Para la sección de De juicios, paradojas y apotegmas del blog Ancile, esta reflexión sobre la alienación del individuo en las sociedades modernas que lleva el título de Diagnosis elemental para una sociedad enferma: terror y responsabilidad de ser individuo.
DIAGNOSIS ELEMENTAL
PARA UNA SOCIEDAD
ENFERMA:
TERROR Y RESPONSABILIDAD DE SER
INDIVIDUO
LOS términos
ansiedad (en incluso depresión en relación con aquella), por harto familiares que
ahora nos resulten en el discurrir social tan trasegado de nuestras turbadoras,
por no decir perplejas y confusas jornadas imbuidas en la rutina cotidiana, no
dejan de ser en realidad repertorio reciente en la clínica de las descripciones
para la diagnosis psiquiátrica y psicológica, cuyas clasificaciones (y
descripciones) fueron en otro tiempo, como digo, no muy lejano, propias de una
suerte de melancolía metafísica aneja a la extravagancia de raros filósofos y
poetas, sin duda no bien adaptados a la disciplina y dinámica social de cada
época. Hoy, lejos de haber avanzado algo al respecto, creo que se agravan estas
sintomatologías, ya con carácter de enfermedades bien descritas y clasificadas,
en tanto que vienen a sucederse en virtud de las exigencias de una sociedad
cada vez más hostil a la realización y desarrollo plenos del individuo.
Alejados de los miedos y
ansiedades que eran propios de un entorno hostil ante la intimidación de depredadores
y amenazas naturales, hoy el terror proviene, a mi juicio, manifiesto más o
menos conscientemente, ante el desafío y la adversa (y siniestra admonición) fuerza social enajenante y arrobadora que,
sin duda, arrasa más brutalmente de lo
que parece, cualquier iniciativa individual original o renovadora que ponga en
peligro la paz social de la masa
informe que consume y se esfuerza por no
ser, resueltos decididamente en su realización a través del tener (sin éxito, de ahí la sintomatología
y enfermedad que advertimos), en pos de hundir al individuo en ese tótum revolútum que tan magras divisas
produce a determinados intereses económicos, políticos y sociales. Se trata
pues, de diluir cualquier iniciativa o cualquier rasgo distintivo de
personalidad propia, fuera de este movimiento altamente enajenador.
Se dice, no obstante, que el
síntoma ansioso o depresivo proviene de la exigencia social de futuro expuesta
en las preocupaciones del individuo en la adquisición de bienes, de posición
social, de estabilidad o seguridad económica…., donde el miedo es la expresión
emocional evidente ante la responsabilidad de admitir (o de adaptarse a) la incertidumbre para alcanzar estas
exigencias, en realidad, sociológicas impuestas e individualmente impostadas. Pero hay una razón oculta más profunda y mucho más importante, a saber,
la pérdida de la identidad personal -como manera de ser el mundo, y que
es vehículo esencial para trascenderse a sí mismo- en pos de la avalancha de
una psicología colectiva de consumo anuladora de cualquier impronta personal
creativa que, al fin, pueda poner en peligro el equilibrio mórbido de una
sociedad devoradora de lo genuino, nuevo, diferente e individual que, a l fin y
a la postre es lo que hace crecer al ser humano como individuo singular,
aspirante siempre a la superación de sus limitaciones.
Se ha dicho que los procesos
de ansiedad (y o depresivos derivados de aquella) es la consecución
cognitivo-afectiva innata que prepara para la supervivencia[1].
A mi humilde entender, hoy, se han transfigurado dichas respuestas clarificadoras de manera harto sutil, pues,
lo que en
realidad oculta (y manifiesta en forma de ansiedad) es la
sintomatología de una sociedad enferma (pues el anula la célula dinamizadora de
aquella, que es el individuo creativo) para garantizar la supervivencia del
sistema colectivo infectado a costa de la salud del individuo, el cual ha de
volverse cada vez más dependiente de las necesidades colectivas impuestas con
mayor o menor sutileza. La respuesta (consciente y o subconsciente) del ente
individual ante esta terrible agresión contra su integridad no es otra que la
manifestación clínica de la ansiedad, el miedo -y la consecuente depresión-
ante la aniquilación evidente de su genuina y personal existencia.
La estoicidad individual y su
característico optimismo, o el impulso hedonista epicúreo, por poner sólo un
par de ejemplos sensatos de respuesta a estas sintomatologías, basados en la
capacidad individual racional para afrontar las contrariedades existenciales,
ya no tienen cabida en nuestra civilización, la búsqueda, el hallazgo y la
salida a cualquier problemática basada en la reflexión, en la meditación
profunda, son iniciativas que se pretenden hacerlas inútiles para nuestra
sociedad que, al fin y al cabo, está compuesta de individuos; solo queda la vía
o solución parcial, provisional y transitoria de la química de la medicación al albur de los gurús de la resiliecencia[2],
mediante la que solo queda resistir o aceptar (acomodados ,o, mejor, alienados
en las resueltas y modernas soluciones de una psicología sometida a los
patrones serviles de una sociedad de consumo) no tanto las tribulaciones
existenciales personales –afectas tanto al dolor como a la belleza-[3],
como la enajenación de lo más genuino y necesario para la expresión,
realización y el avance de nuestras sociedades: el individuo.
Francisco Acuyo
Ojalá, amigo, estas meditaciones fueran asimiladas por muchos, abrieran puertas para la valoración y revaloración del individuo como piedra angular de la sociedad, y así de afirme la voluntad transformadora para bien común. Un abrazo y feliz año que viene. Abrazos.
ResponderEliminarEn una sociedad (al completo) donde se castiga el individualismo con la infamia la burla el aislamiento y la exención ¿qué se puede esperar? Pero no por ello hay dejarse vencer, la "verdad y la belleza" está ahí para quien se atreva a mirarla
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