martes, 12 de febrero de 2019

CREATIVIDAD Y METALENGUAJE: LA CONCIENCIA DE LA NADA


Para la sección, Ciencia, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: Creatividad y metalenguaje: la conciencia de la nada.


Creatividad y metalenguaje: la conciencia de la nada. Francisco Acuyo



CREATIVIDAD  Y METALENGUAJE: 

LA CONCIENCIA DE LA NADA





Si lo nuevo es creación porque aporta inéditos, desconocidos significados o nunca vistas situaciones en donde fundamentar pensamientos o invenciones, ese valor de novedad que se despega de lo condicionado, ¿a qué responde, de dónde proviene? ¿Son productos estrictamente surgidos de los procesos mentales –inevitablemente condicionados por la experiencia vital o existencial?- O ¿acaso proceden de aquella nanidad consciente anunciada en capítulos anteriores y en virtud de ella alcanzan sustancialidad? En cualquier caso, aquellas generaciones nuevas de significados alcanzan el grado de creativos en virtud de los procesos de cada cual a la hora de dar o acreditar significado, y esto se lleva a cabo a través del lenguaje, o mejor del lenguaje que se sitúa más allá del lenguaje (procesos retóricos y poéticos) del mismo. Ese metalenguaje es al fin el que da medida y realidad autorreferencial , aunque esté situado fuera de la aparente dualidad del sujeto y el objeto. Este medio creativo es sin duda la poesía como metalenguaje es el que realiza la fase autorreferencial, pero también la que puede trascender y salir fuera de aquella.

                Sucede con la nada que nos lleva a detenernos sobre aquella reflexión de Einstein sobre la naturaleza de la realidad: Ni todo lo que existe puede ser demostrado, ni todo lo demostrado tiene por qué existir. Si deducimos de todo lo antedicho que el observador en realidad no puede separarse de lo observado, si es cierto que todo está integrado en todo, ¿cómo podemos separar, ni conceptual ni materialmente la nada? ¿Pudiera ser que esa nada fuese en realidad la fuerza de atracción que, in extremis, posibilita la realidad creativa del objeto? Esa singular sincronicidad (¿acausal?)  que deducimos de toda suerte de significados que extraemos de la nada (el vacío, la muerte, el sunyata…) ¿no será la forma perfecta de vincular aquello que denominábamos conciencia (y que otros sitúan en el plano trascendente como espíritu o inteligencia del universo) con el mundo de lo material y objeto de estudio positivo científico? ¿No puede ser esa nada ese plano donde el espacio y el tiempo medibles como estados de conciencia subjetiva, se expande sin tiempo ni espacio? ¿En virtud de esta reflexión, podemos decir que en verdad existe un eterno aquí y ahora? ¿Es la nada, el antagonista de la materia, la sombra de lo sustancial?

Creatividad y metalenguaje: la conciencia de la nada. Francisco Acuyo


                Podemos concluir de todo lo anteriormente reflexionado sobre la nada que, nada es lo que parece. De hecho, la nada en física (en ciencia) deduce que nada (valga la redundancia) está inmóvil (recordamos la noción de vacío cuántico anteriormente referida);[1] mas,  la cuestión es que, si bien la nada (como vacío) es el sitio del mundo, el mundo, el cosmos no parece que sea su sitio. Es así que, cuando constatamos que entre el núcleo de un átomo y sus electrones existe un vacío considerable, y que el mismo átomo está prácticamente vacío, no puede extrañarnos la afirmación del gran físico Max Planck que, tras haber dedicado su vida al estudio del mundo físico de lo más elemental (el ámbito de las partículas elementales), que, después de haber estudiado el átomo, te aseguro que no hay materia en sí.

                Así las cosas, si la física, como es harto referido en el dominio de sus estudios, obedece, necesita o se somete a la observación, limitada esta por la (constante y límite de la velocidad) luz, no es baladí conjeturar con más o menos acierto el papel que juega el concepto y realidad de la nada (vacío), si es que en ella (en él) se realiza el plano limitado y cuantificable de la materia que, no obstante, a nivel primordial (subatómico) solo es reconocible de manera probabilística[2], por lo que no es ninguna tontería preguntarse por los límites de esa nada que todo lo contiene y donde en su continente, supuestamente, todo se realiza. Acaso sea en este ámbito final (o de inicio) que es el vacío y la nada, desde donde podamos reflexionar de manera cierta de los límites de la ciencia y del conocimiento mismo, ya que lo que aprendemos de ella es que en modo alguno (bien lo saben los místicos) es desde donde mejor reconocemos la integridad del mundo, en la que inevitablemente nos incluimos, por lo que la única forma de entender será desde la distancia de lo original o final que es la nada y que nos absuelve de nuestra misma mirada, si es que eso es posible. Sería algo así como la respuesta a la superposición cuántica,[3] mediante la que podemos, probabilísticamente, saber lo que sucede a determinadas partículas materiales. Que estamos en la frontera misma del discurso científico es una realidad incontestable. Diríase que todo aquello que somos capaces de imaginar, idear, crear en definitiva pudiera hacerse tangible (de la nada) al plano material desde esa dimensión indescriptible, inefable, que explique la misma decoherencia cuántica[4] que posibilita el colapso de una probabilidad en una realidad sustancial.

                Si añadimos a todo lo expuesto anteriormente que, desde la óptica de lo más íntimo y minúsculo de la materia, las partículas se encuentran entrelazadas (lo que se denomina entrelazamiento cuántico)[5] muestran que aquellas tienen un extraordinario y extraño comportamiento en tanto que proceden como si perteneciesen a un todo da igual la distancia que las separe, no resultará extraño que esa singularidad pueda indagarse en un ámbito no del todo estrictamente material y que nosotros lo relacionemos con el vacío y la nada sobre los que hemos insistido tanto en estas reflexiones, y que por tanto, reconozcamos que comenzamos a movernos en un ámbito que desliza las competencias estrictamente  reconocidas por el método científico. En cualquier caso, abundaremos sobre este y otros aspectos de tan fascinante tema en próximas entradas.





Francisco Acuyo



[1] Es el estado cuántico con menor cantidad de energía posible.
[2] Recordamos la función de onda descrita por la famosa ecuación de Schrödinger, y que nos enseña que, si quieres identificar una partícula no lo puedes determinar, se puede conocer la probabilidad de su ubicación en un momento dado.
[3] Saber qué hace una partícula cuando no se la observa.
[4] Una partícula viene a conservar los efectos cuánticos siempre que no intercambie energía con cualquiera otro sistema, ya que en una interactuación exterior se acaban por perder todos los efectos cuánticos.                           
[5] Extraordinaria propiedad que fue señalada por Einstein, Podolsky y Rosen, y que fue expuesta como paradoja que contradecía la física cuántica y que, a la sazón, daba la razón a los teóricos de la mecánica cuántica, en tanto que en el mundo subatómico, las partículas entrelazadas no pueden ser tenidas sino como un sistema, en tanto que como partículas individuales no pueden tener ninguna consistencia, ya que todos los objetos están (extrañamente) entrelazados.



Creatividad y metalenguaje: la conciencia de la nada. Francisco Acuyo

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