Siguiendo el hilo de las argumentaciones de la última entrada para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos este otro post titulado: Límites de la razón y sentido: ¿Más allá de la ciencia?
LÍMITES DE LA RAZÓN Y SENTIDO DE ESTOS:
¿MÁS ALLÁ DE LA
CIENCIA?
A colación de la evidente
necesidad de superar los insuficientes presupuestos de las denominadas nuevas
corriente humanistas (por otra parte, siempre deudoras del humanismo
renacentista, del que muy parcialmente toman,
decíamos[1], sus
estimaciones y supuestos), hubieron de surgir los postulados y
aproximaciones de las denominadas
corrientes transhumanistas[2].
Ante los peligros obvios que plantean estas iniciativas científico-culturales,
con implicación irremediable en el ámbito de la ética, nos llevan de manera
también inevitable a la evaluación de los límites de la ciencia en el dominio
de la moral y, desde luego, de la posibilidad de dar sentido a las vidas de
aquellas conciencias capaces de hacerse las interrogantes pertinentes en
aquellas cuestiones fundamentales (de nuevo recordamos a Popper en tal
planteamiento) ante las que la ciencia no parece la disciplina o el saber
adecuado para responderlas.
No solo porque
la ciencia trata de determinar lo que es,
y no lo que debiera ser,[3] también
por razones aducibles que expondremos, la ciencia ofrece límites claros a
muchas interrogantes y necesidades humanas que están profundamente arraigadas,
no solo cultural y psicológicamente, incluso también de manera física u
orgánica[4]
(a pesar de que otras personalidades del
pensamiento Todo conocimiento alcanzable debe ser
alcanzado mediante métodos científicos, y aquello que la ciencia -natural- no
pueda descubrir tampoco será cognoscible para la humanidad[5]),
aun cuando esta afirmación nada tiene de científica –errónea- deducible y
aplicada, dejando de lado las grandes
verdades de la lógica y las matemáticas, cuyo rigor intelectual sobre pasa
aquel que las ciencias naturales pueden ofrecernos[6].
La realidad es
que una teoría científica tenida por válida no es tan fácilmente distinguible
de la que se expone y se construye desde la mera conjetura. Los criterios para
su distinción han sido muy discutidas por la filosofía de la ciencia (véase, sobre todo, en los dominios de la
física teórica, en los que existe el acalorado debate entre si teorías muy
razonable –matemáticamente- expuestas son propuestas aceptables o no, en tanto
que no son demostrables empíricamente, así, por ejemplo, la teoría del
multiverso, o la teoría de cuerdas. Sin entrar en controversias puramente epistemológicas,
advertimos de la defensa de ciertos criterios de evaluación[7]
que deben ser tenidos como científicos más allá de su confirmación empírica[8].
Parece una cuestión incontrovertible que la existencia de este tipo de
hipótesis científicas no verificables plantea la necesidad de una
transformación y redefinición del mismo método científico.
En cualquier
caso, y aun superando el problema de la demarcación popperiano[9]
y su problemática a la hora de la confirmación, que nos dice que en modo
alguno, a través del criterio de falsabilidad, pueden distinguirse teorías con
mayor o menor grado de confirmación,[10]
cuestión que podemos observar en el caso de la Teoría de Cuerdas, e incluso
desde la óptica física que nos hace conjeturar que la misma realidad no es lo
que parece (desde hace mucho tiempo en relación a apreciaciones que hoy nos
parecen obvias, como que el Sol no gira en torno al Tierra, hasta las recientes,
y no exentas de controversia con el denominado sentido común, en relación a la
naturaleza –elástica- del tiempo y el espacio o el paradójico comportamiento de
la materia a nivel subatómico) y que ponen en duda la existencia misma del
tiempo y el espacio.[11]
Así las cosas,
y siguiendo el criterio de que la verdad científica se caracteriza por su rigor
y [12]
que diría Ortega y Gasset, parece concernir a un saber que no tiene por qué
adaptarse al método, y es una realidad que hay quienes prefieren ignorar estas
cuestiones precisamente por eso,[13]
ya que estiman que cualquier creencia en algo sin pruebas –científicas- que lo
corroboren es un error, lo cual, y como hemos visto en relación a la aportación
de la prueba –empírica- en hipótesis muy útiles desde la óptica científica no
es algo definitivo, amén de que la búsqueda de la verdad en el que las pruebas
pueden ser ambivalentes y sujetas a diversas interpretaciones, llegará el
momento en el que tendremos que creer en algo aún sin disponer de las pruebas
–empíricamente- concluyentes.
Ahora bien, si
esperamos que la ciencia responda a aquellas cuestiones fundamentales o
decisivas, puede darse el caso desde luego muy peligroso de confundir la
necesidad de la razón con la suficiencia de la misma,[14]
lo cual acaso aconseja dejar al cuidado de la ciencia las cuestiones que tienen
que ver con la dinámica, organización y estructura del universo material, y las
de carácter trascendente a la filosofía, la metafísica y la religión. Todo
parece indicar que para el tratamiento de estas cuestiones se hace preciso un
saber multidisciplinar en el que la ciencia y otros enfoques no estrictamente
científicos puedan aproximarse para satisfacer esas interrogantes tan
profundamente arraigadas en el ser humano y que mucho tienen que ver con la
búsqueda de un sentido que en muchas ocasiones se basa en la fe, si es que como
apreciaba Wittgenstein, creer –en Dios- significa
apreciar que la vida tiene un sentido[15]. En una próxima entrega veremos hasta qué
punto muchas de las creencias que abrigamos, aun cuando carecen de una
justificación impecablemente racional, es razonable mantenerlas en cosnsideración[16].
Francisco Acuyo
[1]
Véase el post en esta misma bitácora intitulado: Del humanismo y el
transhumanismo: entre la naturaleza imperfecta del ser humano y la cognición de
lo trascendente. http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2016/05/del-humanismo-y-el-transhumanismo-entre.html
[2]
Recordamos, también en referencia a la entrada anteriormente referida, que el
transhumansimo es una corriente internacional
cultural que, dícese, trata de mejorar la condición humana gracias a los nuevos
avances científicos y tecnológicos, encabezado por científicos –genestistas
muchos de ellos- y pensadores como J.B.S. Haldane, Julian Husley, J. D.
Bernal, Nick Bostrom entre otros muchos.
[3]
Einstein, A.: De mis últimos años:
Convicciones y creencias, ciencia, asuntos públicos, ciencia y vida,
personalidades, mi pueblo, Aguilar, Madrid, 1951.
[4]
Véase: Hamer, D.: El gen de Dios, La esfera de
los libros, Madrid, 2006, McCauley, R.N.: Religion
Is Natural and Science Is Not, Nueva York, Osford University Press, pp.
83-143, ó, pp.254-268. Así también en este misma bitácora: ¿Dios, ingeniero genético? http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2012/11/dios-ingeniero-genetico.html También Lipton, B. H.: La biología de la creencia,
La esfera de los libros, Madrid, 2007.
[5]
Russell, B.: Religión y ciencia, Fondo de Cultura Económica, México, 1936.
[6]
Mcgrath, A.: La
ciencia desde la fe, Espasa
Calpe, Madrid, 2015, p. 194.
[7] Dawid,
R.: String theory and the scientific
method, Cambridge University Press, Cambridge, 2013.
[8] Sus, A.:
Los límites del método científico, Investigación y ciencia, nº 475, abril,
2016, p.64.
[9] Karl
Popper establecía que lo que caracteriza a cualquier teoría científica frente a
cualquier otro tipo de hipótesis o planteamientos de rigor teórico es su
falsabilidad, es decir, el hecho de poder contrastarlas empíricamente, y en
caso de verse refutadas, rechazar dicha teoría.
[10] Véase
el caso de la Teoría de Cuerdas en Sus, A.: Los
límites del método científico, pp.66-69.
[11] Por
ejemplo, a nivel subatómico, en la última frontera infranqueable de los campos cuánticos
covariantes, tras de los cuales rige la nada.
[12] Ortega
y Gasset, J.: Obras completas, tomo
VIII, Taurus, Madrid, 2004, p. 263.
[13]
Madigan, T.: Clifford and The Ethics of Belief, Cambridge Scholars, Newcastle,
2008
[14] Medawar, P.: Consejos a un joven científico, Fondo de
Cultura Económica, México, 1982.
[15] Wittgenstein, L.: Cuadernos de notas (1914-1916),
Síntesis, Madrid, 2009.
[16] Ver en Eagleton, T.: Lunging, flainling, mispuncching: a review of Richar Dawkins The God
delusion, London review of books, 2006.
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