Hay personalidades que, por su extraordinaria humanidad, dejan un recuerdo indeleble en la vida de quienes tuvieron la fortuna de cruzarse en su inaudito transcurso vital. Es el caso del excepcional poeta antequerano José Antonio Muñoz Rojas. Repasando algunas cartas que mantuve en correspondencia con el autor de Las cosas del campo, y rememorando alguno de los encuentros con el poeta, creo haber encontrado el signo idóneo para el discurrir de esta nueva entrada en esta humilde bitácora. Así, tanto la selección de poemas como la deducción de una potencial poética en su trayectoria, puede decirse, que han dictado sincera y entrañablemente este nuevo encuentro con la persona y la poesía que en su nombre ahora os propongo. Sirva para mantener vivo el recuerdo existencial, querido e imborrable para quienes le conocieron, y para alimento inmarcesible con el que nutrir los espíritus que viven del inmortal mantenimiento de la auténtica poesía.
BIO- BILIOGRAFÍA
José Antonio Muñoz Rojas, excelso poeta e insigne prosista español, nació en Antequera, Málaga, en 1909 y murió en su Antequera natal en el año 2009. Cursó estudió Derecho en la Universidad de Madrid. En 1936, se trasladó a Cambridge como lector de español. Allí coincidió con Unamuno, Cernuda y Leopoldo Panero; Estudió la lírica inglesa y tuvo ocasión de traducir a John Donne, William Wordsworth, Gerald Manley Hopkins, Francis Thompson y Stearns Eliot. En el año 1939, regresó a España, y marcó su vida entre la ciudad y el campo, y su vocación literaria con su trabajo en la banca.
Su trayectoria literaria, iniciada en 1929 con el libro de poemas Versos de retorno, cuenta con títulos tales como: Soneto de amor por un autor indiferente (1942), Abril del alma (1943), Las cosas del campo (1953), Cantos a Rosa (1955), Lugares del corazón (1962), Salmo (1970), Ardiente jinete (1984), Rayo sin llama (1994), Objetos perdidos (1997), Entre otros olvidos (2001) o Yo sólo sé nombrarte (2002)."Premio Nacional de Poesía" de poesía en 1998, y por su libro Objetos perdidos y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana" por el conjunto de su obra en 2002. "Hijo Predilecto de Andalucía" en 1998, recibió la "Medalla de Oro de Antequera" y la "Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo".
POÉTICA
Me parece en verdad oportuno, y ya que por desgracia no ha podido el mismo autor redactar de su mano esta breve nota poética, aportar para que sirva a tal finalidad el poema en prosa, inédito hasta su rescate en el Cultural del Diario El mundo, 26 de julio de 2007, intitulado: Las palabras.
¿DE dónde vosotras? Me cogéis de la mano cuando menos lo espero con vuestra mano ingrávida y a perderse se ha dicho. Así una y otra vez cuando más se clava la espina en el corazón, cuando todo se torna rambla seca, pedregal implacable, pie llagado, vosotras, ¿cómo os llamaré? Palabras, oficio de corazón tenéis, mansas al deseo como un animal que se entrega, vosotras consoladoras supremas, huéspedes del alivio. Tendido como un manto el dolor en el mundo, perezoso como un río sin corriente, erguida la desesperación y sorda la delicia, perdido el paso y la voz sin quejido, de pronto, vosotras, cómo llamaros, palabras sois, aguas sois y todo y más, sosiego y alivio sois, encendimiento sois. Y todo y más. Si digo hermosura del mundo sé que no hago más que entreabrir el postigo a su temblor, y en la carrera abierta al gozo, apenas cubro la primera jornada. Lo que queda es el polvillo de la creación, cuando el espíritu flotaba sobre las aguas y ya estaban escritas las líneas misteriosas, que luego serían palabras, músicas y colores que harían por siempre la vida y la palpitación de cuanto existe.
POEMAS
A TI LA SIEMPRE FLOR, LA SIEMPRE VIVA
A ti la siempre flor, la siempre viva
raíz, la siempre voz de mi desvelo;
a ti la siempre luz, el siempre cielo,
abierto a dura piedra y verde oliva.
A ti la siempre sangre fugitiva
de cuanto en ti no halló razón y celo;
a ti mi siempre verso, el siempre vuelo
del torpe corazón y ala cautiva.
A ti mis pensamientos aguardando
antes de amanecer a que amanezca,
para montar su guardia a memoria;
a ti mis dulces sueños entornando
puertas al alba porque no amanezca,
y se pierda en la luz tu tierna historia.
ETEREIDAD
Y se queda uno con la esperanza,
colgando de su delgado hilo
de tantas cosas colgando,
de tantas esperanzas deshaciéndose,
con tanto temor oculto,
con tantos olvidos como caben
en un instante, tantos olvidos
vividos y padecidos,
como para llenar una estrella.
Y esa mujer que llegó hoy con su misterio,
con su etereidad, que lo hace posible,
que la define y la sostiene
y ha dejado la casa
llena de su misterio.
LA MADRE
La madre soñaba oscuramente:
Será rubio, tendrá estos ojos mismos,
le amarán las muchachas. Una tarde,
de pronto, llorará junto a una rosa.
Le crecerá la angustia sin saberlo.
y cada nuevo umbral será una herida.
Temblará al traspasarlos, hijo mío.
Acaso una paloma, acaso nada.
El viento por la frente; las caídas
hojas que se acumulan; los rumores
del corazón callados: nadie sabe
las formas repentinas de la dicha.
Yo lo siento aquí hondo, en mis entrañas,
el río de tu vida, que me deja
una nostalgia antigua, una dulzura
vieja en mi corazón, como la sangre.
Me hace toda ribera, toda muro
donde pasan las aguas de tus años.
Vuelvo otra vez a ser niña que juega,
corriendo como niña entre las rosas.
¡Oh sueño en mis entrañas! ¡Oh alto río,
resonando de siempre en mis entrañas!
NO ESTARÁ JOSÉ ESTRADA TODAVÍA
A José Estrada
No estará José Estrada todavía
oyendo el agua aquella en la Alhajuela,
perpetuamente oyendo el agua. (Esto Rosa
fue antes de tu tiempo, si tiempo
alguna vez tuviste. ¡Oh Rosa y tiempo!)
Agua y memoria, ¿no son Rosa lo mismo,
corriendo siempre en la memoria,
de José Estrada en su Alhajuela?
Como yo lo estoy viendo en este instante,
si memoria no es también agua corriendo.
ROSA DE SIEMPRE
Tú de verdad y para ti mi vida,
Rosa de siempre lo mortal te sabe
de memoria y amor. ¿Qué en ti no cabe?
Mi verso para ti. Tú, su medida.
Pedazo de mi tiempo, de mi herida,
me llevas y te llevo, mar y nave,
¡oh, Rosa, ¿qué hará el labio que te alabe
mas que alabarte? Lo fugaz se olvida.
Pero nunca la luz. El viejo río
seguirá su camino al mar, la nada.
Por los aires de Dios la primavera
seguirá proclamando el poderío
de lo que pasa. Oh, Rosa condenada
por dentro a florecer, morir por fuera.
YO NO SÉ DESEAR MÁS QUE LA VIDA
Yo no sé desear más que la vida,
porque entre las victorias de la muerte
nunca tendrás la grande de tenerte
como una de las suyas merecida
y porque más que a venda y más que a herida
está mi carne viva con quererte,
e igual mi corazón que un peso inerte,
halla su gravedad en tu medida.
¡Qué temblor no tenerlo en ningún lado,
ni en el pecho, la vena o la palabra,
y a lo mejor en valle, fuente o roca!
¡Corazón prisionero y emigrado,
que con cada latido el hierro labra,
y que convierte en sueño cuanto toca!
LOS ACEITUNEROS
Desde
lejos son unos humos lentos sobre los olivares. Acercándose, un rumor disperso.
Voces, alguna copla, el ruido de un banco que se cierra, el manoteo rápido
sobre las hojas, el aleteo del aventador, la caída continua y mullidas de la
aceituna, como una cascada negra, en los sacos. Pocas veces hará la tierra más
suyos a los hombres que en las aceitunerías. Aceituna arrugada, verde, vinosa,
al igual que los rostros, que las ropas, que las manos enterronadas. Salen de
mañana arrecidos, se reparten por el olivar, atacan a los árboles, recogen
ávidamente el fruto, izan las canastas sobre las testas. Van las aceituneras
pardas, sucias, apenas los ojos brillantes entre los pañuelos, apenas
salvándose la gracia de una forma bajo los pantalones. Los olivos se les
entregan y revierten las ramas despojadas a la altivez de antes, a esperar la
nueva flor que el aire les tiene guardada. Y los aceituneros siguen camada
adelante, a lo suyo, oscuros, torpes, implacables. Aquí lo humano no guarda paz
con lo sereno del día, con la paz, con la limpieza del aire. Todo se vuelve
afán, prisa, que nada quede. El rumor pasa y tras él quedan enhiestos los
ramones, quieto el aire. Y la madre grita:
-Y que el niño no se vaya a quedar atrás.
Y el niño viene bamboleándose, aburridillo, sin comprender muy bien todo aquello, agradecido al solecito de enero, después del frío inexplicable de la noche antes.
-Y que el niño no se vaya a quedar atrás.
Y el niño viene bamboleándose, aburridillo, sin comprender muy bien todo aquello, agradecido al solecito de enero, después del frío inexplicable de la noche antes.
SUEÑO ADENTRO
Hoy ya que sólo queda la sombra y el recuerdo,
la sombra de los árboles saliendo entre la brisa
de aquel jardín en donde las horas iban lentas,
como un cielo de noche, sin noche y sin orillas.
Hoy ya que sólo llevo tantos pozos a donde,
si me asomo, contemplo las cosas que me miran,
la mano vieja, el tacto, la estancia grande y clara,
el silencio y la voz cantándome tranquila
mientras me voy perdiendo sueño adentro. En la calle
un silbido, unos pasos, un vuelo. No se olvida
lo que escriben los sueños en la sangre. Revive
por la noche y a veces nos hace por el día
tornar la cara. Llaman. Ay qué sombra tu sombra
en las paredes blancas, tu falda fugitiva
entornando postigos, dejándome embarcado
riberas de los sueños, aguas del sueño arriba.
Hoy que todo se hace transparente y tranquilo
como el mar cuando está muy cerca de la orilla,
y latido a latido el corazón devuelve
la ternura hecha sangre que parecía perdida.
la sombra de los árboles saliendo entre la brisa
de aquel jardín en donde las horas iban lentas,
como un cielo de noche, sin noche y sin orillas.
Hoy ya que sólo llevo tantos pozos a donde,
si me asomo, contemplo las cosas que me miran,
la mano vieja, el tacto, la estancia grande y clara,
el silencio y la voz cantándome tranquila
mientras me voy perdiendo sueño adentro. En la calle
un silbido, unos pasos, un vuelo. No se olvida
lo que escriben los sueños en la sangre. Revive
por la noche y a veces nos hace por el día
tornar la cara. Llaman. Ay qué sombra tu sombra
en las paredes blancas, tu falda fugitiva
entornando postigos, dejándome embarcado
riberas de los sueños, aguas del sueño arriba.
Hoy que todo se hace transparente y tranquilo
como el mar cuando está muy cerca de la orilla,
y latido a latido el corazón devuelve
la ternura hecha sangre que parecía perdida.
Poemas extraídos de,
Obra completa en verso, 2008
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