento a oponer a los movimientos de emancipación femenina que emergían con fuerza en la Europa finisecular. “Los filósofos alemanes -señala M. Perrot-, Schopenhauer, Nietzsche y Otto Weininger, están dispuestos a desarrollar una filosofía antifeminista, convencidos de que mantener las diferencias entre los sexos es una necesidad irrenunciable”[4].
            Para Arthur Schopenhauer (1788-1860), la diferencia femenina respecto al modelo de racionalidad masculina se presenta invariablemente como inferior biológica e intelectualmente y también moralmente[5]. El pensador de Danzig considera que la mujer une a la simulación el disimulo. Es el triste recurso al que echa mano a falta de razón. Tras enumerar las respectivas defensas de que disponen los distintos animales el león, el elefante, el jabalí e incluso la sepia, Schopenhauer termina diciendo que la mujer no tiene ninguna: “Para defenderse y protegerse, la naturaleza sólo ha dado a la mujer el disimulo; esta facultad suple a la fuerza que el hombre saca de sus miembros y de su razón”. Las mujeres no tienen inteligencia, equidad ni virtud, carecen de juicio e incluso les reprocha y atribuye -por su incapacidad para comprender principios generales- una falta del sentido de la justicia[6]:

“Las mismas actitudes nativas explican la conmiseración, la humanidad, la simpatía que las mujeres manifiestan por los desgraciados. Pero son inferiores a los hombres en todo lo que atañe a la equidad, a la rectitud y a la probidad escrupulosa. A causa de lo débil de su razón, todo lo que es de presente, visible e inmediato ejerce en ellas un imperio contra el cual no pueden prevalecer las abstracciones, las máximas establecidas, las resoluciones enérgicas, ni ninguna consideración de lo pasado a lo venidero, de lo lejano a lo ausente… Por eso la injusticia es el defecto capital de las naturalezas femeninas” (AMM, 92).
           
            Al estar confinadas en el presente sienten una frecuente “inclinación a la prodigalidad”, que a veces roza la demencia: “En el fondo de su corazón, las mujeres se imaginan que los hombres han
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venido al mundo para ganar dinero y las mujeres para gastarlo” (AMM, 91). Llega al extremo de recomendar que las mujeres no deberían heredar ningún patrimonio, porque únicamente son capaces de dilapidarlo[7]:

“Que la propiedad que los hombres adquieren con dificultad a costa de grandes esfuerzos y penalidades soportados durante largos años vaya a parar a manos de las mujeres, para que éstas, debido a su insensatez, se la gasten en poco tiempo o la dilapiden de la manera que sea, es un disparate tan grave como frecuente, al que se le debería poner coto limitando el derecho que tienen las mujeres a heredar. Considero que la solución más idónea sería disponer que las mujeres, ya fueran viudas o hijas, sólo pudiesen recibir como herencia una renta, respaldada de por vida mediante hipoteca; pero no, en cambio, bienes inmuebles o capital, a menos que carecieran de descendencia masculina” (ATM, 94-95).                       
           
            Incluso donde se les ha reconocido el derecho a heredar propiedades, como sucede en Europa, tendrían que volverse atrás, y ceñirse a esos modelos de sociedad –modelos orientales por supuesto- en los que las mujeres nunca son mujeres libres y cada una está bajo la vigilancia del padre, del marido, del hermano o del hijo.         Schopenhauer también atribuye a las mujeres una propensión a mentir y disimular, sobre todo ante el propio marido. La ley y el derecho, aclara, están al servicio de los intereses masculinos y no protegen para nada los femeninos; en esta situación social, las mujeres obran bien disimulando. Es decir, según nuestro misógino filósofo, es justificable que ellas acudan a la mentira y a otras astucias para hacer valer sus derechos, ya que las leyes de la sociedad no se los reconocen ni protegen. Además las considera  como agentes del mal y culpables de perpetuar el “horror del devenir”, en su rol de incitadoras de la voluntad de vivir. (Cont.).


TOMÁS MORENO



[1] P. J. Proudhon, De la Justice…, op. cit., p. 204. En realidad más que “inmoral” habría que utilizar el término “amoral”, más ajustado al sentido del texto citado.
[2] P. J. Proudhon, La Pornocratie ou les femmes dans les temps modernes, op. cit..
[3] P. J. Proudhon, Carnets, IV, op. cit.,  p. 12.
[4] M. Perrot, “Prefacio”, ‘Mi’ historia de las mujeres, op. cit., p. 17.
[5] Cf. Alicia H. Puleo, Cómo leer a Schopenhauer, Jucar, Madrid-Gijón, 1991.
[6] Llega a sostener que “la mera idea de una mujer en el cargo de juez provoca risa” (ATM, p. 105). Cuando ha pasado casi un siglo y medio queda manifiesta la capacidad predictiva del filósofo…
[7] En numerosas ocasiones Schopenhauer advierte de la prodigalidad y tendencia al despilfarro de las mujeres. Véase este texto: “Todas las mujeres, con escasas excepciones, son proclives al despilfarro. Por ello, todo patrimonio, exceptuando los rarísimos casos en que ellas mismas lo han adquirido, debería ser puesto a salvo de su irresponsabilidad” (ATM, 50). O este otro: “Las mujeres siempre creen en el fondo de su corazón que la misión del hombre es ganar dinero, mientras que la suya es gastarlo; gastarlo en vida del esposo, si ello fuera posible; pero al menos tras su muerte, en caso contrario. El hecho de que el hombre le entregue su sueldo para el mantenimiento del hogar la afianza en esta convicción” (Idem).





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