Seguimos el repaso
de la poesía amorosa en la sección de Amor
y poesía del blog Ancile, en la figura de una de las voces femeninas predilectas de quien les habla, Sor Juan Inés
de la Cruz. Con las mismas limitaciones de siempre se han seleccionado poemas
variados formalmente que tocan el tema del amor: romances, endechas, liras,
sonetos. Se incluyen algunos enlaces en los que se pueden escuchar algunos de
los poemas incluidos. La delicadeza, inteligencia y
sensibilidad de su pluma hacen de esta autora una de las creadoras más sublimes
de todos los tiempos, y una poeta de referencia para este apartado del blog que
ya se consolida como uno de los más visitados y apreciados por sus amigos y
visitantes.
SOR JUANA INÉS DE LA CRUZ:
AMOR Y POESÍA
SI EL DESAMOR O EL ENOJO
Si el desamor o el enojo
satisfacciones admiten,
y si tal vez los rigores
de urbanidades se visten,
satisfacciones admiten,
y si tal vez los rigores
de urbanidades se visten,
escucha, Fabio, mis males,
cuyo dolor, si se mide,
aun el mismo padecerlo
no lo sabrá hacer creíble.
Oye mi altivez postrada;
porque son incompatibles
un pundonor que se ostente
con un amor que se humille.
Escucha de mis afectos
las tiernas voces humildes,
que en enfáticas razones
dicen más de lo que dicen.
Que si después de escucharme,
rigor en tu pecho asiste,
informaciones de bronce
te acreditan de insensible.
No amarte tuve propuesto;
¿mas proponer de qué sirve,
si a persuasiones Sirenas
no hay propósitos Ulises,
pues es, aunque se prevenga,
en las amorosas lides,
el Griego, menos prudente,
y más engañosa Circe?
¿Ni qué importa que, en un pecho
donde la pasión reside,
se resista la razón
si la voluntad se rinde?
En fin, me rendí. ¿Qué mucho,
si mis errores conciben
la esclavitud como gloria,
y como pensión lo libre?
Aun en mitad de mi enojo
estuvo mi amor tan firme,
que a pesar de mis alientos,
aunque no quise, te quise.
Pensé desatar el lazo
que mi libertad oprime,
y fue apretar la lazada
el intentar desasirme.
Si de tus méritos nace
esta pasión que me aflige,
¿cómo el efecto podrá
cesar, si la causa existe?
¿Quién no admira que el olvido
tan poco del amor diste,
que quien camina al primero,
al segundo se avecine?
que quien camina al primero,
al segundo se avecine?
No, pues, permitas, mi Fabio,
si en ti el mismo afecto vive,
que un leve enojo blasone
contra un amor invencible.
No hagas que un amor dichoso
se vuelva en efecto triste,
ni que las aras de Anteros
a Cupido se dediquen.
se vuelva en efecto triste,
ni que las aras de Anteros
a Cupido se dediquen.
Deja que nuestras dos almas,
pues un mismo amor las rige,
teniendo la unión en poco,
amantes se identifiquen.
Un espíritu amoroso
nuestras dos vidas anime,
y Láquesis, al formarlas,
de un solo copo las hile.
Nuestros dos conformes pechos
con sola una aura respiren;
un destino nos gobierne
y una inclinación nos guíe.
Y en fin, a pesar del tiempo,
pase nuestro amor felice
de las puertas de la Parca
unidad indivisible,
donde, siempre amantes formas,
nuestro eterno amor envidien
los Leandros y las Heros,
los Píramos y las Tisbes.
DIVINO DUEÑO MÍO
Divino dueño
mío:
si al tiempo
de apartarme
tiene mi
amante pecho
alientos de
quejarse,
oye mis
penas, mira mis males.
Aliéntese el
dolor,
si puede
lamentarse;
y, a vista
de perderte,
mi corazón
exhale
llanto a la
tierra, quejas al aire.
Apenas de
tus ojos
quise al Sol
elevarme,
cuando mi
precipicio
da, en
sentidas señales,
venganza al
fuego, nombre a los mares.
Apenas tus
favores
quisieron
coronarme,
dichoso más
que todos,
felice como
nadie,
cuando los
gustos fueron pesares.
Sin
duda el ser dichoso
es la culpa
más grave,
pues mi
fortuna adversa
dispone que
la pague
con que a
mis ojos tus luces falten.
¡Ay, dura
ley de ausencia!,
¿quién podrá
derogarte,
si adonde yo
no quiero
me llevas,
sin llevarme,
con alma
muerto, vivo cadáver?
Será de tus
favores
sólo el
corazón cárcel,
por ser aún
el silencio,
si quiero
que los guarde,
custodio
indigno, sigilo frágil.
Y puesto que
me ausento,
por el
último vale
te
prometo, rendido,
mi amor y fe
constante;
siempre
quererte, nunca olvidarte.
ESTE AMOROSO TORMENTO
Este amoroso
tormento
que en mi corazón se ve
sé que lo siento, y no sé
la causa porque lo siento.
que en mi corazón se ve
sé que lo siento, y no sé
la causa porque lo siento.
Siento una grave
agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.
Y cuan con más
terneza
mi infeliz estado lloro,
sé que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza.
mi infeliz estado lloro,
sé que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza.
Siento un anhelo
tirano
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca lo miro
yo mismo aparto la mano.
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca lo miro
yo mismo aparto la mano.
porque, si acaso
se ofrece,
después de tanto desvelo,
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.
después de tanto desvelo,
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.
Y si alguna sin
susto
consigo tal posesión,
que cualquier leve ocasión
me malogra todo el gusto,
consigo tal posesión,
que cualquier leve ocasión
me malogra todo el gusto,
Siento mal del
mismo bien
con receloso temor,
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.
con receloso temor,
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.
Cualquier leve
ocasión labra
en mi pecho, de manera,
que el que imposibles venciera
se irrita de una palabra.
en mi pecho, de manera,
que el que imposibles venciera
se irrita de una palabra.
Con poca causa
ofendida,
suelo, en mitad de mi amor,
negar un leve favor
a quien le diera la vida.
suelo, en mitad de mi amor,
negar un leve favor
a quien le diera la vida.
Ya sufrida, ya
irritada,
con contrarias penas lucho,
que por él sufriré mucho
y con él sufriré nada.
con contrarias penas lucho,
que por él sufriré mucho
y con él sufriré nada.
No sé en que
lógica cabe
el que tal cuestión se pruebe,
que por él lo grave es leve,
y con él lo leve es grave.
el que tal cuestión se pruebe,
que por él lo grave es leve,
y con él lo leve es grave.
Sin bastantes
fundamentos
forman mis tristes cuidados,
de conceptos engañados,
un monte de sentimientos;
forman mis tristes cuidados,
de conceptos engañados,
un monte de sentimientos;
y en aquel fiero
conjunto
hallo, cuando se derriba,
que aquella máquina altiva
sólo estribaba en un punto.
hallo, cuando se derriba,
que aquella máquina altiva
sólo estribaba en un punto.
Tal vez el dolor
me engaña
y presumo, sin razón,
que no habrá satisfacción
que pueda templar mi saña;
y presumo, sin razón,
que no habrá satisfacción
que pueda templar mi saña;
y cuando a
averiguar llego
el agravio porque riño,
es como espanto de niño
que para en burlas y juego.
el agravio porque riño,
es como espanto de niño
que para en burlas y juego.
Y aunque el
desengaño toco,
con la misma pena lucho,
de ver que padezco mucho
padeciendo por tan poco.
con la misma pena lucho,
de ver que padezco mucho
padeciendo por tan poco.
A vengarse se
abalanza
tal vez el alma ofendida;
y después arrepentida,
toma de mí otra venganza.
tal vez el alma ofendida;
y después arrepentida,
toma de mí otra venganza.
Y si al desdén
satisfago,
es con tan ambiguo error,
que yo pienso que es rigor
y se remata en halago.
es con tan ambiguo error,
que yo pienso que es rigor
y se remata en halago.
Hasta el labio
desatento
suele, equívoco, tal vez,
por usar de la altivez
encontrar el rendimiento.
suele, equívoco, tal vez,
por usar de la altivez
encontrar el rendimiento.
Cuando por
soñada culpa
con más enojo me incito,
yo le acrimino el delito
y le busco la disculpa.
con más enojo me incito,
yo le acrimino el delito
y le busco la disculpa.
No huyo el mal
ni busco el bien,
porque, en mi confuso error,
ni me asegura el amor
ni me despecha el desdén.
porque, en mi confuso error,
ni me asegura el amor
ni me despecha el desdén.
En mi ciego
devaneo,
bien hallada contra mi engaño,
solicito el desengaño
y no encontrarlo deseo.
bien hallada contra mi engaño,
solicito el desengaño
y no encontrarlo deseo.
Si alguno mis quejas
oye,
más a decirlas me obliga
porque me las contradiga,
que no porque las apoye.
más a decirlas me obliga
porque me las contradiga,
que no porque las apoye.
Porque si con la
pasión
algo contra mi amor digo,
es mi mayor enemigo
quien me concede la razón.
algo contra mi amor digo,
es mi mayor enemigo
quien me concede la razón.
Y si acaso en mi
provecho
hallo la razón propicia,
me embaraza la justicia
y ando cediendo el derecho.
hallo la razón propicia,
me embaraza la justicia
y ando cediendo el derecho.
nunca hallo
gusto cumplido,
porque, entre alivio y dolor,
hallo culpa en el amor
y disculpa en el olvido.
porque, entre alivio y dolor,
hallo culpa en el amor
y disculpa en el olvido.
estro de mi pena
dura
es algo del dolor fiero;
y mucho más no refiero
porque pasa de locura.
es algo del dolor fiero;
y mucho más no refiero
porque pasa de locura.
Si acaso me
contradigo
en este confuso error,
aquél que tuviere amor
entenderá lo que digo.
en este confuso error,
aquél que tuviere amor
entenderá lo que digo.
COGIÓME SIN PREVENCIÓN
Cogióme
sin prevención
Amor, astuto y tirano: con capa de cortesano se me entró en el corazón. Descuidada la razón y sin armas los sentidos, dieron puerta inadvertidos; y él, por lograr sus enojos, mientras suspendió los ojos me salteó los oídos. Disfrazado entró y mañoso; mas ya que dentro se vio del Paladión, salió de aquel disfraz engañoso; y, con ánimo furioso, tomando las armas luego, se descubrió astuto Griego que, iras brotando y furores, matando los defensores, puso a toda el Alma fuego. Y buscando sus violencias en ella al Príamo fuerte, dio al Entendimiento muerte, que era Rey de las potencias; y sin hacer diferencias de real o plebeya grey, haciendo general ley murieron a sus puñales los discursos racionales porque eran hijos del Rey. A Casandra su fiereza buscó, y con modos tiranos, ató a la Razón las manos, que era del Alma princesa. En prisiones su belleza de soldados atrevidos, lamenta los no creídos desastres que adivinó, pues por más voces que dio no la oyeron los sentidos. Todo el palacio abrasado se ve, todo destruido; Deifobo allí mal herido, aquí Paris maltratado. Prende también su cuidado la modestia en Polixena; y en medio de tanta pena, tanta muerte y confusión, a la ilícita afición sólo reserva en Elena. Ya la Ciudad, que vecina fue al Cielo, con tanto arder, sólo guarda de su ser vestigios, en su ruina. Todo el amor lo extermina; y con ardiente furor, sólo se oye, entre el rumor con que su crueldad apoya: "Aquí yace un Alma Troya ¡Victoria por el Amor!" |
QUE DA MEDIO
PARA AMAR SIN MUCHA PENA
Yo no puedo tenerte ni dejarte,
ni sé por qué, al dejarte o al tenerte,
se encuentra un no sé qué para quererte
y muchos sí sé qué para olvidarte.
Pues ni quieres dejarme ni enmendarte,
yo templaré mi corazón de suerte
que la mitad se incline a aborrecerte
aunque la otra mitad se incline a amarte.
Si ello es fuerza querernos, haya modo,
que es morir el estar siempre riñendo:
no se hable más en celo y en sospecha,
y quien da la mitad, no quiera el todo;
y cuando me la estás allá haciendo,
sabe que estoy haciendo la deshecha.
AMADO DUEÑO MÍO
Amado dueño mío,
escucha un rato mis cansadas quejas,
pues del viento las fío,
que breve las conduzca a tus orejas,
si no se desvanece el triste acento
como mis esperanzas en el viento.
Oyeme con los ojos,
ya que están tan distantes del
oídos,
y de ausentes enojos
en ecos, de mi pluma mis gemidos;
y ya que a ti no llega mi voz ruda,
óyeme sordo, pues me quejo muda.
Si del campo te agradas,
goza de sus frescuras venturosas,
sin que aquestas cansadas
lágrimas te detengan, enfadosas;
que en él verás, si atento te
entretienes,
ejemplos de mis males y mis bienes.
Si el arroyo parlero
ves, galán de las flores en el
prado,
que, amante y lisonjero,
a cuantas mira intima su cuidado,
en su corriente mi dolor te avisa
que a costa de mi llanto tiene risa.
Si ves que triste llora
su esperanza marchita, en ramo
verde,
tórtola gemidora,
en él y en ella mi dolor te acuerde,
que imitan, con verdor y con
lamento,
él mi esperanza y ella mi tormento.
Si la flora delicada,
si la peña, que altiva no consiente
del tiempo ser hollada,
ambas me imitan, aunque variamente,
ya con fragilidad, ya con dureza,
mi dicha aquélla y ésta mi firmeza.
Si ves el ciervo herido
que baja por el monte, acelerado,
buscando, dolorido,
alivio al mal en un arroyo helado,
y sediento al cristal se precipita,
no en el alivio, en el dolor me
imita.
Si la liebre encogida
huye medrosa de los galgos fieros,
y por salvar la vida
no deja estampa de los pies ligeros,
tal mi esperanza, en dudas y recelos,
se ve acosada de villanos celos.
Si ves el cielo claro,
tal es la sencillez del alma mía;
y si, de luz avaro,
de tinieblas se emboza el claro día,
es con su obscuridad y su
inclemencia,
imagen de mi vida en esta ausencia.
Así que, Fabio amado,
saber puedes mis males sin costarte
la noticia cuidado,
pues puedes de los campos
informarte;
y pues yo a todo mi dolor ajusto,
saber mi pena sin deja tu gusto.
Mas ¿cuándo, ¡ay gloria mía!,
mereceré gozar tu luz serena?
¿Cuándo llegará el día
que pongas dulce fin a tanta pena?
¿Cuándo veré tus ojos, dulce
encanto,
y de los míos quitarán el llanto?
¿Cuándo tu voz sonora
herirá mis oídos, delicada,
y el alma que te adora,
de inundación de gozos anegada,
a recibirete con amante prisa
saldrá a los ojos desatada en risa?
¿Cuándo tu luz hermosa
revestirá de gloria mis sentidos?
¿Y cuándo yo, dichosa,
mis suspiros daré por bien perdidos,
teniendo en poco el precio de mi
llanto,
que tanto ha de penar quien goza
tanto?
¿Cuándo de tu apacible
rostro alegre veré el semblante
afable,
y aquel bien indecible
a toda humana pluma inexplicable,
que mal se ceñirá a lo definido
lo que no cabe en todo lo sentido?
Ven, pues, mi prenda amada:
que ya fallece mi cansada vida
de esta ausencia pesada;
vén, pues: que mientras tarda tu
venida,
aunque me cueste su verdor enojos,
regaré mi esperanza con mis ojos.
Sor Juana Inés de la Cruz
No hay comentarios:
Publicar un comentario