Para la sección de Microensayos del blog Ancile, el filósofo y profesor Tomás Moreno remite la octava entrega sobre las Utopías maquetas, titulada Eliminación de la familia y control de la sexualidad.
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ELIMINACIÓN DE LA FAMILIA
Y CONTROL DE LA SEXUALIDAD
UTOPIAS
MAQUETAS: ELIMINACIÓN DE LA FAMILIA y CONTROL DE LA SEXUALIDAD (8)
El odio tenaz por el
matrimonio y la familia y la obsesión por controlar la sexualidad no son un
capricho o fantasía de Platón -la fantasía no tiene en utopía
derecho de ciudadanía alguno- sino una consecuencia lógica de todo totalitarismo
utopista, ha escrito François
Laplantine[1].
Como será habitual en
todos los diseños de estados utópicos, como veremos, en República se presta
atención especial a la institución familiar, pero para suprimirla para la clase
dirigente del Estado; únicamente para la clase trabajadora se mantiene dicha
institución. Los gobernantes y guardianes se deben por entero al Estado, no
pueden constituir una familia ni tener mujeres e hijos propios. Existe al
efecto una comuna de mujeres para asegurarles la procreación dando ventajas a los mejores física e
intelectualmente. Serán ellos los que tengan más oportunidades de copular y
dejar descendencia.
El Estado se encarga, pues, de propiciar y
controlar los nacimientos mediante un rígido mecanismo de selección eugenésica.
Para evitar que esta forma
de selección por motivos raciales o de determinan quienes y cuando deben
procrear. Platón llega a comparar esta selección con la que efectúan
los criadores de animales para mejorar la raza de los descendientes mediante
cruces cuidadosamente escogidos:
prestancia física o intelectual no sea bien acogida por la población, se sugiere que los gobernantes lo dispongan todo de manera que cada uno de los elegidos tenga la impresión de que su pareja sexual le ha tocado por sorteo. En realidad se tratará de un sorteo amañado por los propios gobernantes que
prestancia física o intelectual no sea bien acogida por la población, se sugiere que los gobernantes lo dispongan todo de manera que cada uno de los elegidos tenga la impresión de que su pareja sexual le ha tocado por sorteo. En realidad se tratará de un sorteo amañado por los propios gobernantes que
“De lo convenido se desprende –dije- la
necesidad de que los mejores cohabiten con las mejores tantas veces como sea
posible, y los peores con las peores al contrario; y si se quiere que el rebaño
sea lo más excelente posible, habrá que criar la prole de los primeros, pero no
la de los segundos. Todo esto ha de ocurrir sin que nadie lo sepa, excepto los
gobernantes, si se desea también que el rebaño de los guardianes permanezca lo
más apartado posible de toda discordia”. (Rep., Lib III, 459 d-e).
En el Estado ideal cada cual debe ocupar la clase a que su calidad genética pertenece
y esta se hereda de tal manera que los hijos mantendrán las cualidades de sus
padres de acuerdo con su grado innato de excelencia, como se alude y contempla
en el famoso mito de los metales[2]:
“Sois,
pues hermanos todos cuantos habitáis la ciudad -les diremos siguiendo con la
fábula-; pero, al formaros los dioses, hicieron entrar oro en la composición de
cuantos de vosotros están capacitados para mandar, por lo cual valen más que
ninguno; plata, en la de los auxiliares, y bronce y hierro, en la de los
labradores y demás artesanos” (Rep., Lib III, 415 a-b).
Y en el caso de que por circunstancias
imprevisibles ello no ocurriera así y erraran las previsiones de la naturaleza,
el legislador de Kalipolis expone cuáles serían sus planes de ocasional
recolocación social de dichas personas:
“Como todos procedéis del mismo origen,
aunque generalmente ocurra que cada clase de ciudadanos engendre hijos
semejantes a ellos, puede darse el caso de que nazca un hijo de plata de un
padre de oro, o un hijo de oro de un padre de plata, o que se produzca
cualquier otra combinación semejante entre las demás clases. Pues bien, el
primero y principal mandato que tiene impuesto la divinidad sobre los
magistrados ordena que, de todas las cosas en que deben comportarse como buenos
guardianes, no haya ninguna a que dediquen mayor atención que a las
combinaciones de metales de que están compuestas las almas de los niños. Y si
uno de éstos, aunque sea su propio hijo, tiene en la suya parte de bronce o
hierro, el gobernante debe estimar su naturaleza en lo que realmente vale y
relegarle, sin la más mínima conmisertación a la clase de los artesanos o
labradores” (Rep., Lib III, 415 a-c)[3].
A la selección eugenésica se dedica, pues, especialísima atención, pues
de ella depende en gran parte la supervivencia del Estado perfecto; la
degradación o degeneración de la forma política primigenia y superior se inicia
precisamente como consecuencia de un deficiente control genético: ocupan el
poder individuos inferiores, o “thymóticos”. Sin
embargo, no debe hablarse stricto sensu
de una sociedad de “castas” hereditarias por razón de “linaje” o de “sangre”,
separadas y cerradas, ya que se contempla en ella –antes lo hemos contemplado-
cierta posibilidad de ascenso social por parte de los individuos de la clase
inferior y, paralelamente, una regresión a la inferior por parte de algunos
individuos destinados a la superior por nacimiento. Esto es: son posibles canjes o trasvases entre clases sociales pero no, desde luego, por impulsos humanitarios
sino por exigencias derivadas del bien de la comunidad: el Estado no puede caer
en manos de ineptos simplemente por el hecho de que sean hijos de gobernantes.
También se contemplan prácticas eutanásicas para
impedir la degeneración racial, ocultando “como es debido” a los niños “inferiores” o biológicamente tarados -si nacen “lisiados”,
es su expresión-, que serán escondidos “en un lugar secreto y oculto”, eufemismos que equivalen a su simple y brutal
"eliminación" (Rep., Lib III, 460 c). En otro texto se afirma que
a los ciudadanos bien constituidos se les atenderá como es debido por parte de
los médicos, pero “en cuanto a los demás, dejen morir a aqullos cuya
deficiencia radique en sus cuerpos, o condenen a muerte ellos mismos a los que
tengan un alma naturalmente mala e incorregible” (Rep., Lib. III, 410 a). “Se
trata”, comenta J. A. Rivera, “de un atropello mayúsculo a la intimidad de
hombres y mujeres. Como suele ocurrir, los mayores amantes de la humanidad en
abstracto son quienes mejor saben menospreciar a los individuos de carne y
hueso que alientan a su lado”[4].
En Leyes, existen también prácticas
eugenésicas para la selección racial, control de la natalidad y de la crianza
desempeñado por un comité de mujeres, cuidado y protección de las embarazadas y
el adulterio será castigado con gran severidad. La natalidad, es el único fin
del matrimonio: "dar al estado los mejores y más hermosos ejemplares de hijos
que les sea posible
engendrar". Platón prescribe que el matrimonio será casi "obligatorio"; entre los 25 y 35 años todo varón deberá desposarse; los solteros mayores de 35 o casados sin hijos serán multados u obligados al divorcio.
engendrar". Platón prescribe que el matrimonio será casi "obligatorio"; entre los 25 y 35 años todo varón deberá desposarse; los solteros mayores de 35 o casados sin hijos serán multados u obligados al divorcio.
En materia de utopía, no se puede
tolerar el menor compromiso con la familia convencional. Se considerarán
“hijos” del Estado a todos los descendientes que hayan surgido de ese cruce
sexual de ganado humano; y cada uno de esos “hijos” llamará a su vez “padre” y
“madre” a cuantos intervinieron en la ceremonia festivo-sexual, sin saber nunca
a punto fijo quiénes son verdaderamente sus padres y madres biológicos. Ni
siquiera las madres, concluye J. A. Rivera, llegarán a conocer a sus vástagos,
pues, nada más nacer, les serán arrebatados y confiados a otras mujeres que
harán las veces de niñeras o institutrices estatales.
La familia y los vínculos de amor
que en ella para nada cuentan, los sentimientos de los individuos y de sus
familias deben ser sacrificados en obsequio de la grandeza del Estado. La mujer, a partir de los veinte años y hasta
los cuarenta, parirá para el Estado; y el hombre podrá procrear para el mismo hasta
después de los cincuenta y cinco años. Como ocurrirá en el caso de la mayor
parte de los fundadores de utopías: del ser humano sólo le interesará su simple
reducción a la dimensión cívica del ciudadano.
En la República platónica el Estado estará tanto mejor dirigido o
gobernado cuanto menor sea el número de hombres y mujeres que se dejen
arrastrar por sus propios sentimientos. Los sentimientos personales dividen a
los Estados y Kalipolis deberá estar fuertemente unida para evitarlo. La
comunidad de mujeres e hijos entre los guardianes se estableció con el fin de que preservar esa unión ya que
cada uno de ellos verá en los demás un hermano o una hermana, un padre o una
madre, un hijo o una hija. Los matrimonios, o, mejor dicho, las uniones
sexuales se efectuarán de acuerdo con los más estrictos principios eugenésicos
como ya vimos. Es preciso erradicar toda inclinación afectiva o sentimiento
personal como el amor.
En cuanto a la consideración de la
mujer en el nuevo Estado es igualitaria respecto al varón -algo insólito en una
sociedad como la griega de su tiempo -, reconociéndosele la misma capacidad y derechos
que a los hombres. En el libro V de República se señala que hombres y mujeres
son cualitativamente iguales, sus diferencias son cuantitativas y físicas, no
intelectuales; las mujeres podrán pertenecer a la clase dirigente, recibir
idéntica educación y gozar de sus mismos privilegios y derechos. En "Leyes",
sin embargo, su valoración cambiará negativamente.
En
la utopía de Thomas More, a
diferencia de Platón y de la mayor parte de las utopías, la familia es la
célula básica de la sociedad: es la unidad política y también la unidad
económica. Las mujeres pueden contraer matrimonio a partir de los dieciocho, los
hombres no antes de los veintidós. Antes del matrimonio no se tolera el trato
carnal entre los jóvenes, so pena de graves castigos. Las mujeres, una vez
llegadas a la edad adecuada, contraen matrimonio y viven con sus maridos bajo
la autoridad del anciano padre del mismo y patriarca común de toda su estirpe
familiar. “Ninguna familia habrá de tener más de 16 ni menos de diez hijos
mayores de edad, pero no hay un límite determinado para el número de niños de
corta edad”. Y en caso de que los integrantes de éstas produzcan demasiados
niños, deben entonces cederlos en pro de las familias más desfavorecidas.
En Amauroto el Estado vela por regular y proteger estrictamente la
institución familiar: se castiga severamente el adulterio, aunque existe el
divorcio (por incompatibilidad de caracteres o perversidad intolerable) lo que para la época es “revolucionario”, éste
sólo es posible tras el dictamen del Senado después de estrictas y lentas
averiguaciones acerca de sus motivaciones. Antes de contraer matrimonio los
esposos deben ser sometidos a un estricto examen de su desnuda fisiología con
el fin de que no oculten algún tipo de defecto físico. Thomas More da a las mujeres un cuartos de nodrizas a la atención y cuidado de los recién nacidos y
de los más pequeños. Anticipa la liberación de la mujer de las tareas
domésticas durante el almuerzo o la cena. En la religión de Utopía el sacerdocio no está vedado para
la mujer. Comparado con la situación y el rol de la mujer en la ciudad ideal de
Campanella, tiene visos de liberal, de muy liberal.
papel más civilizado: en su “Utopía” existe igualdad en el trabajo y en la vida familiar, que se reparte entre la casa particular y los salones comunes, principalmente en el comedor donde caben unas 30 familias. Se cuida especialmente a las embarazadas y a las parturientas: habilitando locales y
papel más civilizado: en su “Utopía” existe igualdad en el trabajo y en la vida familiar, que se reparte entre la casa particular y los salones comunes, principalmente en el comedor donde caben unas 30 familias. Se cuida especialmente a las embarazadas y a las parturientas: habilitando locales y
Tommaso Campanella[5] en La
Ciudad del Sol vuelve a dar a las relaciones mujer-hombre un enfoque
parecido al de Platón. En su utopía no existe el matrimonio ni la familia y en
su lugar se propone la creación de una comuna de mujeres o un gineceo colectivo,
esto es una especie de un fondo común de las mujeres dentro de la mayor
libertad de intercambios. La abolición
de la familia obliga a Campanella a plantearse el modo de sustituir los
vínculos precoces de parentesco padres-hijos, que son siempre el punto de los
afectos más intensos, y trata de solventarlo por una fijación exclusiva de sus
sentimientos hacia una entidad impersonal: la colectividad. Los niños no sienten
ya sentimientos de amor o de odio por su padre o su madre, sino por la
colectividad, son hijos del Estado erigido en nodriza. Su colectivismo afecta y
se extiende así a todas las facetas de la vida humana:
Utilizan viviendas, dormitorios, camas y todo lo que es necesario
colectivamente. Ahora bien: cada seis meses designan los superiores quiénes han
de dormir en tal o cual círculo, quiénes han de ocupar tal o cual
estancia/habitación... tanto los hombres como las mujeres marchan siempre en
formación, no viéndoseles jamás solos, y siempre también bajo las órdenes del
que manda, al que obedecen de buen grado pues le consideran como un padre o un
hermano mayor.
Aunque Campanella es menos estricto
que Platón en el control eugenésico, insiste en su utopía -como hiciera Platón
en su República- acerca de la
necesidad de una selección eugenésica muy severa, pues la sociedad no puede
permitirse el lujo de alimentar bocas improductivas. Para el monje
calabrés, era absurdo esmerarse tanto en la cría de caballos o perros y dejar en cambio la de los seres humanos en manos de la concupiscencia del más arbitrario de todos los instintos, prescribe la cría de los seres humanos de acuerdo con normas de apareamiento prescritas por la autoridad. Aparece así de nuevo el legislador dictatorial, platónico, cuando establece esas normas para efectuar el acto procreador.
calabrés, era absurdo esmerarse tanto en la cría de caballos o perros y dejar en cambio la de los seres humanos en manos de la concupiscencia del más arbitrario de todos los instintos, prescribe la cría de los seres humanos de acuerdo con normas de apareamiento prescritas por la autoridad. Aparece así de nuevo el legislador dictatorial, platónico, cuando establece esas normas para efectuar el acto procreador.
Mor, ministro del Amor,
y sus Magistrados, aconsejados por astrólogos, velan por la pureza y selección
de la raza, aplicando una eugenesia
racional, aconsejándose de médicos y de astrólogos. Son explícitos sus deseos de regular y controlar
la vida sexual: tanto el lugar, como la fecha y la hora de las relaciones
sexuales deben ser reglamentadas de acuerdo con las tres leyes de la
astrología, la higiene y el carácter. Los encargados de la selección eugenésica
eligen las parejas que
deben procrear y determinan cuando y cuantas relaciones sexuales deberán tener:
Como
durante los ejercicios gimnásticos hombres y mujeres aparecen desnudos (al modo
de los antiguos espartanos), los maestros que dirigen los ejercicios conocen
quienes son aptos y quienes no, para la procreación: y saben además cuál es el
varón sexualmente más adecuado a cada mujer. La unión carnal se realiza cada
dos noches, después de haberse lavado bien ambos progenitores. Para satisfacer
racional y provechosamente el instinto, las mujeres robustas y bellas se unen a
hombres fuertes y apasionados; las gruesas a los delgados y las delgadas, a los
gruesos.[…] La unión sexual no puede realizarse nunca antes de haber hecho la
digestión de la comida y elevado preces al Señor.
En espera de la hora de la unión, los
varones y las mujeres duermen en habitaciones separados hasta que la encargada
de su control estima llegado el momento. Han ideado procedimientos incluso para
que las mujeres -¿por sugestión o impregnación?- puedan tener la mejor y más
perfecta descendencia:
En
las habitaciones hay estatuas de hombres muy preclaros, colocadas allí para ser
contempladas por las mujeres, quienes asomándose luego a una ventana ruegan a
Dios, con los ojos fijos en el cielo, que les conceda una perfecta prole.
Después duermen en celdas separadas,
hasta que llega la hora propicia para la unión carnal. Entonces la Matrona se
levanta y abre por fuera la puerta de las habitaciones ocupadas por los hombres
y las mujeres.
Por higiene y placer de
los muchachos, mujeres embarazadas o infértiles podían iniciarlos en el
aprendizaje de la sexualidad. Las relaciones sexuales se iniciaban a los 19, para
las jóvenes y a los 21, para los muchachos. Los niños viven en común tras el
período de lactancia, agrupados por aptitudes, sin discriminación de sexos.
Podría decirse que lo más parecido a esta ciudad y a este régimen de vida,
sería una gran ciudad conventual medieval o un estilo de vida regimental o militar,
si no fuera por las peculiares costumbres sexuales y reproductivas a las que
allí se acostumbraba y a las que ya hemos aludido.
Lo que más sorprende en Campanella es
la mezcolanza entre una exagerada libertad sexual -pues admite
las libres relaciones entre mujeres y hombres, el adulterio y el divorcio- y
otras normativas en extremo estrictas y rígidas para otras conductas sexuales
consideradas desviadas: los sorprendidos practicando la
sodomía escarnecidos públicamente, por subvertir el orden natural. A pesar del aparente libertinaje en las relaciones intersexuales de la ciudad solariana -tan
alejada de la moral sexual cristiana de la época, que sólo consentía la licitud
de la unión sexual con una finalidad reproductiva- en realidad se trataba de
una sociedad fuertemente represiva también en este plano sexual. Las mujeres
-por ejemplo- podían ser condenadas a muerte por usar afeites o por llevar tacones
altos: “Sería castigada con pena de
muerte la mujer que emplease cosméticos para ser bella, usase tacones altos
para aparecer más alta o vestidos largos para ocultar piernas mal formadas”, se
prescribe.
No existe, por lo tanto, en Taprobana
ningún tipo auténtico de liberación
sexual efectiva, sino todo lo contrario: un control y programación asfixiantes
de la sexualidad, ya que no es muy placentero practicar el acto sexual al
margen de afectos, sentimientos, inclinaciones o atractivos erótico personales
y obedeciendo siempre a lo que decidan los superiores y todo ello al toque de
campana.
En
Bensalem, la capital de Nueva Atlántida
de Francis Bacon, existe un tipo
de familia patriarcal, y aunque en el
relato no se nos informa de cómo transcurre la vida cotidiana de sus
integrantes, un extenso pasaje de la obra describe las fiestas que costea el
Estado en honor de los hombres que tengan treinta descendientes mayores de tres
años. Se trata de una sociedad s la Virgen del mundo”) en la que “no
hay lupanares, ni casas de corrupción, cortesanas ni nada semejante”.
El matrimonio es muy respetado e
indisoluble y no toleran la poligamia y prohíben que se contraiga matrimonio entre
parientes. Aunque se burla de More por haber propuesto que el novio y la novia
se contemplen desnudos antes de la boda, Bacon instituye un examen similar,
pero por delegación: “He leído un libro escrito por uno de vuestros hombres
-explica un hombre de Bensalem al
viajero visitante recién llegado- que trata acerca de una república fingida
donde se permite que los que van a contraer matrimonio se vean desnudos antes
de comprometerse […]. Pero puesto que los cuerpos de los hombres y de las
mujeres pueden tener algún defecto oculto, han adoptado una costumbre más
decorosa: cercanos a cada ciudad hay dos lagos pequeños (a los que llaman de
Adán y de Eva), donde se permite que uno de los amigos del hombre y una amiga
de la mujer vayan a verlos, separadamente, mientras se bañan”.
En la Christianopolis de Valentin
Andreae se cuida con esmero de la institución familiar. Como las familias
son poco numerosas, viven en departamentos pequeños (un cuarto de baño,
dormitorio y cocina), por lo que no necesitan servidumbre, y, dado que entre
ellos reina la igualdad, no desean impresionar a los demás por el lujo. Vida
austera, pues, sin derroches, excesos, ni vanidades. Visten sobriamente: dos
trajes iguales para todas las clases: uno para el trabajo, otro para los días
de fiesta. Las diferencias de edad y sexo se aprecian por la forma de los
vestidos. El color es siempre blanco o gris ceniciento. Por lo general las
familias constan de cuatro a seis miembros. Marido y mujer colaboran en las
tareas domésticas.
Las jóvenes gozan de la misma
instrucción o educación que los muchachos, pero se les niega el voto. Se
dedican a las tareas domésticas y a la atención solícita de sus maridos e
hijos. El matrimonio no se efectúa en cumplimiento de principios eugenésicos,
sino de acuerdo con las inclinaciones de los contrayentes (24 y 18 años son las
edades idóneas para contraer matrimonio
hombres y mujeres). Su finalidad es la procreación, pues el rigorismo religioso de V. Andreae, a diferencia de T. Campanella, no admite que las relaciones sexuales tengan por único propósito el placer de los sentidos.
hombres y mujeres). Su finalidad es la procreación, pues el rigorismo religioso de V. Andreae, a diferencia de T. Campanella, no admite que las relaciones sexuales tengan por único propósito el placer de los sentidos.
Otro utopista muy conocido de finales
del XVII, el obispo católico Fénelon
en su obra didáctica Las aventuras de Telémaque
(1695) adoptará también una extrema posición colectivista respecto al trato
debido a los niños, que pertenecen al Estado más que a sus parientes y que debe,
en consecuencia, de ocuparse de su crianza y educación. Y, en sentido
contrario, Morelly en su Code de la nature (1755) llegó a fundar
su propia utopía sobre la transgresión generalizada de la prohibición del
incesto[6].
Las habitantes de la utopía de Cyrano de
Bergerac (El otro mundo o historia
cómica de los Estados e Imperios de la luna,1657) llevaron las medidas de control sexual tan rígidamente
que hasta un extremo grotesco: había una ley que regulaba la cantidad de actos
sexuales que debían realizarse entre
marido y mujer: “Cada noche, el médico más cercano visita las casas, examina
las parejas y, de acuerdo con su estado de salud, les indica cuantos abrazos se
pueden permitir”. En 1725, en su Histoire
des galligénes, Tiphaigne de La
Roche describe una ciudad imaginaria en la que se proscribe toda idea de
posesión o fidelidad obligada en materia amorosa, de tal manera que una de sus
normas prescribe que “nadie tendrá nada que sea suyo, todo será de la
República, todo pertenecerá a todos. Jamás se dirá esta mujer es mía, porque
cada mujer será la esposa de todos los ciudadanos”.
Pero el personaje más interesante del
siglo XVIII en esta materia es, sin duda, Charles
Fourier[7], utopista político
y ardiente propagandista de un proyecto de liberación sexual. Nacido en 1772 en
Besançon, utopista convencido de haber inventado el principio de una sociedad
liberada de las obligaciones de toda moral represiva, llega en su “Nuevo Mundo amoroso” a establecer
órdenes y ciudad
perfecta hasta las orgías deberían estar reguladas como una cuadrilla
mundana (“una cuadrilla omnígama”), para que se respetara en toda circunstancia
un mínimo de civilidad. Este proyecto de poligamia se podía corregir por lo que
llama un “afecto pivotal”, es decir una preferencia amorosa durable.
Con
hermosa audacia para la época -nos recordará J. C. Guillebaud-, Fourier hace incluso el elogio de lo que
entonces se llamaba pederastia y safismo. Cientificista convencido, se propone
medir Wilhelm
Reich descubridor del “orgón”. En varios sentidos por ejemplo acerca de
distintos delirios cósmicos, Fourier es el predecesor directo de Reich. ¿Acaso
no invoca la “androginia de los planetas” y no asegura que, tal como las
plantas, copulan consigo mismos para engendrar la vida?
con exactitud la intensidad del placer en sus diversas manifestaciones, tal como hará, un siglo más tarde, el
con exactitud la intensidad del placer en sus diversas manifestaciones, tal como hará, un siglo más tarde, el
El
odio de los utópicos por el matrimonio y por la familia convencionales, que
veíamos en la ciudad imaginada por Platón, atravesará los siglos para terminar
con David Cooper, y su ensayo La muerte de la familia, incrementando las
filas de los regimientos utopistas, pues no hay uno solo de sus proyectos que
no se encarnice contra el matrimonio y la vida familiar/doméstica.
Tomás Moreno
[1] F. Laplantine, Las voces de la imaginación colectiva, op. cit., p. 163.
[2] Este mito de los metales es una
mentira necesaria, “una mentira noble”, urdida por el legislador para conseguir
que, dentro de la ciudad ideal, cada cual se conforme con su suerte y no ansíe
lo que no le corresponde.
[3] Experimentos sexuales, control sin resquicios de la educación y separación de los hijos de sus padres
naturales fueron prácticas que se han llevado a cabo en Europa por parte de las dos
macroutopías totalitarias de la primera mitad del siglo XX.
[4] J. A. Rivera, Carta
abierta de Woody Allen a Platón, op. cit. pp.17-33.
[5] Dominico heterodoxo calabrés (1568-1639) panteísta y pro-copernicano que fomentó una
conspiración para liberar Calabria del yugo español. Pasó por ello veintisiete
años en la cárcel, fue torturado siete veces y terminó su vida en Francia,
donde finalmente fue acogido en Saint-Germain por Luis XIII, que le concedió
una pensión de tres mil libras
[6] Cf. François Guillebaud, La tiranía del placer, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile,
2000, pp.259-283.
[7] Para este ejemplo reseñado cf. Jean Claude Guillebaud, La tiranía del placer, op. cit., p. 262. Sobre el rol de las mujeres en su utopía véase Gloria Espigado
Tocino, “La Mujer en la utopía de Charles Fourier”, en M. Dolores Ramos y M.
Teresa Vera (Coords), Discursos,
realidades y utopías, Anthropos, Barcelona, 2002. pp. 321-362. Para las
obras y el pensamiento utópico de Fourier véanse Charles Fourier, La
armonía pasional del nuevo mundo, trad. Menene Gras, Taurus, Madrid, 1973;
Charles Fourier, Elogio de la Poligamia,
Abraxas, Barelona, 2005; Charles Fourier, Doctrina
social (El falansterio), Ediciones Jucar, Madrid, 19.
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