Para la sección, Ciencia, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que sigue la dirección argumental del anterior post de esta sección, en relación al concepto y ámbito de la conciencia, y todo bajo el título, De Kant al concepto de campo cuántico.
DE KANT AL CONCEPTO DE CAMPO CUÁNTICO
La referencia y auxilio a los
conceptos de campos cuánticos[1]
(situados fuera del espacio tiempo) parecen servir para seguir ignorando
cualquier alusión al observador inevitable. Kant vuelve a la palestra aún en nuestros días en esta singular
visión del mundo: sujeto y objeto son inseparables. Así las cosas, el sujeto
(consciente) debe tomar cuerpo –a regañadientes- por algunos científicos en la
descripción del funcionamiento y naturaleza del mundo. En cualquier caso, esta
visión del mundo no es más que el intento de certificar la defunción del
infinito. El fin del infinito no es sino la concreción discreta del espacio y
la elusión del tiempo, sino es en virtud de la, diríase, mágica contemplación (sin sujeto)
del universo macrocósmico.
La
pieza clave para la definitiva elusión del observador se remite a la
información y su concepto, establecido como la posibilidad de los sistemas físicos para comunicarse, y donde dicha comunicación se produce
entre emisores materiales (diríase que en ausencia de receptores sensibles);
no obstante, acaba por reconocerse que aquello que podemos saber de un sistema
depende de nuestra relación[2]
–receptiva- con dicho sistema, mas, ¿Por
qué esta renuencia a aceptar la consciencia como elemento primordial sobre lo
que la realidad sea? Y esto aunque se reconozca que la realidad puede no estar hecha
de objetos aislados sino de una variable continua que depende estrechamente de
la percepción del observador.
No
estamos en esta reflexión teórico científica haciendo una apología de una
suerte de nuevo empirismo berkeleyano, donde abundar en aquello de que, ser es percibir. Tampoco en realizar una
nueva confrontación con el positivismo de la ciencia decimonónica y su evidente
influencia mecanicista en la actualidad, la cual insiste en que la única realidad es
aquella que está al margen mismo de la mente, y todo porque a mi juicio está
del todo periclitada en la actualidad por la misma
ciencia (teoría de la relatividad y
teoría cuántica).
Acaso
estemos ante aquellos presupuestos que marcan la ciencia de la actualidad que
el gran Roger Penrouse identificaba como Moda,
fe y fantasía[3], y esto a la
hora no sólo de identificar determinadas posiciones teórico-científicas como a
la que hacemos referencia, centradas en todo aquello relacionado a la asepsia forzada para explicar una
realidad ajena al sujeto que la observa. La estructura de la realidad ha de ser
descrita por la ciencia por una matemática coherente y una experimentación
contrastada y verificada rigurosamente. En la mecánica cuántica, sin embargo,
existen problemas de coherencia (que deben superar el criterio matemático
estético) que, no obstante, experimentalmente encuentran un respaldo
contrastado, todo lo cual ha de ofrecer alternativas de explicación (como es el
caso de la teoría de cuerdas[4])
para hacer concorde el fundamento matemático y el resultado experimental. La
cuestión es que el aspecto sustancial de la conciencia observadora se sigue
pretendiendo, sino ignorar, sí, sin duda, extraer la importancia que requiere en
la configuración de la realidad, y nos parece que en modo alguno pueda decirse, al admitir dicha relevancia, que estamos ante una injustificada libertad
funcional en el mismo comportamiento de la realidad cuántica del universo. En próximas entradas seguiremos abundando sobre la tendencia de la ciencia mecanicista en relegar la conciencia a la hora de reconocer su papel fundamental en la configuracion y estructura de la realidad.
Francisco Acuyo
[1] Campos
cuánticos covariantes, dícense de aquellos que viven sobre sí mismos fuera del espacio tiempo,
[2] Ob. cit:
p.229.
[3]
Penrouse, R.: Moda, fe y fantasía en la nueva física del universo, Debate,
2017.
[4]La teoría
de cuerdas expone que el componente básico de la materia no es una partícula
concreta ni de 0-dimensiones, ni de 3
dimensiones, sino de 1 dimensional como una línea curva (cuerda) que se puede
identificar matemáticamente con las superficies de Riemann y de los números
complejos.
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