Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: La irrealidad del mundo real.
LA IRREALIDAD DEL MUNDO REAL
Cuando Niels Bohr afirmaba que: todo lo que llamamos real está hecho de cosas que no podemos
considerar reales, ponía en cuestión no solo la convención clásica de la
materialidad del mundo, también los fundamentos mismos de la materia, la cual, en sus cimientos mismos (corpusculares) iba a fiar toda su estructura no tanto
a la experimentación directa -de los componentes ínfimos de la materia- como en
la deducción matemática, no en vano está configurada la realidad cuántica en virtud
de sus cálculos e inferencias probabilísticas.
Que
el mundo de lo material -que interesa a la física- esté integrado en las
matemáticas y que esto sea un hecho, nos hace parecer normal la reflexión sobre lo que
entendemos por realidad, sobre todo si estimamos que la manera primordial de
reconocer el mundo está en la percepción y en la experimentación derivada de
ella. La filosofía de Platón alcanza en nuestros días una increíble
revitalización, habida cuenta de que las estructuras básicas de la realidad
material, es decir la partículas que la componen, no son objetos físicos en el sentido usual del término; son formas,
ideas que pueden expresarse sin
ambigüedad solamente en el lenguaje
matemático[1]
(Heisenberg), y que acaso harán replantearnos nuestra misma concepción de lo
que la realidad sea.
La cuestión se reviste de mayor
complejidad (y perplejidad) cuando hay que reconocer que para el progreso en
la ciencia es imprescindible preservar la incertidumbre como parte fundamental
de nuestra naturaleza íntima (R. Feynman). El determinismo clásico de la
ciencia sufre un auténtico cataclismo tras los descubrimientos de Heisenberg,
Borh, Schrödinger, Einstein,… Una muestra de lo que hablamos es la paradoja
sobre la naturaleza de la luz: ¿es onda o es partícula? La idea misma de que
tengamos que desechar que el electrón está localizado en un lugar concreto
mientras no sea observado, da una idea (de la estupefacción y) de la extrañeza del
lugar y tiempo en donde de manera habitual configuramos nuestras convenciones para vivir
en el mundo.Véase, en fin, que es un hecho que el aspecto ondulante de la luz no es algo físico, sino una función matemática de la que podemos colegir información.
Para
aprehender algo de la realidad de nuestro mundo todo parece indicar que nuestro
conocimiento va a depender de la
observación del mismo y de nuestra capacidad de medición, aunque sabemos que no podemos medir
sino probabilísticamente, es decir, conocer la realidad matemáticamente, entonces, nos parece pertinente la siguiente interrogante:
¿Podemos conocer algo más de lo que podemos medir?[2]
Si
la estructura de la realidad está basada en las interacciones del universo
cuántico, y si este universo llama a la perplejidad, e incluso a la
incomprensión (véase Feyneman) ¿qué podemos saber de esa supuesta realidad a la
que aspiramos a conocer? Veremos en próximas entradas algunas cuestiones en
relación a este asunto.
Francisco Acuyo
[1] Véase
como ejemplo la teoría matemática de la simetría como fundamento y explicación
para la comprensión del orden de las partículas en física, y que dan lugar
formas triangulares y hexagonales.
[2] Du
Sautoy, M.: Lo que no podemos saber: Acantilado, Barcelona, 2018, p. 198.
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