martes, 29 de septiembre de 2020

LA PÁGINA EN BLANCO

 Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, editamos un nuevo post bajo el título: La página en blanco. Se trata de un fragmento de un capítulo del mismo título que integrará una nueva publicación de quien las suscribe, y de la que daremos buena cuenta en su momento.



La página en blanco. Francisco Acuyo



LA PÁGINA EN BLANCO

 

 

nada... y nada no más se ha convertido;
¿y quién la nada en algo convirtiera?

 

Rosalía de Castro

 

A la luna y el sol: ¡no hay nada adentro!

 

José Martí

 

De la nada, Señor, me habéis sacado
a nuevo ser, […]

 

Lope de Vega

 

Nada. La página en blanco. Y palabras virtuales pueblan, no obstante, insistentemente de la nada sobre el papel no escrito lo nunca visto y antes sustanciado. ¿Qué nos dice el dios de los filósofos de la nada? ¿Qué el Dios, de cuyo concepto formal adquieren fundamento las perplejidades del don de la  fe viva y su ortodoxia doctrinal? ¿Qué el hombre estricto, riguroso de la ciencia positiva ante la infinitud que ahuecan los espacios siderales y aún los entresijos más íntimos del  microcosmos?  ¿No infiere un agravio profundo a la razón y a la experiencia material misma esa página en blanco en el mundo que es la nada?

                La nada es de desconocido  linaje, de acreditada oscuridad y rareza reconocida, y todo esto no siendo más que nada; causa ha sido de no pocas  controversias y muchas y profundas reflexiones que, todavía ahora se suceden no siendo vista ni oída aquella, la nada insisto, jamás. Es pues el vacío de la nada el dominio donde las explicaciones suelen quebrar de sutiles, pero no por eso dejaremos nosotros de indagar y averiguar, si fuere posible, otros aspectos y sutilezas pertenecientes a la explanación de este extravagante relato.

                Sé muy bien, y las posteriores páginas de la crónica informe de que constan los venideros capítulos sobre la nada darán cuenta de ello, que su estudio y cavilación fue por momentos mal agradecido y peor pagado para cualquiera lógica que propusiese en razón de ser coherente con ella misma. Hablar de la nada es el inquirir imposible con la paradoja, cuando no atender con juicios cabales a la discordancia continua. Entrar en su territorio es dar la razón al filósofo en cuanto que el algo no existe con mayor medida que la nada,[1] y la contradicción es cosa hecha. Todo juicio, toda razón, toda

La página en blanco. Francisco Acuyo

lógica será impedimento para su penetración e inteligencia. El veneno de su incoherencia no parece probable que pueda la razón aderezarlo. ¿De dónde proviene el ultraje a cualquiera juicio testimoniable que quiera con el uso del mismo  aprehenderlo? La infidelidad a la lógica aparecerá tan manifiesta, que se la sospecha de su realidad se tornará en incertidumbre, y todos los preparativos de coherencia, trastornados.

                Es el caso que cuando la ciencia quiere indagar el hondo vacío de la nada, es donde se manifiesta acaso con más contundencia la denuncia de que la ciencia, como empresa humana, está (o debiera estar) al servicio de algo más que de la ciencia misma, pues admite (más tácita que expresamente) la necesidad de una óptica de la vacuidad para dar coherencia a presupuestos fundamentales de sectores de la ciencia importantísimos,[2] para dar sentido al constructo metodológico de la propia ciencia. Son en los límites de la disciplina científica donde la incertidumbre nos muestra y habla de una necesidad extra-científica, en tanto que los fundamentos positivos de la ciencia parecen perder aquí su necesidad, utilidad y significado.

                El mundo y la conciencia ante la nada parecen exigir para su comprensión la imagen de un banquete legendario y mitológico donde solo son posibles los platos más raros e inauditos. Pero, he aquí, exótica sorpresa, que la nada a la intuición ofrece un nunca visto y oído propósito para prestar más curiosidad a su armonía, y todo aunque de la razón fuese tantas veces seguro desconcierto, que parece no cederá nunca un ápice en su dinámica de contradicción.



Francisco Acuyo



[1] Demócrito

[2] Desde el tomismo filosófico hasta la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica, donde adquiere el vacío de la nada carta de muy particular naturaleza, como se verá en los próximos capítulos de este brevísimo tratado.



La página en blanco. Francisco Acuyo


jueves, 24 de septiembre de 2020

LAS PLAGAS Y LAS EPIDEMIAS EN LA BIBLIA

 Traemos una nueva entrada para la sección Apuntes Histórico teológicos del blog Ancile, de la mano de nuestro colaborador y amigo Alfredo Arrebola, bajo el título: Las plagas y las epidemias en la biblia.



Las plagas y las epidemias en la biblia. Alfredo Arrebola


           LAS  PLAGAS  Y  LAS EPIDEMIAS EN LA  BIBLIA

 

 

                                              

 

      El famoso teólogo, filósofo - el exfranciscano Leonardo Boff (1938) – y reconocido defensor de los derechos humanos, nos ha dejado escrito que “… desde que el Hijo de Dios asumió en Jesús nuestra humanidad, asumió también una parte de la Tierra y de los elementos del universo. Por tanto, estos fueron ya divinizados y eternizados. Jamás serán ya blanco de amenazas, aunque  nosotros sí podemos serlo. Nos consuelan las palabras bíblicas que nos dicen que Dios es el  soberano amante de la vida (Sab 11,25), cfr. “Francisco de   Roma y Francisco de  Asís ¿Una nueva primavera en la Iglesia”, pág. 19 ( Madrid, 2013).

   Ahora bien, Dios, para cuantos no sólo lo niegan ni les interesa su existencia, ama siempre todo lo     que un día creó. No se olvida de ninguna criatura nacida de su corazón. Por eso, hay que confiar, de manera especial los “cristianos creyentes”, en que El protegerá a nuestra querida Madre Tierra  y, además, garantizará el futuro de la vida que  es - ¡cómo no! - el futuro de todos nosotros. Estoy plenamente convencido de  que la  vida triunfa porque Dios -¡Vae incredulis! - está vivo y nos ha enviado a Jesús que dijo haber venido “para traer vida y vida en abundancia”, nos dice san  Juan.

   La Organización Mundial de la Salud ha calificado el COVID-19 como una pandemia, una nomenclatura “al alcance” de muy pocas enfermedades que invita a reflexionar acerca de otras grandes pandemias de la historia de la humanidad. Y es  que  este coronavirus, históricamente analizado, no es algo nuevo, si bien es el primer gran virus en el siglo XXI en aparecer sin  cura inmediata.

Las plagas y las epidemias en la biblia.

En la mente de cualquier persona, medianamente culta, está viva la idea  de que, a lo largo de la historia, muchas han sido las pandemias que han asolado a la humanidad, llevándose por delante millones de  afectados, con la peculiaridad de que todos los avances de los  que  disponemos, en la  actualidad, hace siglos no existían: lo que  supone, sin la menor duda, un riesgo mucho mayor para  toda la  población  mundial.

     Conforme a las enseñanzas de la “Lumen Gentium”  (33)  (C. Vaticano II, 1962 – 1965), yo, cristiano “por la fe y la razón”, estoy llamado a procurar el crecimiento de la Iglesia y su perenne santificación con todas mis fuerzas, idea que se desarrolla  en  el “Decreto sobre el apostolado de los seglares” (Apostolicam actuositatem, 18/11/1965). He aquí, pues, el sentido y finalidad de estas sencillas “reflexiones filosófico-teológicas” mías y, por otra parte, sabiendo que la “Historia” nos ha dado a conocer las terribles pestes, plagas y epidemias  que ha sufrido la humanidad. Como también sabemos que algunos santos perdieron su vida debido a la atención que prestaron a las víctimas de otras pestes y pandemias, hecho que honra a la Iglesia católica, odiada  por fanáticos, vengativos, ignorantes  y embaucadores políticos. Escribo sin miedo, pero con fundamento “in re”.

   Es cierto: un virus inesperado – así nos lo han dicho – ha generado una pandemia, nombre de origen griego, de dimensiones planetarias. El universo entero está sometido a su fuerte poder. Es normal, pues, que todos nos preguntemos el porqué de este feroz azote. Y es razonable, asimismo, saber  qué dice la Sagrada Escritura (Biblia) acerca de la peste, plagas y pandemias....

   La Historia – no menos la   Arqueología – nos enseña que alrededor del siglo XII a.C, la tierra  de Israel padeció graves crisis climáticas y políticas, que llevaron al colapso del sistema urbano de  Canaán. Muchas ciudades fueron destruidas o abandonadas por sus habitantes. Y en forma gradual, afirma el arqueólogo Dani Herman, llenaron el vacío las tribus de Israel, pero al mismo tiempo en la franja costera del sur se asentó un grupo de inmigrantes griegos, a quienes la Biblia da el nombre de “filisteos”.  La Biblia nos cuenta  la campaña en la que los filisteos derrotan a los israelitas. Ante la derrota, el  sacerdote Helí  sugiere sacar el Arca de la Alianza, que entonces estaba en Silo, y llevarla  al  campo  de batalla, como leemos en 1Samuel 4,3.

 Pese a que los israelitas tenían la moral alta, el resultado de la batalla fue el mismo: una      terrible derrota de los israelitas. Además, el Arca de la Alianza cayó en manos de los filisteos. Hay autores que defienden que los filisteos fueron castigados con una terrible plaga de hemorroides. Los filisteos, desolados por esta plaga se dieron prisa en deshacerse del Arca de la  Alianza, que  fue trasladada
Las plagas y las epidemias en la biblia.

primero a la ciudad filistea de Ekrón. Y fabricado un carro a sus dimensiones, el Arca  se envió al “camino de Bet-Semes, sin apartarse a  derecha ni  a izquierda (1S 6,12). El  Arca vuelve a manos de los israelitas, celebrando el acto con gran alegría y sacrificio de animales (1S 6,13).  Pero más tarde, un ángel de Yahvé golpeó a los habitantes de la ciudad. “Entonces  hizo Dios morir a 70 hombres de Bet -Semes porque habían mirado dentro del arca de Jehová. El pueblo hizo gran duelo por haberlos herido Yahvé con tan gran plaga”  (1S 6,1).

   La Sagrada Escritura (Biblia) nos hace ver que las pestes, plagas y todo tipo de males no son más que fiel cumplimiento de la voluntad de Yahvé, que quiere castigar los comportamientos erróneos del hombre. Es fácil recordar que la peste fue la quinta plaga de Egipto. Dios desea liberar a su pueblo de  aquella esclavitud a la que estaba sometido. Moisés, en nombre de Dios, transmite al faraón la orden recibida : “Deja marchar a mi pueblo para que me rinda culto, pues si te niegas a dejarlo marchar y lo sigues reteniendo, la mano del Señor golpeará a tus ganados del campo – los     caballos, los asnos, los camellos, las vacas y las ovejas – con una peste terrible”(Ex 9, 1). El relato nos informa  que, a pesar de esta profecía, “el corazón del faraón se endureció y no dejó ir al pueblo” (Ex 9,7).

  Asimismo, la Biblia  nos muestra cómo el pueblo de Israel , según el salmista, se mostró  rebelde en su travesía por el desierto, sin acordarse de que Dios no había salvado a los   egipcios de la muerte y había entregado sus vidas a la peste, tal como lo desarrolla el salmo 78 (Vg 77). Sabemos también que en la Ley muchas veces se encarga a los padres que recuerden a sus hijos las antiguas maravillas de Dios a favor de Israel, para excitar en ellos sentimientos de gratitud y fidelidad (Ex 12,26; 13, 8; Dt 4, 9). No obstante sabemos  que la peste  no sólo había de afectar a los enemigos de Israel. Desde Cadés  Barnea, en el desierto de Farán, Moisés envió a doce hombres – uno por cada  tribu – a explorar la tierra de Canaán. De los doce exploradores, sólo Josué y Caleb intentaban de suscitar confianza en el Señor.

   Cuando la revuelta se transformó en amenaza de muerte para aquellos profetas de la esperanza, dijo el Señor a Moisés: “¿Hasta cuándo me va a rechazar este pueblo? ¿Hasta  cuándo van  a desconfiar de mí, con los  signos  que he hecho entre ellos?  Voy a herirle  de mortandad y a  hacer de tí una gran nación, más grande y más fuerte que ellos” ( Núm 14, 11-12). Sin  embargo, la intercesión de Moisés logró que Yhavé no llevara a cabo su propósito: “Los perdono – díjole  a Moisés – según me lo pides” (Núm 14,20).   

 Y no menos  nos enseña la Biblia, una y otra vez, que se le recuerda al pueblo que si escucha la voz del Señor y cumple sus preceptos, recibirá bendiciones. Pero si no la escucha, será  maldito y  el Señor hará  que se le pegue la peste y las enfermedades hasta consumirlo y destruirlo, como claramente  lo narra el Deuteronomio: “Yahvé te herirá con las úlceras de Egipto, con almorranas, con sarna, con tiña, de que no curarás. Yahvé te herirá de locura, de ceguera y de delirio” (Dt 28,27-28).

   No debe, pues, extrañarnos que Salomón implore a Dios que escuche las plegarias que su pueblo  dirija hacia el templo , “cuando haya en la tierra hambre o pestilencia, o tizón, añublo, langosta o pulgón; y cuando el enemigo asedie a tu pueblo en su tierra, en sus ciudades; cuando haya enfermedades y plagas de cualquier clase; si todo tu pueblo, Israel, reconociendo la llaga de su corazón y alzando las manos hacia este lugar, te hiciere oraciones y súplicas, óyelas desde los cielos, desde el lugar de tu morada, y perdona” (1Re 8, 37-39; 2Cró 6,28).

Alfredo Arrebola

Septiembre 2020

                                                                                                      (Continuará)                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 

Las plagas y las epidemias en la biblia. Alfredo Arrebola