lunes, 8 de abril de 2019

A VUELTAS CON LA NADA Y LA CONCIENCIA. CONCLUSIONES


Para la sección, Ciencia, del blog Ancile, concluimos con un par de post sobre la nada; este primero lleva por título: A vueltas con la nada y la conciencia.



A vueltas con la nada y la conciencia. Francisco Acuyo


A VUELTAS CON LA NADA

Y LA CONCIENCIA. CONCLUSIONES



MATERIA (universo), vida y conciencia acaso siguen siendo un gran enigma en su genealogía. Sobre todo si acudimos a una revisión de la nada, no sólo como concepto, sino como realidad a priori de lo que es ahora, cuestión que pone en clara evidencia las serias dificultades de la ciencia para explicar las interrogantes más fundamentales (y ¿sencillas?) de la propia existencia y de lo la conforma. Hasta las cuestiones más básicas, como es la naturaleza del aquí y del ahora, no parecen obtener una explicación lógica, ante todo porque lo que se obtiene de una supuesta explanación de todo ello (experimentalmente) es siempre una realidad paradójica. Esto último lo hemos aprendido de los estudios exhaustivos de lo más íntimo y fundamental de la materia (a través de la física cuántica).

                La dicotomía clásica (objeto y sujeto) de lo que la realidad sea, acaso ahora más que nunca antes en occidente es puesta en tela de juicio (no tanto en oriente). Todo parece indicar que aquello que denominamos realidad bien pudiera ser una mera ilusión que experimentamos como percepción de una realidad en la que las fronteras del que observa y lo observado se diluyen y que diríase que nos hablan de una única conciencia. La idea del tiempo es la ilusión de una conciencia propia, y es que lo que es (Parménides) es uno y su existencia es atemporal.

La nada es el ámbito (no el concepto) absoluto en cuya matriz espacio temporal se reflejan las formas y los movimientos que incesantemente cambian con la ilusión de la individualidad en derredor de ese espejo inmutable que es el ser de esa única conciencia inmutable.

A vueltas con la nada y la conciencia. Francisco Acuyo

La idea clásica (aristotélica y cartesiano newtoniana) de la componenda –mecánica-  del mundo como algo independiente de la mente ha sido (y es en la ciencia positiva) el indiscutible evangelio de la ciencia y los presupuestos filosófico positivos del pensamiento occidental en la actualidad. Hasta la aparición de la mecánica cuántica y sus extraños postulados que vendrán a poner en cuestión todo el edificio de su presupuesto milenario. La inclusión de la incertidumbre como como hecho integrado en la estructura de la realidad ha propuesto una óptica bien distinta de la materia, del universo, de la vida y de la misma conciencia.

El espacio y el tiempo pasan a  ser considerados instrumentalmente, como herramientas necesarias para la descripción (aparente) de la realidad. Que se comience a plantear la realidad como un hecho que no es nada (o lo que es lo mismo: es nada) a no ser que haya una conciencia que dé cuenta de cualquiera aproximación potencial que pueda existir en función de ese colapso –de materialidad y movimiento-   producido por la conciencia observadora.

La nada adquiere, según los antecedentes formulados anteriormente, carta de singular naturaleza unida estrechamente a la conciencia. El mundo cuántico y sus partículas que pueden simultáneamente existir y no existir al mismo tiempo y que se realizan en virtud del observador, proyectan una idea necesariamente capital para el entendimiento de la realidad o de lo que esta sea. El efecto de entrelazamiento cuántico (ya descrito en anteriores entradas), nos habla de una nada en la que potencialmente todo es posible y donde el espacio y el tiempo no tienen el más mínimo sentido.

En próximo post concluiremos esta conclusión sobre la nada y sus manifestaciones posibles a tenor de los procesos que realice esta singular conciencia de la que venimos hablando.


Francisco Acuyo



A vueltas con la nada y la conciencia. Francisco Acuyo


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