martes, 28 de mayo de 2019

UTOPIAS ENSAYADAS. EXPERIMENTOS UTÓPICOS


Iniciamos una nueva serie de post para la sección, Microensayos, del blog Ancile, esta vez dedicadas a la temática siempre interesante de las utopías, y todo bajo la batuta del filósofo Tomás Moreno. El primero de ellos lleva por título: Utopías ensayadas. Experimentos utópicos.

Utopías ensayadas. Experimentos utópicos. Tomás Moreno



UTOPIAS ENSAYADAS. 

EXPERIMENTOS UTÓPICOS



Utopías ensayadas. Experimentos utópicos. Tomás Moreno



En la larga la tradición de los que ensayaron nuevas formas de vida comunitaria o comunista[1] en lugar de limitarse a escribir, imaginar o especular acerca de ellas, es ineludible referirnos a lo que -si prescindimos de sus precedentes más antiguos, clásicos o helenístico-romanos y cristianos- pudiera considerarse como una de sus primeras realizaciones institucionalizadas el monaquismo medieval, que se prolongará en las sectas heréticas tanto del Medievo como del Renacimiento con sus intentos de llevar a la práctica proyectos o experiencias de vida religiosa o de establecer reinos teocráticos milenaristas, como nos demostrara Norman Cohn en una memorable investigación[2]. De las puestas en práctica en Europa por grupos y asociaciones protestantes, calvinistas, cuáqueras, y otras de índole reformista tal vez los intentos más destacados y conocidos fueron el de los Anabaptistas en Münster y el de la Ginebra de Calvino.
            Proliferaron, sobre todo, en América,  en el siglo XVII, como podemos constatar en los planificados experimentos de poner en práctica los modelos utópicos renacentistas en las nuevas tierras recién descubiertas del continente americano, como es el caso de las experiencias religioso-sociales de los “Hospitales-pueblo” de Vasco de Quiroga[3], obispo de Michoacan (México), en Santa Fe de la Laguna, hacia 1535, y las “Reducciones jesuíticas del Paraguay”[4], ambas llevadas a la práctica con desigual fortuna y duración. El caso concreto de las establecidas por los jesuitas españoles en el pueblo de los guaraníes para impedir la explotación colonialista y esclavista de los indígenas por parte de los amos/encomenderos es, sin duda, el. más significativo histórica y culturalmente: una especie de “república comunista-cristiana”.

Utopías ensayadas. Experimentos utópicos. Tomás Moreno

            El experimento (reactualizado por un célebre drama de Fritz Hochwälder y por un memorable film británico, The Misson de Richard Joffe y guión de Robert Bolt[5]) duró más de un siglo, entre 1612 y 1768. El sistema económico estaba fundado sobre el comunismo integral y sobre el trabajo obligatorio para todos. Las tierras, los edificios públicos, las casas, los instrumentos de trabajo, los productos del trabajo colectivo eran propiedad pública. No existía el dinero ni el comercio; los jefes de barrio recibían de los almacenes los bienes de consumo para la familia y los distribuían según las diversas necesidades. La disolución de la Compañía de Jesús en los estados españoles puso fin a las “Reducciones” comunistas del Paraguay. Semejante preocupación por la justicia guiará también al padre franciscano Jerónimo Mendieta al proponer en su Historia Eclesiástica Indiana (1585) “la Nueva Jerusalém” en territorio americano, donde los hombres puedan vivir “virtuosa y pacíficamente desterrando la opresión y la rapacidad de los conquistadores” y a  Juan de Zumárraga (Doctrina Breve, 1544) y a Fray Toribio de Benavente (Motolinía) que también trataron de establecer en el Nuevo Mundo comunidades cristianas presididas por la justicia y la igualdad, sin llegar a su concreta realización efectiva.  

             Y continuaron posteriormente a lo largo del siglo XIX en los Estados Unidos  teniendo su momento más álgido en las experiencias comunitarias realizadas por los socialistas utópicas, tales como, por ejemplo, las colonias o cooperativas de Owen en New Lanark, Harmonía (Indiana) y Orbiston;  los Falansterios de Fourier, primero en Versalles, y , más tarde, también en América (la de “Brook Farm”); las comunidades Icarianas basadas en la  novela de Etienne Cabet “Icaria” (1840), quien en 1847 intentó establecer su particular Icaria en Nauvoo (Illinois), y finalmente inspiradas por Enfantin y los Saint-Simonianos por tierras europeas y americanas a imitación también de esta famosa novela[6].

            Todas ellas, en opinión de J. Bilbao, comunas autárquicas que establecían la propiedad colectiva: “Hijas de la Revolución Industrial, se organizaban en torno a fábricas, buscando un espacio geométrico y puramente racional”. Pero a pesar de tanta armonía luego sus habitantes no estaban tan cohesionados como sería deseable, les faltaba un objetivo común, un compromiso espiritual con la comunidad. Otros experimentos sociales se configuraron o agruparon por afinidades étnicas o religiosas (Comunidad Amana, Hermanos Hutteritas, Shakers, Rappistas, Moravianos etc.) que cohesionaban a sus miembros presentándoles un objetivo común de índole espiritual o religioso como fue el caso también de las comunidades amish, judías, mormonas  y otras de semejante procedencia[7].


            Es cierto que la duración del casi centenar de experiencias y asentamientos utópicos
Utopías ensayadas. Experimentos utópicos. Tomás Moreno
comunitarios americanos fue muy desigual: desde unos pocos años hasta varios decenios. Pero de todos ellos el que  más éxito tuvo fue el de la Comunidad de Oneida, en el Estado de Nueva York, junto a Utica, que duró treinta y dos años (de 1847 a 1879), conservando siempre su base colectivista original. Su jefe, John Humphrey Noyes, fundador de la secta de los perfeccionistas, fue con mucho la personalidad más extraordinaria producida por este movimiento en América. La secta que en un principio se basaba en una especie de comunismo bíblico, trató de organizarse atendiendo a una muy peculiar consigna: ‘el nuevo mandamiento es que nos amemos los unos a los otros, pero no por parejas, sino en masa’. La cosa acabó en desastre, claro, con su fundador huyendo tras ser acusado de violación[8]. En 1960, renació de sus cenizas en USA una nueva comunidad utópica inspirada en Oneida, denominada Twin Oaks. Todas estas sociedades tenían en común unos principios esenciales: renuncia a la violencia y a la fuerza, abolición de la propiedad privada, del consumismo y de la tecnología.

            Refiriéndose concretamente a los Estados Unidos, la socióloga R. M. Kanter[9] ha examinado una muestra de una treintena de comunidades de tipo utópico de los Estados Unidos llegando a la conclusión de que sólo unas nueve comunas tuvieron un cierto éxito  (su duración superó los veinticinco años) frente a unas veintiuna que fracasaron, sin llegar a buen término (es decir, que duraron poco). Toda esa tradición llegará incluso hasta siglo xx con proyectos de comunidades utópicas -también de inspiración comunista, socialista o anarquista- tales como las múltiples comunas ácratas o anarquistas ensayadas a lo largo de los siglos XIX y XX, los koljoses soviéticos, las comunas chinas, las cooperativas y Kibbutz israelíes que llevan en sí también el influjo de la utopía. Sin olvidar los proyectos comunalistas (anarco-rural-primitivistas)  de hippies[10] en la década de los sesenta o aquellos otros de los rebeldes universitarios de la contracultura americana (Berkeley) o berlinesa (experiencia de la KI y K 2 de Berlín) durante los años 66-67 y el mayo francés del 68. A título de ejemplo, resulta particularmente interesante, como nos recuerda Javier Bilbao, referirnos a una de esas experiencias, la fundada por el artista Otto Muehl en la localidad austriaca de Friedrichshof. En su comuna -con ciertos aspectos comunes a la de los perfeccionistas, antes aludidos- pretendían crear un paraíso basado en la liberación sexual, aunque para empezar ya impusieron varias restricciones: se prohibían las relaciones de pareja, las relaciones homosexuales y los celos. Cada día sus miembros debían mantener relaciones sexuales con quien quisieran, siempre que no repitieran con la persona del día anterior[11].

Utopías ensayadas. Experimentos utópicos. Tomás Moreno                ¿Cuál fue la consecuencia de este libre mercado de la carne sin las restricciones de la monogamia?, se pregunta J. Bilbao. Y responde, a renglón seguido, que no todo el mundo es igual de atractivo, de manera que inmediatamente pasó a crearse una rígida jerarquía sexual. Los más deseados tenían entonces más poder y por encima de todos ellos, Otto. “La consecuencia de ello es que podía elegir, tenía un poder ilimitado, de manera que optó por las más jóvenes y adquirió un singular interés por ‘el derecho a la primera noche’, es decir, desvirgar a adolescentes. Finalmente las autoridades austríacas acabaron acusándolo de pederastia y violación y fue condenado a siete años de cárcel y su comunidad disuelta. Lo que comenzó prometiendo ser un paraíso sexual terminó desembocando, como vemos, en algo bastante sórdido”[12].

La influencia de la ciudad de la justicia moreana llega incluso a afectar al hinduismo: Auroville, surgida en 1968 en la India siguiendo las enseñanzas de Shri Aurobindo, es también un nuevo testimonio de la presencia de la utopía. Y aunque no estrictamente tipificables como utópicas, no debemos pasar por alto ni olvidar, finalmente, las tristemente célebres sectas fundamentalistas, apocalípticas y mesiánico-milenaristas del último tercio del siglo XX, Sectas del ocaso como las ha denominado el filósofo español Félix Duque (que muy pronto degeneraron en comunas, asentamientos grupales o formas de vida comunitaria con desviaciones eróticas, de autoinmolación seudorreligiosa e incluso hiperterroristas), como la californiana del Templo del Pueblo de Jim Jones, en la Guayana (1978), la del Solar Temple en Suiza y Quebec (1994), la de los Davidianos de David Karesch  en Wako, Texas (1984) o, finalmente, la Aum Shirikyo del Japón (1995), que perpetraron suicidios y matanzas imbuidas de un sentimiento de redención suicida absolutamente demencial[1]. De todas estas experiencias utópicas iremos tratando en sucesivos post.

TOMÁS MORENO









[1] Nos referimos evidentemente a micro-utopías y no a los grandes proyectos de ingeniería social utópica y totalitaria que han asolado de destrucción e inhumanidad amplios territorios de Europa y Asia   y causado millones de muertes a lo largo de todo el siglo XX: tanto en los Gulag soviéticos, los Lager o campos de exterminio nazi, los de reeducación Maoísta del Gran Salto Adelante y la hambruna subsiguiente, como  en los de Pol Pot y los jemeres rojos en Camboya, con su eliminación de la vida urbana y la reclusión de  ingentes cantidades de personas en granjas colectivas hasta alcanzar su total regeneración a la búsqueda de su alucinada “Utopía Total” (Cf. Jonathan Glover Humanidad e Inhumanidad. Una Historia moral del siglo XX, Cátedra, Madrid, 2001, pp. 327-497).  
[2] Norman Cohn, En pos del milenio. Revolucionarios, milenaristas y anarquistas místicos de la Edad Media, Barral editores, Barcelona, 1972. Sobre su presencia y continuidad en nuestro tiempo véanse: Tomas Moreno “De la utopía al milenarismo”, en  Ángel Valencia y Fernando Fernández Llebrez, La teoría política frente a los problemas del siglo XXI. Manuales de Ciencias políticas y sociología,  Universidad de Granada, 2004, pp. 201-210 y John Gray, Misa negra. La religión apocalíptica y la muerte de la utopía, Paidós, Barcelona, 2008.
[3] Cf. Vasco de Quiroga, Información en derecho (1535) en  La utopía en América, edición de Paz Serrano Acosta,  Historia 16, Madrid, 1992
[4] Cf. Tentación de la Utopía. La República de los jesuitas en el Paraguay, prólogo de Augusto Roa Bastos, Tusquets, Barcelona, 1992.
[5] Fritz Hochwälder, El cielo en la tierra: El sagrado experimento, edit. Mensajero, Bilbao 1997. La película citada se estrenó en 1986 y obtuvo la Palma de Oro a la mejor película en Cannes en ese mismo año.
[6] En efecto, el Nuevo Mundo ofrecía tierras donde establecerse y organizarse a un número muy elevado de movimientos religiosos libertarios europeos, así como a grupos de seguidores de las ideas político-económicas de los socialistas utópicos. Durante el periodo comprendido entre 1800 y 1900 hubo en EEUU cerca de cien comunidades utópicas. A partir de la década de los 60, ya en el siglo XX, desde Nueva Inglaterra hasta California, más de dos mil nuevas comunas se han establecido y realizado en esa área geográfica, prolongando así esa tradición secular.  Cf. H. Infelds, Utopía y experimento, Buenos Aires, 1959; Liselotte Ungers y O. M. Ungers, Comunas en el nuevo mundo (1750-1971), Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1978 y Yona Fiedman, Utopías realizables, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1978.
[7] Javier Bilbao, “En qué sociedad utópica se viviría mejor”, Jot Down, 04, 214, El País.
[8] Ibid. Sobre Oneida, J. H. Noyes, y las sectas icarianas véanse: J. Bilbao, “Las grietas de la perfección”, Jot Down, 11, 2012; Edmund Wilson,  Hacia la estación de Finlandia, Alianza Editorial, Madrid, 1972,  pp. 133-138, y el epígrafe “Estados Unidos como el ‘Paraíso de lo posible’. Realización de la utopía”, en  Carmen Iglesias, Razón, sentimiento y utopía, Galaxia Gutenberg, 2006, pp.440-446..
[9] R. M. Kanter, Commitment and community- Communes and utopías in sociological perspective, Harvard University Press, Cambridge 1972.
[10] Según J. Bilbao “Ya que hablamos de hippies no podemos terminar sin aludir al clásico Imagine, de John Lennon. De esa sociedad descrita en la canción —aparte del comentario sarcástico que hizo Elvis Costello sobre un millonario soñando con que la propiedad no existiera—, uno sospecha que podría estar muy bien vivir allí… siempre y cuando todos fuéramos John Lennon” (loc. cit.). Sobre las comunas hippies y contraculturales véanse Stuart Hall, Los hippies: una contra-cultura, Cuadernos Anagrama, Barcelona, 1970; Keith Melvillde, Las comunas en la contracultura. Origen, teorías y estilos de vida, Kairós, Barcelona, 1975 y Josep Mª  Carandell, Las Comunas. Alternativa a la familia, Cuadernos ínfimos, Tusquets editores, Barcelona, 1972.
[11] Javier Bilbao, loc. cit.
[12] Ibid.
[13] Cf. Félix Duque, Filosofía para el fin de los tiempos. Tecnología y Apocalipsis, Madrid, Akal, 2000, pp. 220--234.


Utopías ensayadas. Experimentos utópicos. Tomás Moreno


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