viernes, 8 de junio de 2018

SIGMUND FREUD Y LA GÉNESIS DE LOS VALORES MORALES: EL DÉBIL SUPER-YO FEMENINO


Bajo el título: Sigmund Freud y la génesis de los valores morales: el débil super-yo femenino, del profesor Tomás Moreno, para la sección, Microensayos, del blog Ancile.


Sigmund Freud y la génesis de los valores morales: el débil super-yo femenino, Tomás Moreno




SIGMUND FREUD Y LA GÉNESIS 

DE LOS VALORES MORALES:

 EL DÉBIL SUPER-YO FEMENINO



Sigmund Freud y la génesis de los valores morales: el débil super-yo femenino, Tomás Moreno



Tampoco Sigmund Freud es especialmente benévolo con las mujeres a la hora de evaluar sus cualidades éticas o sus comportamientos morales. A la hora de afrontar su concepción de la mujer y de la feminidad, desde el punto de vista de su psicología profunda, reconoce expresamente que si se quiere “conocer más acerca de la feminidad […] vuélvanse a los profetas o esperen hasta que la ciencia pueda darles una información más profunda y más coherente”[1] y que “de la vida sexual de la niña sabemos menos que la del niño. Pero no tenemos que avergonzarnos de esa diferencia pues también la vida sexual de la mujer adulta continúa siendo un continente oscuro para la psicología”[2]. Expresiones o calificaciones que –como señala Concepción Fernández Villanueva- connotan
Sigmund Freud y la génesis de los valores morales: el débil super-yo femenino, Tomás Moreno
valoraciones peyorativas o negativas sobre la intimidad más profunda del alma femenina, que asocian la mujer o bien a la oscuridad, en la que la ciencia no puede esclarecer nada, o bien al profetismo religioso o a la simple irracionalidad (característica esencial que Freud atribuía a los fenómenos religiosos)[3].
            Pese a todas esas dificultades de comprensión que para el análisis científico de su psique más profunda presenta la mujer, Freud encuentra un camino para acceder al enigma de la feminidad; y ese camino va a ser el que transitemos una vez asumida  la existencia del complejo edípico. Freud valora especialmente la importancia de la resolución del complejo de Edipo, tanto en el varón como en la mujer, para la génesis y formación de los valores éticos, resolución que comportará para la mujer un grado diferente -y acaso algo inferior- en la  asunción y aplicación de sus responsabilidades ético-morales al poseer un super-yo más débil que el del varón. Veamos la argumentación freudiana al respecto: el complejo de Edipo del niño (futuro varón) -en el que desea a su madre y quisiera apartar al padre, viendo en él un rival- se desarrolla naturalmente a partir de la fase de la sexualidad fálica. Bajo la impresión del peligro de perder el pene, el complejo de Edipo es abandonado, reprimido y, en el caso más normal, fundamentalmente destruido, siendo instaurado como heredero del mismo, un riguroso super-yo.
            Para Freud el super-yo se constituye, efectivamente, mediante la internacionalización de los valores morales cuando el individuo supera los deseos incestuosos hacia la madre. En la niña sucede casi lo contrario. El complejo de castración prepara el complejo edípico en lugar de destruirlo. La influencia de la envidia del pene aparta a la niña de la vinculación con la madre y la hace entrar en la situación del complejo de Edipo como en un puerto de salvación, como afirmará Freud. El heredero del complejo de Edipo es, para el varón, el super-yo, consistente, en lo fundamental, en una serie de reglas morales y sociales y en el llamado ideal del yo. Éste no es más que una imagen de lo que el yo aspira a ser determinado por los mandatos del poder paterno. En última instancia el lugar del falo: la posesión del pene y la prerrogativa paterna de ejecutar la castración.
Sigmund Freud y la génesis de los valores morales: el débil super-yo femenino, Tomás Moreno            Pero ¿qué ocurre, en cambio con la niña (la futura mujer)? Según Freud, al partir la niña de la constatación de no tener un pene, y, en consecuencia, al carecer del miedo a la castración existente en el niño,  en ella no hay una resolución definitiva del complejo Edípico, (etapa en la que anhela y desea un hijo del padre) al no sentirse impelida o motivada para superar dicho complejo. La niña permanece en él indefinidamente, y sólo tardía e incompletamente lo supera (por la maternidad: el tener un hijo es equivalente, según Freud, a recuperar el pene en la ecuación simbólica). En esta circunstancia la formación del super-yo tiene forzosamente que padecer: no puede alcanzar la robustez y la independencia que le confiere su valor cultural[4].
            Las consecuencias que Freud infiere de todo ello le llevan a sostener, con ciertas precauciones o vacilaciones, que la sexualidad femenina es pasiva y su inconsciente “maternal”, vinculado como parte a una totalidad (integrada por la prole o el conjunto familiar) y que, precisamente por carecer de un super-yo tan despótico o tiránico como el del varón, el nivel de lo ético  es muy distinto en la mujer y en el hombre:

“El super-yo nunca llega a ser en ella tan inexorable, tan impersonal, tan independiente de sus orígenes afectivos como exigimos que lo sea en el hombre. Ciertos rasgos caracteriológicos que los críticos de todos de todos los tiempos han echado en cara a la mujer –que tiene menor sentido de la justicia que el hombre, que es más reacia a someterse a las grandes necesidades de la vida, que es más propensa a dejarse guiar en sus juicios por los sentimientos de afecto y hostilidad-, todos ellos podrían ser fácilmente explicados por la distinta formación del super-yo […]”[5]. (Cont.)


TOMÁS MORENO





[1] Sigmund Freud, Introducción al Psicoanálisis, Alianza Editorial, Madrid, 1971, p. 135.
[2] Sigmund Freud, La cuestión del análisis profano. Esquema del Psicoanálisis y otros escritos, Alianza editorial, Madrid, 1974, p. 274.
[3] Concepción Fernández Villanueva, “La Mujer y la Psicología”, en M. Ángeles Durán (edit.), Liberación y utopía, Akal Universitaria, Madrid, 1982, p. 82 y ss.
[4] S. Freud, “La Feminidad”, en Obras completas, vol. II, trad. de Luis López Ballesteros y de Torres, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, pp. 839- 848, passim. Este planteamiento y resolución del complejo edípico en la mujer, según la cual la niña se percibe a sí misma como “vacía” y “carente de algo”, como castrada o condicionada por la envidia del pene justificaría, para  el psicoanálisis, su sentimiento de inferioridad y su mayor tendencia al masoquismo. Como nos recordara Celia Amorós (Feminismo y Filosofía, Síntesis, Madrid, 2000, p. 85) la psicoanalista americana Karen Horney llevará a cabo una auténtica inversión de esta supuesta “envidia del pene”  de la niña al contraponerla a la envidia de la maternidad que sentiría el niño y que le llevaría a la creatividad cultural como mecanismo compensatorio” de su incapacidad de gestar y parir hijos.
[5] S. Freud, “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”, en Obras completas, vol. III, trad. de Luis López Ballesteros y de Torres, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1967, pp. 490-491.



Sigmund Freud y la génesis de los valores morales: el débil super-yo femenino, Tomás Moreno

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