Para la sección del blog Ancile, De juicios, paradojas y apotegmas, traemos una temática bastante sugestiva a pesar de no ser en modo alguna cuestión nueva de debate, pero que a la luz de los descubrimientos científicos obtenidos desde el siglo XX hasta nuestros días, abren nuevas y seductoras sendas de reflexión e investigación científica y filosófica. Hemos titulado esta aproximación presentada en este post, El ser y la nada, o la conciencia de la nada en el ser del mundo.
EL SER Y LA NADA,
O LA CONCIENCIA DE LA
NADA EN EL SER DEL MUNDO
ENTRE muchas de las interrogantes
que, como seres (conscientes) humanos hemos tenido ocasión de plantearnos en
base a aquello que podemos llegar a conocer: quiénes somos, de dónde venimos,
qué es la vida, qué la muerte, por qué estimamos o desestimamos la existencia
de Dios…, hay una que suele ser nuestra favorita y acaso una de las que más
acalorados y sugestivos debates ha
suscitado en la filosofía y, desde luego, en la ciencia (sobre todo de la
física), a saber: ¿por qué hay algo en vez de nada?
Esta
pregunta no reviste novedad, decimos, tanto
en el ámbito científico como en el filosófico, si bien en el siglo XX, al albur
de los descubrimientos y nuevas hipótesis científicos, cuando menos supuso o fue motivo para una
seria revisión de los fundamentos de los diversos sistemas filosóficos que trataron esta cuestión, en
cualquier caso nos parece poco probable extraer algo coherente de la dicotomía del
ser y la nada sin atender a la
cuestión no menos compleja e, incluso enigmática para muchos, nos referimos a
la conciencia, y ésta vinculada al fenómeno crucial y no de más fácil
entendimiento como es el de la creación. Al fin y al cabo el ser y su ausencia
–la nada- pueden depender de la conciencia capaz de percibirla o de pensarla,
por lo que no es extraño
que sobre este asunto difícil y delicado deduzcamos que muy bien podíamos
estar ante en un solipsismo inabordable.
Si
el ser puro es idéntico a la nada pura,
según afirmaba Hegel, nos encontraremos ante una desconcertante realidad filosófica que puede no
responder o casar ante la realidad que indaga y dícese que experimenta la
ciencia (física), ya que ésta identifica el ser del universo en un claro origen
(el Big Bang así lo establece en su teoría) y perfectamente diferenciado de la
nada (del vacío) del que proviene.
De hecho, Leibiniz pensaba que si hay algo, ese algo no puede ser de
manera arbitraria y azarosa; debe existir un motivo (o razón) por el que quepa
deducirse ese ser, porque no es en modo alguno irracional pensar que ese algo debe su consistencia a algo exterior a él mismo (y que algunos
hubieron de denominar como Dios). Mas, ¿esta realidad racional leibziana puede
ser compatible con la realidad científica
tan frugal y rápidamente descrita con anterioridad? O, ¿acaso es el
mundo representado[1], lleno
de inquietudes y sufrimientos, el que incita a cuestionar y señalar el ser y el
devenir existencial -así mismo como la nanidad
que pudiera igualmente inferirse-? El sufrimiento, la muerte, para algunos son en realidad los que incitan a una reflexión
metafísica, y también a la indagación sobre cuestiones como el ser y la nada? Es muy reseñable
también advertir que hay quienes afirman que pudiera resultar la experiencia
del ser -¿y la de la nada?- en nuestra
contingencia existencial una cuestión infranqueable, por lo que no mereciera la
pena ser atendida pues, el esfuerzo por saber de su realidad será siempre
baldío.[2]
De
todas formas la manifiesta complejidad (a la luz de las investigaciones y
descubrimientos científicos) de lo que es,
parece revelarse el ser como cosa
extraordinaria. No así la nada que,
por su intuida sencillez y naturalidad (pues diríase que es más fácil pensar
que no haya nada que algo) entra contraste con lo intrincado de lo que
singularmente es (así lo estimaba
también Leibniz). Pero si atendemos a la cuestión con los datos extraídos del
actual conocimiento científico –físico y cosmológico- que deduce el origen del
universo proveniente de la nada ¿por qué ha de resultar más extraordinario el ser que la nada de donde todo proviene?; o, lo que es lo mismo ¿por qué es
más probable que haya algo en lugar de nada? Hoy día parece irremisible la
necesidad de acudir a la ciencia (física y astrofísica y cosmológica) para una
constatación experimental de esta controversia. El concepto de nada se
sustituye –hábil y astutamente- por el de vacío[3]
para demostrar la existencia material del mundo, por lo que la enunciación del ser y la nada en la modernidad nos
permite evaluar con serias dudas lo absoluto de la no existencia. Puede verse
reflejada similar discusión en las matemáticas y el cero[4]
(de los hindúes) introducido en su teoría y práctica, para desazón de no pocos
de sus genios creativos y tenaces revisores de sus axiomas.
Luego,
de lo visto, no debe resultar extraña la cuestión del por qué nos interesa
tanto la nada, incluso a fuer de pensar que lo que no es no tiene consistencia
(material), pero sí tiene relevancia para lo que es, así cabe colegirse el
hecho de que, aquello que no tenga consistencia no implica que -por la ausencia de ella- no sea una
realidad, y, como hemos visto, que la nada en un principio, aparece enigmáticamente
unida al ser. La ciencia nos muestra que no desdeña el concepto (¿o realidad
factual?) de la nada para identificar lo fenomenológico susceptible de
cuantificarse y ergo, de
la nada se infiere la realidad del ser (del ente, que diría Heidegger), luego,
¿es justificable la sentencia ex nihilo
nihil fit[5]?
No parece congruente esta afirmación, sobre todo a la luz de lo que la ciencia
(cosmológica) deduce; decíamos, que el universo se creó de la nada (en la
singularidad del Big Bang) hace unos 14.000 millones de años. Curioso, cuando
menos, el ímpetu creador y de poder que manifiesta la nada como origen nada menos que del universo que conocemos.
A
la vista de lo expuesto nos parece muy necesario volver al problema no menos
extravagante y enigmático de la conciencia, pues, parece que es esta la que nos
invita a la indagación de lo que es o no, sobre todo a través de los procesos
creativos. Nos complace referirnos a esta cuestión en uno de los ámbitos de la
ciencia acaso más reduccionistas y poco dados a establecer conjeturas fuera del
ámbito estrictamente material, nos referimos a la biología y todas las
disciplinas que encuentran fundamento en ella (medicina, neurociencia….). Para
ello traeremos a colación el fenómeno del efecto placebo y el de los proceso creativos.
No deja de asombrar a propios y extraños cómo la asunción (o ingesta) de un determinado placebo (inmaterial) actúa sobre el bienestar material (biológico)
de un determinado paciente, o cuando el genio creativo es capaz de generar una
obra maestra nunca vista, igualmente de la nada. Diríase pues, que lo que
consideramos nada incide de manera
singular en lo que es.
La
cuestión o fenomenología de la conciencia (sin denominar concretamente, acaso
por no saber muy bien qué es y cuál sería la definición correcta) tiene un
estrecho vínculo con el ser y la nada
de las cosas. En cualquier caso, decimos que conocemos fragmentaria o
parcialmente las cosas que identificamos en nuestro pensamiento, o lo que es lo
mismo, necesitamos acometer la realidad del mundo y las tareas cognitivas para
su representación por partes, para lo cual nos lanzamos a la búsqueda de
patrones con los que poner orden en el (aparente) caos de las sensaciones y
llegar a un entendimiento de lo que es y acontece en el universo. Existe otra
manera de entendimiento distinto que no es el de la visión fragmentaria del
mundo, al menos en eso insisten determinadas personas-místicos-, cuya aprehensión del mismo, dicen, es
totalizadora, plena, y que no pueden alcanzar a explicar de manera conceptual,
racional, lógica…. Esta dicotomía de percepción del mundo viene al caso porque
cuando se han realizado determinados experimentos de observación de los
procesos eléctrico energéticos cerebrales, curiosamente, serán en aquellos procesos
de deliberación de la
nada como plenitud perceptiva –y que tiene una gran analogía con los procesos
de plenitud creativa- es tan sugestiva como reveladora, ya que puede inferirse
una analogía que, por sorprendente, no tiene por qué resultar disparatada, y es
que, si del silencio y de la nada pudo surgir (a través de la singularidad del
big bang) el universo en virtud de su enigmática capacidad generadora -creativa-, acaso el
vínculo entre ambos (el ser y la nada), sea precisamente la conciencia. No nos
parece en este punto insensato hacer una enunciación que interroga sobre otra
cuestión no menos inquietante, ¿es la realidad producto de la conciencia?, o lo
que es lo mismo, ¿es el la conciencia la realidad del mundo? Observen que digo,
no, de nuestra conciencia. ¿Puede ser aquello que denominamos nada, origen del
ser, conciencia de la que ha de tomar materia y forma todo aquello que
conocemos? Nuevas interrogantes para una problemática, por el momento, no del
todo resuelta.
Francisco Acuyo
[1] Muy
similar esta referencia a la que ofrecía como representación y voluntad
Schopenhauer.
[2] Así lo
aseveraban los filósofos empiristas, y en su extremo David Hume.
[3] Espacio
saturado de partículas
[4] También
el concepto de Cero absoluto en temperatura ha motivado no pocas y sugestivas
controversias.
A mí no me convence la nada como origen de "algo"... encuentro en ello algo insoluble parecido a lo del huevo y la gallina. Por otro lado se interpone el cai mito del tiempo. ¿Hubo tiempo siempre? Quién sabe si el tiempo fue otra creación del hombre, o de quien creó al hombre. Creo que la filosofía induísta plantea algo así como que todo lo que vemos es producto de nuestros deseos, lo que coincide con algo dicho en este excelente trabajo. El juego divino...¿somos resultado de una especie fe juego de Dios? ¿Es Dios algo, o es nada tanginble? Bueno, la conciencia no parece tangible, aunque el hombre lo parece. Pero no todo lo que parece ser algo, lo es en verdad, así que la conciencia, Dios mismo... acaban por ser "algo", aunque no sea medible, pesable, palpable. Me cuesta trabajo la idea de la nada, y que la msima pueda ser origen de algo...quién sabe si siempre hubo algo, antes de que el hombre y el tiempo existieran, quizás todo sea tan simple como aparentemente simple es la luz...y nosotros, seres insaciables y buscadores de lo que es evidente, nos empeñamos en complicar como ejercico del ciego que no quiere ver, porque ver no es, quizás cosa de los ojos engañosos qie custodian nuestras narices. Gracias, amigo. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarPara mi, una vez que estamos en el Ser, el concepto de la Nada me resulta inconcebible, inaprensible
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