Para la sección, Pensamiento, del blog Ancile, traemos una nueva entrada que lleva por título: Entre la abstracción filosófica y la concreción de la vida: La poesía.
ENTRE LA ABSTRACCIÓN FILOSÓFICA
Y LA CONCRECIÓN DE LA VIDA: LA POESÍA
La observación atenta del pétalo,
tallo, cáliz que componen la rosa dibuja en nuestra mente la realidad concreta
de lo que es hermoso sujeta al color, al aroma, a la suavidad de su tacto…,
siendo aquellos cualia los que
llevarán al poeta a la integración de lo que es material en la subjetividad del
alma del poeta que acaba cantando su hermosura como parte de sí mismo y se
debate entre la emoción de su contemplación y la verdad efímera de su
presencia.
Puede,
a veces, el poeta comunicar la realidad abstracta de su impresión de belleza con el ser cuantificable y
concreta de la flor que, el filósofo, o mejor, el científico, enumera, piensa,
interpreta y cuenta traducido en el
número (de pétalos, de rosas, de cálices…) con el que hacer la oportuna
taxonomía.
Es
el poeta dueño de la extraña realidad de lo abstracto (traducido en su singular
lenguaje) que transporta la realidad de la maravilla concreta con los estados
anímicos y no obstante, genuinos de cada espíritu. Es el poeta humano, pero
también es cierto que en este extremado ejercicio hay no poco de estímulo o
impulso in, sobre, extrahumano.
Aquel
instinto que indaga sobre los fundamentos últimos (y primeros) de lo que la
realidad sea, sabe, como el poeta o el místico, que acaso son del todo
inaccesibles a través de la prosa del animal de costumbres a la que la razón
obliga. Saben que a través de esta (de la prosa) es del todo incomunicable el
fin o fines últimos a los que aspira el que quiere acceder a estos. Será el
discurso (o antidiscurso) poético el que, como una terapia de lo inconsciente
acude para paliar en ese ansia de plenitud inefable.
La
concreción racional, lógica y científica es cuantificable. Pero esa mesura
sofisticada y exacta no sirve para aprehender la abismática soledad del que
busca la totalidad, el sosiego de la profunda paz del que entiende que no hay
nada que buscar, y por lo tanto de medir y cuantificar. La realidad viva en la
que, valga la redundancia, vive la
poesía es inasumible por la razón discreta y analítica, La concreción poética
sólo es posible con la satisfacción de la intuición del todo. La rosa ya no es
la flor cuyos pétalos se cuentan, huelan, colorean, son parte del espíritu del
que la observa como parte integrante a la vez de lo más esencial el mundo. La
rosa es símbolo dela belleza e impulso
vehicular de creación, de lo sagrado (en occidente), del corazón que trasgrede
y trasciende la razón.
Lo
concreto en poesía es la abstracción que no es solo racional, sino mucho más
que el registro cuantificable de lo que creemos saber, es el orbe infinito en
el que el alma es con el mundo, sin distinción ni relativismo. El peligro
sofista de la palabra diluye su razón en pos del espíritu que quiere algo más
que la cuenta (el número) de aquello que con él es en el mundo.
Seguiremos
indagando sobre esta sugerente vitalidad de la poesía como fuente de superación
de lo que creímos acabado con la razón y la palabra (logos) que concretamos con
el número.
Francisco Acuyo
No hay comentarios:
Publicar un comentario