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miércoles, 6 de noviembre de 2013

LA POESÍA DE FERNANDO DE VILLENA EN LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA

Recogemos hoy del blog de La Noche en blanco de Granada, el post dedicado al poeta Fernando de Villena, en el que se ofrece una selección de sus poemas para la ocasión.
Enlace al blog de La noche en blanco de Granada


Incluimos en el blog de La noche en blanco de Granada, para su sección de Poesía en la noche en blanco, al poeta y escritor Fernando de Villena, también seleccionado para la antología editada para la ocasión La luna en verso.



FERNANDO DE VILLENA EN
 LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA




Fernando de Villena  (Granada, 1956) ha publicado diecisiete libros de narrativa con títulos como: “Relox de peregrinos”, “El hombre que delató a Lorca”, “Sueño y destino”, “Iguazú”, “El testigo de los tiempos”, “Udaipur” y “Mundos cruzados”. Como poeta ha desarrollado una extensa producción en la que destacan los volúmenes “Poesía 1980-1990”, “Poesía 1990-2000”, “Los siete libros del Mediterráneo”, “Conticinio”, “Por el punzón oscuro”, “La década sombría” y “La hiedra y el mármol”. Profesor de Literatura, ha dedicado también algunas obras al estudio de la producción literaria en los siglos de Oro y en el siglo XX. Pertenece a la Academia de Buenas letras de Granada.



ADIOS




            La vida se nos iba
            en días inocentes
            de mansa lluvia y frío en los tejados.
            Leíamos sin orden, amábamos a veces…
            El vano conversar y la esperanza incierta
            nos llevaban el resto.

            En días soleados
            las fieles estaciones al paso por los chopos
            -ya verdes, ya dorados, ya desnudos-
            silentes nos decían la vida se nos iba.

            Y se nos fue la vida, ¡tan callando!,
            sin traer una nueva primavera
            después del largo y doloroso invierno.



                        EL PATIO DEL COLEGIO




            En los días de cielo encapotado
            está más triste el patio y sus balcones
            con maderas de viejos cuarterones
            y baranda muy negra en mal estado.

            Es un patio sombrío, encajonado,
            y vencidos están sus canalones;
            tiene sombras de hospicio en los rincones
            y líquenes de sangre en el tejado.

            En sus cuatro parterres frente a frente,
            bajo humildes naranjos y rosales,
            crece hierba salvaje hacia la puerta.

            En el centro y de piedra una gran fuente
            muestra pútridas aguas en la cuales
            flota esta tarde una paloma muerta.



                        ESTACIÓN DE ALDEA




            La tarde moría sobre las acacias.
            Del campo venía la brisa aromada;
            las aves callaban, los grillos cantaban…
            La tarde moría.

            Las rosas en sombra formaban guirnaldas
            por sobre los arcos, junto a la campana,
            y con sus agujas lento las flechaba
            el reloj añoso.

            La luna en creciente y estrellas clavadas
            en un firmamento turquesa y de nácar.
            El reloj añoso los sueños contaba.
            La tarde moría.

            Estrépito grande y una luz lejana.
            Un temblor del aire por las enramadas.
            Un silbo furioso: el tren que llegaba.
            Las rosas en sombra.
            Un ángel huía. La noche reinaba.



                        FERNANDO DE HERRERA (1596)




            Quizá se me reproche mi verbo de andaluz;
            acaso no se estime mi empresa la más alta,
            pero al caer la tarde, cuando la luz me falta,
            preciso me resulta cantar mi propia Luz.

            Yo un hombre soy tan sólo y amar fue mi blasón;
            oculta al fin mi Estrella, ni sueño ya ni espero.
            A los regios banquetes un buen libro prefiero
            y un tiento de Correa que de la Fama el son.

            Prefiero en fin mirando las aguas del gran Betis
            los días ver hundirse que perseguir en vano
            el oro que –se afirma- posee el suelo indiano
            allende el oscilante trigal azul de Tetis.

            Prefiero tosca saya que el roce del arnés
            y a las doradas jaulas o cortesanas salas
            do sólo la mentira posee libres alas,
            prefiero mis callejas en torno a San Andrés.



                        ELLA



            Puedo hablar del viento en las cañadas,
            del viento en las ramas de los olivos
            y de las nubes altas, prendidas en un cielo celeste.

            Puedo hablar del mosto dorado de este otoño
            que guarda en sí el aroma y el sabor
            de esta tierra salvaje y hermosa
            -tierra de toros bravos y pájaros extraños-.

            Puedo hablaros de algunas mariposas
            que, zagueras de la primavera última,
            giran aún entre las encinas,
            y de los valladares de piedras
            silentes bajo la tormenta.
            Todos me entenderíais
.
            Mas si os hablase de ella,
            de María Teresa, que une en su interior
            la arrogancia y la dulzura del viento,
            el fuego del mosto recién pisado,
            la belleza indefinible de las mariposas,
la firmeza de las antiguas piedras
y la emoción de todos los otoños
y de las primaveras todas…,
¿quién de vosotros me creería?



Fernando de Villena






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