Proseguimos con cuestiones relativas a la idea del alma, esta vez bajo el título, El fin del alma: del dualismo cartesiano al monismo (neuronal) de la nueva ciencia de la mente, para la sección, Pensamiento, del blog Ancile.
EL FIN DEL ALMA
DEL DUALISMO
CARTESIANO AL MONISMO
(NEURONAL) DE LA
NUEVA CIENCIA DE LA MENTE
Del dualismo –proverbial-
mediante el que se asevera(ba) la incuestionable diferencia entre el alma y el
cuerpo (mi alma, por la cual soy lo que
soy, es enteramente distinta de mi cuerpo)[1], a la
visión monista –¿incuestionable?- y abierta –y, no obstante, clausurada-
de la conciencia como producto (y epifenómeno) del cerebro, parece haberse
llegado a la conclusión –cuando menos sorprendente- de que el constructo del alma ya no es necesario[2].
Se asevera (queremos creer que con inconsciente juicio, que no por ignaro
desacierto y ralo desconocimiento) que el papel del alma en el pensamiento
contemporáneo es algo que ya ha pasado de
moda.[3]
Toda esta argumentación –de tan grande enjundia e ilustrada y abundante
demostración y dialéctica, disculpen el sarcasmo-- se basa en los conocimientos
aportados (claro está) por la nueva piedra de toque de las ciencias de la mente,
la neurociencia cognitiva – y aunque parezca chanza- de las reflexiones –filosóficas
o no- que cabe extraerse de su mecánica concepción de la mente humana, así como
de los mensajes de los ilustrados enciclopedistas de la neurociencia y su
cohorte de eruditos (de tan insigne linaje y enorme bagaje de sabiduría
humanista, artística, filosófica, literaria, antropológica e incluso psicológica
que, según [4], que sí
valoraron en lo que vale toda la profunda simbología del alma, estimación digo,
muy digna de tenerse muy presente incluso en el ámbito práctico de la medicina psiquiátrica
y psicológica, si es susceptible de terapéutica
muy diversa.
Pues
sí, todo queda al fin, en relación a la cuestión del alma, circunscrito al
dominio de los mecanismos neurofisiológicos. Vemos aquí el viejo y manido y por
supuesto superado postulado –de[5].
El ansia de objetivación –y reduccionismo- positivista, para algunos sigue
teniendo el mismo vigor decimonónico aún en nuestros días, y todo por proseguir
aquella vieja cruzada contra la metafísica que en realidad no hace sino poner
en evidencia una vez más el gran desfase -descomunal diríamos- entre el progreso
creativo y evolución paulatina acorde del pensamiento humano (manifiesto en la
inamovible base y fundamentos de la filosofía, que apenas si han evolucionado
desde el pensamiento grecolatino en occidente) y los avances científico
tecnológicos. Es así que, en fin, la verificación positiva se establece como
medida -y cualidad- universal(es) de indagación sobre cualquier realidad,
física o metafísica[6]. En verdad que este planteamiento radical y no muy meditado
no hace bien siquiera a la misma ciencia, y es que si este es el único y
verdadero motor de dinamización de la humanidad, ¿será también el que dará solución
a todos y cada uno de los problemas que caben plantearse en el
discurrir existencial de la misma?, todo parece indicar, sin embargo, que es
claro que no ha hecho sino mostrar frustración y fracaso para darles respuesta.
Los problemas capitales –y perennes- del ser humano, exigen el resarcimiento
(ético, cultural, filosófico…) por las incumplidas promesas del positivismo.
Por todo esto, y a la vista de que la auténtica revolución que se precisa en
este mundo es la del individuo, nos parece extremadamente pobre, por no decir,
analfabeta, el rechazo al concepto del alma, y todo para acabar haciendo un
juego semántico no menos paupérrimo con el lenguaje para referirse al alma con
análogas acepciones como es que caso del de la psique[7][8]; aunque toda esa fatua
suficiencia acaba por rendirse ante la evidencia de que los estados mentales
propios de la conciencia se muestran incapaces de explicar la génesis de sus
circunstancias vitales subjetivas, en referencia entre otras incógnitas, véase
por ejemplo el caso de los qualia[9].
El prejuicio de la idea del alma
(acaso también de Dios) como un concepto(s) netamente teológico o metafísico quizá
lleve al científico de ideas poco abiertas, muchas veces con grandes dosis de fatuidad y suficiencia, a
caer en el mar de nuevas conjeturas que tratan de solucionar viejos pero profundos
problemas (físicos y metafísicos que inevitablemente redundan en nuestras
vidas), olvidando, incomprensiblemente el acervo cultural, antropológico,
artístico, literario, filosófico, mítico, simbólico… que puede apoyar con gran
eficacia la indagación sobre la complejidad de dichos problemas, y lo que tiene
más bemoles, en nombre del avance de la ciencia. Este cientifismo (o
fisicalismo) estrictamente reduccionista implica el reconocimiento de una única
realidad, a saber: aquella que puede tenerse constancia material y física, por
lo que todo lo que no participe de este monismo de naturaleza radical carece de
importancia e interés de estudio y, desde luego, de cualquier consistencia
positiva y verificable, por lo que pasa al territorio de la ilusión y lo irreal
todo lo que no [10]-, no son más que
subproductos de la mecánica material del universo, o lo que es peor, son del
todo prescindibles para la
realización plena de organismos conscientes y creativos como los humanos? ¿Las
más excelsas creaciones del espíritu con las que hemos convivido –y quién sabe
si sobrevivido- durante milenios (literarias,
artísticas, intelectuales, filosóficas, éticas o metafísicas) son cosa del todo
baladí y de las que podremos prescindir con toda seguridad y ligereza? Todo el
patrimonio del espíritu, que incluyen los símbolos, los mitos, el signo, el
lenguaje poético, el matemático,…. por no tener consistencia material, de no
haber existido hubiesen sido del todo prescindibles? ¿Por qué, entonces, la
insistencia a lo largo de la historia de la humanidad en aparecer y expresarse
y resistir cualquier embate, incluido el propio materialista?
Trataremos de responder a estas
cuestiones tan significativas en siguientes post relativos a esta, a nuestro
juicio, capital cuestión que comienza a
resultar más que urgente ofrecer alternativas de interpretación realistas.
Francisco Acuyo
[1]
Descartes, R.: Meditaciones metafísicas, Espasa Calpe, Madrid, 1985.
[2]
Recuerden la nota al respecto del anterior post en relación a las afirmaciones
de Katja Crone, Mente y cerebro, neurofisiología, El constructo del alma ya no es necesario, nº 78, mayo, junio,
2016.
[3] Ibidem,
p. 36.
[4] Insigne
ejemplo puede ser Carl Gustav Jung.
[5] Me estoy
refiriendo a aquellas aseveraciones hechas por Stephen Hawkin con ocasión del
origen, evolución y destino del universo, véase: Los dioses de Stephen Hawking http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2011/03/los-dioses-de-stephen-hawking-ii.html http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2011/03/los-dioses-de-stephen-hawking-ii.html
[6] Acuyo,
F.: Augusto Comte o la ciencia de los dioses, en: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2015/09/augusto-compte-o-la-ciencia-de-los.html
[7] Nota 2,
p. 37.
[8] Psico, psyke, del griego, que en
definitiva viene a significar alma, de hecho parece que al propio psicólogo
debiera interesarle algo más las raíces que definen e identifican a su propia
ciencia: psicología, psyche, alma, y logia, estudio de. El mismo símbolo psí,
es identificativo con la ciencia misma, por lo que de antemano rechazamos desde
su inclusión en el diccionario de la academia, la acepción sicología, ciencia
sin duda propia del estudio de los higos, sycon,
del griego, es higo; en fin, ya hemos denunciado en otras ocasiones los delitos
de lesa etimología de la Rae; véase como ejemplo en este blog: Escrutinio
humilde y apremiado del género: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2016/04/escrutinio-humilde-y-apremiado-del.html
[9] Quale, son aquellas cualidades
subjetivas de las experiencias personales (colores, sabores…) cuya percepción y
el sistema físico que lo sostiene (el cerebro) mantienen un vacío explicativo
debido a que epistemológicamente no son cognoscibles debido a que son
inefables, intrínsecos y privados.
[10]
Recordemos la increíble descripción de fenómenos naturales mediante el juicio y
la lógica abstracta de las matemáticas que describen, muchas veces lo hemos
vistos, la naturaleza material de las cosas
a priori incluso de su verificación empírica.
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