Abrimos el año con una nueva entrada para la sección, Ciencia, del blog Ancile, esta vez bajo el título: Ciencia, Filosofía y Trascendencia de la nada, abundando sobre la cuestión de la nada.
CIENCIA, FILOSOFÍA Y
TRASCENDENCIA
DE LA NADA
La tradicional (positiva)
confrontación entre ciencia y cualquier visión o entendimiento trascendente
(religioso o no), es aceptada como norma de indiscutible para la distinción
entre uno y otro saber (cuestionándose que esta última sea una manera de saber
auténtica). Los estancos compartimentos de una y otra apreciación del mundo son
claros –o al menos así quieren venderlos los más interesados en hacer de esas
fronteras bastiones inaccesibles para cualquiera que no comprenda sus
fundamentos metodológicos y, desde luego, teleológicos . La filosofía ha
medrado gnoseológicamente acaso precisamente en esa encrucijada de ciencia y
trascendencia (y la poesía ha fructificado como proyección creativa de
aquellas). En cualquier caso la ciencia ha proyectado de manera indiscutible su
veracidad sobre cualquier otra manera de conocimiento, no en vano la
objetividad de sus leyes (que son las de la naturaleza) serán las que den
sentido al fundamento de sus presupuestos. Nadie discute hoy la autoridad del
criterio científico, aunque esté basado en muchos casos en hipótesis (por lo
que el arte, la religión y la misma filosofía
están basadas no más que en
estructuras de pensamiento subjetivas). En cualquier caso habrá que
enfatizar en que las leyes en las que se basa el constructo científico son
leyes vivas en cuanto que son de la naturaleza y no tanto de la mecánica
tecnológica a las que se le atribuye como manifestación más evidente e incluso
importante, por lo que existe una franca contradicción entre el dinamismo de lo
vivo en la naturaleza y la servidumbre (mecánico tecnológica) a la que se
pretende someter su funcionamiento, si aquellos productos mecánicos de la
tecnología se hacen para atender fines estrictamente humanos y que encuentran
su anclaje perfecto en la máquina puesta al servicio del hombre, aunque esto
suponga poner en crisis profunda la humanidad de la cultura contemporánea que
no hace sino enmascarar el vacío, la nihilidad del ser humano actual manifiesto
en la frivolidad de sus comportamientos.
La
mecanización de todo lo que compete a la vida del hombre es una constante en la
actualidad. Cabe, muy legítimamente por otra parte, interrogarse sobre si la
distancia marcada con la idea de lo trascendente hoy día no ha supuesto sino
una deshumanización y mecanización no
sólo de la estirpe del hombre, también su actividad y naturaleza. El
reconocimiento de la necesidad y reconocimiento interdisciplinar aplicado a la
ciencia nos da señas inequívocas de lo que hablamos, remitiéndonos no sólo a una interdisciplinariedad entre las
diversas ciencias (duras -matemáticas, física, química… ; sociales, ciencias de
la mente….), también con las humanidades y las artes, acaso se abre la puerta a
la filosofía a través de la epistemología y se verá en qué otros ámbitos. La ciencia
y su indiscutible soberanía en la sociedad moderna requiere sin ninguna duda
una atenta observación. La liberación de lo subjetivo que presupone por
principio , en realidad puede suponer una grave rémora para el conocimiento del
sí mismo, y cuya subjetividad es tan importante para la salud mental y física
de todo ser humano (y consciente en definitiva). De hecho la óptica de la personalidad humana
está tan desfigurada por los (¿imposibles?) criterios objetivo conductistas que
han hecho que resurja un autoapego de excepción que acaba por traslucirse en un
cautiverio singular de un yo que pretende entenderse en la distancia, en el más
allá, en lugar del más acá de donde en realidad procede. Volviendo a la
cuestión de la nada, veremos que la concepción de esta es hija inevitable de una objetivación similar, donde la nada es
la cosa así denominada nada.
En
realidad, la nada, como el yo, acaso no
son sino realización de la nihilidad a la que se ve finalmente avocado el yo, la personalidad, la conciencia de uno mismo. Es así que la existencia
queda suspendida en la nada (Heidegger), pero en realidad la representación
(objetiva) de la nada –que son los árboles que no dejan ver el bosque- nos
impide ver la realidad de esta nada inevitablemente unida al sujeto existente
que en verdad es nihilidad; conciencia, en fin, que nos remite a la idea de la
importancia de la conciencia en lo que es (física cuántica) y así mismo sobre
lo que no es (vacío, nada…). El dejar de ser sobrevenido –la muerte- no es más
que el vaciarse de sí mismo y ser en esa nada que no deja de ser idéntica al
ser donde se restituye como ser en la nada. En definitiva, la nada, como el ser
mismo, acaso no sea nunca objetivable, por lo que, insistimos, estemos
bordeando en nuestras aproximaciones las fronteras del discurso científico, del
filosófico y, por qué no, de lo trascendente.
Trataremos
de ahondar más en próximas entradas del blog Ancile sobre cuestiones tan
profundas como fascinantes.
Francisco Acuyo
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