El sueño de la materia produce monstruos, es el título de la última entrada para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, la cual sigue incidiendo en el mundo de lo que sea aquello que entendemos como la realidad.
EL
SUEÑO DE LA MATERIA PRODUCE MONSTRUOS
Si las matemáticas (y la lógica) se puede(n) considerar como vía(s)
de conocimiento diversa(s) a la(s) que es (son) propias de las ciencias de la
naturaleza, y si se dice que las realidades sobre las que trabaja(n) aquella(s)
(matemáticas y lógica) se fundamentan en verdades que no pueden ser
consideradas propias de lo que entendemos como mundo real (físico, químico,
biológico….) y, por tanto, las pruebas axiomáticas recogidas en sus teoremas
exigen sólo que dichos teoremas, estén basado en axiomas verdaderos, se nos
plantean dos dudas que, a mi humilde juicio, puede convertirse en serias
objeciones al concepto mismo de verdad y de realidad; a saber: ¿por qué las
verdades matemáticas, no obstante de ser distintas de las obtenidas por la
ciencia de la naturaleza, casan (¿misteriosamente?) e incluso fundamentan las
verdades fenoménicas de la ciencia (véase la física, la química, la
biología…)?, recuérdense los famosos juicios sintéticos a priori kantianos; y,
¿qué debemos entender por verdad o por realidad en relación al mundo en el que
existimos y sobre el que se supone que versa la ciencia natural si aquellos
juicios matemáticos –a priori- son posibles en la realidad fenoménica?
El naturalismo
metodológico sobre el que se basa la ciencia dícese que descarta cualquier
fenómeno no natural para su estudio (lógico o teológico). Pero, ¿la realidad
matemática (y lógica) no son naturales por ser hijas –abstractas- de la mente
(como acaso también puede estimarse la poesía, aun cuando muestran estar
implicadas –¿enigmáticamente?- en la construcción de la realidad? O, ¿debiéramos
acogernos al denominado empirismo metodológico que encuentra sus pilares de
procedimiento sistemático en la comprobación experimental de la fenomenología
del mundo? ¿Cómo explicamos entonces la incidencia inevitable del mundo de la
abstracción racional, lógica y matemática (y por qué no, poética) en la
construcción de los modelos metodológicos para su comprobación experimental?, o
lo que es más inquietante para el acérrimo cientifista[1],
¿es posible un conocimiento de la realidad más allá de los sentidos y del método
empírico? De hecho, ¿significa que cualquier vivencia, interpretación,
deducción o inferencia de algo que trascienda el ámbito positivo material es
una mera ilusión si no tiene una explicación materialista?
Estas y otras
muchas interrogantes se plantean a la hora de sacar conclusiones sobre la
manera que conocemos o creemos conocer el mundo. La propia ciencia reconoce que
es imposible tener certezas absolutas sobre la propia percepción experimental y
del conocimiento deducible de aquella, en cualquier caso, no se cortan un pelo
los más radicales cientifistas para
negar todo aquello que sea estrictamente deducible de un conocimiento que ellos
mismos reconocen parcial y siempre superable.
La aceptación de
que la estructura íntima de la materia (que necesita de la superación de la
ciencia clásica para su comprensión) solo puede ser descrita por sus valores
discretos,[2]
lo que quiere decir que la determinación de sus elementos constitutivos no es
posible (es la denominada función de onda)[3]
sino en virtud de probabilidades que, en fin, acaban demoliendo cualquier
certidumbre al respecto de una posible determinación, nos parece muy digna de
tener en seria consideración a la hora de valorar lo que sea o no la realidad.
Las consecuencias y significado de esta realidad –cuántica- basada en la
incertidumbre se están todavía valorando y debatiendo, sobre todo cuando
constatamos que el estado cuántico se colapsa o toma realidad material cuando
está sometido a la observación y se obtiene un resultado concreto en la
medición de aquel análisis y examen obtenido.
Puede parecer
algo bastante perturbador, sobre todo para el irreductible cientifista, en tanto que aparece un elemento inquietante en el conocimiento
e interpretación de la realidad íntima de la materia: el observador.
Pero, ¿la
medición que acabará por dar forma material a lo más íntimo de la materia, si
requiere un observador, es preciso que sea portador de algún tipo de
conciencia? Para la ciencia de la mecánica cuántica, en líneas generales, no se
admite la posibilidad de conciencia alguna, y por tanto la realidad no tiene
por qué estar conformada ni activa ni pasivamente, ni total ni parcialmente por
la conciencia. Nosotros, con toda humildad no lo vemos tan claro, pero de esta
cuestión hablaremos en próximas entradas.
Francisco Acuyo
[1] Término acuñado con toda modestia por nosotros para referirnos a
la postura radical positivista y materialista para la explicación y
conocimiento del mundo.
[2] Se puede medir la posición
de una partícula, y también su velocidad, pero de manera discreta, es decir, o
bien medimos posición o bien velocidad, pero no ambas a la vez, como sí podía
hacerse en el ámbito de la mecánica clásica –newtoniana- y de los objetos de la
vida cotidiana
[3] Se dice que el estado de un sistema será el resultado de una
superposición de todos los resultados posibles de las potenciales mediciones.
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