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miércoles, 9 de noviembre de 2011

ANTOLOGÍA EN HONOR DE ELENA MARTÍN VIVALDI


Antología en Honor de Elena Martín Vivaldi, Ancile


ANTOLOGÍA EN HONOR DE ELENA MARTÍN VIVALDI



Se presentó con una asistencia de público muy numerosa, la Antología en Honor de Elena Martín Vivaldi (Universidad de Granada, 2011), que reúne a 74 poetas entorno a la figura y poesía de la siempre muy estimada  poeta granadina. Con tan singular motivo y como testimonio de esta publicación, mostramos esta entrada del blog Ancile dedicada a Elena Martín Vivaldi, trayendo a colación algunas notas al respecto y, sobre todo, cuatro poemas que, a mi juicio, son altamente significativos para dar una semblanza muy general de su obra y que pretenden verterse en este medio como muestra más de merecido homenaje.

Antología en Honor de Elena Martín Vivaldi, Ancile


Hablar de Elena Martín Vivaldi, para aquellos que tuvimos la fortuna de su trato siempre sencillo, pero exquisito, amable, pero sincero, creo que sobran cualquier detalle o consideración proclive a cualquier elogio personal (que, además, ella, hubiera sin duda rechazado con la misma solicitud y amabilidad con la que nos regalaba en cualquier ocasión con su presencia), por lo que yo, muy brevemente, quisiera añadir en este homenaje que es el libro que hoy presentamos, otro propio con el que, me parece que se hubiese complacido especialmente, y es el quiero hacerle en relación directa con su pasión y compromiso vital que tiene, inevitablemente, una relación directa con la poesía. Cuando Elena Martín Vivaldi en su labor artística ofrece (entre el pudoroso recato y la confesión sincera)  un poema, tengan la total seguridad que en él verán la vida como en descarnado retrato donde ver(se) en discurrir de amor, de entrega, de inquietud, de exilio (interior), de soledad o de tristeza; también de dulzura de corazón, de expresiva energía y de sentida (y clarividente) conciencia de lo poético que, como la vida misma, se abre camino para ser y se apresta  diligentemente asumida su potencia; o, acaso, ceñido todo con los sutiles rasgos que habrían de estrecharse en sus versos emotivos con certeza, mas, siempre en su resuelta (y, no obstante, candorosa) solicitud como fuente inagotable de vívida hermosura y silenciosa inteligencia.
Duerme, decía, un vitalismo (fundamental concepto a tener en cuenta para entender en profundidad el ser y el calado esencial de su poesía) único y francamente peculiar en sus versos, extremado como un sueño; la mayoría de las veces más dulce, triste y retirado que sugestivo y enigmático, pero estrecha y ardientemente urdidos al sensitivo clamor que hiere, de forma similar, en la naturaleza como música callada;
Antología en Honor de Elena Martín Vivaldi, Ancile
Que yo, con toda modestia, les cuente las frescas y veraces excelencias de una poesía límpida, lozana, siempre cristalina que, con calidez, con rara cercanía, se estrecha a nuestras almas como caricia unánime, dirán que no es gran novedad, y es que en verdad que no quiero mostrar nada nuevo en la teoría de lo que supone su acervo poético, pues en él verán traslucir los más altos valores del alma atenta a la verdad, a la vida y a la belleza, y todo ello discurrir y quedar plasmado perpetuamente de forma natural en su lúcido y gentil discurso poemático.
Sean, pues, estas líneas en su desigual y apresurado informe, invitación, primero: a la delicia, gozo y apoteosis fijada en la bella factura de los versos de nuestra querida poeta; después: como presentación de un prototipo ejemplar de franca dedicación a aquella labor que, a la postre, la distinguiría como artista auténtica muy capaz de mostrar las galas de un quehacer poético (e indiscerniblemente humano) de gran altura, ya manifiesto en el legado único de su obra poética, el cual, para quienes vivimos con cuidado e intensidad la poesía (y tuvimos la suerte de disfrutar de su benévola e inolvidable presencia), se ha ofrecido como el excelso regalo que, a nuestras exigencias (también muy rigurosas), se nos antoja tan sentido como inolvidable. Por todo esto, yo quiero, rendir mi homenaje en esta singular ocasión, añadida al que se le hace de forma general en esta antología, leyendo alguno de sus poemas para deleite personal y seguro que también de muchos de los presentes, y para la memoria viva de nuestra inolvidable poeta:



Antología en Honor de Elena Martín Vivaldi, Ancile


CON MI DOLOR A SOLAS



No es el amor quien muere
 Somos nosotros mismos ...

L. Cernuda



Porque no puedo decir nada .
Porque hace tiempo que acabó la hora
aquella, donde la luna fue el espejo,
aquella la manera de mi vida,
aquellas las preguntas de mi noche,
aquellos los caminos del ensueño,
-sombras de realidades, largo eclipse-
aquellos los deseos de mi sangre.
Porque nada es verdad
-siendo tan cierto-
sino ese tiempo desbocado, acérrimo
enemigo. Implacable. Acechando .
Robador de minutos,
abriendo y, ay, cerrando, cuantas puertas
daban a lo oscuro,
cuantas puertas
daban al viento, al aire que traía
semillas de esperanza, largamente esparcidas,
sin que la mano, inútil, lograra rescatarlas.
Ese tiempo que, estando, mueve y barre, dispersa
hojas desnudas, sangre del otoño .
Tiempo que, espada, deja larga herida
sobre lunas y nubes, que otro día, si existieran.
Porque no puedo decir nada.
Digo esta noche
mi dolor a solas.


De Durante este tiempo




AMARILLOS





                             I


Qué plenitud dorada hay en tu copa
árbol, cuando te espero
en la mañana azul de cielo frío.
Cuántos agostos largos. Y qué intensos
se han cubierto, doliente, de amariHos.

                             II


Toda la tarde se encendía
dorada y bella, porque Dios lo quiso.
Toda mi alma era un murmullo
de ocasos, impaciente de amarillo.



                            III



Serena de amarillos tengo el alma.
Yo no lo sé. ¿Serena?
Parece que entre el oro de sus ramas
algo verde me encienda.
Algo verde, impaciente, me socava.
Dios bendiga su brecha.
Por este hueco fértil de mis ansias
un cielo retrasado me desvela.
Ay, mi esperanza, amor, voz que no existe,
tú, mi siempre amarillo.
Hazte mi sol de crepúsculos, ardiente:
ponte verde, amarillo.


De Arco en desenlace



Antología en Honor de Elena Martín Vivaldi, Ancile



HABLO AL HIJO




No has conocido el mundo.
Ven:
tu mano entre mi mano.
Te enseñaré la tierra, la luna, el sol,
los ríos, los mares, las montañas.
Ven,
nos aguardan los pájaros,
las flores, las estrellas,
las nubes, el ocaso,
a roca, el mineral,
los jardines, los árboles;
aquel árbol de otoño
donde la luz es casi
amarilla esperanza,
 y ese de primavera, engalanado.
árbol de amor, respuesta.
y la lluvia... La lluvia...
La lluvia, claridad,
-voz y llanto- sonrisa;
siembra, semilla, brote
de inquietud, de preguntas,
nombres, horas, hallazgos
de perdida esperanza.

La lluvia...
La lluvia hacia la tarde,
la noche, la mañana.
Grito, asombro, arco iris,
realización de un sueño.
Lluvia en el campo, vago
paisaje, y tiemblan
los colores: azul,
verde, gris, amarillo,
fundiéndose, creando
crepúsculos inciertos,
difuminados, vírgenes.
La lluvia, mientras clava
su reja aguda, hiriente
por la sedienta tierra,
dejándole a los hombres
su noticia de cielos,
su caricia sin tacto.

Ven,
las cosas ya te esperan,
transparentando alegres,
ufanas, desveladas,
su realidad, su norma,
su plenitud en el gozo.

Vamos. El universo existe
para ti.
Yo tu guía:
Tu mano entre mi mano.



De Materia de esperanza


Antología en Honor de Elena Martín Vivaldi, Ancile



LA MÚSICA CALLADA




A Mª Teresa Vivaldi




Se quedó el mundo solo, sin aroma,
solo en su inmensidad,
desposeído, sin dolor. Callado.
Como sonido mudo,
roto arpegio,
 apagándose, huyendo, desangrándose, inerme.
Sin un ritmo, en sigilo de palabras y voces.
Solo.
Sólo quedó el color -arco iris, promesa-
Oculta sinfonía.

Azul.
Azul de los silencios imposibles,
nocturno azul. Recuerdos.
Inundación de cielo y mar, entrelazados, vírgenes.
Mañanas transparentes,
altos presagios. Ecos.
antorchas de la noche:
oscuridad visible.
Nombre y azul.
El aire.

Y el amarillo fue. Armonía total,
rama del entusiasmo,
del llegar a la cima,
de alcanzar la alegría.

Gozo de la nostalgia y el nacer de un otoño.
Amarillo triunfante.

Y el verde.
Llama de amor y síntesis -¡ay azul y amarillo!-
y se abrían las hojas
de aquel árbol, llegando casi a un cielo perdido.
Recientes primaveras, entre un bosque de brazos
tendidos a una altura.
Verde.
      Toda la gracia única de la tierra en tu nombre

El rojo. Intensidad.
Gritos de plenitud, ascendiendo en su audacia.
Palidecen los ocres, los rosas se deshacen,
los morados se esfuman,
a su fulgor vencidos.
Rojo. Fuego escondido entre cuerpos desnudos
abrasando los miembros,
alzados hasta un muro:
y, nuevo, el blanco ardía sosteniendo el espacio

Sin aromas...
Sólo vibra el color.
La música callada.




De Las ventanas Iluminadas y Distinta noche




Antología en Honor de Elena Martín Vivaldi, Ancile


1 comentario:

  1. Muy buen artículo, amigo mío. Gracias por permitirme conocer a la poeta y un muestrario de su obra. Me gustan mucho los poemas que eligió, donde se canta a los árboles, a la vida, a la existencialidad, con un ritmo envidiable. Gracias y abrazos.

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