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viernes, 19 de abril de 2013

POESÍA: SEGURO AZAR

He aquí algunas nuevas reflexiones en torno al fenómeno poético y sus extraordinarias proyecciones sobre el aporte especial de entendimiento que propone (cuestión que ha sido, y sigue siendo, motivo de sugerentes alternativas de interpretación, no sólo para la fenomenología literaria, y su influencia también como vía singular de interpretación del mundo), y todo para la sección de Pensamiento del blog Ancile.


Poesía: seguro azar, Francisco Acuyo, Ancile




POESÍA: SEGURO AZAR



Poesía: seguro azar, Francisco Acuyo, Ancile



            Trazar un signo  y  atisbar con éste un seguimiento de los senderos inefables de la poesía, insisto, no sólo no es fácil, tal vez sea del todo imposible. Habría que nutrir cualquier concepto explicativo del vigor que colman las aguas del poema, cuyo excelso manantial además alimenta el prodigio eterno de la poesía.
            Esta redacción vagabunda e irregular no quisiera extenderse de forma innecesaria bajo la inclinación de la pesadumbre y el fastidio; acaso desearía que fuesen los poemas la guía y el precepto para aclarar las dudas ineluctables entorno al misterio que encierra siempre la poesía. No obstante, es bueno adelantar que la insondable dificultad que ofrece el verdadero poema surge, porque los versos, una vez escritos, dejaron con su espíritu sublime, la constancia de una luz intransferible. Por eso no sea siquiera parecido escribir e interpretar el verso. El rigor que requiere transcripción semejante, si aspira a ser fiel a aquel subido espíritu, necesita en su traslado, si no la dignidad del poema (que decíamos intransferible), al menos sí la serenidad que únicamente puede dar la discreción propia del que sospecha lo imposible de su empeño. Puede que este intérprete, aunque poeta, haya sido despojado del derecho de transcribir el poema si no es a través del impulso extraordinario por el que tuvo origen.
            El entramado aparentemente aleatorio de la poesía está, no obstante, henchido de aliento vital y razón de vida. Y es que la poesía, con el universo y sus formas vivas goza y se sustenta en una base azarosa pero no accidental. Las interacciones que acontecen del azar y de lo no azaroso se mantienen entre sí complementariamente. El nexo casual en estas relaciones (tenidas en cuenta por la ciencia, entre sus diversas disciplinas,  y por el propio saber filosófico) se le ha denominado entropía: el agente del caos que tiende a confundir lo que está claro y a destruir el significado. Al margen de la visión clásica que establece a la entropía como la regla dinámica de explicación en los procesos físico-químicos, en poesía, por su ineludible contenido informático, es tan natural el orden como aquélla, la entropía.
            Es evidente que la poesía (entre otras esencias ) es portadora indiscutible de hechos, ideas, emociones, y  por lo tanto se adquiere y se transmite como conocimiento. Y por esto fundamentalmente es un agente activo, y por lo tanto informa al mundo material, acaso como el código genético (ADN) informa a la maquinaria de la célula para construir y reconstituir un organismo. ¿Y por qué no considerar la poesía como un código de símbolos de cuya información deducida cabe también una interpretación universal? ¿Por qué la poesía puede
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decirnos que existe algo en vez de nada?¿Tiene la poesía carácter cibernético, en tanto que es capaz de aunar varios conjuntos complementarios de ideas (y emociones), y por tanto capaz de mantener orden en un sistema, cual es el del lenguaje en general y el poético en particular, en relación con el mundo?
            El rumbo que marcará dicho timonel (cibernético: del griego, timonel), marcará  así mismo la regularidad, estabilidad, correcto y constante funcionamiento de cualquier viaje. Así como todas las cosas tienen tendencia a la entropía, al desorden, la corrección de todas las desviaciones fortuitas son responsabilidad de dicho timonel, es decir de la cibernética; en el caso de la poesía y su carácter cibernético integrador, y esto en virtud de un principio universal de control y organización.
            Parece más que probable que la distinción entre lo que poéticamente es inteligible de aquello que no lo es, esté sujeto a extrañas leyes (del caos), que bien pueden parecernos un tanto crípticas, ya que pueden estar sujetas a vínculos estadísticos, lo que los matemáticos llaman series estocásticas (stokos, adivinar). Así pues, matemáticamente, sólo conocemos de forma aproximada el rumbo del timonel entrópico de la poesía. Pero en verdad un científico no puede conocer una parte del universo  en un determinado momento mientras lo observa, si no es aproximándose a través de la incertidumbre, y siempre considerando una gama de diferentes contingencias, y asignando una probabilidad apropiada a cada una. ¿Qué diremos del que intenta interpretar un poema, por muy sencillo que este sea,  y de aquello que (la poesía) pretende?
            Parece pues que el rumbo de un poema en su entrópico viaje, no sigue un camino, sino muchos. No en vano el concepto de entropía ( así lo entendió también Oswald Spengler ) es el más típico de la caída de la ciencia moderna desde su pureza y certidumbre clásicas, y que tiene mucho más que ver con las cosas vivas y la historia. La entropía por tanto es también la medida que el receptor del poema recibe del mensaje y que no conocía de éste.
            Lo interesante de lo que, modestamente, venimos a señalar, radica en que sólo parte de nuestra experiencia es en verdad experiencia; quizá lo novedoso esté en que es el poema el que va a añadir una imagen mental que no es mera experiencia, es la imagen que no sólo representa una variedad de experiencias sino algo que aún no se experimenta.
            Acaso en el aparente error de dicción, o peculiar manejo del lenguaje, e incluso en las transgresiones intencionadas del mismo (sintácticas, por ejemplo) no deben ser consideradas (académicamente) aberrantes, sino como parte esencial de la lógica de cualquier sistema complejo, como lo es sin duda la poesía, y es que en ella la variedad y la precisión coexisten.
            Pero hay más. La poesía (con el universo) genera su propia novedad conforme avanza. Similar a una ley, pero impredecible. Siempre hay en ella más información de la que había antes.
            La poesía hace suya la propiedad del lenguaje por la que, a través de sus símbolos, puede afectar al mundo real de la sustancia, aunque no necesite ser empleada con tal fin. El poema, aunque no comporte hecho alguno, puede llegar a serlo, pero lo que interesa es que los símbolos que aparecen en el verso pueden manejarse con más libertad que la sustancia, por lo que el lenguaje (poético) es extremadamente rico y evidentemente creador (Noam Chomsky), y por lo que depende mucho menos de lo que cabría pensar del azar y del accidente. Su complejidad es autorreguladora,  propia de los sistemas abiertos capaces de generar, de surgir de forma naciente, que gustaba decir a T.S.Eliot, como algo nuevo más allá de cualquier explicación de causa y efecto, aun cuando se conozca toda la información acerca de sus causas. Precisamente esta complejidad revierte como una propiedad decisiva en la interpretación poética. No sé si estaremos en condiciones de decir que, si bien no podemos explicar todas las imágenes, figuras, posibilidades del mundo poético, lo estaremos, no obstante, de describir las reglas que las generan; me refiero a las preceptivas métricas, estilísticas, gramaticales... Quiero decir que podemos describir todas las reglas, pero no forzosamente el producto de cada una de ellas.
            En la interpretación de la poesía, sin embargo, deberemos tener más en cuenta si cabe que en el estudio de cualquier otra disciplina la inconclusión de cualquier sistema gobernado por axiomas o reglas, pues es en la labor interpretativa de la poesía se evidencian las inevitables limitaciones del conocimiento humano.
            Podemos decir, no solo en matemáticas, sino también en poesía, que habrá afirmaciones ciertas que no podrán afirmarse que son ciertas o inciertas dentro del propio sistema interpretativo, utilizando precisamente sus mismas reglas (a saber, estilisticas, semánticas, métricas, gramaticales, lingüísticas...) Podremos salirnos del sistema y buscar respuestas en otros sistemas, por ejemplo el lógico o filosófico, añadiendo nuevas reglas y axiomas nuevos para que aparezcan en este nuevo metasistema otros planteamientos que no podrán
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demostrarse ad infinitum, pues la poesía siempre será capaz de sorprender tanto al lector como a aquel que interpreta el verso, incluso al mismo que lo escribe. Es así que el mapa de este viaje nunca podrá ser trazado por estar implícito en un hemisferio infinito.
            Cuando Eliot se revela por las críticas llevadas a cabo sobre Wordswort, en las que se establecía el cambio poético de dicho poeta ateniéndose a razones externas, como el amorío del poeta con Anette Vallon, decía: ...en toda gran Poesía hay algo que debe permanecer inexplicable, por muy completo que sea nuestro conocimiento del poeta, y esto es lo que más importa. Una vez hecho el poema, ha ocurrido algo nuevo, algo que no es posible explicar completamente por nada de lo que ocurrió antes. Esto es algo que, presuntos poetas y aprendices de intérpretes, al amparo de la construcción anglosajona del verso, se aplican y explican del fenómeno poético al albur único de la experiencia, lo cual no deja de ser una paradoja, por no decir un verdadero disparate.
            Pretendo finalmente, mostrar que una de las razones de ser de la poesía está en que es intrínsecamente inabordable, al margen mismo de la voluntad del poeta, pues ella misma abarca la totalidad - tiene carácter ontológico- y no es únicamente privativa del que escribe el verso (solamente), ni del que interpreta, ni del que lee este o aquel poema; sino del mundo que no puede ser trascendido más que de forma incompleta.
            Hoy, reconocemos las reglas linguísticas como poderosos instrumentos que sin estar sometidos a mecanismos de causa efecto estrictos, establecen las reglas que definen - ya que forman parte de la estructura gramatical universal- el lenguaje. Sin embargo, y sobre todo la poesía, es un sistema abierto e incompleto generador de novedad. Dichas reglas no son sólo aplicables a la estructura gramatical, sino que están esencial e intrínsecamente unidas a otros y diversos aspectos, como por ejemplo, los de preceptiva métrica o epítomes de versificación.
            Razonando, aunque sea apresuradamente, el lenguaje poético nos hará reconocer además de esta dimensión gramatical y sintáctica donde se construyen los más complejos entresijos, una dimensión mucho más amplia e intrincada, siendo uno de los aspectos más singulares el del proceso rítmico en el lenguaje poético, sustentado por aquella preceptiva métrica que, a mi juicio, goza del mismo grado transformacional del lenguaje en aquellos procesos ya señalados de generación gramatical.
            El lenguaje en general ( y el poético en particular) tiene aspecto y comportamiento de auténtico algoritmo; por analogía es realmente similar al lenguaje genético codificado (ADN), y también a la gramática, la sintaxis, y a la misma métrica.
            En matemáticas, el algoritmo, igualmente es un proceso singular de manipulación de símbolos, siendo especialmente interesante aquel que sucede una vez y otra de un solo preceder básico. Así se conforman ciertas cantidades en otras, utilizando un número de reglas finitas de transformación.
            Parece ser que cualquier cambio debe contener reglas sintácticamente legales respecto a las reglas de la estructura. No obstante, es de gran importancia saber que esta gramática, aunque estable, obviamente puede también cambiar.
            Es aquí donde el lenguaje poético se convierte en paradigma, pues cualquiera que se ocupe de su apariencia superficial, no tiene esperanzas de comprender sus propiedades esenciales. Parafraseando a Chomsky (y entendiendo esto especialmente para la poesía): «Lo que se puede decir es de mucho más interés que lo que se dice».
            Murray Eden, insigne ingeniero informático, describe una simulación evolutiva en una computadora, y deduce que no hubo tiempo material suficiente, utilizando las reglas de la selección natural, interactuando al azar sobre mutaciones de genes, para poner en escena a los seres humanos. Llega a la sorprendente
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conclusión de que los algoritmos imponen frenos a las mutaciones aleatorias en los mensajes del ADN. Parece ser que ningún lenguaje, incluido el genético, admite cambios al azar. Así también, en el lenguaje general, las secuencias de letras al azar en una frase acabaría con el significado.
            Muy lejos del estructuralismo (imposibilitado para explicar la propiedad más asombrosa del lenguaje, su ilimitado potencial para expresar pensamientos e ideas), nos movemos más allá de aquellos algoritmos lingüísticos que planifican la base abstracta de una frase ( y no digamos de un verso ). Hablamos de la estructura profunda chomskyana.
            En poesía especialmente, la sintaxis, el estilo, los tropos, la métrica... es decir la sola estructura en un verso contiene mucha más información de lo que cabría pensarse.
            Podía ser mucho más fácil de entender la información que puede generar no ya un hablante, sino un poeta, entendiendo que es mucho más rica en esencia, si no fuese por la visión decimonónica fuertemente y con falsedad arraigada, de un cierto positivismo trasnochado que abarca no solo la ciencia, pues también las denominadas disciplinas humanísticas.
            Me refiero concretamente al conocimiento que se adquiere a través de la experiencia, denostando, por otra parte, con infundada ignorancia la propia filosofía kantiana, de donde pretenden sustentar sus fundamentos epistemológicos. Se olvidan, adrede o por simple desconocimiento, de que una parte de lo que conocemos es apriori, y viene antes de la experiencia por una facultad mental no vinculada a aquella. Con un apoyo básico en el mismo Kant podemos afirmar que tanto el conocimiento del lenguaje y de otras formas de conocimiento, son incomparablemente más vivos, extensos y sistemáticos que el aducto de la experiencia.
            Así, si la materia es transformable en energía, diremos: E=mc2. Es un saber apartado de forma universal y necesaria en virtud de este conocimiento apriori.
            Acaso si queremos explicar el fenómeno poético, aunque sea vagamente, sería necesario establecer una serie de principios independientes del propio mundo poético. Ya se hizo en Biología por Lila Gatlim en el estudio de una teoría de los organismos, independiente de los mismos; o en física, cuyos resultados son verdaderamente ilustrativos, procediendo a través de conceptos sumamente abstractos: Espacios imaginarios, números complejos, álgebras especiales...
            Así ¿por qué no sufrir con Einstein por la superación de la Realidad de la Experiencia y la Realidad del Ser? Acaso esto sólo sea posible a través del tantas veces insondable mundo de la poesía. 



                                                                                                                 Francisco Acuyo




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