He aquí algunas nuevas reflexiones en torno al fenómeno poético y sus extraordinarias proyecciones sobre el aporte especial de entendimiento que propone (cuestión que ha sido, y sigue siendo, motivo de sugerentes alternativas de interpretación, no sólo para la fenomenología literaria, y su influencia también como vía singular de interpretación del mundo), y todo para la sección de Pensamiento del blog Ancile.
POESÍA: SEGURO AZAR
Trazar un signo y
atisbar con éste un seguimiento de los senderos inefables de la poesía,
insisto, no sólo no es fácil, tal vez sea del todo imposible. Habría que nutrir
cualquier concepto explicativo del vigor que colman las aguas del poema, cuyo
excelso manantial además alimenta el prodigio eterno de la poesía.
Esta
redacción vagabunda e irregular no quisiera extenderse de forma innecesaria
bajo la inclinación de la pesadumbre y el fastidio; acaso desearía que fuesen
los poemas la guía y el precepto para aclarar las dudas ineluctables entorno al
misterio que encierra siempre la poesía. No obstante, es bueno adelantar que la
insondable dificultad que ofrece el verdadero poema surge, porque los versos,
una vez escritos, dejaron con su espíritu sublime, la constancia de una luz
intransferible. Por eso no sea siquiera parecido escribir e interpretar el
verso. El rigor que requiere transcripción semejante, si aspira a ser fiel a
aquel subido espíritu, necesita en su traslado, si no la dignidad del poema
(que decíamos intransferible), al menos sí la serenidad que únicamente puede
dar la discreción propia del que sospecha lo imposible de su empeño. Puede que
este intérprete, aunque poeta, haya sido despojado del derecho de transcribir
el poema si no es a través del impulso extraordinario por el que tuvo origen.
El
entramado aparentemente aleatorio de la poesía está, no obstante, henchido de aliento
vital y razón de vida. Y es que la poesía, con el universo y sus formas
vivas goza y se sustenta en una base azarosa pero no accidental. Las
interacciones que acontecen del azar y de lo no azaroso se mantienen entre sí
complementariamente. El nexo casual en estas relaciones (tenidas en cuenta por
la ciencia, entre sus diversas disciplinas,
y por el propio saber filosófico) se le ha denominado entropía:
el agente del caos que tiende a confundir lo que está claro y a destruir el
significado. Al margen de la visión clásica que establece a la entropía como la
regla dinámica de explicación en los procesos físico-químicos, en poesía, por
su ineludible contenido informático, es tan natural el orden como
aquélla, la entropía.
Es
evidente que la poesía (entre otras esencias ) es portadora indiscutible de
hechos, ideas, emociones, y por lo tanto
se adquiere y se transmite como conocimiento. Y por esto fundamentalmente es un
agente activo, y por lo tanto informa al mundo material, acaso como el código
genético (ADN) informa a la maquinaria de la célula para construir y reconstituir
un organismo. ¿Y por qué no considerar la poesía como un código de símbolos de
cuya información deducida cabe también una interpretación universal? ¿Por qué
la poesía puede
decirnos que existe algo en vez de nada?¿Tiene la
poesía carácter cibernético, en tanto que es capaz de aunar varios conjuntos
complementarios de ideas (y emociones), y por tanto capaz de mantener orden en
un sistema, cual es el del lenguaje en general y el poético en particular, en
relación con el mundo?
El
rumbo que marcará dicho timonel (cibernético: del griego, timonel),
marcará así mismo la regularidad,
estabilidad, correcto y constante funcionamiento de cualquier viaje. Así como
todas las cosas tienen tendencia a la entropía, al desorden, la corrección de
todas las desviaciones fortuitas son responsabilidad de dicho timonel, es decir
de la cibernética; en el caso de la poesía y su carácter cibernético
integrador, y esto en virtud de un principio universal de control y
organización.
Parece
más que probable que la distinción entre lo que poéticamente es inteligible de
aquello que no lo es, esté sujeto a extrañas leyes (del caos), que bien pueden
parecernos un tanto crípticas, ya que pueden estar sujetas a vínculos
estadísticos, lo que los matemáticos llaman series estocásticas (stokos,
adivinar). Así pues, matemáticamente, sólo conocemos de forma aproximada el
rumbo del timonel entrópico de la poesía. Pero en verdad un científico no puede
conocer una parte del universo en un
determinado momento mientras lo observa, si no es aproximándose a través de la
incertidumbre, y siempre considerando una gama de diferentes contingencias, y
asignando una probabilidad apropiada a cada una. ¿Qué diremos del que intenta
interpretar un poema, por muy sencillo que este sea, y de aquello que (la poesía) pretende?
Parece
pues que el rumbo de un poema en su entrópico viaje, no sigue un camino, sino
muchos. No en vano el concepto de entropía ( así lo entendió también Oswald
Spengler ) es el más típico de la caída de la ciencia moderna desde su pureza y
certidumbre clásicas, y que tiene mucho más que ver con las cosas vivas y la
historia. La entropía por tanto es también la medida que el receptor del poema
recibe del mensaje y que no conocía de éste.
Lo
interesante de lo que, modestamente, venimos a señalar, radica en que sólo
parte de nuestra experiencia es en verdad experiencia; quizá lo novedoso esté
en que es el poema el que va a añadir una imagen mental que no es mera
experiencia, es la imagen que no sólo representa una variedad de experiencias
sino algo que aún no se experimenta.
Acaso
en el aparente error de dicción, o peculiar manejo del lenguaje, e incluso en
las transgresiones intencionadas del mismo (sintácticas, por ejemplo) no deben
ser consideradas (académicamente) aberrantes, sino como parte esencial de la lógica
de cualquier sistema complejo, como lo es sin duda la poesía, y es que en ella
la variedad y la precisión coexisten.
Pero
hay más. La poesía (con el universo) genera su propia novedad conforme avanza.
Similar a una ley, pero impredecible. Siempre hay en ella más información de la
que había antes.
La
poesía hace suya la propiedad del lenguaje por la que, a través de sus
símbolos, puede afectar al mundo real de la sustancia, aunque no necesite ser
empleada con tal fin. El poema, aunque no comporte hecho alguno, puede llegar a
serlo, pero lo que interesa es que los símbolos que aparecen en el verso pueden
manejarse con más libertad que la sustancia, por lo que el lenguaje (poético)
es extremadamente rico y evidentemente creador (Noam Chomsky), y por lo que
depende mucho menos de lo que cabría pensar del azar y del accidente. Su
complejidad es autorreguladora, propia
de los sistemas abiertos capaces de generar, de surgir de forma naciente,
que gustaba decir a T.S.Eliot, como algo nuevo más allá de cualquier
explicación de causa y efecto, aun cuando se conozca toda la información acerca
de sus causas. Precisamente esta complejidad revierte como una propiedad
decisiva en la interpretación poética. No sé si estaremos en
condiciones de decir que, si bien no podemos explicar todas las imágenes,
figuras, posibilidades del mundo poético, lo estaremos, no obstante, de
describir las reglas que las generan; me refiero a las preceptivas métricas,
estilísticas, gramaticales... Quiero decir que podemos describir todas las
reglas, pero no forzosamente el producto de cada una
de ellas.
En
la interpretación de la poesía, sin embargo, deberemos tener más en cuenta si
cabe que en el estudio de cualquier otra disciplina la inconclusión de
cualquier sistema gobernado por axiomas o reglas, pues es en la labor
interpretativa de la poesía se evidencian las inevitables limitaciones del
conocimiento humano.
Podemos decir, no solo en matemáticas, sino
también en poesía, que habrá afirmaciones ciertas que no podrán afirmarse que
son ciertas o inciertas dentro del propio sistema interpretativo, utilizando
precisamente sus mismas reglas (a saber, estilisticas, semánticas, métricas,
gramaticales, lingüísticas...) Podremos salirnos del sistema y buscar respuestas
en otros sistemas, por ejemplo el lógico o filosófico, añadiendo nuevas reglas
y axiomas nuevos para que aparezcan en este nuevo metasistema otros
planteamientos que no podrán
demostrarse ad infinitum, pues la poesía
siempre será capaz de sorprender tanto al lector como a aquel que interpreta el
verso, incluso al mismo que lo escribe. Es así que el mapa de este viaje nunca
podrá ser trazado por estar implícito en un hemisferio infinito.
Cuando
Eliot se revela por las críticas llevadas a cabo sobre Wordswort, en las que se
establecía el cambio poético de dicho poeta ateniéndose a razones externas,
como el amorío del poeta con Anette Vallon, decía: ...en toda gran Poesía
hay algo que debe permanecer inexplicable, por muy completo que sea nuestro
conocimiento del poeta, y esto es lo que más importa. Una vez hecho el poema,
ha ocurrido algo nuevo, algo que no es posible explicar completamente por nada
de lo que ocurrió antes. Esto es algo que, presuntos poetas y aprendices de
intérpretes, al amparo de la construcción anglosajona del verso, se aplican y
explican del fenómeno poético al albur único de la experiencia, lo cual
no deja de ser una paradoja, por no decir un verdadero disparate.
Pretendo finalmente, mostrar que una de las
razones de ser de la poesía está en que es intrínsecamente inabordable,
al margen mismo de la voluntad del poeta, pues ella misma abarca la totalidad
- tiene carácter ontológico- y no es únicamente privativa del que escribe
el verso (solamente), ni del que interpreta, ni del que lee este o aquel poema;
sino del mundo que no puede ser trascendido más que de forma incompleta.
Hoy,
reconocemos las reglas linguísticas como poderosos instrumentos que sin estar
sometidos a mecanismos de causa efecto estrictos, establecen las reglas que
definen - ya que forman parte de la estructura gramatical universal- el
lenguaje. Sin embargo, y sobre todo la poesía, es un sistema abierto e
incompleto generador de novedad. Dichas reglas no son sólo aplicables a la
estructura gramatical, sino que están esencial e intrínsecamente unidas a otros
y diversos aspectos, como por ejemplo, los de preceptiva métrica o epítomes de
versificación.
Razonando,
aunque sea apresuradamente, el lenguaje poético nos hará reconocer además de
esta dimensión gramatical y sintáctica donde se construyen los más complejos
entresijos, una dimensión mucho más amplia e intrincada, siendo uno de los
aspectos más singulares el del proceso rítmico en el lenguaje poético,
sustentado por aquella preceptiva métrica que, a mi juicio, goza del mismo
grado transformacional del lenguaje en aquellos procesos ya señalados de
generación gramatical.
El
lenguaje en general ( y el poético en particular) tiene aspecto y
comportamiento de auténtico algoritmo; por analogía es realmente similar al lenguaje
genético codificado (ADN), y también a la gramática, la sintaxis, y a la misma
métrica.
En
matemáticas, el algoritmo, igualmente es un proceso singular de manipulación de
símbolos, siendo especialmente interesante aquel que sucede una vez y otra de
un solo preceder básico. Así se conforman ciertas cantidades en otras,
utilizando un número de reglas finitas de transformación.
Parece
ser que cualquier cambio debe contener reglas sintácticamente legales respecto
a las reglas de la estructura. No obstante, es de gran importancia saber que
esta gramática, aunque estable, obviamente puede también cambiar.
Es
aquí donde el lenguaje poético se convierte en paradigma, pues cualquiera que
se ocupe de su apariencia superficial, no tiene esperanzas de comprender sus
propiedades esenciales. Parafraseando a Chomsky (y entendiendo esto
especialmente para la poesía): «Lo que se puede decir es de mucho más
interés que lo que se dice».
Murray
Eden, insigne ingeniero informático, describe una simulación evolutiva en una
computadora, y deduce que no hubo tiempo material suficiente, utilizando las
reglas de la selección natural, interactuando al azar sobre mutaciones de
genes, para poner en escena a los seres humanos. Llega a la sorprendente
conclusión de que los algoritmos imponen frenos a las mutaciones aleatorias en
los mensajes del ADN. Parece ser que ningún lenguaje, incluido el genético,
admite cambios al azar. Así también, en el lenguaje general, las secuencias de
letras al azar en una frase acabaría con el significado.
Muy
lejos del estructuralismo (imposibilitado para explicar la propiedad más
asombrosa del lenguaje, su ilimitado potencial para expresar pensamientos e
ideas), nos movemos más allá de aquellos algoritmos lingüísticos que planifican
la base abstracta de una frase ( y no digamos de un verso ). Hablamos de la estructura
profunda chomskyana.
En
poesía especialmente, la sintaxis, el estilo, los tropos, la métrica... es
decir la sola estructura en un verso contiene mucha más información de lo que
cabría pensarse.
Podía
ser mucho más fácil de entender la información que puede generar no ya un
hablante, sino un poeta, entendiendo que es mucho más rica en esencia, si no
fuese por la visión decimonónica fuertemente y con falsedad arraigada, de un
cierto positivismo trasnochado que abarca no solo la ciencia, pues también las
denominadas disciplinas humanísticas.
Me
refiero concretamente al conocimiento que se adquiere a través de la
experiencia, denostando, por otra parte, con infundada ignorancia la propia
filosofía kantiana, de donde pretenden sustentar sus fundamentos
epistemológicos. Se olvidan, adrede o por simple desconocimiento, de que una
parte de lo que conocemos es apriori, y viene antes de la experiencia
por una facultad mental no vinculada a aquella. Con un apoyo básico en el mismo
Kant podemos afirmar que tanto el conocimiento del lenguaje y de otras formas
de conocimiento, son incomparablemente más vivos, extensos y sistemáticos que
el aducto de la experiencia.
Así,
si la materia es transformable en energía, diremos: E=mc2. Es un
saber apartado de forma universal y necesaria en virtud de este conocimiento
apriori.
Acaso si queremos explicar el fenómeno poético, aunque
sea vagamente, sería necesario establecer una serie de principios
independientes del propio mundo poético. Ya se hizo en Biología por Lila Gatlim
en el estudio de una teoría de los organismos, independiente de los mismos; o
en física, cuyos resultados son verdaderamente ilustrativos, procediendo a
través de conceptos sumamente abstractos: Espacios imaginarios, números
complejos, álgebras especiales...
Así ¿por qué no sufrir con Einstein
por la superación de la Realidad de la Experiencia y la Realidad del Ser?
Acaso esto sólo sea posible a través del tantas veces insondable mundo de la
poesía.
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