Tras visionar el corto Abaddona (ópera prima
de excepcional fascinación y belleza –a pesar de la precariedad de medios
empleados para su realización- de un nuevo grupo de entusiastas creadores y
amantes de la mejor cinematografía, me refiero al grupo de producción 3 & acción) no pude evitar traer a mi conciencia inmediata la reminiscencia de las
lecturas del libro de Enoch (Henoch). Las versiones extraídas del amhárico (etíope, aunque se sospecha que
sea de origen hebreo, cuya trascripción original se ha perdido y la conocemos en
virtud de las versiones etíope, griega o latina) y traducidas en primera instancia por el
arzobispo Lawrence (sobre el año 1821) han sido sucesivas, y con mayor o menor
éxito traídas a colación hasta nuestros días. Nos ponen estas transcripciones en contacto, mediante
un despliegue simbólico sin precedentes, y sin obviar el carácter profético que
vierte a través de su singular teogonía, con un mundo del todo atractivo y harto sugerente. Las
siete razas a las que se aluden y describen (las cinco primeras, quedando
resueltamente secretas las dos últimas) ya nos hablan de su vinculación con los
Misterios de la Iniciación, y todo adornado con personajes sugerentes y enigmáticos
(angélicos y arcangélicos), los cuales nos pone en antecedentes con el carácter
secreto y o apócrifo del libro (etimológicamente derivado de crypto –esconder-) y del que se deduce
el origen terrenal pero también célico o estrellado del hombre. De las siete
partes del Libro, este poema se centra o encuentra lugar, en la segunda parte que
relata la asunción de Enoch y la caída de los ángeles (capítulos VI a XXXVI),
mas encuentra el empuje o inspiración definitivos en la visión del corto
anteriormente aludido y que tuvo a bien traerme a la memoria aquellos párrafos
del Libro profético, cosmológico y escatológico a un tiempo. No deja de
causarme especial impresión la notable influencia que tuvo en los primeros
cristianos (lo mencionan Tertuliano, Prisciliano y el mismo San Pablo que llega
a considerarlo un libro profético), y sobre todo en el siglo XV al que los
kabbalistas cristianos vuelven a su lectura y referencia; también Pico de la
Mirandola, Guillermo Postel entre otros acaban citándolo, siendo su influencia muy importante también en las filas gnóstica y hermético alquimistas.
Así las cosas, y
bajo este deslumbrante y seductor influjo tuvo lugar este poema (un fragmento os ofrezco,
se publicará íntegro en la edición próxima de Abaddona en la editorial Jizo; también expongo al final el enlace al trailer del corto) que
ofrezco para la consideración del interesado, no sólo de la poesía y del cine, también en
el universo misterioso de los libros antiguos que siguen, consciente o
inconscientemente, manteniendo su extraordinaria fuerza, inducción y
ascendencia para gozo de las generaciones presentas y futuras.
CRÓNICAS DE ENOCH
FRAGMENTO
Al grupo Tres y acción,
Por su ángel Abbadona
Demonio, hermano mío, mi semejante
Luis
Cernuda
I
ENOCH, mi hermano; la bella
relación dejó sellada:
del gran luminar benévola
razón nos cuenta que hablara
el relato en confidencia
de la belicosa máquina
celeste que al hombre muestra
en sus páginas lacrada,
pues hierofante y albacea
sobre estos textos consagra
la iniciática estrategia,
si inscrita puebla sus páginas
la estirpe toda arcangélica
que signarlo quiere heresiarca,
e impresa dejó la estela
que sigue en líneas varias:
“Alas extiende y cadenas
las que en campo de batalla
arcangélica hueste extrema,
ora oscura, ora diáfana
cohorte de figuras trémula
que, desde la noche avanza,
si sombra no, centinela
de una luz siempre sonámbula.
Cada arcángel, por la niebla,
dejar apenas en cada
rostro pudo, si sospecha,
como tenebrosa máscara,
la impávida muerte expresa.
En el cíngulo la espada
tinta todavía muestra
cruel de sangre vigilancia.
De Dios desertor, apenas
caído el ángel, la escuadra
al fin alevosa deja
y, en pos de la luz más clara
del redil divino, espera
piadosa, por la arrogancia,
redención a su anatema.
Soledad sin esperanza.
A la súplica respuesta:
soledad sin esperanza,
y en ella al fin la azucena
del silencio se derrama,
pues por el mundo frontera
a tanto olvido no hallara,
ni a su sueño centinela,
ni a su sombra luminaria.”
Francisco Acuyo
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