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lunes, 3 de febrero de 2014

LA MUJER EN NIETZSCHE, QUINTA Y ÚLTIMA ENTREGA, POR EL PROFESOR TOMÁS MORENO

Traemos hoy a nuestra sección del blog Ancile, Microensayos, la quinta y última entrada dedicada al concepto de Nietzsche sobre la mujer, titulado muy significativamente: Nietzsche contra el Feminismo: "¡Calle la Mujer sobre la mujer!"por el profesor Tomás Moreno.

La mujer en Nietzsche 5, Tomás Moreno, Ancile



LA MUJER EN NIETZSCHE, QUINTA Y ÚLTIMA ENTREGA, 
POR EL PROFESOR TOMÁS MORENO



La mujer en Nietzsche 5, Tomás Moreno, Ancile



LA MUJER EN NIETZSCHE (y 5)
XI. Nietzsche contra el Feminismo: "¡Calle la Mujer sobre la mujer!"
Como hemos  ido viendo a lo largo de nuestra exposición, el discurso acerca de la mujer de Friedrich Nietzsche se mueve, más allá de sus ambivalencias, en la línea misógina que inaugurará Schopenhauer (El amor, las mujeres y la muerte)  y que culminará más tarde su epígono, el austriaco Otto Weininger (Sexo y Carácter).
            Radicalmente opuesto al movimiento de emancipación feminista de su tiempo, para Nietzsche el feminismo -discurso que se expresa intencionadamente como emancipación, exaltación y defensa de la mujer, según su propia definición- solo logra, por el contrario, rebajarla. No está a la altura de la historia: contiene en fin, una estupidez casi masculina, ya que al mostrar un interés en la verdad la mujer se niega a sí misma puesto que, en su opinión, la mujer que así procede es no-mujer y trata inútilmente de alcanzar la esencia de la mujer en-sí (algo para él inexistente, como ya vimos). Con este proceder, sostiene Nietzsche, la mujer procura una degeneración de sí misma en aquello que le es antitético: la fealdad. Nietzsche toma, pues, posición respecto a la cuestión de la emancipación de la mujer de una manera inequívocamente hostil:
"Emancipación de la mujer", esto representa el odio instintivo de la mujer mal constituida, es decir, incapaz de procrear, contra la mujer bien constituida; la lucha contra el “varón” no es nunca mas que un medio, un pretexto, una táctica. Al elevarse a sí misma como “mujer en sí”, como “mujer superior”, como “mujer idealista”, quiere rebajar el nivel general de la mujer; ningún medio más seguro para esto que estudiar bachillerato, llevar pantalones y tener los derechos políticos del animal electoral. En el fondo las emancipadas son las anarquistas en el mundo de lo “eterno femenino”, las fracasadas, cuyo instinto más radical es la venganza. (EH, Por qué escribo tan buenos libros, 5, p. 63).
            El acceso a la cultura y a la ciencia por parte de la mujer revela una manifiesta masculinidad del gusto y una cierta deficiencia biológico-sexual: "Cuando una mujer tiene inclinaciones doctas hay de ordinario en su sexualidad algo que no marcha bien. La esterilidad presupone ya una cierta masculinidad delel animal estéril" (MBM, Sentencias e interludios, § 144, p. 105). Tratando de cultivarla y fortalecerla, en realidad, lo que hacen esos movimientos emancipadores es pervertirla, desfeminizarla y debilitarla:
La mujer en Nietzsche 5, Tomás Moreno, Ancile
Arthur Schopenhauer 

Desde luego, hay bastantes amigos idiotas de la mujer y bastantes pervertidores idiotas de la mujer entre los asnos doctos de sexo masculino que aconsejan a la mujer desfeminizarse de ese modo e imitar todas las estupideces de que en Europa está enfermo el “varón”, la “masculinidad” europea, -ellos quisieran rebajar a la mujer hasta la cultura general, incluso hasta a leer periódicos e intervenir en política (MBM, VII, § 239, pp. 188-189).
Para Nietzsche, virilización o masculinización de la mujer es, pues, el término justo para emancipación de la mujer, y para su incursión en el campo de la cultura y de la ciencia[1]. Y las propias mujeres que lideran esos movimientos emancipatorios confirman, sin excepción, la afirmación precedente:
Delata una corrupción de los instintos –aun prescindiendo de que delata mal gusto- el que una   mujer invoque cabalmente a Madame Roland o a Madame de Stäel o a Monsieur George Sand,     como si con esto se demostrase algo a favor de la “mujer en sí”. Las mencionadas son, entre    nosotros los varones, las tres mujeres ridículas en sí -¡nada más!- y, cabalmente, los mejores e    involuntarios contra-argumentos contra la emancipación y contra la soberanía femenina (MBM        § 233, p. 183)[2].
 Mediante su pretendida homologación con el hombre y su inserción en el mundo del conocimiento y de la cultura, de los negocios o de la política, ellas se modelan a sí mismas según la imagen que el hombre les proporciona, y desean sus mismos derechos, aspiran a su misma independencia económica y jurídica: a ilustrarse, a negociar y a gobernar el mundo como los hombres.
La mujer que aspira a la "igualdad de los sexos" y quiere ser semejante al hombre no quiere, sostiene Nietzsche, estimación sino rivalidad; no quiere procrear sino saber; pierde su pudor; desaprende a temer al varón; abandona sus instintos más femeninos; intenta convertirse en señor. Y concluye: "Trata de  § 239, pp. 187-188).
La mujer en Nietzsche 5, Tomás Moreno, Ancile
Otto Weininger

Todo esto comporta, efectivamente, una semejanza formal con el hombre, pero en todo ello Nietzsche percibe también una  degeneración o disolución de sus instintos, que, efectivamente, puede llevarles a debilitarlas, a perder su originaria naturaleza y su potencia instintiva y, en consecuencia, puede hacer que la mujer degenere y se masculinice. En efecto, las mujeres si se dedican a la causa de la emancipación -que tiende a esa estúpida homologación con el hombre- corren el riesgo de acabar en la disgregación y embotamiento de sus instintos más femeninos, haciéndoles perder lo que las hace distintas, "desencantándolas" y "desfeminizándolas", volviéndolas cada vez "más histéricas y más incapaces par atender a su primera y última profesión, la de dar a luz hijos robustos" (MBM § 238 p. 186-188).
Como ha recordado Wanda Tommasi, Nietzsche tiene muy presente el movimiento feminista, pero lo identifica totalmente con la apuesta por la emancipación, es decir, no ve en el feminismo la búsqueda de la libertad femenina por sí misma, sino sólo el objetivo de conquistar la igualdad o la homologación con el hombre. "De este modo, el adoctrinamiento feminista de la mujer y su debilitamiento como 'mujer' avanzan paralelamente"[3].
La mujer en Nietzsche 5, Tomás Moreno, Ancile
Wanda Tommasi
            Lo que Nietzsche desaprueba, en definitiva, en el movimiento de emancipación de la mujer es precisamente que quiera igualarse, homologarse al hombre. Aspirar a la igualdad entre varones y mujeres es, para Nietzsche, "no acertar en el problema básico 'varón y mujer', negar que aquí se dan el antagonismo más típico de superficialidad" (MBM § 238, p. 186).

            Por eso, en la violenta oposición de Nietzsche a la emancipación femenina, habría que leer, sobre todo, una apasionada defensa del valor de la diferencia. La mujer se degenera porque quiere volverse igual al hombre y eliminar la diferencia que la caracteriza y porque trata de renunciar a aquello que constituye su [4] es tal, que hace impensable y no deseable cualquier igualdad, cualquier equiparación de derechos con el hombre:

Cuanto más mujer es la mujer tanto más se defiende con manos y pies contra los derechos en general: el estado natural, la guerra eterna entre los sexos le otorga con mucho el primer puesto. (EH. Por qué escribo tan buenos libros, § 5, p. 63)    
            Decidido defensor de la diferencia entre los sexos, Nietzsche quiere que la mujer conserve ese estatuto de alteridad. Rebelarse contra la idea de que la mujer se someta al hombre como su posesión, es no comprender que en su ser esclava reside no sólo la condición para su perfección -la de crear-, sino justamente también su dominio: el de servirse para ello del hombre.
            Finalmente, las críticas nietzscheanas a la emancipación femenina se pueden vincular a una serie de expresiones y afirmaciones en las que el filosofo germano hace suya la misoginia de la Iglesia y de la ciencia occidental, como cuando, por ejemplo, afirma que la mujer no puede hablar de sí misma porque ella está en el extremo opuesto respecto a la verdad y por eso lo mejor que puede hacer es guardar silencio, callar, para no desacreditarse:
Nosotros, lo varones deseamos que la mujer no continúe desacreditándose mediante la ilustración: así como fue preocupación y solicitud del varón por la mujer el hecho de que la Iglesia decretase: “mulier taceat in ecclesia! (¡calle la mujer en la iglesia!). Fue en provecho de la mujer por lo que Napoleón dio a entender a la demasiado locuaz madame de Stäel: "mulier taceat in politicis!" (¡calle la mujer en los asuntos políticos!) – y yo pienso que es un auténtico amigo de la mujer el que hoy les grite a las mujeres: "mulier taceat de muliere!" (¡calle la mujer acerca de la mujer!)  (MBM, § 232, p. 183)[5].


                                                                                                                 Tomás Moreno




[1] No otra cosa opinaba Kant: "Aprender con trabajo o cavilar con esfuerzo, aun cuando una mujer debiera progresar e ello, hacen desaparecer los primores que son propios de su sexo, y pueden convertirse en objeto de una fría admiración a causa de su rareza, pero debilitan al mismo tiempo los encantos mediante los cuales ejercen ellas su gran poder sobre el otro sexo. Una mujer que tenga la cabeza llena de griego como la Sra. Dacier, o que mantenga discusiones profundas sobre la mecánica como la marquesa de Chatelet, únicamente puede en todo caso tener además barba; pues éste sería tal vez el semblante para expresar más ostensiblemente el pensamiento profundo, por el que ellas se promocionan". (Kant, Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y lo sublime, Alianza, Madrid, 1997, sección tercera, p. 69)
[2] A. Sánchez Pascual, en distintas notas de su traducción de MBM, escribe:"Las tres mujeres citadas aquí por Nietzsche eran considerados en su tiempo como símbolos de la emancipación femenina. Madame Roland (1754-1793) fue la esposa de un político girondino, en los tiempos de la Revolución francesa. Ganada por el estudio de la Antigüedad para la causa de la Revolución, ejerció en París, desde 1791, una gran influencia sobre los jefes de los girondinos. Al fracasar este partido, fue condenada a muerte y guillotinada. Suya es la frase, pronunciada al subir al cadalso: "¡Oh libertad, cuántos crímenes se cometen en tu nombre!" (nota 130, p. 278). De Madame de Staël: la "mujer masculinizada" a que alude Nietzsche es escritora francesa (1766-1817), quien en su obra De l‘Allemagne (1810) creó en Francia la imagen de una Alemania habitada por pensadores ajenos al mundo y por poetas soñadores. Nietzsche se refiere a esa expresión –"mujer masculinizada"- en varias ocasiones en esta obra: aforismos 232 (p. 183) y 233 (p. 183). En cuanto a la tercera mujer, George Sand -sarcásticamente llamada por Nietzsche Monsieur- es el seudónimo de la escritora francesa Aurora Dupin (1804-1876), célebre tanto por sus amores como por sus escritos. En sus novelas ataca la moral burguesa y defiende el derecho de la mujer al amor extramatrimonial. En Crepúsculo de los ídolos Nietzsche se ensañó con ella; así en el apartado1 de “Incursiones de un intempestivo” dice: “George Sand: lactea ubertas (abundancia de leche), o dicho en alemán la vaca de leche con ‘bello estilo’. Y en el 6, dedicado enteramente a ella, la califica de “fecunda vaca de escribir”).
[3] Wanda Tommasi, Filósofos y mujeres, op. cit., p. 173-174.
[4] Ese antagonismo se repite en numerosos lugares de su obra. Por ejemplo: “Entre mujer y varón se dan el antagonismo más abismal y la necesidad de una tensión eternamente hostil, soñar aquí tal vez con derechos iguales, educación igual, exigencias y obligaciones iguales: esto constituye un signo típico de superficialidad” (MBM, § 238, p. 186)
[5] Andrés Sanchez Pascual, en su nota nº 127 de su traducción de MBM (p. 276) aclara que la frase citada de Nietzsche procede de San Pablo, “Primera carta a los Corintios”, 14, 34: Mulieres in ecclesiis taceant


La mujer en Nietzsche 5, Tomás Moreno, Ancile

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