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lunes, 29 de abril de 2019

LA ALEGORÍA PLATÓNICA DESDE LA FILOSOFÍA ESPAÑOLA


Terminamos las entregas dedicadas al mito de la caverna de Platón, redactadas por el profesor y filósofo Tomás Moreno, para la sección, Microensayos, del blog Ancile; esta última lleva por título: La alegoría platónica desde la filosofía española.

La alegoría platónica desde la filosofía española.Tomás Moreno




LA ALEGORÍA PLATÓNICA 

DESDE LA FILOSOFÍA ESPAÑOLA




La alegoría platónica desde la filosofía española.Tomás Moreno

Entre todos los comentarios de los pensadores españoles sobre la significación del Mito platónico de la caverna hemos elegido dos que consideramos de los más sugestivas e interesantes y que destacan su componente crítico-político y pedagógico. La primera de ellas es la que defiende Cesar Tejedor Campomanes, en su Historia de la Filosofía[1],  para  el cual en la Atenas en la que vivió Platón el significado  de la Alegoría asume una inequívoca dimensión política. La dialéctica sombra-luz, abajo-arriba, interior-exterior, oscuridad–luminosidad que preside, sin lugar a dudas, el relato platónico puede mostrarnos la verdadera intencionalidad política platónica a la hora de proponerla en el inicio del Libro VII de República, su magna obra política. En su opinión la caverna no se refiere únicamente “al mundo físico en que vivimos”, al mudo físico, visible o sensible, sino que remite sobre todo a la Ciudad (al Estado o a la Politeia).
La alegoría platónica desde la filosofía española.Tomás Moreno


            La caverna es “la ciudad de las sombras”, la Atenas de su tiempo, ciudad regida por hombres “prácticos en sombras” (516c-d), es decir, “por gente engañada y engañadora: los sofistas” y “sumida en la oscuridad del error y la injusticia”. “¿Cuál es su salvación?”, se pregunta nuestro filósofo: “Alguien –o algunos- debe romper las cadenas que le ligan a las sombras para poder contemplarla iluminada por la verdadera luz. De este modo  ‘la ciudad de las sombras’ se podrá convertir en ‘la ciudad de la luz’, es decir, en la ciudad de la verdad y la justicia”[2]. Pero para ello será indispensable la presencia activa en la ciudad sombría de la educación (Paideia), que tiene un carácter liberador (515c), pues debe curar del error (función de la ironía socrática) y orientar hacia la luz (función de la mayeútica) a los prisioneros de la caverna cívico-social.
            Finalmente nos encontramos en el relato con la necesidad que tiene el filósofo -que ha contemplado, tras su  ardua ascensión al exterior de la caverna, el  mundo del Bien y de la Justicia verdaderos- de hacer partícipes al resto de los ciudadanos de su liberador descubrimiento… Pero entonces Platón nos presenta el destino trágico de todo verdadero filósofo: aparecer ante sus conciudadanos como un iluso, como un personaje inadaptado al mundo de las sombras, y su discurso resultará increíble por no decir risible. Si insistiera demasiado, molestaría a todos, y fatalmente sería llevado a la muerte. “¿No tiene pues, salvación la ciudad? La alegoría parece dar a entender que solamente si todos son educados, liberados de las cadenas de la oscuridad y encaminados hacia la luz podrán aceptar las enseñanzas y el gobierno de los filósofos y entonces la ciudad de las sombras se convertirá en ciudad de la luz[3] .
            La segunda es la desarrollada por Emilio Lledó en numerosas páginas de su extensa y valiosa obra. La suya es la lectura que, sin duda, marca un “antes y un después” en los comentarios sobre el significado filosófico de la alegoría platónica en la literatura filosófica escrita en español, por uno de nuestros filósofos más ilustres, al que ya antes nos hemos referido. La aproximación de Emilio Lledó al Mito de la caverna- en un capítulo de su ensayo La memoria del Logos- es verdaderamente profunda y modélica. Su lectura distingue en el relato de la caverna cuatro espacios bien delimitados: el primero, el más interno de la gruta o caverna y más alejado de la salida, muy cercano de la pared del fondo en la que se reflejan las sombras, que contemplan “unos personajes encadenados desde niños”; el segundo, detrás de los prisioneros y  tras un muro alto, es el espacio de la simulación y el engaño, por el que circulan unos personajes que portan objetos “cuyas sombras verán los prisioneros”; el tercero, lo ocupa la hoguera, “cuya luz proyecta la sombra de los objetos sobre el telón final de la caverna”; y el cuarto y último, “es el que representa la salida (Eisodos) hacia la realidad iluminada, hacia el mismo sol”.
       
La alegoría platónica desde la filosofía española.Tomás Moreno
     Estos espacios serían los elementos primarios de la “tramoya ideológica que va a representar el drama de la existencia humana y un símbolo permanente y valido de nuestra modernidad”. En su aproximación a los mismos utiliza casi una decena de lecturas o claves interpretativas: antropológica, epistemológica, ética,  social, televisiva, política, trágica y pedagógica. En cada una de las cuales se nos sugiere una propuesta de superación de las cadenas que aherrojan a los prisioneros de la caverna: el Eros como impulso para lograr la liberación y la superación de la mentira; la racionalidad como instrumento de interpretación de la realidad según “los argumentos de del comportamiento más objetivo posible”, fundamentada en la búsqueda del Bien; un impulso utópico de perfección moral y de justicia, solidario, de simpatheia por los otros hombres prisioneros de la tiniebla y que supere toda “razón sin esperanza” a pesar de la incomprensión y  de  “la cólera de los imbéciles que llena “el mundo de la caverna” e incluso frente a la violencia y la muerte, “los dos únicos recursos de los sin recursos”: “La vida humana es vida, porque siempre hay un prisionero liberado, y un sol esperando”.

            La lectura política que E. Lledó lleva a cabo, tras constatar “la modernidad del mito que parodia, certeramente, el más perfecto esquema de las relaciones establecidas entre el espectador pasivo y el señor de los objetos, del tiempo y del poder”, nos muestra con objetividad la manipulación a la que sistemáticamente están sometidos los prisioneros de la caverna política –de cualquier tiempo y lugar- con estas palabras: “Los paseantes de realidades engañosas, los programadores de la violencia y la falsedad, como en el mito, siguen en pie luchando hábilmente por convertir el mundo en una gran caverna frente a la que colocarán su inmensa pantalla de sombras”. Frente a semejante situación no cabe otra solución o posibilidad –otra esperanza- que instar, desde alternativas políticas creadoras y revolucionarias, impulsadas por una verdadera praxis creadora,  a cambiar la realidad y “hacer que no sean sombras las que en la caverna anidan, y que no sean prisioneros sus habitantes”.
La alegoría platónica desde la filosofía española.Tomás Moreno


            Cabe finalmente una lectura trágica que asume la imposibilidad de cualquier forma de mejorar la vida y a los hombres prisioneros de la caverna política y que opta por reventar sus paredes, eliminar el escenario mismo en el que se representa la farsa: “No queda otra solución que el derrumbe total de su tramoya. La caverna no tiene salida. Fuera no hay luz, ni sol. El abrir, desde la oscuridad, esa puerta a la esperanza, forma parte del engaño, de un engaño lejano y último al que apenas llegan ya las palabras del texto […]. La salida no es caminando hacia la luz, sino haciendo, en última instancia, que esa luz de fuera, si la hay, irrumpa sin peregrinaciones ni dosificaciones, en el centro mismo de la oscuridad incompatible. Al hacer saltar los muros, entrará en el mundo, si no la realidad, al menos la posibilidad: la posibilidad de que otro mejor podría levantarse”.
            No se conforma Emilio Lledó, no obstante, con ninguna solución aporética como las hasta ahora contempladas en su investigación. Tal vez haya otra salida, una utopía posible entendida como ideal regulativo, una razón con esperanza  que nuestro pensador alienta y proclama en las últimas frases de su ensayo -y que da forma y contenido a su verdadera lectura pedagógica del mito de la caverna, sin duda sugerida e insinuada en su texto- al proponer una “lucha decidida, revolucionaria, desde presupuestos absolutamente nuevos, contra las caverna, contra los muros. Ello se logra con el arma sutil y mal usada de una palabra simple: Paideia, educación. Porque mucho más peligrosa que la inflación de las cosas, es hoy la galopante deflación de los cerebros[4] (cont,).  
           
TOMÁS MORENO



[1] Cesar Tejedor Campomanes, Historia de la filosofía, Ediciones SM, Madrid, 1999, p. 44. Inolvidable y admirado profesor y compañero, autor de varios libros de textos de Filosofía de extraordinaria calidad y éxito,  trágicamente desaparecido en un accidente doméstico, en 2005.
[2] Idem.
[3] E. Lledó, La memoria del Logos, op. cit.
[4] Ibid.




La alegoría platónica desde la filosofía española.Tomás Moreno

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