Abundando sobre el personaje, la personalidad y el pensamiento de Otto Weininger, traemos para la sección, Microensayos, la entrada del filósofo Tomás Moreno, que lleva por título: Otto Weininger: La vida breve de un filósofo diletante.
OTTO
WEININGER (II).
LA VIDA BREVE DE UN FILÓSOFO DILETANTE
Otto
Weininger (1880-1903)[1],
hijo de un orfebre judío, antisemita, adorador de Wagner y peregrino a
Bayreuth, nace en Viena el 3 de abril de 1880 de padres judíos e ilustrados; se
dedicó en principio, en su etapa del Gymnasium, a los estudios literarios y filológicos. Políglota precoz,
aprendió de manera autodidacta ocho lenguas antes de dejar la universidad. A
los 18 años dominaba el latín y el griego,
se había iniciado en el español y el noruego y hablaba francés, inglés e
italiano. Seguidamente pasó a
interesarse por el estudio de las
matemáticas y las ciencias naturales. Tras graduarse de bachiller en 1898, se
matriculó en la Universidad de Viena cursando distintas disciplinas todas relacionadas con la psicología y la
filosofía: lógica, psicología experimental, pedagogía e historia de la
filosofía. El conocimiento de la filosofía, campo en el que experimentó de
manera determinante la influencia del pensamiento kantiano, fue determinante en
su formación intelectual.
El
filósofo argentino Francisco Romero,
en un famoso ensayo sobre el joven filósofo vienés, nos lo retrata así: de
elevada estatura, descarnado, nervioso, de naturaleza muy resistente… se creía
por encima de cualquier flaqueza o debilidad física, y mantuvo hasta el último
momento la seguridad del absoluto dominio de su cuerpo. “No daba la impresión
de un hombre feliz”[2].
Uno de los amigos que lo trataron en la intimidad, Emil Lucka, halla cierta dificultad para transmitirnos el rasgo que
en él particularmente le chocaba. No se podía decir que pareciera desdichado (unglücklich), sino más bien privado de
dicha o de alegría (glücklos, glückfremd). En su opinión, Weininger no
era de los que predican moral y construyen teorías a las cuales permanecen
ajenos en la práctica. “Cada principio considerado por él como verdadero, cada
postulado establecido, se le imponía ante todo a sí mismo. Consiguió vivir su
filosofía, y cuando llegó a verse impotente para ello se quitó voluntariamente
la vida”[3]. K. Dallago[4],
uno de sus primeros biógrafos, lo
describe, en 1912, como un personaje
nietzscheano que filosofaba desde las profundidades de su ser y Stefan
Zweig, coetáneo y buen conocedor del joven pensador, lo evoca como dando
“siempre la impresión de que acababa de llegar de un viaje de ferrocarril de
más de treinta horas, sucio, fatigado, los trajes arrugados, con un aire
incómodo y una sonrisa oblicua”[5]. Jacques Le Rider recoge en su ensayo
numerosos testimonios de psiquiatras de su tiempo en los que se lo calificaba
de homosexual reprimido, de demente cuya obra podría ser definida como un
“sistema fóbico” y de narcisista hipersensible afectado de un complejo edípico
negativo. Freud, por su parte, lo calificó de “neurótico” dominado
completamente por complejos infantiles y Hans-Johann
Glock lo calificará, en su ensayo Wittgenstein
and Reason (2001), como todo un peligroso psicópata que influyó
negativamente en muchos jóvenes coetáneos induciéndolos al suicidio o, en otros
como el propio Wittgenstein,
inficionándolos de sentimientos misóginos y antisemitas[6].
En
1900 viajó con su amigo Hermann Swoboda a París, participando en el Cuarto
Congreso Internacional de Psicología. En 1901, Otto Weininger, entonces de
veinte años, era en filosofía partidario del empiriocriticismo positivista de
E. Macht, T. Lipps, R. Avenarius, J. P. Moebius, E. Haeckel y tantos otros,
seguidores todos ellos de un Darwin deformado. Pronto abandona el psicologismo
empiriocriticista y positivista así como la corriente de Brentano y su escuela
(Stumpf, Meinong, Ehrenfels, Höfler), para orientarse hacia el biologismo, que
le conducirá, finalmente, hacia una peculiar metafísica cientificista en la que se combinan tanto las
aportaciones de la ciencia empírica y del positivismo de su tiempo como las
concepciones de Platón, Kant y el Cristianismo[7] y
la influencia del pesimismo irracionalista de Schopenhauer y Nietzsche, que
marcará profundamente su pensamiento[8]. Georg Lukács, en El asalto a la razón lo
sitúa en la corriente de la filosofía alemana de la vida más influenciada por
Nietzsche, junto con la de Dilthey y la escuela poética de Stefan George[9].
Versado
en filosofía, psicología y teoría del
conocimiento -con sus amigos solía leer y comentar la Crítica de la experiencia pura, de Avenarius-, muy pronto se
interesará por el naciente psicoanálisis, que conoció en Viena asistiendo a
conferencias impartidas por el propio Freud[10].
A través de su amigo Swoboda, que se psicoanalizaba con Freud, conoció alguna
de sus doctrinas que le fascinaron, decidiéndose, en el otoño de 1901, a
escribir un ensayo sobre sexualidad con el título de Eros y Psyche: un estudio biopsicológico, que luego devendría en borrador de su proyecto de tesis. Se
atrevió a visitar a Freud para que lo leyera, solicitándole una recomendación
para culminar su proyecto. Paternal, Freud le aconsejó que siguiera trabajando
en él otros diez años y revisara cuidadosamente sus atrevidas conjeturas, hasta
reunir evidencia empírica que las confirmase. Naturalmente el exaltado joven ya
no disponía de tanto tiempo. Weininger presentó su manuscrito a Friedrich Jold
y a Laurenz Müllner, profesores de la Universidad de Viena. Friedrich Jold,
bien impresionado por el joven y atrevido estudiante, aceptó el compromiso de
asesorar su desarrollo como tesis doctoral. A finales de 1902 la tesis estaba
terminada: sus examinadores fueron precisamente Jold y Müllner, quienes le
recomendaron ciertas correcciones y revisiones.
Obtenido
el doctorado y converso al protestantismo -el mismo día en que se doctoraba-
Weininger emprendió un viaje por el norte de Europa y a su regreso se entregó a
la tarea de revisar y adaptar su manuscrito con el fin de publicarlo. El libro
apareció en mayo de 1903 en la editorial de Wilhelm Braunmüller (de Viena y
Leipzig). Weininger tenía entonces 22 años y había asombrado a todos por sus
dotes intelectuales a amigos y profesores de la universidad vienesa. En los
primeros meses de su publicación no tuvo el éxito y el reconocimiento que
esperaba. Desilusionado y herido en su amor propio, viajó a Italia y regresó a
Viena más deprimido aún. Tras pasar cinco días en casa de sus padres, el 3 de
octubre de 1903 alquiló la casa donde Beethoven había muerto treinta y seis
años antes. Esa misma noche con “un disparo en medio de la niebla” se destrozó
el corazón (cont.).
TOMÁS
MORENO
[1] Para la biografía de Otto Weininger pueden
consultarse, entre otras, las clásicas de Emil Lucka, Otto Weininger, der Mensch. sein
Werk und seine Persönlichkeit, Braumueller, Wien
und Leipzig, 1905; H. O. Swoboda, Otto Weininger´s Tod (Viena, 1912); C.
Dallago, Otto Weininger und seine Werk
(Innsbruck, 1912) y Georg Klaren, Otto
Weininger. Der Mensch, sein Werk und sein Leben, 1924; y el famoso Prólogo de M. Rappaport a la edición de
“Ueber die letzen Dinge”, la obra póstuma del pensador vienés. Es todavía muy
útil la de David Abrahamsen, The Mind and
Death of a Genius, Columbia Univers. Press., Nueva York, 1946. Las más recientes son
las de Jacques Le Rider, Le cas Otto Weininger. Racines de
l’antiféminisme et de l’antisemitisme, PUF/Perspectives critiques, París, 1982; Jörg Zittlau, Vernunf und
verlockung. Der erotische Nihilismus Otto Weiningers, Zenon-Verlag, Düsseldorf,
1990 y, en tercer lugar, la de Chandak Sengoopta, Otto Weininger/ Sex, Science and Self in Imperial Vienna, Chicago y
Londres, The University of Chicago Press, 2000.
[2] Francisco Romero: “Otto Weininger”, en “Ideas
y figuras”, Losada, Buenos Aires, 1949, p. 11.
[3] Emil Lucka, op. cit. p. 5.
[5] Citado en Carlos Castilla del Pino, Otto Weininger o la imposibilidad de ser, Prólogo a la edición en
castellano. de Sexo y carácter, op.
cit, nota 5, p. 6.
[6] Cit. en José María
Ariso, “Cómo leían a Otto Weininger sus contemporáneos vieneses y cómo es leído
hoy”, en revista Riff-Raff 43, 2010, pp.
63-75.
[7] Influencia que explícitamente reconocerá en el Prólogo de su obra (SyC, p. 17).
[8] Cf. Hans Mayer, Historia maldita
de la literatura. La mujer, el homosexual, el Judío, Taurus, Madrid, 1982,
p. 116. Según Mayer “es claramente perceptible la cadencia del epígono de
Nietzsche: su secretismo sin pruebas, su apasionamiento, su diletantismo… entre
Nietzsche y Spengler […]. Lo mismo que Nietzsche, Weininger se aventuró también
en la conexión entre crítica de la cultura y utopía antihistórica. Frente a la
regresión romántica se establece la utopía masculina y aria, que, sin embargo,
proclama, en nombre de Emmanuel Kant, precisamente la Ilustración burguesa; es
decir, quiere restablecer la doctrina que fue causante de la Ilustración y de
la emancipación judía”.
[10] Freud en 1895 ya había publicado sus Estudios sobre la histeria, en
colaboración con J. Breuer, y en 1899 La
interpretación de los sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario