Recuperamos la sección del blog Ancile De juicios, paradojas y apotegmas, algo abandonada últimamente, con una semblanza sobre el budismo a los ojos de dos grandes escritores del siglo XX, G.K. Cherstenton y H. G. Wells, que pueden haber contribuido a generar algunas ambigüedades en torno al pensamiento de Sidarta Gautama.
CHESTERTON Y WELLS, ESCEPTICISMO
BUDISTA Y MODERNIDAD:
Todavía recuerdo, con no poco entusiasmo por cierto, los razonados
y razonables reparos de una ya célebre censura llevada a cabo por el gran G. K.
Chesterton a algunas cavilaciones de lo no menos admirado H. G. Wells; la
desaprobación hacia las reflexiones del autor de La guerra de los mundos en
relación a unas interpretaciones (sesgadamente interesadas, según Chesterton)
de la filosofía deducible de la doctrina budista, y que Wells extrapolaba e integraba a su sabor,
emparentándola con lo más granado del pensamiento moderno. ¡Qué
audazmente ofrecía Chesterton en aquellas páginas[1]
lo que él creía que era antinomia racionalmente irreconciliable!: la blanca paloma de la esperanza eterna
y el negro cuervo de la desesperación[2],
como vía, aunque opuesta, perfectamente integrable en el devenir intelectual
del siglo XX, y todo en virtud de la analogía llevada a cabo por Wells (y no
solo Wells) del pensamiento moderno y el escepticismo budista.
A mi modesto
entender, si las críticas del autor de Por
qué soy católico son audaces y muy razonablemente entrelazadas, queda, no
obstante, a no menos distancia de no pocos equívocos al respecto que el mismo señor
Wells. Si bien es cierto que las enseñanzas de Sidarta Gautama se han vertido
en occidente convenientemente aderezadas para las conciencias intelectuales de
la modernidad respecto al supuesto nihilismo que subyace de aquellas, en
palabras del propio Chesterton en relación a Buda, identificado por la modernidad como el individuo aseado y atildado, el perfecto
candidato a asistir a ceremonias de vegetarianos y agnósticos en una modesta
capilla de los suburbios,[3]
acaso muy lejos de la profundidad de las enseñanzas del sabio, descripción, por
otra parte muy acertada en gran cantidad de casos de intelectuales que adoptan
los principios del Buda sin entender buena parte de lo más profundo de su
doctrina; no obstante, no menos cierto que el propio Chesterton patina, en su
afán de resaltar la superioridad del cristianismo, en lo que no pasan de ser
meras divagaciones de los principios básicos de la filosofía mística del sabio
Sakiamuni.
Cuando muchos
pensadores modernos dicen (defendiendo su ateísmo) acogerse a los fundamentos
de la doctrina budista para rechazar cualquier forma de inmortalidad personal,
no caen en la cuenta de su equívoco, de
igual modo que lo hizo el ingenioso escritor
de Campden Hill, cuando poniendo énfasis en sus argumentaciones diciendo
que el budismo rechazaba cualquier forma de inmortalidad personal[4],
razonando con sutil perspicacia que, ya que todo lo personal, sujeto a lo
individual egotista es maligno,[5]
la consideración de una vida trascendente, eterna, tendría que ser
necesariamente maligna. En realidad
puede ser todo lo contrario si atendemos con atención a las propuestas budistas
en relación a lo que consideran personal, individual o propia del egocentrismo. En realidad no se pone en
controversia lo individual o personal, sino la falta genuina de ello. Si
reconocemos el sufrimiento en nuestras vidas originado por el apego o el deseo,
estaremos reconociendo el condicionamiento de nuestra individualidad, por eso
la única vía de liberación y de descanso será alcanzar lo genuino que hubiera
en cada uno de nosotros liberándonos de cualquier condicionamiento impuesto por
el deseo y el apego, situación (nirvana) que nos hará contactar y reconocer lo
que de real (y por qué no, trascendente) hay en nosotros.
Es muy
conveniente tener en cuenta que la extinción de los deseos y condicionamientos
no es la extinción la extinción de la conciencia, por el contrario, es la senda
para la obtención de la verdadera conciencia libre de todo condicionamiento que
llevará a la realidad última (no apta para el entendimiento humano, en tanto
que este está condicionado) que se sitúa fuera del tiempo.
Ha de reconocerse
que estamos ante un escepticismo exacerbado, aunque no investido del negro
pesimismo que denuncia Chesterton[6],
o del ingenuo nihilismo aderezado para el nihilismo relativista moderno (y
postmoderno) de Wells. Acaso, pone, simplemente, en evidencia la extraordinaria dificultad a
la que se enfrenta el ser humano para confrontar la realidad de sí mismo y del
mundo, tan extremamente condicionada por las vanas ilusiones de permanencia en
una dimensión vital inestable y en devenir continuo.
Francisco Acuyo
Notas.
[1] Chesterton, G. K.: Por qué soy católico, El buey mudo, Madrid,
2009.
[2] Ob. Cit. P. 74.
[3] Ibídem.
[4] Cuestión que necesitaría un amplio debate, ya que el budismo ha
vivido al ritmo de las aspiraciones populares yen las creencias en lo
sobrenatural.
[5] Recuérdense las Cuatro Nobles Verdades mediante las que se
reconoce que la vida es un largo sufrimiento, dolor que proviene del apego o el
deseo, y que la cesación de esa agonía provendrá de del triunfo sobre esos
apegos y sus pasiones, que será posible en virtud de la vía de salvación
originada a través del seguimiento del camino óctuple que llevaría al Nirvana.
[6] No renuncia la doctrina budista a la felicidad, de hecho el
hombre es dueño de su destino siempre y cuando reconozca su mala percepción de
la precariedad de los goces de este mundo y de que la felicidad verdadera
radica en la realidad más allá del deseo de permanencia que se encuentra en la
liberación definitiva (o Nirvana)
Gracias, amigo, por seguir tratando estos temas ta profundamente. Del budismo no tengo más conocimiento que el promedio de la gente; me he dedicado más, quizá por las circunstancias propiciatorias en determinado tiempo de mi vida, a leer sobre induismo, sobre todo Brahma, Krishna, Visnú...pero me leí golosamente, hace mucho la obra de Herman Hess, Siddartha. Un abrazo.
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