Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que sigue las directrices de anteriores en relación a la retórica en poesía; esta lleva por título: La retórica del tiempo y el espacio.
LA RETÓRICA DEL TIEMPO Y EL ESPACIO
Nos parece muy conveniente traer al caso una discusión
tradicional que bien de antiguo y son, las diferencias y relaciones entre las
artes plásticas y la poesía[1],
unas como arte espacial y visual, y la otra como arte temporal,[2]
anejo a los aspectos acústico-fonéticos de la lengua y a su relación abstracta
de significado del lenguaje. Decía en otra ocasión:
La cuestión es que esta separación y en estos
términos tan rigurosos permanece consciente (en la teoría) o inconscientemente
(como prejuicio no razonado) hasta nuestro días, y todo a pesar de que parece
claro que el entendimiento retórico entre ambos mundos de expresión artística
son ciertamente permeables, y no sólo por el uso del lengua (propio en
principio del pensamiento abstracto lingüísticamente articulado), también
porque es atribuible a la utilización de la imagen cualesquiera que sea su
ámbito de expresión (artística o publicitaria).
Pero permitidme que quiera abundar en esto porque proviene de un prejuicio que
no sólo es teórico, doctrinal, preceptual, retórico o poético, también por una
interpretación psicológica si no errónea, cuando menos inexacta. Entraríamos ya
en el domino de la neurología en relación con los procesos de la percepción y,
sobre todo, de la conciencia. Pero vayamos por partes. Valoremos un hecho en
principio que creo que es incuestionable, a saber, el carácter ontológico del
lenguaje (que yo he estudiado en el ámbito poético) en tanto que en
virtud del mismo podremos tener acceso (más o menos parcial según la habilidad
del que hace uso del mismo) al objeto. Cuando Quintiliano[5] hacía
referencia a que todas las realidades son materia de la retórica, no debemos
sino advertir, por un lado, con Roland Barthes, que los principios retóricos
son aplicables a todos los sistemas de significación, por otro, que la idea del
instrumento retórico como categoría a
priori del mismo falsea la realidad del fenómeno expresivo del
mismo, si es que su estudio forense de disección, extracción y taxonomía
siempre será a posteriori de
la acción y observación en su praxis siempre viva.[3]
Antes de entrar en los entresijos de
la metáfora como palabra, nombre, que establecía, decíamos, semánticamente
Aristóteles, y la versión o visión de aquella como frase, como estrategia de
discurso destinada o inclinada hacia el fin de desarrollar la poesía como un
lenguaje genuinamente creativo, fijémonos un instante en aquellos tropos o
figuras de sustitución del objeto, del sujeto o del mismo concepto, tales como
la metáfora (entre la metonimia, la sinécdoque, la sinestesia…), las analogías
en las que basan su referencia quieren expresar el ser de las cosas.
Si el nóumeno –la cosa en sí- es
inaccesible a los sentidos y a su carácter fenómenico, el recurso trópico es
una vía dinámica de acercamiento al ser de las cosas, por lo que la
inefabilidad de lo real inaccesible parece asequible en virtud de la metáfora
(especialmente claro puede verse en la sinestesia, sea metafórica o no),[4]
por lo que mantienen (estas figuras en el contexto poético) un
vínculo especial con lo real material haciendo posible su inteligibilidad a la
conciencia. Por lo que se verá que es posible una verdad metafórica, simbólica,
sinestésica… que con toda seguridad no podría advertirse de otro modo que
no fuese a través del lenguaje poético.
Francisco Acuyo
[1] Horacio: Ars poética,
Real Academia Española, Madrid, 1954.
[2] Véase esta distinción
en Leissing, G. L.: Laocoonte o sobre
los límites en la pintura y la poesía, Orbis, Barcelona, 1985.
[3] Acuyo, F.: Retórica:
hacia una nueva epistemología. ¿Lógica versus retórica?, Ancile: http://franciscoacuyo.blogspot.com.es/2011/02/retorica-hacia-una-nueva-epistemologia_08.html
[4] Discusión harto
interesante será si las sinestesias son todas necesariamente metafóricas o no,
pero que no es objeto en nuestro de dedicación tan prolija como merece.
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