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viernes, 24 de junio de 2011

MIGUEL RODRÍGUEZ ACOSTA, SEGÚN RAFAEL MONEO

Miguel Rodríguez Acosta, según Rafael Moneo



En esta segunda entrega dedicada al pintor Miguel Rodríguez Acosta, incluimos una nota de mucho interés del gran arquitecto Rafael Moneo, que hizo para la ocasión de la exposición en Madrid, en la galería Marita Segovia, que adelantábamos en el posting anterior a este que presentamos dedicado al pintor granadino. También añadimos alguna muestra más de lo expuesto recientemente en dicha galería.


Miguel Rodríguez Acosta, según Rafael Moneo


MIGUEL RODRÍGUEZ ACOSTA, SEGÚN RAFAEL MONEO







Miguel Rodríguez-Acosta pronto supo que él quería ser pintor. Que había nacido para ser pintor, como José María Rodríguez-Acosta, su tío, a quien de niño veía afanado en su estudio del Carmen, que con tanto cuidado había construido junto a la Alhambra y desde el que se divisaban la ciudad y la vega. Y aunque asumió con respeto las obligaciones heredadas, nada le distrajo de aquella que consideraba su verdadera vocación, pintar. Ser pintor ha sido siempre su deseo y bien cabe decir que lo ha cumplido y satisfecho con creces.

Quien pinta, descubre el mundo a su alrededor antes de pintar y con sus cuadros nos muestra cuál es su visión del mismo. Así ha procedido en el pasado Miguel Rodríguez-Acosta cuando nos ha instruido acerca de los muchos mundos de los que ha disfrutado a lo largo de su vida, pero los cuadros que ahora cuelgan en las paredes de la galería de Marita Segovia no hablan tanto del mundo que le rodea cuanto de lo que para él es la pintura. Para él, la pintura ya no es el contarnos cómo ve la figura en un paisaje o cómo se adivinan las cúpulas y las torres venecianas en medio de la espesa niebla de la laguna. Encerrado en su estudio -que no es otro que aquel en que se inició de niño en la pintura, y en el que todavía, afortunadamente, hacen acto de presencia algunas telas del constructor del Carmen- Miguel Rodríguez-Acosta pinta todos los días con una devoción y un respeto monásticos. Tan sólo le interesa pintar y la pintura. Y ¿qué es lo que pinta? Sí, Miguel Rodríguez-Acosta pretende mostrarnos ahora qué es para él la pintura, pero también sus cuadros nos cuentan quién es el pintor, son un fiel reflejo de su persona, hasta el extremo de poder afirmar que pintura y pintor son una misma cosa. En la pintura, en el pintar, se nos muestra quién es el pintor. A la pintura traslada lo que son sus intereses y afanes. Me imagino a Miguel Rodríguez-Acosta dispuesto a pintar ante un lienzo virgen, terso. Le tienta, ante todo, el color, cubriendo con él por completo la tela. Los colores no son nunca primarios, elementales. Los sutiles matices que los distinguen hacen incluso difícil el nombrarlos. Al pintor le embarga la duda angustiosa de cuál sea el color por el que inclinarse, de cuál sea aquel que más se acerca a su estado de ánimo o la hora del día que refleja el jardín. No sólo el color lo atrae. También se siente atraído por ver aparecer la forma en el lienzo e inmediatamente se encuentra con aquellas que proceden de los perímetros de la tela sobre la que trabaja. De ahí que adivinemos en estos cuadros geometrías elementales, rectángulos, que en unas ocasiones se dibujan desde el contorno y que en otras se configuran como superficies. La forma, sin referencia alguna figurativa, geométrica, abstracta, se convierte en mero soporte de la materia pictórica, haciendo posible que ésta se haga visible, se perciba.

Pero pintar no es sólo comunicarse con los lienzos. Para el pintor, la pintura implica una servidumbre disciplinar que no es posible olvidar. Quien pinta sabe que hay que contar con pigmentos, con aceites que los disuelven y absorben, con los pinceles con que éstos se ex-tienden sobre el lienzo. El pintor sabe bien cuán definitivo es el momento en que el pincel encuentra el lienzo. Veo entonces a Miguel Rodríguez-Acosta dejándose llevar por el epifánico instante en que la pincelada, la impronta de la brocha, el rasguño del carbón, dejan su marca en e] lienzo, depositan en él la huella del gesto de la mano del pintor cuando trabaja.
De ahí que los cuadros de Miguel Rodríguez-Acosta sean tan personales, nos digan tanto acerca de sí mismo, acerca de su vida como pintor. Una vida que le ha hecho disfrutar mucho, en su deambular por el mundo, de lo que ha sido la pintura a lo largo de los años. Hay siempre en sus cuadros una reflexión acerca de lo que ha sido la historia de la pintura. A veces su pincelada tiene la ligereza de los impresionistas, otras la densidad de los pintores que arrancan de Cézanne y que todavía está presente en algunos pintores americanos como Diebenkorn. Imposible pintar sin pensar en otros pintores, cn otras gentes que también se encontraron un día con el enigma del lienzo limpio, blanco, oliendo a nuevo, a imprimación ya madera fresca.

Y así, los cuadros de Miguel Rodríguez-Acosta nos hacen pensar en el placer de pintar. Cuando cada mañana entra en su estudio dispuesto a cumplir con sus deberes, sabe que han dejado de ser tales para convertirse en el más placentero de los quehaceres, y se alegra al verse fiel a su vocación, a su deseo manifiesto, desde su primera juventud, de ser pintor. Es el amor a la pintura, al oficio de pintor, al que Miguel Rodríguez-Acosta ha servido con tanta lealtad, lo que se percibe en estos cuadros y ]o que hace que nos sintamos tan profundamente atraídos por ellos.

Rafael Moneo

Madrid, febrero de 2011




lunes, 20 de junio de 2011

MIGUEL RODRIGUEZ ACOSTA: DEL ALBA AL OCASO.

Miguel Rodríguez Acosta: del alba al ocaso
Foto de Francisco Fernández




MIGUEL RODRIGUEZ ACOSTA: DEL ALBA A LA OCASO.



Miguel Rodríguez Acosta: del alba al ocaso
Voz de caracola (óleo sobre lienzo)


Con motivo de la exposición de pintura en la galería Marita Segovia, de Madrid, el excelente pintor Miguel Rodriguez-Acosta, uno de los exponentes más importantes de la abstracción en la actualidad, me ha permitido solícita y amablemente ofrecer esta estrada de mi blog Ancile con la reproducción de algunas de sus selectas obras. Del alba al ocaso, sugerentemente intitulada,  expone una obra aquilatada por el oficio indiscutible y la exquisitez de su percepción y entendimiento de la producción creativa.  Quienes tenemos la grata fortuna de contar con la delicadeza de su trato y siempre franca adhesión podemos constatar cuán devotamente acordes van el benévolo goce de la amistad y la expresión del sutil genio creativo, afectos siempre  a aquellos pocos corazones fraternos, que diría el poeta, y que hacen del paso por la fragilidad de la vida un auténtico privilegio que se esperanza hacia la eternidad.


Miguel Rodríguez Acosta: del alba al ocaso
Alba magenta (óleo sobre lienzo)



Miguel Rodríguez-Acosta Carlström nace en Granada en 1927. A partir de 1932 frecuenta el estudio de su tío, el pintor José María Rodríguez-Acosta, cuya influencia será determinante a la hora de decidir su posterior vocación; de él recibe consejos y estímulo y en su estudio realizará sus primeros dibujos y cuadros al óleo. En 1940 empieza a asistir a clases de dibujo y pintura de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Granada. Al término de sus estudios de bachillerato, en 1949, conoce al pintor Joaquín Valverde, quien, en los años sucesivos, irá consolidándose como su maestro. Ello tendrá lugar en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, en la que ingresa en 1950 y en la que obtiene el título de profesor en 1955, con varias matrículas de honor y cuatro premios extraordinarios.
Su primera muestra individual tiene lugar en Granada en 1957. Entre Granada y Madrid desarrollará en adelante su obra pictórica, desplegando, de modo paralelo, otras actividades relacionadas con las artes: desde la docencia, como encargado de la Cátedra de Colorido y Composición de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, entre 1957 Y 1961, hasta la concerniente a la promoción cultural y artística, que ha tenido un carácter mucho más permanente. Su labor en este último campo de actividad ha tenido como eje fundamental la presidencia del patronato de la Fundación Rodríguez-Acosta de Granada, cargo que ostenta desde 1953. Su obra estrictamente pictórica se ha visto complementada, por otro lado, por constantes incursiones en otros terrenos creativos, desde la pintura mural a la obra gráfica y el dibujo, especialidades cuyo cultivo ha sido especialmente intenso en determinadas etapas de su producción. Sus designaciones como Académico de Número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1986, han venido a culminar una larga serie de distinciones Y reconocimientos, tanto nacionales como internacionales, cosechados a lo largo de su trayectoria. En la actualidad trabaja y reside en Granada.




Miguel Rodríguez Acosta: del alba al ocaso
Húmeda plata (óleo sobre lienzo)



Miguel Rodríguez Acosta: del alba al ocaso
Albaicín (óleo sobre lienzo)

sábado, 18 de junio de 2011

COGNICIÓN Y POESÍA III


Cognición y poesía 3, Francisco Acuyo


COGNICIÓN Y POESÍA III







El ámbito de la poesía, particularmente, se manifiesta como aquel lugar idóneo, móvil, diligente, vivo, desde cuya perspectiva puede observarse con especial relevancia un tipo de cognición igualmente activo, enérgico, dinámico que, no obstante, no procesará una modalidad concreta y virtualmente sistemática de aprehensión y conocimiento, sino que el manejo del material que procesa y del consecuente apercibimiento, constatar que  todo ello lo asume de manera integral, no tanto distinguiendo por especificidad o taxonomía aquello que supuestamente lo constituye; pongamos como ejemplo este o aquel sentido (sensorial, se entiende), si nos referimos sólo al caso de la perceptualidad (véase la sinestesia), sino que procesa la información en virtud de relaciones abiertas, espaciales, formales y (o) de movimiento que urgen –de nuevo en el caso de la sinestesia- no a uno, sino a varios sentidos. En este caso, no debe resultar extraño que lo perceptual incluso, cuando es procesado, pueda interacturar con lo abstracto deducido –en la sinestesia, puede darse el caso de que conceptos netamente abstractos, porten características propiamente sensoriales; ponía en otra ocasión ejemplos de conceptos tales como el amor, los cuales pueden llegar a tener: color, sonido, aroma… (amor dulce, tristeza amarilla-que diría Elena Martín Vivaldi-)-, aun a fuer de que algunos autores no lo reconocen como plenamente sinestésico) pseudo sinestesia o como mera abstracción con carices sensoriales, dicen; opinión que en modo alguno compartimos.[1]

Cognición y poesía 3, Francisco Acuyo
                La poesía, en fin, se manifiesta como el arte capaz de ofrecer  una forma de  conciencia capaz de dejar huellas no sólo psíquicas, emocionales, intelectuales, conceptuales, también materiales, si a través de  ella y sus marcas poderosas, podemos hacer cambiar el mundo. Creo, sinceramente, porque así he podido constatarlo en virtud de la experiencia propia de poeta y de asiduo lector de poesía, que la incidencia del poema (y por tanto del especial entendimiento del mundo de la poesía) en el receptor atento e interesado, no sólo sirve como evidente muestra de la plasticidad de su potencia expresiva y de su singular manera de conocimiento, también puede influir exterior –material- e interiormente –mentalmente- en la generación de nuevas estructuras por un método no estrictamente evolutivo o darwinista. Esta potencia proviene de su manera singular de conocer el mundo, decíamos, la cual se pliega de forma no tanto analítica como integral u holística, cuyo poder evocador y convocador debe hacernos reflexionar no sólo sobre su capacidad de modificar nuestra conciencia, también y en virtud de esa capacidad, de cambiar el propio entorno con el que inevitablemente interacciona, y aprovechar desde su óptica privilegiada y creativa, su empuje para integrarse de manera armónica, orgánica y plástica con lo que en el mundo existe.


                                                                                                                                     Francisco Acuyo



[1] Véase al respecto: Acuyo, F., Fisiología de un espejismo, Artecittá, Granada, 2010.





Cognición y poesía 3, Francisco Acuyo

miércoles, 15 de junio de 2011

HAIKUS EN LOS CÁRMENES DE GRANADA II

Haikus en los Cármenes de Granada 2, Francisco Acuyo


Segunda y última entrega de Haikus inspirados en los rincones acaso más genuinos de la ciudad de Granada: el Carmen; concretamente los situados en los alrededores del recinto de la Alhambra y conocidos como el Carmen de los Mártires y el Carmen de la Fundación Rodríguez Acosta; poemas, digo, que conformarán un conjunto que verá la luz próximamente (ya veremos dónde) reunidos en un libro de poemas para la ocasión.


Haikus en los Cármenes de Granada 2, Francisco Acuyo








HAIKUS EN LOS CÁRMENES DE GRANADA II*

*Incluidos en el libro, Haikus de la Alhambra, Entorno Gráfico ediciones, 2º edición aumentada, Granada 2015.

I



                                                                  SOBRE la talia
un instante medita,
quieta, la rana.
Haikus en los Cármenes de Granada 2, Francisco Acuyo


II



   EN lontananza
la ciudad se deshace
sin esperanza.



III



    DEL cielo peces,
por el mar estelar
navegan los cipreses. 




                                          Francisco Acuyo



Haikus en los Cármenes de Granada 2, Francisco Acuyo







martes, 14 de junio de 2011

LA TRANSFIGURACIÓN DE LA LIRA II

La transfiguración de la lira 2, Francisco Acuyo




LA TRANSFIGURACIÓN DE LA LIRA II



La transfiguración de la lira 2, Francisco Acuyo


Incluyo en este posting nuevo los poemas que cierran el librito La transfiguración de la lira (recuerdo que mi primer libro de poemas fue publicado en 1983, para más señas acudan a la anterior entrada o a este mismo blog en mi perfil completo) que, con motivo de la curiosidad de algunos amigos lectores, me pedían que ofreciera alguno de sus versos, ya que la no disponibilidad en librerías-su edición se agotó hace  ya bastante tiempo- les hacía imposible su accesibilidad. Como cierre del libro y de esta entrada quedan aquí estos dos títulos del poemario.




Silencio de narciso




   DULCE rumor de cálices la frente,
pues que su ramo mueven ya liviano
y más se agitan, tiemblan en su mano
que azul el margen de escondida fuente.

   Reflejado es memoria tibiamente,
no cristalino pétalo inhumano
para oprimir olvido de tirano
espejo, contra el rostro juntamente.

   Otra esperanza en vidrios ha quedado,
los tallos no florecen ni la vida,
y el ramo se desangra en mi costado.

   Estará la corola comedida,
dulcemente, y observa si es cuidado
cambiar las flores y regar mi herida.





Finale






   DEL ángel soy naufragio de la ciencia
que a luz de mi reflejo suspendido
–aunque poeta, referidlo os pido–
tendrá matiz espejo toda esencia.

   ¡Cuánta los dulces términos ausencia
demuestra tanto coro trascendido!
desmayo abajo viendo que han subido
la luz y el alma, el aire y la conciencia.

   A la luz donde duermo no escondida,
un ramo me recuerda destilado
en el vaso profundo de la vida.

   Concentro en él mi ardor, y en él me inspiro:
y de la esencia púrpura turbado
se elevan los aromas, y suspiro.



Francisco Acuyo



                             




La transfiguración de la lira 2, Francisco Acuyo