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miércoles, 1 de junio de 2016

CONCIENCIA Y DIOS: EL IMPULSO CREATIVO DE LA IDEA DE DIOS A LA LUZ DE OTRAS EXPLICACIONES DE LA REALIDAD DEL MUNDO

Siguiendo las últimas entradas de la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos el post titulado, Conciencia y Dios: El impulso creativo de la idea de Dios a la luz de otras explicaciones de la realidad del mundo.

Conciencia y Dios: el impulso creativo de la idea de Dios, Francisco Acuyo
Tomász Alez Kopera

CONCIENCIA Y DIOS: EL IMPULSO CREATIVO DE LA IDEA

DE DIOS A LA LUZ DE OTRAS EXPLICACIONES 

DE LA REALIDAD DEL MUNDO






DESDE la explicación de la teoría de la causación ascendente de la conciencia[1] hasta la fecha, la cuestión común entre materialista positivistas y aquellos no tan convencidos de la originalidad de los fundamentos de dicha conciencia según sus presupuestos, parecen debatir que, en cualquier caso, aquella, la conciencia, es un punto compartido en su importancia para cualquier debate sobre el origen y necesidad de lo trascendente en el devenir existencial de la humanidad. La irrupción de la teoría cuántica y los principios deducibles de ella (no localidad[2], por ejemplo) vendría a colocar el concepto y dinámica de la conciencia en un lugar bastante más complejo e interesante, en el de los dominios de la potencia trascendente (que diría el propio Heisenberg), teniendo en cuenta esta potencia en el ámbito conceptual aristotélico de potencialidad.

            La actualidad de los hechos y su incuestionable realidad frente a cualquiera otra alternativa de conciencia y de realidad consciente (y objetiva), tiene otra alternativa que responde a la potencia de lo que puede ser en un dominio no temporal y que, curiosamente. Se emparenta con el sentir de lo trascendente que comparten muchos físicos con el barruntar e intuir de los místicos de todos los
Conciencia y Dios: el impulso creativo de la idea de Dios
tiempos. La descripción estanca y plenamente diferenciada de Comte[3] en relación a los tipos de conocimiento queda del todo en entredicho a luz también de estos parámetros tan singulares como fascinantes expuestos  por la visión cuántica de la materia y, sobre todo, por el papel de la conciencia en la realidad del mundo de lo infinitamente pequeño.

            ¿Es la esencia de lo sagrado –heideggeriana- la única vía de pensar la esencia de la deidad?[4] Si bien la religión afirma que hay un mundo distinto al que vemos, no obstante, aquello que podemos constatar por vías no religiosas parecen querer ofrecer un dictado en determinados ámbitos del saber no religiosos que apuntan hacia una intuición de aquella trascendencia solo asequible por la fe,
apuntalada por los límites de la filosofía y la propia ciencia, mas también sustanciada por aquellas y la necesidad del hombre por integrarse en el mundo con sentido de la vida invisible. Parece que hoy como nunca estamos en condiciones de cuestionar a Hume en el desechar todo aquello que no se pueda reducir a un cuestionamiento numérico y de cantidad e incluso de experiencia, por lo que de nuevo las posiciones profanas y sagradas no están tan diferenciadas por una frontera absoluta de disparidad y enfrentamiento y la lumen fidei escolástica  y la lumen rastionis parece querer diluirse con los infinitos márgenes de la imaginación (imaginatio, acción y efecto de formar una figura mental, que no tiene por qué existir a priori) que, al fin y al cabo, alimenta lo más creativo también del saber científico[5]

            La imaginación tiene el sentido en esta propuesta nuestra de creación –creatio, acción y efecto de crear- , y sobre todo de poiseis, (Platón la consideraba como la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no ser a ser), amparada por ser conocimiento, más también iluminación (así la advertía el propio Heidegger).  Vemos que, más allá del argumento ontológico[6], la idea de Dios persiste bajo algo más que una facultad cognitiva natural –dada por la divinidad misma-. El ejercicio creativo en general (y el matemático en particular) da las claves para que la idea de un concepto –de Dios, pongamos por caso-, sea posible, así, imaginemos un pentágono, su existencia o no, no tiene la mayor importancia para el concepto (geométrico) en sí mismo. La idea del Dios geómetra no es nueva (Platón y traída hoy por la nueva física) pero expone, sobre todo desde la óptica de la matemática aplicada a la física, un discurso cuando menos fascinante para su reflexión, y acaso deberíamos de partir del hecho y del concepto de existencia.

            La existencia –exsistentia, conformado por ex (hacia fuera) y sistere (estar fijo o tomar posición en algún sitio), conlleva en su etimología unos poderosos rasgos de significación que extraídos del existir –exsistere (aparecer, emerger, ser), arraigan fuertemente con el sentido creativo poiético que nos separan de la jerarquía radicalmente separadora de Kant[7] entre lo existente y el concepto , por lo que la existencia como la posición absoluta de una cosa, nos la proporciona la
Conciencia y Dios: el impulso creativo de la idea de Dios
experiencia, mas esta experiencia proviene no solo de la percepción mística, también de la limitación científica a la hora de expresar más allá del concepto –puro- matemático la existencia, no ya de la idea de Dios, de la misma certeza de otras dimensiones y mundos paralelos al nuestro, se me viene a la cabeza uno de los ejemplos más célebres cual es de la teoría de cuerdas como teoría explicativa del todo, son memorables los inconvenientes para su comprensión fuera del mundo conceptual matemático en el que está construida. Es más creo, con toda modestia, que no hubiese hecho falta la aceptación de una existencia moral kantiana para verificar la viabilidad de la idea de Dios. En consecuencia, los límites de nuestra razón pueden ser argumento racional en sí (quoad se) que dirían los escolásticos, aunque resulte irracional para nosotros (quad nos).

            Es inevitable tras el argumento creativo expuesto para fundamentar la idea de Dios recordar a Sébastien Faure[8] en su negación del Dios de las religiones (no el de la realidad última inabordable o el de la filosofía). Cosa que haremos en la siguiente entrega de esta exposición nuestra.




                                                                                                            Francisco Acuyo




[1] Dícese que las partículas elementales componen los átomos y estos las moléculas, aquellas las células (neuronas) y que estas componen el cerebro y que, al fin, este, crea la conciencia.
[2] Cuando los objetos cuánticos se vinculan adecuadamente, diríase que encuentran influencia entre ellas de manera no local, o lo que es lo mismo, sin la mediación de señales que vayan a través del espacio tiempo
[3] El conocimiento teológico que llevaría al metafísico y finalmente al científico positivo, no casa en modo alguno con la realidad interaccionante de todos ellos a lo largo de la historia de la humanidad.
[4] Torres Queiruga, A.: Heidegger y el pensar actual sobre Dios, Revista española de teología, nº 50, 1990.
[5] Popper advertía de que el fundamento último de la razón misma no dejaba de ser una suerte de fe en la misma razón.
[6] Recordemos a San Anselmo de Canterbury y la aceptación de dicho argumento por San Buenaventura, Descartes, Leibniz e incluso el mismísimo Hegel llega a avalarlo (No es la pretendida razón humana, con sus límites, la que conoce a Dios, sino el espíritu de Dios en el hombre; Lecciones sobre las pruebas de la existencia de Dios, Madrid, 1970, p. 70)
[7] Establece Kant en su Crítica de la razón pura que la esencia de un ser es una cosa y la existencia del mismo otra muy distinta, por lo que no es posible una percepción de Dios.
[8] Faure, S.: Doce pruebas que demuestran la no existencia de Dios, La máscara, Valencia, 1.999.



Conciencia y Dios: el impulso creativo de la idea de Dios, Francisco Acuyo

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