PLEGARIA AL PORTADOR
DEL LOTO EN LAS CALAMIDADES
Se cuenta que Avalokiteshavara
(Bodhisattva Portador del Loto)[1],
que representa una de las proverbiales entidades de piedad del mundo, volvió
sus ojos al sufrimiento de todas las criaturas y quiso llevarlas a la
iluminación. No deja de parecerme sorprendente cómo una apoteosis profundamente
interior puede galvanizarse desde la necesidad de lo inconsciente individual
hacia la manipulación social para la consecución de intereses espurios.
La
verdad es que será desde la manifestación de
los terrores que nos asaltan durante la existencia desde donde se obtendrán los frutos de la
infama más hipócritas y fariseos, cuando en realidad responden a necesidades profundas e ineludibles del ser humano. La ignorancia de esta
fuerza, energía o potencia que nace en el afrontar nuestras calamidades, será la que nos
haga dudar de su realidad individual, buscando fuera lo que siempre estuvo vivo y muy preciso dentro de nosotros. Es el político e ideólogo sin escrúpulos el que mejor
partido saca a ese desconocimiento interior ante el horror que conllevan las catástrofes
sin el apoyo de algo más grande que nuestra limitada conciencia de la realidad
del mundo.
La
tragedia se transfigura en la necesidad del padre a quien debemos toda suerte de respeto y
complacencia, aunque tengamos que hacer la guerra como medio simbólico
inconsciente para destruirlo. El padre que da la vida (y también la quita) es
necesitado, temido y amado en nuestros días en forma de Estado, que será capaz del
ejercicio (consentido) de la violencia pública y sobre todo individual. He aquí el culto al tótem, a la bandera y al partido[2]
como representación inequívoca de ese despropósito que anunciábamos.
El
discurso político (en su acervo ideológico) es el tósigo que ha de envenenar lo
más profundo del ser de manera regresiva, en pos de amedrentar el espíritu y
dar alimento a la devoción totémica del estado, manifiesto en el dominio de lo
político. Los arquetipos universales que nutren lo más profundo de nuestra
conciencia son manipulados exitosamente gracias a la ignorancia de sus
receptores.
El
símbolo o símbolos que se tergiversan desde lo inconsciente son sin duda mucho
más democráticos que cualquiera ideología política. El entendimiento de esta sabiduría redentora y salvífica
interior es la que desde el inicio de los tiempos (antes de la consecución de
nuestro pecado original, al olvidar nuestras raíces primigenias y quererlas
hacer valer en nuestro ignorante delirio,
para fines fuera de su naturaleza) nos habla de la paz y de la igualdad
de todos y cada uno de los seres que conforman nuestro mundo. Pero sobre todo,
nuestro sufrimiento se acrecienta y se hace patente en las catástrofes, sobre todo cuando olvidamos que el Padre, el Señor
genuino que nos habita no es el sucedáneo obsceno de cualquier Estado y olvidamos, digo, desde la aceptación y el afrontamiento del dolor, que aquél nos mira
desde arriba – o desde dentro- con piedad.
Será
desde ese reconocimiento interior de la verdad profunda que habita en cada
cual, desde donde no podremos engañar o engañarnos. Ese reconocimiento es
la iniciación misteriosa que, desde la amenaza o la realidad de la aniquilación,
toma forma –aunque es el vacío- definitiva lejos del engaño de aquello que
habíamos tenido como real. Será imprescindible reconocer los signos y símbolos
por los que podemos engañarnos o entender la realidad última de nuestros
sufrimientos sin ser manipulados.
Francisco Acuyo
No hay comentarios:
Publicar un comentario