DE LOS DÍAS SÓLO QUEDAN LOS FANTASMAS…
De los días sólo quedan los fantasmas de sus sombras en el cuaderno de bitácora
y un acre sabor en la memoria
que se hace viento y temporal de grises olas en esta altamar de olvidos,
en esta derrota de cartas previamente marcadas
por los designios del azar
o
de los dioses caducos que dormitan en lejanos malecones de los
puertos sobre pedestales de mármoles corroídos.
Solo voy, por última vez, en busca de la luz.
COMO AGUJA DE MAREAR …
Como aguja de marear
el hilo de la luz
que me sostiene
en la derrota exacta,
justo a bolina,
navegando hasta el puerto
donde el destino pone
la palabra final,
hasta el lugar sin tiempo
donde la noche para siempre acaba
y espera el alba,
cuando el navío pierda su arrancada
tras esta singladura sin deriva,
al hilo de la luz.
SORTILEGIO DE LAS CARTAS…
Sortilegio de las cartas
es magia de sus líneas,
la trama donde se pierde
el bauprés de la ventura,
laberinto de sus cruces
son los signos de derrota,
artilugio simulados
para confusión del viento
y de su rosa, del arte
de marear y de su norte.
Sobre ellas el ágil trazo
azul del derrotero
y en el arco del compás
la constancia de la duda.
Sortilegio de las cartas
es el destino del viento.
xv
Lenta, la marea,
al bajar, desnuda las rocas
como se desviste el dorso amado
en el suave deleite
de la candencia de su tiempo.
RECALAR EN EL GOZO
Recalar en el gozo
como quien fondea en el paraíso;
así el tiempo del deslumbramiento
inicial, de los instantes de esplendor
detenido en el cénit de una luz tan sola,
única como un mundo ignoto,
frutal y exótica isla
de caudalosos ríos de miel y de promesas,
de tan suave textura en los pétalos de sus desconocidas flores,
de tan embriagadora entrega en el más dulce de sus néctares,
de una música de pájaros azules
que aún vuelan en la desesperanza de su pérdida,
de tan altas brumas cimeras
de las perlas rosadas de sus montes,
del alabastro transparente de sus venas
o senderos de la dulzura de su bosque hendido,
felicidad tan breve.
¡Ah! marinero de desdichas,
amuraste a estribor de tu destino.
Francisco Basallote
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