Seguimos esbozando las relaciones singulares y de enorme interés entre el mundo de la semiótica y la poesía en este trabajo, consecución de otros anteriores dedicados a esta temática bajo el título de Signo y poesía, y que, en este caso, lleva por título Una poética semiológica, todo en la sección de Pensamiento del blog Ancile.
UNA POÉTICA SEMIOLÓGICA
NO SERÁN POCOS QUIENES sólo infieren del ejercicio poético algo que es aventicio, hermoso y elegante; como la actividad (artística) proclive al entretenimiento y al adorno de la palabra, sin recabar en modo alguno si es posible detectar alguna forma de trascendencia, no sólo lingüística, también estética (por tanto filosófica) y desde luego gnoseológica. Creemos que la visión semiológica, si llevada a cabo con un mínimo de atención totalizadora, aun en los estrictos pero peculiares límites de su ámbito, pueda acaso ampliar las perspectivas de su observación, siempre especial y pueda, por tanto, optar a ser un instrumento de utilidad para el estudio del que se comporta tantas veces como inusitado fenómeno que se sitúa, a nuestro humilde entender, en múltiples ocasiones, más allá del ámbito netamente lingüístico: nos referimos, claro está, a la poesía.
Si el objeto de estudio científico literario se define como la literatura artística,4 habría que hacer una concienzuda reflexión sobre si la poesía se remite de forma exclusiva a aquella suma determinada de textos artísticos que contrastan respecto a aquellos que no los son, o no son considerados como tales. No entraremos en la problemática de si, a tenor de las clasificaciones y divisiones convencionales, la idea de literatura precede a la literatura y de si, por aproximación, la idea de poesía precede a la poesía misma; no obstante, será bueno, en principio, tener esta concepción en mente para la mejor comprensión de algunas reflexiones llevadas a cabo en la redacción apresurada de las apreciaciones reflejas en estas páginas.
La distinción entre la literatura artística de la que no lo es cabe ofrecerse en virtud de criterios funcionales, en principio; de aquí que la función estética del poema como producto artístico literario sea detectable de manera natural y, así las cosas, decir que la carga semántica del texto poético trasciende en significación el discurso habitual no es decir en absoluto nada (nuevo) extraordinario; así también, señalar la
compleja estructura de significados de dichos textos se convierte, por tanto, en una nota esencial de definición de un texto poético como obra de arte literaria, cosa que tampoco supone novedad alguna. Proponemos nosotros ahora la siguiente interrogante: ¿cabe sólo este distingo de lo que es poesía respecto de la obra de arte literariamente considerada? Hemos de ver que los códigos al uso en el poema son cifrados de manera especial y determinada que, a su vez, exigirá del receptor una manera bien distinta de abordar dicho texto artístico. Sin embargo, será muy conveniente tener en cuenta que las señales explícitas señalables y su organización semántica singular garantizan un aspecto muy importante de su singularidad (incluso respecto de otras manifestaciones artístico-literarias): así, por ejemplo, la estructuración rítmica de las palabras (métrica), la organización interna de las mismas (elementos especiales sintácticos) y su significación extensiva (tropos)...
Consideramos detalle de extremo interés para comprender la idea de que la poesía trasciende el ámbito lingüístico, que dicho fenómeno no sólo forma parte del texto poético: si el texto artístico, en su dinámica y desarrollo se estructura y fundamenta materialmente en todos aquellos elementos ya aludidos, también es preciso reconocer la necesidad de la ineludible contemplación de la poesía en una esfera no semiótica del hombre,5 mas, nosotros, consideramos que esta observación será esencial para una comprensión totalizadora del fenómeno de la expresión poética. Se verá, además, que el texto (poético), en su materialidad, se comporta de manera muy diferente a otras modalidades de textos (artísticos y no artísticos).
Puede constatarse de manera meridianamente clara que la organización (y mecanismos) de la poesía hace que se constituya gracias a su peculiar isomorfismo. Nos parece que estas propiedades particulares vienen a definir y a describir cualquiera objeto (artístico) de estudio con un grado de idoneidad realmente fiable. Así cabe entenderse respecto de la forma (isomorfismo) de la poesía, pues gracias a ella podemos establecer una realidad objetiva perfectamente constatable y contrastable. De la forma puede deducirse la estructura del objeto a estudiar, y de su composición y dinámica, colegiremos a su vez, la interacción de sus partes que en poesía, se ofrece como una totalidad singular que viene a referirnos que el todo que la compone no es la suma de sus partes; todo lo cual viene a deducir que el fenómeno reconocido como poético tiene naturaleza y carácter orgánico. Además, se manifiesta como la frontera que separa un exterior detectable (lingüístico especial) y un interior que, a nuestro entender, trasciende el aspecto netamente lingüístico al que más arriba nos referíamos, y que viene a emparentarlo no sólo a una fenomenología cultural, mas también antropológica y gnoseológica mediante la cual integrarse en el mundo como ser en la belleza.6
El isomorfismo poético es una prueba palpable (viviente) de que el mundo que acontece no funciona al albur de una dinámica equiprobable 7 en cuya realidad se manifiesta un conjunto vacío de leyes, las cuales vienen a verterse como restricciones que llaman la atención para decir que no todo vale para acceder a la realidad de su naturaleza. Pero no deben entenderse aquellas prohibiciones como simples normas deterministas que pueden anticipar o predecir la realidad especial del fenómeno poético. La necesaria incertidumbre que cabe observarse, por ejemplo, en la transgresión de la norma métrica (desvío), en momentos peculiares del poema (intensidad emocional, lírica), nos avisa de un grado de inexcusable incertidumbre, mas no significando la conculcación general de aquellas leyes que garantizan la conservación de aquellas magnitudes que dan cuenta de la globalidad (u organicidad) del fenómeno poético.
Puede afirmarse que en poesía se observa no pocas veces con vehemente signo la confirmación heidegeriana 8 de que el ser no puede existir sin la pulsión abisal (interna) del no ser, mas será en la forma poética donde encuentre aquella huella que muestra la pérdida, la fractura en el potencial del no ser, 9 que ha cerrado la panoplia de todo lo que pudo haber sido.
De aspectos formales tan específicos como los métricos podemos inferir el camino intermedio desde el cual se contemplen las leyes fundamentales de la naturaleza, pues se sitúan en el punto de equilibrio entre la norma o el precepto determinista y la observancia de lo aleatorio, partícipe del azar que tantas veces parece manifestarse como un derecho intrínseco de la naturaleza10 que nos habla de una realidad que se constituye compleja 11 y de la que la poesía, en su dinámica extraordinaria, se manifiesta como dimensión múltiple, donde cada nivel de dedicación observacional tiene una inteligibilidad propia: es aquí donde puede constatarse de manera cierta que el significado de la palabra es todo; gracias a este caer en la cuenta del ámbito significacional de la palabra es que podemos deducir las diversas y complejas bifurcaciones de la poesía que ante la realidad observa, pues se siente no sólo capaz de comprender la incertidumbre manifiesta, sino que, gracias a su propia capacidad creativa 12 puede anticiparse a aquella.
Será por todo esto que decimos que los aspectos formales, como los métricos, pueden entenderse tal que auténticas cartografías de donde inferir todo aquello que está o no presente en las restricciones que anteriormente señalábamos, y de donde las normas (también los desvíos) son una clara muestra de una selección que al encontrarse con la realidad (sonora, rítmica...) observan su capacidad de permanecer en ella y, por tanto, de ser compatible con las restricciones que la realidad (física del sonido y del ritmo) impone y que, en su vocación de permanecer, garantiza una estabilidad para seguir perteneciendo (adaptado) a la organicidad de la poesía.
Francisco Acuyo
Notas.-
4 Lotman, I. M.: Estructura del texto artístico, Istmo, Madrid.,1978.
5 Ibidem
6 Acuyo, F.: ob. cit. notas 1 y 2.
7 Wagnsberg, Jorge: La rebelión de las formas, Tusquets, Barcelona, 2004.
8 Heidegger, M.: El ser y la nada, Fondo de Cultura Económica, México, 1978.
9 Steiner, G.: Gramáticas de la Creación, Siruela, Madrid, 1990.
10 Wagnsberg, J.: ob. cit. nota 7.
11 Una realidad muestra diferencias cualitativas y conceptuales cuando aquellas se vierten como aparentemente insuperables, porque los comportamientos a su vez se muestran también del todo irreconciliables.
12 Entendemos que esta capacidad creativa mostrada en el ámbito poético es el ser mismo de la poesía.
En la poesía veo un reflejo de la armonía conque la naturaleza se manifiesta. Poeta que va figurando sus versos en hechos materiales, la naturaleza nos muestra una rosa, el canto de los pájaros, el arcoíris, el ritmo misterioso del silencio a manera de lenguaje implícito...en fin, el hombre imita a Dios cuando embellece su realidad emocional como lo haría madre natura al ofrecer lo bello ya sea con toda su delicadeza, o toda su energía transformadora, a veces fatal. En fin , que gracias a tus atinadas palabras, elucubro, sabiendo que nada serio me queda por aportar, amigo; sino todo lo contrario, mucho me queda por aprender. Un abrazo.
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