El día 10 de diciembre presentamos el libro del profesor y filósofo Tomás Moreno, titulado, Don Quijote: de la utopía al mito, en la librería Picasso de Granada, a l9.30 horas. Intervendrán en el evento el catedrático de Historia Antonio Fernández Juárez, el editor del libro y poeta Francisco Acuyo y el mismo autor del conjunto de ensayos sobre el Quijote, Tomás Moreno. Recogemos para la sección de Noticias del blog Ancile una breve muestra: un fragmento de la introducción del prologuista y otro de la introducción del autor de la obra para hacer boca y os animéis a ir a la presentación o adquirir tan interesante título.
LA EDICIÓN DE, D. QUIJOTE: DE LA UTOPÍA AL MITO,
DEL FILÓSOFO TOMÁS MORENO,
EN JIZO EDICIONES
PRÓLOGO
[...] En cualquier caso, invectiva o no contra los libros
de caballerías, o mucho más que eso, vemos que aquel supuesto propósito
censorio proporciona infinidad de variadas exégesis, y he aquí una granada
muestra ofrecida en este compendio de reflexiones excelentemente entrelazadas
que acaban reuniéndose en este libro intitulado, Don Quijote: de la utopía al
mito, del filósofo Tomás Moreno, en principio como rara y extravagante
excepción e iniciativa, habida cuenta de los tiempos frívolos y
descorazonadores que corren por sus respetos en el ámbito de la nunca peor
llamada intelectualidad de nuestros días; así, nunca está de más volver
mediante nuevas y acendradas reflexiones sobre la interesante realidad que
indaga nada menos que en la razón —no solo literaria—, sobre todo filosófica,
de una de las obras cumbres de la creación humana, mas también en el
entendimiento e inquietudes de una mente excepcional como fue la de Miguel de
Cervantes, expuesta tan rica (yo diría opulentamente) en ese festín de las palabras
y de las ideas como es El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha.
Para tal cometido y ocasión se ha reflexionado, investigado
y, al final, escrito y reunido este ensayo que, con brevedad y entusiasmo trato
de presentar. Tomás Moreno, su autor, profesor, escritor y filósofo, en esta
aproximación al Quijote y a su creador, Cervantes, se me antoja de atención
mucho más que conveniente, acaso porque pueda resultar milagroso estímulo para
quien aspire a algo más que el saber por referencias (paupérrimas casi siempre)
sobre la identidad y realidad de lo que muy bien pudiere cambiar la vida de los
más atentos, pues así es como actúan en el espíritu humano las obras que marcan
el camino de lo más señalado (literario, científico, artístico…), no en vano
grandes escritores, pensadores, científicos, vieron la luz de su destino a través
de ellas. Este libro sobre algunos aspectos del pensamiento en El
Quijote, muy bien pudiere conllevar ese estímulo inicial de curiosidad para
indagar, leer y releer uno de los pilares básicos no solo de nuestra literatura
(que es decir de la cultura universal), también uno de los fundamentos más
singulares sobre la indagación de la realidad ficticia o literaria y la
verdadera realidad. [...]
INTRODUCCIÓN
No existe ninguna obra literaria escrita en castellano que haya alcanzado un éxito tan unánime y una proyección tan universal como el Quijote. Ninguna otra mantiene tanta vigencia e interés como ella. Siglo tras siglo, época tras época, sus lectores han encontrado en sus páginas, además de una indiscutible belleza y donosura literarias, momentos de solaz divertimiento y de emoción inagotable, así como numerosos mensajes de profundidad filosófica desusada o una peculiar enseñanza de insólita sabiduría humana. Las palabras que escribe Jean Canavaggio en su ensayo Don Quichotte, du libre au mythe. Quatre siècles d’errance hacen justicia, a este respecto, al libro cervantino que, en cada tiempo y para cada lector, ofrece unas posibilidades hermenéuticas —acumuladas con el paso del tiempo y la tradición— siempre inéditas, renovadas, apasionantes y originales: “Né du genie de Cervantès, don Quichotte s’est construit au fil de ses réceptions successives”1.
Veamos, si no, a título de ejemplo, cómo
fue percibida la obra cumbre cervantina en un momento muy crítico de la
historia europea. Fue concretamente en 1916, en plena Primera Guerra Mundial,
cuando un conocido escritor peruano, Ventura García Calderón, realizó una
encuesta —con ocasión del tercer centenario de la muerte de Cervantes— para
recabar su opinión sobre el Quijote y su simbolismo entre los más importantes
literatos, pensadores y artistas franceses del momento (Paul Claudel, M.
Barrés, Georges Duhamel, Valery Larbaud, Anatole France, George Sorel, M.
Maeterlinck, H. Bergson, A. Rodin entre ellos), algunos de los cuales incluso
se encontraban en el frente cuando la recibieron. El título de la misma, “Une
enquête litteraire. Don Quichotte à París et dans les tranchées”2, es bien
significativo el dramatismo del momento y nos ofrece una idea aproximada para
entender el nivel de recepción a escala internacional o universal de la
inmortal obra cervantina, en aquellos trágicos momentos de sangriento
enfrentamiento entre las naciones europeas.
Entre la cuarentena de respuestas recibidas —todas plenas de emoción y en
extremo elogiosas de Cervantes, de su libro y de la figura y simbolismo del
Quijote— destaca una, la del poeta Guillaume Apollinaire (1880-1918), en la que
se nos muestra cómo en el lugar más insignificante, remoto y desconocido
de Europa y en una de las circunstancias más adversas e inverosímiles
imaginables, podía encontrarse el inmortal libro del mayor escritor español de
todos los tiempos: Don Quijote de la Mancha. Sinteticemos su respuesta,
eligiendo este pasaje de su carta: “Tan pronto recibí su cuestionario, se lo
enseñé a los brigadas y suboficiales de mi batería. Debo decir que ninguno de
ellos conocía a Cervantes ni a Don Quijote. Sin embargo, varios astutos mozos
de Picardía, sabían lo que era una Dulcinea y, a fe mía, habían oído hablar de
Sancho Panza, con quien bien podría comparárseles por la sensatez y la forma de
expresarse. Como el Quijote es un libro que amo infinitamente, quise que lo
leyeran y, a modo de diversión, hice que se abochornaran por no conocer un
libro tan perfecto y difundido. Tomaron la broma por el lado bueno y me
emplazaron a que les trajera un ejemplar del Quijote antes de la hora de la
cena, es decir, las 18:30. Eran alrededor de las 14:00. Nos apostamos tres
botellas de champán para darle interés a la cosa. Tengo que decirle que
seguimos estando en línea de fuego, justo detrás de las trincheras de
infantería, en un bosque espeso, lejos, no sólo¡ de las ciudades, sino incluso
de cualquier aldea. Disponiendo de tiempo libre me fui a unos 220 metros, hasta
el pueblo más próximo, un villorrio abandonado por sus habitantes. Los “boches”
habían pasado por ahí y ahora hay tropas francesas acantonadas. Pocas casas
permanecen en pie, ninguna está intacta, pero en la primera que encontré a “Don
Quijote de la Mancha”, traducido por Florián y gané mi apuesta. Mañana
devolveré el libro allí donde lo he cogido y donde su dueño lo encontrará para
volver a leerlo”. [...]
Tomás Moreno
1. Jean
Canavaggio, Don Quichotte, du libre au mythe. Quatre siècles d’errance, Fayard,
París, 2005, p. 250. Lo que afirma en la cita Jean Canavaggio lo ejemplificará
magistralmente Jorge Luis Borges en su genial “Pierre Menard, autor del
Quijote” (Ficciones, 1944), en Jorge Luis Borges, Obras Completas, tomo I,
RBA-Instituto Cervantes, Barcelona, 2005, pp. 444-450.
2. La encuesta
fue publicada como libro por el Centre d’Études Franco-Hispaniques de la
Universitè de París en 1916, pp. 16-17,
y simultáneamente en el periódico madrileño El Imparcial. Georges Duhamel, por
ejemplo, movilizado como médico, respondió: “Recibo su carta en el frente y,
curiosa coincidencia, me llega precisamente cuando dedico los ratos de ocio que
me deja la vida militar a leer una vez más el Quijote, en una de esas ediciones
portátiles que forman la biblioteca del pobre… o del soldado. Es la cuarta vez
que leo el Quijote y no sé si debo reprocharme no haberlo leído más a menudo
todavía, o felicitarme por haber tenido tiempo de olvidar agunas páginas y
poder reencontrarlas con más placer”.
Y el gran
pensador y dramaturgo belga Maurice Maeterlinck, premio Nobel de literatura en
1911, tuvo a bien escribirle estas palabras: “Don Quijote fue, junto a Robinson
Crusoe, una de las primeras, de las más gratas lecturas de mi infancia. Lo considero
como uno de los libros fundamentales de la humanidad y es, como Homero,
Shakespeare y la Biblia, la fuentede toda nuestra formación intelectual y
moral”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario