Para la sección de microensayos traemos en esta ocasión el trabajo del profesor y filósofo Tomás Moreno bajo el título de La mujer en Nietzsche, una aproximación harto interesante para una temática de máxima y vibrante actualidad.
LA MUJER EN NIETZSCHE
(1ª parte)
I. La
imagen ambivalente de la mujer en Nietzsche
Una somera aproximación al corpus de textos de Nietzsche[1]
sobre la mujer nos sume de entrada en una sensación de cierta confusión: la
mujer es presentada en ellos en una multiplicidad de formas absolutamente
diversas, a veces incluso contradictorias. En unos, Nietzsche se manifiesta con
cierta agresividad verbal, llegando a utilizar un vocabulario en exceso
despectivo al referirse a las mujeres y en otros, por el contrario, refleja una
disimulada, pero latente, admiración por la personalidad, la creatividad y la
fuerza de la mujer. Su ambivalencia, sus múltiples registros temáticos y sus
contradicciones hacen imposible precisar
con certeza si Nietzsche aprecia o desprecia a las mujeres, si las denosta o
alaba. Es por eso por lo
que Amelia Valcárcel escribe al respecto que "de él se puede hacer, por ejemplo, una
lectura feminista o misógina plana; los textos permiten ambas"[2].
Lo primero que puede
apreciarse en un acercamiento a la concepción nietzscheana de la mujer, es la
serie de epítetos despreciativos e insultantes (estúpidas mujeres, vengativas,
agresivas, mentirosas) que les dedica y las imágenes y metáforas peyorativas -de índole animalesco- con las que suele referirse a la mujer y a lo femenino:
vaca, serpiente, gato, pájaro, animal de presa, tigre, hiena. Llaman la atención sus despectivos comentarios sobre la "mujer" a
lo largo de todos sus escritos, sobre todo allí donde la reduce sólo a su
función sexual[3]. En la cuarta parte de Así habló Zaratustra, por
ejemplo, "la mujer" no hace
acto de presencia, sino en el dudoso contexto de las "hijas del desierto"
y bajo la especie "encantadoras amigas" y fáciles muchachas de
Oriente, las "muchachas-gatos" Dudú y Suleica, en honor de el viajero y sombra compondrá un
salmo de sobremesa[4].
Anotaciones
de ese cariz se extienden ininterrumpidamente por todos sus cuadernos de notas.
Es de resaltar en este aspecto cómo cuando en el otoño de 1884 Nietzsche quiso
fundar una "nueva casta" o comunidad de "seres superiores"[5]
prescindió por completo de las mujeres: en ese "círculo sublime" no
figuraba ni una sola[6].
Al parecer para Nietzsche ninguna mujer podía elevarse al nivel de los "seres superiores".
Otras veces, sin
embargo, lo femenino comprende en
Nietzsche aspectos positivos: los conceptos de devenir, de fecundidad, de
inmediatez, de autenticidad se asocian frecuentemente a la mujer o a lo que
representa. Es cierto que para Nietzsche la mujer se opone al hombre como el
cuerpo al alma y como la materia al espíritu. La mujer es siempre sujeto de
pasión y sus acciones son las expresiones de sus instintos, mientras que el hombre es siempre sujeto del
conocimiento y sus acciones son la manifestación de la razón. Naturalmente esta consideración de la mujer supone una
descalificación a nivel político, social e intelectual.
Pero,
como suele ocurrir con muchos temas en el pensamiento de Nietzsche, este
análisis de la cuestión podría ser invertido en cierto modo cuando, por ejemplo,
en su pensamiento filosófico el instinto
pase a ser considerado como más poderoso y profundo que la razón, y, a la vez, se reivindique el papel del cuerpo, el sexo
y las pasiones, y entonces esos seres -las mujeres-, antes descalificados,
pasarán a ser los exponentes de la posibilidad de concebir una nueva imagen del
mundo y del hombre.
Para
Nietzsche la mujer tiene valores, fuerzas y cualidades que la distinguen de las
de los hombres: tiene el juego, la ficción, la ligereza, la capacidad de
transformación, signos todos de una vitalidad instintiva originaria, que
adquieren significado propio porque son radicalmente distintos de los
masculinos. Lo femenino se identifica, pues, frecuentemente en Nietzsche con lo
no codificado: la vida, el instinto, la inocencia, la espontaneidad.
Como
ha señalado Wanda Tommasi, para
Nietzsche:
Las
mujeres, guardianas de la tradición,
tienen en su apego a la costumbre, en la relación con la naturaleza y con la
vida, la fuente de una continuidad con la existencia que es esencial para
avanzar y para producir. La tierra, la gestación, el cuerpo, la naturaleza son
símbolos de la capacidad femenina de contener en sí el pasado para abrirse al
futuro. La mujer es cambiante, salvaje, bárbara, pero precisamente en esto está
su fuerza, en ser completamente extraña a todo orden político, civil,
institucional[7].
Su
fuerza y su valor, en definitiva, se encuentra precisamente en lo que la hace
diferente. No hay, pues, una concepción unívoca de la
mujer en los textos de Nietzsche, sino una
serie de concepciones diferentes determinadas por distintos puntos de vista. Y
así anuncia que se referirá a la "mujer en sí", con el cuidado de
entrecomillar una expresión que no reconoce como suya, "suponiendo que se
sepa de antemano […] hasta qué punto son cabalmente nada más que -'mis'
verdades"[8].
Diana Carrizosa, en su valioso intento
de exploración de la múltiple cartografía
de la mujer en el pensamiento de Nietzsche, señala a este respecto que el
corpus de textos sobre la mujer del pensador de Röcken "permite el
ordenamiento de una demarcación, según la cual se dibujan series definidas que
agrupan a la mujer de acuerdo con diferentes puntos de vista"[9],
desde la imagen de la mujer como metáfora de
ciertos conceptos (mujer-verdad, mujer-vida, mujer-sabiduría)
hasta su conexión con ciertas relaciones de que ella es capaz o incapaz (mujer-hombre, mujer-matrimonio, mujer-amistad)
o su definición a partir de una determinada cualificación animal (mujer-gato, mujer-vaca, mujer-pájaro), sin olvidar su caracterización desde la
óptica de sus más altas posibilidades creativas (como mujer-amor, mujer-embarazo,
mujer-sol, mujer-tierra, mujer-arte,
mujer-felicidad) o desde la percepción que ha merecido a los
ojos del hombre (mujer-reposo, mujer-felicidad, mujer-eternidad, mujer-ideal,
etc.)[10].
Wanda Tommasi |
La posición de Nietzsche sobre la cuestión de la
mujer y lo femenino es, pues, sumamente compleja y ambigua. Analizaremos los aspectos fundamentales de su conceptualización de la mujer. En primer lugar, la diferencia y el
conflicto de los sexos así como las notas
distintivas de la mujer; en segundo lugar, el tema de la naturaleza de la mujer; seguida, en
tercer lugar, de la creación por parte del hombre del eterno femenino. Para, en cuarto lugar, adentrarnos en el tema del matrimonio y la fidelidad. Finalmente
expondremos su toma de posición claramente hostil en la cuestión de la emancipación femenina.
II. La
diferencia y polaridad de los sexos
La consideración de la diferencia de los sexos, o mejor de los individuos humanos -Mensch- en cuanto sexuados, adquiere
gran importancia para Nietzsche, y no solo por la manera en que penetra su
constitución, determina sus impulsos, sus afectos y modo de ser, su
comportamiento y la consideración que tienen los individuos de un sexo respecto
de los del otro, sino porque Nietzsche considera la sexualidad humana como una dimensión antropológica esencial. Ello
explica la diversa actitud del hombre y de la mujer en situaciones que afectan
tanto a la sensibilidad humana, a los sentimientos y afectos, cuanto a su forma
de realizar su sexualidad, de desarrollar su personalidad, orientar su vida y
asumir un determinado rol social. En Más
allá del bien y del mal dice Nietzsche: "Afectos idénticos tienen, sin
embargo, un tempo (ritmo) distinto en
el hombre y en la mujer por ello hombre y mujer no dejan de malentenderse" (MBM, IV, § 85, p. 95).
Hay
sin duda en Nietzsche una precisa valoración de la diferencia femenina: tiene
clara conciencia de la especifidad de lo femenino, que no se cualifica sólo en
términos negativos respecto al masculino, aunque se piense como contrapuesto a
él[11].
En un famoso texto de Así habló
Zaratustra ("De las mujeres viejas y jóvenes")[12]
se explicita claramente ese antagonismo
varón-mujer, presentando sus distintos rasgos, sus numerosas vertientes biológica, psicológica, moral, sentimental y
afectivo-sexual, de las que se derivarán
una serie de valores contrapuestos, expresivos de su polaridad sexual y que llegan a matizar
grandemente la personalidad humana de uno y de otra.
III. Notas distintivas
de la mujer
Lo primero que
hay que destacar a la hora de analizar la concepción nietzscheana de la mujer
es que Nietzsche sitúa a la mujer en el
orden de la naturaleza. En efecto, la mujer es más afín a la Naturaleza que
el varón, y no puede crear cultura porque para ella la cultura es algo
meramente exterior que no consigue afectar a su auténtica naturaleza. Para Nietzsche "lo hembra es
natural, mientras que lo femenino es
el resultado de una ideación, una ideación seguramente masculina, por más señas",
señala Amelia Valcárcel[13].
Ésta es su premisa -como en el caso de Schopenhauer- y de ella
derivará toda una serie de corolarios que determinarán dogmáticamente su visión
de la mujer y de lo femenino. En efecto, para Nietzsche "la hembra es una continuidad natural y lo femenino
una máscara. Por la cercanía que las mujeres tienen con todas aquellas cosas
que la Naturaleza verdaderamente es y que la Cultura por el contrario oculta pudendum-, las
mujeres, antes que rebeldes, suelen ser escépticas"[14].
Nietzsche toma, pues, de Schopenhauer esta hipótesis de la continuidad sexual
naturaleza-mujer, cuyos más conocidos seguidores serán Weininger y Freud.
En segundo lugar, Nietzsche
es muy consciente de la diferencia entre los sexos entendida siempre como contraposición del fuerte con el débil[15].
El hombre se incluye en la primera categoría, la de los fuertes, la mujer entre
los débiles. Habla así de una realidad vital femenina, distinta de la
masculina. Esa contraposición, señala Amelia Valcárcel, es la representación
que usa más sistemáticamente Nietzsche para explicar la dialéctica hombre-mujer
y también la dinámica moral, histórica o política en general:
Sabemos
de la existencia de fuertes y
débiles porque conocemos las
concepciones del mundo de unos y otros y los mundos que resultan de la acción
de cada uno de estos grupos (señores y esclavos, valientes y cobardes,
guerreros y sacerdotes, romanos y judíos, hombres y mujeres) [16].
Y
añade que los valores de los fuertes se fundamentan en la potencia individual,
mientras que los de los débiles lo hacen sobre el instinto de rebaño aunque "no
siempre esta ontología dual coincide con la frontera masculino-femenino". Para Nietzsche, "ser hembra es ser madre y
ser débil", es decir ser sumisa y servir al hombre acomodándose a su
función vicaria de la reproducción de la especie:
Lo
femenino reconvierte ese trazo ontológico en un armazón valorativo: exagerando
su debilidad se defiende de la fuerza. No hay en ello ninguna astucia, sino
absoluta necesidad […]. Lo que las mujeres son se explica por lo que deben
hacer. Acostumbradas a la sumisión desean normalmente servir. Y sirven a los
varones, al estado, a la moral. Exageran su debilidad e implementan el instinto
de rebaño [...] Lo mejor que pueden hacer las mujeres es acomodarse a su
función vicaria. Ser el reposo del guerrero para cumplir así el transfundirse
en el hijo que la especie gravosamente les impone[17].
Nietzsche
estaba convencido, por otra parte, de que a través de la religión y de la
debilidad femenina, de cierto gregarismo e hipocresía, se podía someter a los
fuertes:
¡La
mujer! Una mitad de la humanidad es débil, típicamente enferma, mudable,
inconstante; la mujer tiene necesidad de la fuerza para agarrarse a ella, y
tiene necesidad de una religión de la debilidad que exalte como cualidad divina
el ser débil, el amar, el ser humilde (o mejor, que haga débiles a los
fuertes), domina cuando
consigue vencer a los fuertes […]. La mujer siempre ha
conspirado con los tipos decadentes, con los clérigos, contra los “poderosos”,
los “fuertes”, los hombres[18].
Alicia Miyares ha mostrado a este
respecto la clara vinculación existente entre Bachofen y Nietzsche [19] en lo que se refiere a esta identificación entre mujer y debilidad
(asociada frecuentemente a religiosidad), mostrando la cara y la cruz de
teorías misóginas que fijaron el valor de la debilidad como esencial de la
feminidad, aspectos ambos que no sólo
serán una constante en el pensamiento misógino de todo el siglo XIX, sino que
tendrán además amplia repercusión en el psicoanálisis y en el feminismo
posteriores.
Esa
debilidad constitutiva de la mujer afectaría notablemente a su conducta moral,
llegando incluso a despojarla de su misma eticidad: si toda mujer es débil,
ninguna mujer es moral, vendría a concluir. La mujer no es individuo ético
porque carece de la voluntad. Por eso, su actitud frente al varón será
habitualmente la de la renuncia y la abnegación sumisa e incondicional. Nietzsche
es en esto claro y contundente: "La felicidad del hombre se llama: yo
quiero. La felicidad de la mujer se llama: él quiere" (AHZ, I, "De
las mujeres viejas y jóvenes", p. 107).
Tomas
Moreno
[1] Sobre
Nietzsche y "la mujer" no abundan en castellano ensayos o
trabajos que aborden el tema de manera especializada comparable a los
editados en las últimas décadas en países anglosajones: Peter J. Burgard (ed.) Nietzsche and the Feminine,
Charlottsville, London, 1994; Carol Diethe, Nietzsche’s
Women: Beyond the Whip, Berlín/Nueva York, de Gruyter, 1996 y Mario Leis, Frauen um Nietzsche, Reinbeck, Rowohlt,
2000.
[2] Amelia Valcárcel, "Misoginia romántica. Hegel,
Schopenhauer, Kierkegaard, Nietzsche" en Alicia Puleo, La filosofía contemporánea desde un punto de
vista no androcéntrico, cap. I, p 20. Véase también: Amelia Valcárcel, La política de las mujeres, op. cit., p 45. En este apartado incluimos numerosas ideas y
reflexiones procedentes de estos dos magistrales ensayos sobre la conceptualización nietzscheana de la
mujer de la filósofa asturiana.
[3] Véanse algunas muestras: "Ella ama y
mira delante de sí con tan serena confianza que recuerda la de las vacas" (A, § 67); "La mujer fue el segundo fallo de Dios" (AC, § 48, p. 84); "La mujer es, por su esencia, serpiente, Eva. De la mujer viene todo
infortunio al mundo" (AC, § 48, p. 84); "Dice
Zaratustra: la mujer no es todavía capaz de amistad: gatos continúan siendo siempre las mujeres y pájaros. O, en el
mejor de los casos, vacas" (AHZ, Del amigo, p.94); "La mujer es,
por esencia, no-pacífica, lo mismo que el gato"
(MBM, § 131, p. 103); es "animal doméstico
bastante delicado, extrañamente salvaje y, a menudo, agradable"; su
naturaleza es la de un animal de presa
con "su garra de tigre bajo el guante" […] "ese peligroso y
bello gato que es la mujer" (MBM, § 239,
pp. 187-189); "los bogos dicen: la mujer es una hiena" (GM, ¿Qué
significan los ideales ascéticos?, § 14,
p. 144). Recordemos, en fin, que Nietzsche declaró que incluso su admirada Lou poseía el carácter
del gato, esa bestia de presa disfrazada de animal doméstico.
[4] Vid.: Curt Paul
Janz, F. Nietzsche. 3.
Los diez años del filósofo errante, op. cit., pp. 297- 298.
[5] Casta, según Nietzsche,"a la que los espíritus y las
conciencias acosadas puedan solicitar consejo; seres que no solo sepan vivir,
como yo mismo, más allá de los credos políticos y religiosos, sino que hayan
superado también la moral" (ibid).
[8] Más allá del bien y del mal, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual, Alianza,
Madrid, 1972, § 231, p.181. En adelante: MBM.
[9] Diana Carrizosa, "Nietzsche:
aspectos de la relación mujer-verdad", Saga, nº 4, II, Universidad Pontificia Bolivariana, 2001.
[12] Así habló Zaratustra, traducción de Andrés Sánchez
Pascual, Alianza, Madrid, 1972. En adelante: AHZ I, "De las mujeres viejas y jóvenes",
pp.105-107. Conviene leerlo detenidamente, pues constituye tal vez el epítome
más completo y logrado que Nietzsche escribió sobre el tema que nos ocupa.
Todos los aspectos de la relación entre los sexos pueden encontrarse en éste
texto paradigmático: la adscripción de la mujer al orden natural, la polaridad
y antagonismo sexual, la debilidad y sumisión como atributos de la mujer en su
relación con el varón, su dominación por parte del hombre, la distinta manera
en que vivencian ambos sexos el amor o el odio, su distinta percepción del
matrimonio y de la fidelidad etc. Cuestiones, todas ellas, que aparecerán dispersas en el resto de su obra
con variados matices pero conservando su significación esencial.
[15] Sobre esta temática vid. Luis Jiménez
Moreno, Hombre, Historia y Cultura. Desde
la ruptura innovadora de Nietzsche, Espasa-Calpe, Madrid, 1983, capitulo
IV, La pareja humana, pp. 71-95.
[18] F. Nietzsche, El nihilismo:
escritos póstumos, Península, Barcelona, 1998. Es, por tanto, comprensible, según Nietzsche,
que la mujer, por su debilidad
constitutiva, se identifique
históricamente con la religiosidad y con la promoción de los valores religiosos.
[19] Johan Jacob Bachofen (1815-1887)
etnógrafo y jurisconsulto suizo, fue profesor en la Universidad de Basilea. Su
obra Das Mutterrecht. Eine
Untersuchung ubre die Gynaikokratie der alten Welt nach ihrer religiosen und
rechtlichten Natur, fue
publicada en Basilea en 1861 (El Matriarcado, Madrid, Akal, 1987, p. 375). Como etnógrafo, seguidor del
evolucionismo cultural y social, sostuvo que antes de la fase del patriarcado,
y tras una etapa inicial de promiscuidad, existió una Ginecocracia, un orden de
descendencia basado en la línea materna. Alicia Miyares escribe al respecto:"La relación estrecha entre
mujer y religión, con el telón de fondo de la debilidad, fue puesta de relieve
por Bachofen. Éste estaba convencido de un estado matrilineal como forma
antigua de parentesco. Para argumentar su hipótesis recurrió a la religión y
mantuvo que a través de ésta las mujeres se liberaron de la tiranía sexual de
los hombres. El sexo débil gracias a su religiosidad fue capaz de someter al
más fuerte. Nietzsche comparte el supuesto de Bachofen; mantiene que la
debilidad de la mujer encuentra su acomodo natural en la religión. La
debilidad es la característica común a
las mujeres y la religión, de su unión ambas salen fortalecidas" ("Hacia
una 'nueva espiritualidad': misticismo contra feminismo", en Amelia Valcárcel,
Rosalía Romero (eds.) Pensadoras del
siglo XX, Instituto Andaluz de la Mujer, Sevilla 2001, p. 174).
Admiro mucho estos trabajos tan detallados y enriquecidos bibliográficamente. Aprendo mucho sobre el pensamiento unioversal. Un abrazo, amigos, ambos. Feliz año.
ResponderEliminarExcelente ensayo, Profesor Tomas Moreno. Es un placer la lectura de sus trabajos.
ResponderEliminarReciba un cordial saludo desde Miami.
Jeniffer Moore
En Sobre la amistad: ..la mujer no es todavia capaz de amistad.Y continua....,,PERO DECIDME VARONES, quien de vosotros es capaz de amistad? No vemos la misoginia si acotamos la lectura...,es una reflexión sobre un deseo: creer en la existencia de la amistad tras admitir la verdad de la camaradería.
ResponderEliminarComentado con la humilde premisa de la ignorancia filosófica.
En Sobre la amistad: ..la mujer no es todavia capaz de amistad.Y continua....,,PERO DECIDME VARONES, quien de vosotros es capaz de amistad? No vemos la misoginia si acotamos la lectura...,es una reflexión sobre un deseo: creer en la existencia de la amistad tras admitir la verdad de la camaradería.
ResponderEliminarComentado con la humilde premisa de la ignorancia filosófica.