Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos la última reflexión sobre la imagen poética, titulada: La imagen y el discurso picnolético: tiempo poético y la ausencia de la conciencia.
LA IMAGEN Y EL DISCURSO PICNOLÉPTICO:
TIEMPO POÉTICO Y LA AUSENCIA DE LA CONCIENCIA
Esos días azules y este sol de la infancia[1]
machadianos, en el declinar de sus últimos días de existencia, revelaron quizá
como verdadero hogar, como genuina patria, como entrañable refugio, la
infancia. Si este mundo, tal como lo
vemos, está sucediendo,[2]la imagen creativa tiene mucho que decir en torno a cómo rellenar
los lapsus que la mente deja, en determinados períodos de ausencia, motivados por muy
diferentes causas[3]
y que nos hacen padecer el olvido en formas de lagunas de la memoria
(picnolesia) y que necesitamos reconstruir –traer a la memoria y a la
consciencia- por motivos emocionales, sentimentales o de cualquiera otra
índole. Es nuestra percepción lineal del tiempo discontinua, y en estos
momentos de interrupción que son acaso inevitables en todo individuo, pasan a
ser rellenados con sustancial maestría mediante el uso de la imagen creativa.
Esos días azules y ese sol de la infancia es la imagen picnoléptica precisa
para traer al momento actual los inevitables olvidos del pasado para ser en el
presente corriente infinita de lo que de un modo u otro nos acompaña toda la
vida, y claro está, las vivencias de la infancia son una muestra especialmente
elocuente de este paladear el tiempo (y el espacio donde discurre la imagen en
cuestión) mediante la percepción imaginativa. El efecto realidad de este tipo
de imagen es especialmente sugerente en tanto que esos instantes perdidos y
rellenados por este tipo de imágenes sensoriales (sinestésicas, ecfrásticas
incluso) no serán solo la producción de su apariencia, de su invención, que
diría Virilio,[4]
es la naturaleza nada menos que del tiempo poético.
Aquellas imágenes traídas para rellenar los huecos del
olvido de una realidad en movimiento y, por tanto, no son transformaciones,
regeneraciones de formas sujetas a una metamorfosis cinemática mediante las que
dar representación temporal al transcurso de vital de, digamos, momentos de la
infancia, son en realidad estampas temporales que quieren ser estables,
duraderas, constantes ante el devenir perpetuo de nuestros olvidos y recuerdos
existenciales. Tenemos en estas imágenes esa suerte de tiempo actual (y
estático) que se desarrolla en un eterno presente y que nos libera del
discurrir, del circular como una manera espectacular de amnesia, que diría
Baudrillard[5].
De todas formas parece que, incluso la indagación sobre la imagen –creativa o
poética- no puede escapar entre el ser y el devenir existencial que trata de
interpretar nuestra conciencia. Queremos decir que las imágenes que acaban por
conformar una imagen poética pudieran al fin supera el marco dualista (material
idealista) de la conciencia y el objeto, del tiempo y el espacio o, del espacio
y el movimiento mismos. El debate extenuante (y agotador) entre el objeto y el
sujeto alcanza en el ámbito de la imagen creativa un clímax extraordinariamente
singular, sobre todo si la imagen es conciencia, y esta conciencia, conciencia de algo (que diría Husserl),
o si extremamos la singularidad de la conciencia, ésta es algo (al criterio de Bergson),[6] de esta manera debatía
Deleuze en torno a la imagen en la fenomenología particular cinematográfica.
La materialidad de la imagen es fácilmente deducible
desde su vertiente perceptual, por lo que no es difícil entender la existencia
material de la misma en virtud de que se encuentra en el plano tangible
–perceptible- por la materialidad misma de los sentidos. Ahora bien, la
relación entre la imagen y el movimiento (el tiempo, al fin y al cabo, que es
conciencia) no es decir resueltamente que la imagen es definitivamente materia,
pues si identificamos exclusivamente la imagen con la materia (perceptual,
decíamos), estamos obviando las abstracciones que también pueden deducirse de
la imagen creativa, es en fin, identificar el movimiento (tiempo) y la imagen
–material- mecánicamente, y erraríamos gravemente, pues en modo alguno ningún
proceso creativo puede ser mecánico, la imagen poética pone en evidencia una
vez tras otra que no hay sistemas cerrados o acciones de contacto de tal
naturaleza. En realidad, ni siquiera el corte móvil bergsoniano se adecúa a la
realidad de la imagen creativa si esta es entendida como un corte móvil o una
perspectiva desgajada del mismo proceso creativo que siempre es dinámico e
integrador. No hay mecanismo como tampoco hay maquinismo[7]. El tiempo y el espacio
poéticos en el proceso imaginativo poético son indiscernibles, aunque hagamos
nosotros los análisis que queramos, pues, en este momento de examen[8], partición o estudio, lo
estaríamos haciendo como una disección sobre el objeto muerto, que en modo
alguno nos puede dar sino una visión muy parcial del dinamismo de la realidad
orgánica de la imagen creativa.
Como advertía al inicio de este trabajo, la imagen no
está reducida al ámbito de lo visual, por lo que el plano de inmanencia no es
sólo el de la luz, si es que está sujeta dicha imagen al ámbito de la
percepción –sensible- y, como también adelantábamos, más allá[9]. Por lo que la identidad
de dicha imagen no es solo materia susceptible de apercibirse por los sentidos
de manera única, sino que la sensación que porta la imagen puede trasladarnos
al ámbito de las emociones y de las ideas abstractas, y, si en la imagen
cinematográfica la figura de la luz impone sus condiciones a la figura rígida[10], en el ámbito de la
imagen creativa muy bien puede ser que la emoción o la idea creativa condicione
el ámbito de las percepciones e incluso el dominio de lo sensorial mismo. La
imagen creativa nos dice que la imagen (visual, sonora, táctil…) está en el
interior mismo de las cosas, mas esto no significa que exista una ruptura con
la ideación, emoción o espíritu que impregna el mundo, pues si la conciencia es
algo lo será en virtud de sí misma, si no lo visual sonoro, táctil,… jamás se
hubiera revelado, y es que a tenor de lo que la imagen creativa, más que
representa, proyecta, no puede ser sino materia (o ideas) vivas, pues ambas se
interrelacionan y no serían si esta interrelación o integración continua. A
través de la imagen poética podemos comprender de manera singular y
característica que la cosa y la percepción de la misma, son una sola y misma
cosa[11].
Es así que la imagen creativa se vierte no solo en el
discurso literario o poético como el impulso ideal para la superación el viejo
abismo entre el sujeto y el objeto, lo cualitativo (y quieto) y lo cuantitativo
o movimiento, y esto se logrará porque la imagen será la que nos confirme que
el proceso creativo es acción en virtud de que la imagen percibida de un
objeto, es un objeto destinado no tanto a representar como para hacer o crear
objetos. Acaso sea la imagen poética la que pone en mayor grado de evidencia
que la materia (si es conciencia) es un conjunto de imágenes, por lo que, como
establecía Bergson, no hay tanto un no-consciente como una conciencia que se
ignora. He aquí la particular ontología de la imagen creativa, pues la
conciencia que pone de manifiesto la imagen creativa es aquella que va, no
tanto de sí misma al objeto, sino conciencia que va del objeto al sujeto[12]. Pero, ¿este existir en
sí de la imagen supone necesariamente la materialidad de la misma? Si tenemos
en consideración la naturaleza viva de la imagen, no podemos casar aquella con el universo material, cuyo plano de
inmanencia exige una disposición maquinista de sus imágenes, pues todo ser vivo
es un centro de indeterminación en el que coexisten lo sensorial, lo ideal,
emocional y abstracto.
Si tuviésemos que establecer un carácter discursivo de la
imagen (según en qué arte se manifieste), visto todo lo anteriormente expuesto,
está claro que no puede ser lineal (sea cual sea el eje que lo vertebre:
ideológico, racionalista, caracteriológico…), ya que la imagen está animada por
los fenómenos más sutiles y secretos de la vida, manifiesto esto por la
consecución de lo bello en la meta de su dinámica, pues esta imagen se nutre
del impulso que aspira a lo infinito y a la vez genuinamente humano. Y es que
la imagen creativa quiere traspasar lo efímero del pensamiento para intuir lo
absoluto integrador del mundo. Entendemos la imagen como aquel universal
concreto hegeliano que, no obstante, no puede explicarse desde fuera como él
intentó, sino como el prodigio vivo que se sucede en lo nuevo y siempre libre.
La imagen creativa nos muestra la lógica singular de lo
poético que se manifiesta como vínculo integrador e indistinguible con la
realidad(es) interior(es) y exterior(es) del mundo y la conciencia, que
pretende el despertar del que la utiliza (el poeta) y del que la aprehende (el
lector). La imagen poética precisa la fuerza imaginativa frágil, no tocada de
un niño[13] pues su impresión (y
decíamos aprehensión, es inmediata) que no pretende describir el mundo sino
hacerlo suyo. La imagen poética es el signo que inviste de calidad vital su
impulso creativo. Además, si se pretende desgajar mediante el análisis la
totalidad poemática de una sola de estas imágenes integradoras, cuando menos se
desvirtuará sino se desmorona la integralidad de su organismo.
La tensión (expresiva) entre las diferentes imágenes
creativas son las que determinan el tiempo especial de la poesía, no es tanto
la duración convencional mediante la que entendemos el tiempo la que funciona y
vive en el ejercicio creativo. Las imágenes creativas tienen similar naturaleza
a la abstracción matemático geométrica en tanto que símbolos genuinos y
particulares que interactúan, razonan y se integran con el mundo, decíamos en
otra ocasión:
La poesía ni se genera ni se mueve fuera
del habitual orden de las necesidades de nuestro espíritu y sus aspiraciones, y
cuando menos, nos parece bien sensible a recogerlas y también a interpretarlas.
La poesía, como
singular forma integradora de conocimiento, aspira a percibir aquello que no cambia en tanto que cambia
todo lo que nos circunda[14]. La imagen simbólico
creativa es –como la matemática- el arte de dar el mismo nombre a distintas
cosas, que diría Henri Poincaré.
Gracias a la imagen constatamos que la poesía se vierte como un fenómeno en el que se alterna lo diacrónico
con lo sincrónico: como la música, se diría que inmoviliza
al tiempo que transcurre: lengua y habla, estructura atemporal y
tiempo irreversible de la elocución». Aun
aceptando que el tiempo del poema sea cronométrico y que sea partícipe de un tiempo sin
movimiento que
es la negación de la sucesión, es para nosotros, no tanto una negación del
tiempo, como una aprehensión del mismo como un eterno presente.[15] Añadía a este respecto lo
siguiente: Será por tanto el
poema en la creación (o lectura), no tanto tiempo que, como en el mito, regresa
(y por el cual no todos los mitos son poemas pero, en este
sentido, todos los poemas son mitos), sino
el tiempo que, como ser inmutable, se vive en un incesante presente. Así si
podemos explicar la fluidez de un tiempo que es sólo cuando se sitúa para
siempre fuera del transcurrir para después o antes de sí mismo.[16] Para concluir más
adelante: La poesía es el
conocimiento que nos libera del conocimiento mismo, pues no es producto del
pensar. No depende de un ejercicio de la voluntad. Pensar es movimiento en el
tiempo. La poesía es discernimiento: la quietud que observa su dinámica; el
pensamiento tiene causa; el discernimiento es acausal. Es por tanto la acción
sin causa y así mismo, sin tiempo, pues trasciende el yo que interpreta. Es el movimiento que
no divide en objeto ni sujeto, es la acción que completa el mundo lejos de la
experiencia propia o ajena, así como del conocimiento que de ella se derive,
porque su discernimiento no es de la memoria, ni del tiempo, ni del
conocimiento; es la creación que, renovada, se vierte en un instante eterno.[17]
[1] Versos
acaso últimos escritos por Antonio Machado poco antes de fallecer en el exilio,
se encontraron en el bolsillo de su gabán.
[2] Pablo de
Tarso
[3] No
necesariamente tiene que ser las propias del tipo de epilepsia que se manifiesta sobre todo en la edad
infantil (picnolesia)
[4] Virilio,
P.: La estética de la desaparición
[5]
Baudrillard, J.: El crimen Perfecto, Anagrama, Barcelona, 1998.
[6] En
términos muy similares lo transcribía, Deleuze, G.: La imagen movimiento,
Paidós, Barcelona, 1984.
[7] Deluze,
G.: La imagen movimiento, p.91.
[8] Se nos
viene como muy apropósito la disección que hace de las imágenes cinematográfica
Deleuze: imágenes acción, afección y percepción.
[9] Veíamos
cómo la imagen en fenómenos como la sinestesia era extrapolable al ámbito de
las emociones, abstracciones y las ideas más diversas.
[10]
Bergson, H.: Duración y simultaneidad, Del signo Edt. Buenos Aires, 2004.
[11] Deluze,
G.: La imagen movimiento, p.97.
[12] Véase a
este respecto a Sartre, J. P.: La imaginación, Edt. Sudamericana, Buenos Aires,
1973, p. 40.
[13]
Recuérdese la intuición genial de Tarkovski al respecto, Tarkovski, A.:
Esculpir el tiempo, Rialp, Madrid, 2004, p. 64.
[14]
Acuyo, F.: El tiempo de las matemáticas en la poesía, sección Pensamiento del blog Ancile. http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2013/05/el-tiempo-de-las-matematicas-en-la.html
[15]
Acuyo, F.: Entre el tiempo y el sentido poético, sección, Pensamiento, del blog
Ancile. http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2013/11/entre-el-tiempo-y-el-sentido-poeticos.html
[16]
Ibidem.
[17]
Acuyo, F.: El arte del tiempo, sección,
Pensamiento, del blog Ancile. http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2013/02/el-tiempo-poetico.html
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