¿PLASTICIDAD DEL CEREBRO,
O MATERIALIDAD
DE LA CONCIENCIA?
¿CEREBRUM EX MACHINA?
Según algunas y
muy interesantes investigaciones relacionadas con la morfología y
funcionamiento del cerebro, este órgano capital para nuestro reconocimiento y
comprensión del mundo (y de nosotros mismos) es capaz de cambiar su estructura
y funcionalidad a través de la actividad del pensamiento,[1]
característica que se ha reconocido como genuina se ha denominado como neuroplasticidad. Ahora bien,
paradójicamente, junto a esa elasticidad morfológica singular, es susceptible,
observada también a la luz de ciertos desordenes psicológicos y de conducta
(angustia, fobias, ansiedad, depresión…..), una contradictoria rigidez que
puede estar anclada, ora en severas costumbres de origen más o menos dispar,
ora en traumas de diversa índole, ora en problemas congénitos, etc… parecen estar
avaladas por ciertas singularidades neuroquímicas experimentalmente detectables
y que han sido descritas en las diferentes taxonomías de enfermedades mentales.
Acaso
esta esclerotización ha sido, sino el exponente más importante, acaso sí
el más significativo para la elaboración del designado como localismo[2]
en buena parte de la comunidad científica de los estudios de neurociencia,
visión, sin duda, heredada del más tradicional mecanicismo galileano y
positivista,[3] que
acabó adoptando y desarrollando Descartes, óptica que acabaría extendiéndose
también, no sin establecer serias contradicciones, en el ámbito de la
contemplación y entendimiento de la función y dinámica de los sentidos (hoy
totalmente cuestionada, por ejemplo, a través del estudio y observación de fenómenos
como la sinestesia).[4]
Hasta la instrucción y desarrollo de Paul Bach-y- Rita,[5]
en el dominio de la disciplina neurocientífica, no se había proporcionado una visión coherente e integradora de los
sentidos, a tenor de la cual puedo inferirse del sistema sensorial y perceptivo,
la influencia dinámica y promotora en el cerebro para su reorganización, si
esta fuese en un momento concreto necesaria.
La polisensorialidad[6]
hace mucho más compresibles fenómenos como la sinestesia, de la que (al margen
de su sintomatología médica en determinadas enfermedades) se puede inferir que
nuestro cerebro y sistema neurológico es una organización y estructura abierta,
activa enérgica y dinamizadora que nos ayuda a percibir y a asimilar el mundo
vívidamente.
Ahora bien, ¿es
esta visión también deudora, al fin y al cabo, de la concepción plenamente
materialista? ¿Es la prueba decisiva de que la conciencia (junto a las
aprehensiones de angustia, ansiedad, depresión…) es un fenómeno estrictamente
biológico y, por tanto, material?
Así las cosas ¿todas aquellas
potenciales perturbaciones (como la angustia, ansiedad), tienen un origen
estrictamente material, en tanto que sus propiedades causales tienen origen (y
son reductibles) a la materia?
La ciencia actual así lo afirma: la
conciencia, la mente y, por supuesto, la vida, son epifenómenos (fenómenos
secundarios) de la materia. Tales afirmaciones no dejan de ser, a nuestro
juicio, cuando no incompletas, en bastantes casos aventuradas. Sin embargo, hay
abundante literatura (filosófica, religiosa y también científica…) que
cuestiona en parte o en su totalidad sus fundamentos, sobre todo porque no
acaba de explicar totalmente la aparición (y significado, si lo tuviese) de la
vida y, menos aún, de la conciencia.[7] ¿Acaso no debieran debatirse estas cuestiones
desde una óptica más amplia (recuérdense algunas aproximaciones de Jung a este
respecto) donde la conciencia (per se),
al margen de la materia, pueda tener una relevante primacía?
Los problemas (mentales y físicos) derivados de la ansiedad y la depresión,
según la medicina alopática convencional, tiene origen orgánico, mas, ¿cuál
sería la situación de la mente o la
conciencia en estos casos? ¿Son meros
epifenómenos de la materia? ¿O, estamos ante un dualismo científicamente
insostenible?
Surge también otra interrogante que no
es menos digna de mención: ¿si la conciencia deviene como epifenómeno de la
materia (del cerebro), cómo es que causalmente actúa sobre la materia?
Avisábamos anteriormente de los fenómenos de somatización (aunque puedan
apuntarse otros manifiestos en innumerables experimentos, los cuales ofrecen,
cómo la percepción y la conciencia hacen que el centro orgánico neurocerebral
cambie y se modifique biológica y o morfológicamente, es decir afectando a la
misma materia que la conforma. ¿Hay pues, por tanto, contradicciones en la
argumentación netamente materialista en el estudio y explicación de las
denominadas perturbaciones mentales?[8]
¿No será momento para referir con rigor si estamos ante enfermedades –malfuncionamiento
orgánico que responde al diagnóstico y tratamiento mecánico de la medicina
alopática- o ante dolencias –la impresión personal, que se concluye y apercibe
por la conciencia, de que algo no funciona correctamente- en relación a la
angustia y sus derivados? ¿Mas, porque la ciencia puede dar solución a ciertas
enfermedades y casi nunca a las dolencias? Trataremos de dar respuestas, si fuere
posible, a este ingente desfile de interrogantes en la siguiente entrega.
Francisco Acuyo
[1] Doige, N.: El cerebro se cambia a sí mismo, Aguilar,
Madrid, 2008, p. 15.
[2] Genéticamente determinada, según los partidarios de esta
hipótesis.
[3] Wiliam Harvey (1578-1657), se dice que fue el padre de la
biología mecanicista.
[4] Acuyo, F.:
Fisiología del espejismo…
[5] Naure, 1969, artículo en el que establece la posibilidad
de que personas ciegas de nacimiento puedan recuperar la vista.
[6] Sinestesia: definición.
[7] Véase por ejemplo, lo que bien pudiere ser un nuevo
paradigma en este ámbito, como el que defendió Roger Penrouse, La nueva mente
del emperador, Mondadori,…
[8] Campbell, D. T. (1974)
Downward Causation. En
Ayala, F. J. & Dobzhansky, T. (eds.) Hierarchically
Organised Biological Systems. Studies in the Philosophy of Biology, Berkeley, Los
Angeles: University of California Press, 179-18 .
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