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jueves, 26 de noviembre de 2015

EL ÁNGEL DE LA CIENCIA

Para la sección,  Poema semanal, del blog Ancile, ofrecemos la composición titulada, El ángel de la ciencia, del libro, Los principios del tigre, 1997, y 2012 en segunda edición aumentada.


Enlace a la Web Ancile




El ángel de la ciencia, Francisco Acuyo, Ancile




EL ÁNGEL DE LA CIENCIA



El ángel de la ciencia, Francisco Acuyo, Ancile





Del ángel soy naufragio de la ciencia
EL sueño de la realidad presencia
las luces de un bosquejo
que en el silencio inscribe la conciencia.

A través del espejo,
no luz ni sombra pero amor seguro,
la soledad contempla la candente
similitud que templa en su conjuro.

¿Quién soy sino el mismo mensajero
que interroga a los dioses
dudando a los mortales la respuesta?

Una cuerda de tiempo sostenida
tensa en la luz la sombra del arquero
cuya flecha fugaz tendrá salida
en la eterna quietud de su ballesta.





Francisco Acuyo, Los principios del tigre, 1997, 2012 segunda edición aumentada






El ángel de la ciencia, Francisco Acuyo, Ancile

domingo, 22 de noviembre de 2015

LA FILOSOFÍA COMO FORMALIZACIÓN CULTURAL, 3ª ENTREGA SOBRE "LA NECESIDAD DE LA FILOSOFÍA", DEL PROFESOR TOMÁS MORENO

Entrega tercera del trabajo, Necesidad de la filosofía, titulada, La filosofía como formalización cultural, del profesor y filósofo Tomás Moreno, para la sección Microensayos del blog Ancile.



La filosofía como formalización cultural, Tomás Moreno




LA FILOSOFÍA COMO FORMALIZACIÓN CULTURAL

NECESIDAD DE LA FILOSOFÍA (3)





La filosofía como formalización cultural, Tomás Moreno

 



IV. La Filosofía como formalización cultural

Las aportaciones que este nuevo nivel de conocimiento o de formalización cultural del mundo –no otra cosa es la filosofía- traerá consigo, pueden sintetizarse en las siguientes:
            1ª Una desmitificación y desacralización del Cosmos, de la Naturaleza:
La Naturaleza se desacraliza; el cosmos natural y las cosas del mundo no están ya gobernadas por fuerzas mágicas, numinosas, sagradas; ni por seres divinos sobrenaturales, sino por causas, leyes, normas, principios, regularidades de carácter físico‑natural e impersonales. Ya no se hablará, pues, de entidades divinas, sobrehumanas, impersonales que rijan nuestro destino (Hado, Moira, Ananké) sino de causas y efectos; sustancias y accidentes; de “arjés”: principios físico‑naturales constitutivos de la realidad (materia, energía, espacio, tiempo; átomos, vacío, etc.). Precisamente es la búsqueda de esos principios constitutivos de lo real (“arjés”) lo que separa el pensamiento filosófico del pensamiento mítico, y a lo que Ortega y Gasset y otros muchos filósofos, darán en llamar Racionalidad crítica.
            Los fenómenos físicos no dependen ya, pues, de la arbitraria voluntad de los dioses, sino de principios o mecanismos intrínsecos a la naturaleza, de determinaciones fijas rectoras de los fenómenos. Y en consecuencia, los hombres mismos podrán “controlar” esos fenómenos mediante el conocimiento de las determinaciones, regularidades o leyes que los rigen. En lugar de acudir a actos‑ritos
La filosofía como formalización cultural, Tomás Moreno
mágico‑apotropáicos propiciadores del bien, conjuradores del mal, para ganarse la benevolencia de esas entidades sobrenaturales, confiarán, si están enfermos, en la Medicina (saber empírico‑natural) y no en esos conjuros, rituales mágicos; ni en sacrificios propiciatorios ni algún tipo de oraciones.
            2ª El descubrimiento de una Normatividad Ético‑política:
El hombre abandona el sentido mágico‑totalitario de la vida. Se siente ya responsable de su propia vida y de su conducta. Es libre. Su logos puede dar sentido y dirección ético‑política a su existencia individual y a su existencia político‑comunitaria.
            Desde una cultura catártico‑soteriológica (típicamente oriental), en la que el hombre está apesadumbrado por normas y fuerzas cósmicas trascendentes al hombre (Moira, Ananké, Némesis), se pasa a otra de carácter Ético‑lógico‑secular en la que se siente urgido por la responsabilidad de su elección libre y racional.
            En efecto, en las ‘sociedades cerradas’, sacralizadas, como la griega de los siglos anteriores, prevalece la acción prescriptiva: el individuo no elige su destino, sino que es elegido por los dioses o la tradición; en las ‘sociedades abiertas’ ‑ como la que contempla la aparición de la filosofía ‑ ocurre lo contrario: es el individuo quien tiene que elegir ante una amplia gama de alternativas y de dudas; la acción electiva se impone, entonces, a la prescriptiva.
            3ª Descubrimiento de la Estructura racional de la realidad (o de la “Naturaleza” como “Kosmos”):
Ahora ya la Naturaleza se concibe como un Kosmos (orden); el mundo puede comprenderse; todo acontece “katá logos”, según la razón. Todo es “catalogable”, ordenable, lógico, comprensible. A través de la experiencia y la observación controladas, el hombre puede descubrir y explicar las propiedades de cada ser a partir de sus manifestaciones observables (los fenómenos). La ciencia es posible: los Presocráticos serán los encargados de expresar sus “Modelos explicativos de la Physis”, inaugurando, de esta manera, el procedimiento propio de la ciencia, consistente en: a) formulación de hipótesis‑conjeturas; b) críticas y refutaciones y c) propuesta de nuevas hipótesis‑conjeturas y así indefinidamente.
            4ª Progresiva Formalización y Racionalización del Lenguaje: El lenguaje va elevándose progresivamente desde lo concreto y perceptual a lo más abstracto y conceptual. La concepción  mágico ritual del lenguaje (“nómina sunt númina”), en el que la verdad depende de la fidelidad de la palabra‑discurso al rito o al mythos originario y de la autoridad del agente del discurso, es desplazada por una concepción semántica del mismo, en el que la “verdad” (“alétheia”) se fundamenta por su adecuación o referencia a la cosa misma. La verdad no residiría ya más en lo que era el discurso o en la fiabilidad de quien lo emitía, sino en lo que éste decía. Se incluyen además en el lenguaje filosófico términos, palabras propias o específicas de la jerga tecnológica: de la ingeniería, de la arquitectura, de la construcción naval etc.
            Pero incluso hubo algo más: hubo una nueva conceptualización del saber. Con esta transformación mental y cultural dejaba de creerse en la posibilidad de un tipo de saber garantizado por una instancia superior al hombre (los dioses) y sólo accesible a través de oráculos, poetas, adivinos, únicos capacitados para predecir la voluntad de los mismos. El depositario de este saber regalo de los dioses es el “sophós”.             Por entenderse ahora el saber como una simple “aspiración” (amor, philia),
La filosofía como formalización cultural, Tomás Moreno
como una actividad perpetua de continua búsqueda y ahondamiento,  el “sophós tiene que dejar paso al  “philósophos”; y como a este nadie garantiza su verdad, su primera pregunta, su primera ocupación, será la pregunta por la verdad. La filosofía será entonces no la ciencia que se posee sino “la ciencia que se busca” (en famosa expresión de Aristóteles).
            La conclusión a la que podemos llegar después de todo este excurso es la de que Grecia, la cultura urbana de la Ciudad‑Estado, es la matriz de la racionalidad filosófica occidental, una forma de conocimiento que, originariamente, sólo se da en Grecia.

V. El origen conjunto de la Filosofía, de la transformación Urbana y de la revolución Espiritual
Dice F. Chatelet, en su “Historia de las Ideologías”, que “la filosofía es hija de la ciudad y de la democracia”; que la filosofía es un fenómeno específicamente urbano, que no puede explicarse al margen de lo que significa este fenómeno cultural (podría decirse, incluso, que ambas se auto-exigen y retroalimentan). Esta misma correspondencia ha sido destacada por J.P.Vernant, en un capítulo (“La Formación del pensamiento positivo en la Grecia arcaica”) de su obra “Mito y pensamiento en la Grecia antigua” en el que escribe:

“La solidaridad que constatamos entre el nacimiento del filósofo y el advenimiento del ciudadano no es para sorprendernos. La ciudad realiza, en efecto, sobre el plan de las formas sociales, esta separación de la naturaleza y de la sociedad que implica, en el plano de las formas mentales, el ejercicio de un pensamiento racional. Con la ciudad, el orden político se ha desligado de la organización cósmica; aparece como una institución humana que constituye el objeto de una búsqueda inquieta, de una discusión apasionada”.

            Por la misma razón que el orden natural, por la existencia de la filosofía, ha devenido “physis” investigable y comprensible lógicamente, el orden social deviene humano y se presta a una elaboración racional también por ello mismo. La transformación mental que introduce la filosofía no se marca menos en el pensamiento político griego que en el pensamiento cosmológico. Subraya así J. P. Vernant la
La filosofía como formalización cultural, Tomás Moreno
concordancia sorprendente entre estos dos modelos de pensamiento: el modelo cosmológico, que regula la ordenación del universo físico entre los primeros filósofos de Jonia ‑siendo en Anaximandro donde aparece con mayor claridad ‑ y el modelo político, que preside la organización de la ciudad y que encuentra en la “politeia clisténica” su expresión más  acabada.
            Gordon Childe, por su parte,  en su obra “Los orígenes de la Civilización”,  destaca el hecho, sorprendente y significativo, de que la aparición de los más grandes movimientos culturales y espirituales de la historia de la Humanidad va a tener lugar en el momento de consolidación y madurez de las culturas urbanas -tanto occidentales como orientales-,  proceso que se iniciará en el Mediterráneo oriental hacia el 4.000 a. C. En efecto, entre los siglos VII y V a. C. (entre los años 630 al 500 a de C.) se produce una extraordinaria revolución o conmoción cultural y espiritual de enorme trascendencia para posterior historia de las civilizaciones; una revolución Cultural que, como hemos señalado, no se circunscribe únicamente a la cuenca del Mediterráneo Oriental (Grecia) sino que se extiende por todo el próximo y lejano Oriente. Durante ese período van a surgir, casi simultáneamente:
            En Grecia la Tragedia y la Filosofía (con Tales de Mileto en el 630 a. C.); en China, Lao‑Tse y Confucio (551‑479) quienes predican sus caminos de liberación, ya sea a través del Taoísmo, doctrina antirritualista, espiritualista, personalizadora que trata de alcanzar la identificación o unión mística con el Tao, eliminando el “desorden cósmico”, ya mediante el Confucianismo (510), que tratará de alcanzar una armonía ética‑social y política, superadora del “desorden socio‑político” en el que el homre chino vive inmerso.
            En la India, coinciden la iluminación de Buda (560) -que apesadumbrado por la existencia del dolor y de la ignorancia, trata de liberar al hombre de la cadena de la existencia, rompiendo con la tradición Brahmánica, ritualista, de los Vedas- con las reflexiones sapienciales de los Upanishads (una especie de comentarios filosóficos a los Vedas) y también con el mensaje de renuncia ascética y de no violencia de Vardhamana Mahavira (Jina), el Jainismo, una doctrina que predica la interiorización, el ascetismo más radical y una extrema no violencia (sólo existen dos sustancias: la sustancia viva, las almas, que son activas, y la sustancia  inerte, la materia, que penetra en plantas, animales y hombres).
            Asimismo, en la Persia de Zoroastro (latinizado en Zaratustra), hacia el 600 a. C., el profeta de la verdad enuncia su revelación en su libro sagrado, el Zend‑Avesta,: un mensaje ético‑soteriológico de
La filosofía como formalización cultural, Tomás Moreno
Ahura Mazda que trata de superar el mal, la materia, la mentira; de carácter también antirritualista. Para Zoroastro la historia de la humanidad es el centro de una historia cósmica en donde luchan dos grandes fuerzas, las del del Bien y las del Mal. En Israel (587, la cautividad de Babilonia) surgen por entonces una importante Literatura Sapiencial (Job, Eclesiastés o Qohelet), en donde el hombre hebreo reflexiona sobre el dolor, el trabajo, la injusticia, el mal y el destino, esto es acerca de la “condición humana”; y una implacable y liberadora Literatura Profética (Josías, Jeremías, Ezequiel, Amós, Miqueas, Isaías), con una profunda carga moralizante, que predica un Dios justo, remunerador y universalista (no particularista), sin magias sacrificiales sino con una moralización del sacrificio, interiorizándolo. En Roma, finalmente (hacia el 500 a. C) Numa Pompilio instituirá la religión oficial Romana.         .
            Esta homotaxialidad temporal, esta simultaneidad o coincidencia[1], en la eclosión de semejante revolución filosófica, política, cultural y espiritual dio pie a Karl Jaspers, en su profunda y singular obra “Origen y meta de la Historia”, para acuñar la expresión de “Tiempo‑Eje”, para referirse a una especie de periodo vertebrador  y cenital en la historia del espíritu humano. Con esta expresión el filósofo germano quiso significar esa enorme mutación o metamorfosis cultural que acabamos de referir y que comportó: 1º) una radical conversión ética hacia la interiorización y moralización del hombre; 2º) la emergencia de la individualidad y de la personalidad humana, de la responsabilidad personal; 3º) el autodescubrimiento en el hombre, de su autoconciencia.
            Las categorías culturales, espirituales, que en ese momento se crean siguen siendo válidas para el hombre de nuestro tiempo; categorías que se resumen y concretan en estas tres grandes corrientes de pensamiento y espiritualidad: a) el Racionalismo filosófico‑científico griego; b) la Liberación ultrarracional y mística Oriental (hindú, taoísta, budista); c) y el Mensaje de salvación mesiánico-religioso y  soteriológico‑profético judío. Filósofos, ascetas‑místicos, reformadores religiosos, profetas etc. Protagonizarán desde entonces la historia del humano espíritu.
            Pues bien, no es gratuito ni inoportuno formularnos la siguiente pregunta: ¿Por qué la Filosofía ‑ese tipo especial de saber ‑ sólo surge en Grecia y no en China, India, Persia o en el Méjico de Moctezuma II?, ¿qué factores o circunstancias hicieron posible que la Filosofía naciese en Grecia y no en cualquier otra Civilización? A responder a estos interrogantes ello dedicaremos algunos micro-ensayos más         (Continuará).


                                                                                                 Tomás Moreno




[1] Esta simultaneidad puede explicarse por un mecanismo de difusión cultural que avanzó en dirección Oeste‑Este, tal vez siguiendo la ruta de expansión de la utilización del hierro forjado (según la tesis de Gordon Childe, en “Los orígenes de la Civilización”). Según J.D. Bernal, en su “Historia social de la Ciencia”, ésta coincidencia fue consecuencia de una transformación económica motivada por el tránsito de una civilización basada en el bronce a otra basada en el hierro. Representaría la superestructura ideológica legitimadora y justificadora de un nuevo modo de producción social, de un cambio en la infraestructura económica. Examinar todas estas interpretaciones además de otras de índole menos sociológica o materialista, nos llevaría más tiempo y espacio del que disponemos. Quede para otro momento.



La filosofía como formalización cultural, Tomás Moreno

lunes, 16 de noviembre de 2015

DEL ELOGIO DE LA DECEPCIÓN

De la conferencia (y lectura) celebrada en la sede de el Centro artístico. literario y científico de Granada, traemos para una nueva sección del blog Ancile intitulada, Lecturas y conferencias, la intervención en este emblemático lugar de Granada llevaba por título: Del elogio de la decepción.


Del Elogio de la Decepción, Conferencia, Francisco Acuyo




DEL ELOGIO DE LA DECEPCIÓN
(Conferencia)




Del Elogio de la Decepción, Conferencia, Francisco Acuyo




            Hablar de la faceta reflexiva, intelectual o humildemente filosófica de este poeta que suscribe estas aproximaciones a, Elogio de la decepción, no puede entenderse en modo alguno desarraigada de la vocación que conforma e inunda su entendimiento del mundo y de sí mismo fuera del ámbito de la poesía. Acaso porque fundamentalmente mi concepto, idea, entendimiento de la poesía es mucho más que literario. La poesía imbuye el mundo de la creación (artística o no) y se circunscribe en mi tránsito existencial como una forma de vida y de discernimiento, penetración o comprensión del mundo y de la conciencia, si es que ambos conforman la realidad de lo que percibimos así como lo que no alcanzamos a advertir mediante los sentidos. A partir de esta premisa singular podremos hablar de este Elogio de la decepción.[1]
            La amistad, el amor, la verdad, la trascendencia y la belleza serían los pilares temáticos sobre los cuales se construye el edificio reflexivo de este libro, mas tengan muy presente que el material sobre el que se edificó fue, es y será el de la poesía, sea cual fuere el material del que están hechos los sueños que propician o aspira a obtener consistencia en virtud de la belleza.
            Desde el pórtico iniciático del libro se expone de manera capital el vigor, la fuerza, la pujanza, la energía que puede aportar el sufrimiento, y en este caso en forma de decepción, desengaño o desenmascaramiento del embeleco, del engaño, de la mentira de la falsa apariencia, y todo para advertir la verdad, no solo de los hechos, de las personas, sobre todo la verdad de lo que en esta vida es auténtico. Por eso decía:

 Ya sabes que la base que vertebra el concepto y sustancia misma de la amistad es, sin duda para mí, la memoria y entendimiento de la decepción. Reclamo, pues, no más que la acepción (sentido) no vulgar del término, en el cual se eximirá referencia al embargo de amargura y desengaño, si en este concepto veo ajustada la etimología de aquel significado al que me acojo sin objeciones ni reparos: la deceptio (el engaño), el cual nos lleva al pleno reconocimiento de lo que, con falsedad, tenemos por verdadero, y la disposición genuina de cualquiera compromiso ético (y aún estético) que aspire a la verdad. Así, la decepción trae, una vez dilucidada en su engaño, aún con el dolor que muchas veces comporta, el grato encuentro con lo que, taimada o pertinazmente, cegaba nuestra capacidad de entendimiento, para así, con la claridad debida, atender y entender lo que se estima (y nos estima) liberal y justa y solidariamente.[2]
            Así las cosas, veremos desfilar aquellos presupuestos temáticos en estas páginas bajo el signo creativo que supone cada uno de ellos al abrigo de la poesía como impulso creativo, lo que es decir de vida. Así la amistad, por ejemplo, es traída en este título de diversas formas; dice en la página 16:

 No hará falta incidir sobre mi claro convencimiento y fe (muy razonable, no obstante), de lo vital e imprescindible de aquella alteridad sublime que el amigo verdadero representa, si a su vez este inspira el sentimiento de solidaridad universal que a todos, en el fondo, nos convoca. Esta comunidad (despierta como Epicuro señalaría con tanto acierto), es la única que garantiza algún futuro (nada utópico, a mi juicio) al linaje comprometido de hombres que aspiran, con esfuerzo, a porfiar pacíficamente en pos de este impulso, profundamente vivo y necesario para el proyecto (y realización) de aquella ecuménica integridad a la que aspira inevitablemente la humanidad.[3]

            Pero como adelantaba al principio, toda esta inflexión discursiva bebe sin duda de las fuentes inmarcesibles de la poesía, por eso esto que aquí indico torpemente con razonamientos y juicios más o menos cabales, tiene su origen en la poesía, por eso yo mismo y con la voz de poeta decía de la amistad en otra ocasión lo siguiente[4]:




AMIGOS EN LA NOCHE I



A José Ignacio Fernández Dougnac



Sobre la noche extiende constelada
el silencio su túnica celeste.
Sólo la luz de su divina veste
en las entrañas tengo dibujada,

y el número amistoso que en la esfera
frugal totalidad de su fragmento
ofrece, y la quietud en un momento,
si eternamente expande su carrera.

Esta línea de cuya idea arcano
esbozo se figura y tan secreta,
ya desde el astro enlaza a vuestra mano

una razón que inscribe semejanza,
o un corazón, si traza en la silueta
del amor fraternal, celeste alianza.



AMIGOS EN LA NOCHE II



(Observando un círculo de estrellas)
A Antonio Carvajal


A mi mismo sentido no creyera,
si de cerca no viese semejanza
entre esa y esta estrella, cuya alianza
transcurre eternamente duradera.

Ni la celeste métrica siquiera
a explicar su dinámica le alcanza
a quien, luego de verlas, sin confianza,
su razón examina verdadera.

Mas cuanto de este cielo se desea,
o en las entrañas de la tierra abrigo
busca, una nunca vista al mundo idea

de ti sólo conforma su natura,
pues conforta saberme en ti testigo
de lo que el cielo en la amistad procura.


            De igual manera, al amor puede llegarse a través de la decepción, así lo aseveraba quien os habla en el título del que nos convoca aquí para su dilucidación y análisis, por eso cuando Garcilaso decía: “Escrito está en mi alma vuestro gesto”, no era en vano, y advierto yo en la sección dedicada al amor lo siguiente: 

Sensatamente algunos, y no de vulgar juicio, negaron que el amor fuese sentimental reminiscencia de este o aquel idilio arrebatado y, en el que encuentran siempre lacrimógeno e impresionable alegato las éticas enternecidas del sentimiento. Nunca, por cierto, abundan en la fuente acaso más depurada y viva donde, al fin, mana el testimonio y prueba verdaderos en los que se destila el elixir de amor más cierto, así: la decepción, a todas luces, se nos muestra como tentativa, examen, contraste y verificación certeros. Si la vivencia del afecto, cuando profunda y muy sinceramente uncida al corazón amante puede, no sin singular y acerbo extrañamiento, ocasionar dolor y aun provocar, en un conato de confusión, la angustia del abandono y de la soledad, será en virtud de la deceptio que, aprehendamos la naturaleza del verdadero amor, pues, ella sabiamente nos desengaña, nos revela y nos avisa.[5]

            Pero la poesía siempre, para quien les habla, fue primero, y el entendimiento del amor sin ella es imposible, por eso ya avisaba del amor, en el dolor de la distancia o la ausencia de aquél o en la misma decepción amorosa, en otro momento en verso, cuando decía ver el[6]:


Del Elogio de la Decepción, Conferencia, Francisco Acuyo


EL ROSTRO DEL AMOR


“ Si en esos tus semblantes plateados “
S.JUAN DE LA CRUZ: “ Cántico espiritual “


¿A qué espejo miraste verdadera
aquella imagen tuya tan opuesta?
¿A qué destino sombra está dispuesta,
sobre qué luz a deshacer sendero?

¿A qué golpe de amor nuestro velero,
qué brisa de la mar dará respuesta?
¿Qué constelado guía manifiesta
el rumbo de este amor y su reguero?

Tomé de tu regazo la azucena,
y en su espíritu el pulso del camino
pues, libre el corazón nos encadena.

Miré entonces del tiempo aquel semblante,
y encontraron mis ojos el destino
de la luz que hace eterno cada instante.



DISTANCIA DE AMOR


«Sus pasos desiguales
y en proporción concorde tan iguales»

FRAY LUIS DE LEÓN: «Noche serena»


SI tu mano se alarga hasta mi mano,
no soy sino aquel temblor perdido
en la distancia, y si me miras, vano
aliento de azucenas perseguido.

Si acaso fue soñado lo vivido
la verdad no tendría tan lejano
cuerpo, ni nombre, ni aire, ni sonido,
ni luz en infinito meridiano.

La cima del amor no tiene hallazgo
ni resistencia a separar instantes
de eternidad, acaso aspira el rasgo

con esas manos quietas en la herida,
a tener con las mías, tan distantes,
la nada que conforta en su medida.


            Pero fijaos que incluso ante cosa tan severa y trascendente como aquello que se ha denominado el silencio de Dios, habría de encontrar sentido en virtud del sufrimiento o la decepción de los dones que se han de esperar de su alta bondad y omnipotencia y que, sin embargo, tantas veces no llegan. Decía al inicio del silencio de Dios de este Elogio de la decepción[7], lo siguiente:

Antes, en modo alguno de cejar cualquiera más que legítimo intento por encontrar respuesta a su (divino y solemne y entonces incomprensible) silencio, llevé sin ceremonia a término nuevas preguntas e insistentes prédicas, y todo porque tanto dolor, severa aflicción y tortuosa angustia, al fin, de manera definitiva concluyesen y, porque, a mi juicio, de haber Dios, era todo aquel desfile de sufrimiento harto injusto en su prolijo, recalcitrante e insistente padecimiento. Respondió la soledad con otras tantas pausas de silente y desdichado desconsuelo. De todo lo cual, ahora, recibe mi conciencia, en su reminiscencia oscura, no obstante, grandes dosis de alborozado contento. Pero, ¿cómo ha de ser posible encontrar gozo ante la desdicha sufrida inopinadamente durante tanto tiempo, prácticamente una vida de enfermedad, cabría juiciosamente preguntarse; y sin hallar al menos una señal, un vestigio, un argumento mínimo de justificación que pudiere testimoniarse como paliativo signo para alguna alentadora respuesta?

Interrogante a la que daba respuesta concluyendo[8]:

 Es aquella voluntad, decía, que no porta ninguna intención, que no alberga ningún resultado porque, de mantener un propósito, una pretensión, no sería verdad ni belleza creativa, sino realización grosera de un deseo, y en modo alguno sería poesía, sino el intento de verificación de una fábula, de una ficción, un apólogo a la verdadera realización del acto culmen creativo que es la poesía, si es fuente, como digo, de verdad y de belleza. El entendimiento, la comprensión última de lo ilusorio, del deseo, de la fatua reclamación de permanencia de nosotros y de lo nuestro, es el engaño que desvela la decepción hasta en su más alta instancia de ilusión humana y que se eleva hasta la idea de Dios mismo, un Dios a propósito de esto o aquello y que pervive en la dualidad jactanciosa de nosotros y Él. La decepción, en fin, es la vigilancia, la atención, el cuidado alerta del engaño, de la apariencia de verdad, del ardid de lo prosaico en pos de verter una imagen verdadera de lo sublime y único y nunca visto creativo que no tiene objeto ni sujeto porque simplemente es en el éxtasis de sí mismo. La decepción, hijo mío, es ese escepticismo atemperado que nos ayuda a ver nuestra falta de atención, nuestra carencia de presteza al embaucamiento de nuestra mente y, eso, querido mío, es algo que no puede aprenderse sino por uno mismo, por eso la decepción (total, como en este caso es la de Dios mismo) será la herramienta, el útil propio intransferible por excelencia para la contemplación de la verdad encadenada por toda suerte de engaño que imposibilita para la vida, la plenitud y la belleza.

Pero esta desazón por lo trascendente no proviene sino de la poesía, es ella de nuevo la que sirve de vehículo metafísico para su aprehensión, ved si no estos versos que nos viene a decir que somos sino:


Del Elogio de la Decepción, Conferencia, Francisco Acuyo




CAUCE DEL TIEMPO



ARDE la luz temporal,
la sombra yela en lo eterno.
Se comba cenit invierno,
se estira el alba estival.
No sabemos del umbral
si tiene final o asomos:
La puerta de etéreos pomos
abre la carne vivida,
sangre celeste es su herida:
¿Es cierto incluso que somos?



LA SOLEDAD Y EL TIEMPO


Heidegger y Sartre: A Emilio Peregrina
(entre los cuadros de una exposición)



EL mismo tiempo corre que solía,
la misma soledad perdido el lienzo
de estos días azules, al comienzo
de ese sol de la infancia todavía.

Ceñida superficie de armonía
que el color en la forma tienes tenso,
medida soledad, fugaz consenso
donde el trazo la música sería

fi gura a esbozar en la conciencia.
Irá el pincel al cáliz del olvido
a beber luz y sombra en transparencia,

y a bosquejar su espíritu constante,
la eterna soledad de aquel sonido
que escucha en el silencio cada instante.


            Por último, la verdad, que se erige plenamente creativa en la belleza. Eje vertebrador de la poesía, impulso creativo e identificador de lo que es verdaderamente genuino, plataforma salvífica del espíritu y de la razón pura, de lo más granado de la sensibilidad y de la conciencia humanas, y muchas veces la vía de su consecución es la del sufrimiento y la decepción, por eso decía al final de este Elogio de la decepción lo que sigue[9]:

El sufrimiento y las catástrofes existenciales (en el budismo y en la percepción de lo bello no son nihilistas, autodestructivas y finalistas en sí mismas) ofrecen un camino de redención a través de la atención hacia la totalidad que, en definitiva, es la percepción de lo bello y la creación liberadora de la poesía (lo creativo) que refleja todo arte verdadero. Es la muestra de que es posible la superación de las contradicciones y de las antítesis conceptuales y de la lógica, pues se coloca siempre más allá de ellas, se sitúa en pugna con la ley general de la vida moral, y en esto radica la verdad y la vida de la percepción de lo bello y de la creación artística; de forma análoga se sitúa el entendimiento budista (Zen) respecto al sufrimiento existencial y la superación del mismo para la penetración de la realidad última sin desviación  posible, pues, se muestra claramente, libre de convenciones, huellas, marcas o rastros de algún límite, y esto, partiendo de la paradójica pero diferente visión intuitiva interior del que aprecia la belleza o la construye, pero siempre partiendo del vacío en el que se pierde lo cognoscitivo y donde la actividad psíquica queda limpia y sin reserva para constatar lo bello, que siempre estuvo ahí, o crear desde ese vacío perfecto lo nuevo hermoso conseguido para mejor gloria de la superación de toda contradicción y sufrimiento que es la belleza.

Mas, nuevamente, primero fue la poesía, así lo constatan estos dos poemas[10] que inician mi carrera como poeta y con los que cerraré mi intervención, y que resueltamente hablan de la ciencia de la poesía como el fin último de cualquier vida que hubiera de consumir existencialmente:


Del Elogio de la Decepción, Conferencia, Francisco Acuyo


LA TRANSFIGURACIÓN DE LA LIRA



EL verso y la ribera
en par de las corolas se respira:
estrella, dulce esfera
del río que suspira
los lirios blandos de su blanca lira:

ESTA luz reflexiva
está midiendo al sueño la armonía:
la yerba pensativa
trazó geometría,
y enlazaba su luz la poesía;

E indemne suscitaba
                                murmurando:
«Deshace candileja
mi voz, si en luz acaba
la cárcel que refleja
tu lira grave entre mi suave reja».

LA fronda la paloma
nívea percutió del coro y lira
al canto del aroma:
Sonido le suspira
la cuerda leve que su vuelo inspira.

Y la yerba pagana
del místico reflejo se examina:
Toda invención hermana,
toda imagen divina
robada de su espejo y cristalina.

SOBRE enhiesta e inerme,
no se alza con su nombre, si ora gime,
ni irisa, si se aduerme,
certeza donde imprime,
líneas de agua que efímeras redime.

SIEMPRE deidad narcisa,
inmóvil si sensible, mariposa
retorna a dar en risa
la cristalina rosa,
claroscuro de plata decorosa.

¡BEBE amor, la primera
nieve de tu reflejo apenas, bebe
nieve de aquella esfera
sol de la misma nieve,
sol del espejo en su reflejo leve!

NOMBRADOR se realiza,
belleza que sin nombre se recrea;
diamante de ceniza,
cendal que musiquea:
¡Hágase la poesía, torne, sea!



FINALE


DEL ángel soy naufragio de la ciencia
que a luz de mi reflejo suspendido
–aunque poeta, referidlo os pido–
tendrá matiz espejo toda esencia.

¡Cuánta los dulces términos ausencia
demuestra tanto coro trascendido!
desmayo abajo viendo que han subido
la luz y el alma, el aire y la conciencia.

A la luz donde duermo no escondida,
un ramo me recuerda destilado
en el vaso profundo de la vida.

Concentro en él mi ardor, y en él me
        [inspiro:
y de la esencia púrpura turbado
se elevan los aromas, y suspiro.



Muchas gracias.


           










[1] Sobre el que ha tenido a bien invitarme a disertar el Centro Artístico, Literario y científico de Granada, y en su nombre el escritor, académico y amigo Francisco Gil Craviotto.
[2] Acuyo, F.: Elogio de la decepción, Jizo ediciones, Colección Origen y destino, Granada, 2013, p. 13
[3] Acuyo, F.: Elogio de la decepción, p. 16.
[4] Acuyo, F.: Centinelas del sueño, Ediciones de Aquí, Benalmádena, Málaga, 2008, p. 39, 40.
[5] Acuyo, F.: Elogio de la decepción, p. 27.
[6] Acuyo, F.: Mal de lujo, Ed. Caroal, Madrid, 1998, p. 109, 135.
[7] Acuyo, F.: Elogio de la decepción, p. 49.
[8] Ibidem, p. 71 y 72.
[9] Ibidem,p. 114, 115.
[10] Acuyo, F.: La transfiguración de la poesía, Trames, Granada, 1984.



Del Elogio de la Decepción, Conferencia, Francisco Acuyo